
ASOCIACIÓN CULTURAL ARROYO DE LA LUZ PAISAJES Y FIESTAS. Arroyo de la Luz (Cáceres). 5520 hab. En la Ruta de las Chimeneas y de las Cigüeñas. El Día de la Luz (Fiesta de Interés Turístico Regional). La Virgen de la Luz (Patrona de Arroyo). La Iglesia de la Asunción con el Retablo de Luis de Morales "el Divino", el Castillo de los Herrera, el Convento de San Francisco, Coles con Buche y Tortas de la Luz (gastronomía típica). Pueblo de Alfareros con buena gente, gran historia y magníficos paisajes
martes, 28 de marzo de 2017
jueves, 23 de marzo de 2017
VÍDEO DEL DÍA DE LA LUZ 2016
Aquí tenéis en exclusiva el vídeo del Día de la Luz 2016 (15 min).
Esperamos que os guste.
Este año el Día de la Luz será el lunes 17 de abril. Os esperamos a tod@s
VIVA LA VIRGEN DE LA LUZ !! VIVA ARROYO DE LA LUZ !!
Vídeo del Día de la Luz 2016
https://youtu.be/k2QY8U-vUk0
Esperamos que os guste.
Este año el Día de la Luz será el lunes 17 de abril. Os esperamos a tod@s
VIVA LA VIRGEN DE LA LUZ !! VIVA ARROYO DE LA LUZ !!
Vídeo del Día de la Luz 2016
https://youtu.be/k2QY8U-vUk0
jueves, 2 de marzo de 2017
02. EL CRONISTA: "ARROYO EN TIEMPOS DEL CÓLERA"
Por Francisco Javier García Carrero
Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
No
son pocos los historiadores que consideran a la centuria del XIX como el siglo
del cólera. Y no les falta razón en esta afirmación ya que esta lacra endémica
en algunos países de Asia fue desde 1830 una enfermedad universal debida
generalmente a unos transportes más rápidos, al incremento del comercio
internacional y a las constantes migraciones transoceánicas. A pesar de ello,
no fueron estas las causas por las que llegó esta pandemia a nuestra región,
sino más bien propiciado por su carácter de tierra fronteriza.
En
Extremadura tenemos detectados varios sucesos en los que el conocido como
“cólera morbo asiático” dejó su rastro de enfermedad catastrófica. Hubo cólera
en 1833, 1853-1856, 1865, 1885 y 1890. Episodios dramáticos e intermitentes
ligados sobre todo a la estación estival que provocaron una intensa crisis
social en todos los pueblos que se vieron afectados. La llegada del cólera
ocasionaba una paralización total de la vida cotidiana. Era una auténtica
tragedia familiar ya que en no pocas ocasiones afectó a todos sus miembros. En
la que discurrió, por ejemplo, entre 1853 y 1856 se vieron damnificados unos
34.000 extremeños de los que fenecieron 9.426, muchos de ellos, como veremos,
habían nacido en Arroyo del Puerco.
Las
noticias sobre una grave enfermedad que provocaba “diarrea acuosa profusa con vómitos de líquidos blancuzco con
deshidratación severa de desarrollo muy rápido, color azulado, frío intenso y
calambres”, que era completamente diferente a otras patologías diarreicas,
y que podía matar a un adulto en pocas horas, se conocieron por primera vez en Arroyo
del Puerco en marzo de 1833. Concretamente el día 10 de marzo la Junta Superior
de Sanidad del Ayuntamiento arroyano informó a la población a través de un
bando que existía una “grave enfermedad
que iba haciendo grandes progresos en el vecino reino de Portugal” por lo
que resultaba imprescindible acometer una serie de medidas con la finalidad de
evitar el contagio de la localidad. Por ello desde ese mismo instante se
prohibió, por ejemplo, la “entrada en el
pueblo a cualquier persona que hubiese estado en el foco del contagio”.
En
junio de ese mismo año, el cólera seguía avanzando por la península ya que se
habían detectado numerosos casos en la limítrofe provincia del Alentejo
portugués. En ese mes la Junta de Sanidad volvía a recomendar unas “medidas más restrictivas de libre
circulación de personas y que las puertas de los pueblos estuviesen todas
cerradas salvo las imprescindibles”. A la vez se instaba a los vecinos “bajo pena de fuertes multas” la
prohibición de tirar animales muertos a la vía pública y ensuciar las calles
con cualquier tipo de inmundicia, situación muy habitual en la época, y que se
creía que pudiera estar en relación directa con la grave enfermedad.
A
pesar que medidas similares a las comentadas fueron puestas en prácticas por otros
pueblos y ciudades extremeñas, la enfermedad siguió avanzando por la región ya
que Olivenza tuvo sus primeros casos en los primeros días de septiembre, y el
día 21 de ese mes ya se sabía infectada la misma capital de Badajoz. A partir
de ese mismo instante la localidad comenzó a implorar a la Virgen de la Luz
para que les “librara del mal que azotaba
a la provincia”. Independientemente de los rezos a la Patrona, la Junta
Sanitaria del Ayuntamiento prohibió desde el 18 de septiembre, una vez
concluida la feria anual, la prohibición de entrada en el pueblo a toda persona
que viniese desde Badajoz, “aunque
trajese carta de sanidad”. El pánico en octubre de 1833 ya fue absoluto
porque se encontraba invadida de cólera el cercano pueblo de Alcántara. En ese
momento la Junta ordenó que se reduzcan al mínimo las puertas de entrada a la
villa y que se levantaran “las tapias que
cerraban el pueblo”.
Fueron
todas ellas reacciones lógicas de un miedo atroz en una población a la que
llegaron noticias de un avance impredecible de la enfermedad, de la gravedad de
la misma, y especialmente de la aparatosidad de su cuadro clínico. A ello se
sumó una ausencia total de medidas terapéuticas eficaces que provocaron
momentos de terror desmesurados que también se hicieron en muchos casos
endémicos, incluso más que la propia enfermedad a combatir.
Lo
más significativo del brote colérico de 1833 fue que gracias a todas las medias
adoptadas, el pueblo salió indemne desde el punto de vista demográfico. Arroyo
del Puerco no tuvo que lamentar pérdida alguna a causa de la enfermedad.
No
sucedió lo mismo, como podremos comprobar, con el segundo gran brote colérico
que penetró en la península en noviembre de 1853 y que se extendió hasta marzo
de 1856. Es decir, coincidente históricamente con el conocido como Bienio
Progresista del reinado de Isabel II (1854-1856). Las primeras noticas que
llegaron a Arroyo del nuevo brote epidémico están fechadas en enero de 1854. En
ese instante las autoridades provinciales ya advirtieron a los regidores arroyanos
que se tomaran todas las medidas oportunas “para
prevenirse de los efectos del cólera morbo asiático”. De manera urgente el
Ayuntamiento con su alcalde, Diego Solana Cambero, ordenó constituir una nueva
Junta Local de Sanidad que estaría integrada por los dos médicos de la villa y
cuya función sería similar al del anterior brote de 1833, aunque los resultados
finales por desgracia para nuestros paisanos serán muy diferentes.
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Triunfo del Cólera (Biblioteca Nacional) |
Las
medidas preventivas fueron muy similares y, al igual que en la situación
precedente, se fueron endureciendo conforme se conocían episodios coléricos más
próximos a la población. Tan es así que en el mes de septiembre de 1854, pasada
la revolución que cambió el Gobierno moderado por el progresista, y la
consiguiente modificación en la alcaldía, ahora el elegido fue Pedro González
del Toro, se obligó a poner guardias de vecinos, la llamada Milicia Nacional,
en todas las entradas de la población para que no se dejara pasar a “persona alguna que no venga garantizada de
documentos competentes de sanidad”.
La
otra gran medida que se barajó fue la suspensión de la feria anual de
septiembre, evento que se había celebrado en la villa de manera ininterrumpida
desde 1818. Se argumentaba, no sin razón, que no era recomendable la llegada masiva
de personas provenientes de otras poblaciones que hubieran podido estar en contacto
con algún foco epidémico. También, previendo lo que pudiera suceder se señaló
como lazareto a la ermita y la casa de la Virgen de la Luz, espacio al que
serían enviados de manera obligatoria y contundentemente a todos los vecinos
que estuvieran infectados.
De
manera incomprensible la feria no se suspendió, lo único que primó fueron
intereses meramente económicos, argumentándose de manera peregrina que fue el
gobernador civil el que no anunció su suspensión en el Boletín Oficial de la
Provincia. Además, se afirmó, mintiendo de manera descarada a los 5.000 vecinos,
que “las noticias respecto a la epidemia
eran más favorables”. La realidad fue que la situación empeoró en pocos
días y varios arroyanos contrajeron la enfermedad siendo trasladados de manera imperativa
hasta el lazareto. Allí tuvieron escasos cuidados, por no decir ninguno, y
además, estuvieron vigilados por hombres armados para impedir su salida de
aquel recinto.
Que
la enfermedad había penetrado en la villa resultó una evidencia para todos. Muy
pronto el pueblo comenzó a contabilizar fallecidos por el cólera. Tan es así
que si en el mes de agosto, cuando todavía no había ningún infectado, la
población contabilizó 3 fallecimientos, el mes de septiembre dobló la cifra de
óbitos, octubre elevó los muertos hasta los 18 fallecimientos y noviembre
contabilizó 24, el número más alto de todo el año 1854.
![]() |
Castillo-Cementerio (Cedida) |
La
cifra tan alta de fallecidos y de manera tan continuada provocó que
definitivamente el castillo de los Herrera, y a pesar de las reticencias que el
pueblo siempre manifestó para ser enterrados en este espacio, se convirtiera en
el cementerio definitivo de la localidad hasta los últimos años del siglo XIX.
De esta forma, los alrededores de las ermitas y el atrio de la iglesia se
abandonaron definitivamente como espacios de enterramientos, al igual que ya
había sucedido unos años antes en el interior del templo de la Asunción.
Pero
si el brote de 1854 fue terrible para Arroyo, no tiene parangón con lo que
sucederá en el verano de 1855. Las medidas de la Junta de Sanidad referidas a
la limpieza y aseo de calles, además del control de las puertas de entrada, ya
no resultaban efectivas. Numerosos vecinos habían contraído la enfermedad y ya
poco podía hacerse. Incluso la villa se encontró con un problema adicional,
estaba sin enterrador desde mediados de julio de 1855, una situación habitual en
todos los pueblos infectados. El bando del Ayuntamiento llegó a afirmar que
encontrar sepulturero era “una de las más
interesantes y perentorias necesidades del pueblo”. No obstante, a mediados
de agosto la alcaldía por 200 reales anuales, una cantidad nada desdeñable para
la época, logró contratar un enterrador. El pueblo estaba preparado para lo que
le llegaba, la epidemia colérica se cebó con los arroyanos como con pocos
pueblos de la provincia cacereña.
Efectivamente,
la cifra de difuntos comenzó a ser algo más que cotidiano. Si julio de 1855
registró 7 fallecidos, en agosto ya fueron 13, y en septiembre se llegó hasta
los 116 muertos. Todavía octubre registró otros 24 cadáveres, entre los que se
encontró el propio alcalde Pedro González del Toro que fue sustituido de manera
urgente por Joaquín Ojalvo Fernández. El mes de noviembre contabilizó 5
difuntos más y una última subida en diciembre con 10 fallecimientos adicionales,
momento en que se dio por concluida la fase álgida de la enfermedad.
Esas
cifras provocaron por un lado que el enterrador no tuviera tiempo material para
inhumar los cuerpos en el castillo, y por otro, el Ayuntamiento, por imposición
del Gobierno Civil, prohibió llevar los cadáveres a ningún templo de la
localidad ni siquiera para celebrar ceremonias religiosas. Todos los
fallecimientos se registraron de la siguiente forma, “no recibió el viático por no permitirlo la enfermedad. Se le enterró
enseguida por mandato judicial”.
Concluida
la epidemia, el pueblo quedó muy tocado en todos los aspectos. No hubo familia
que contabilizara al menos un allegado difunto, la cifra de muertos en los dos
años había superado los 200, el 20% de todos los fallecimientos de la
provincia, a los que hubo que sumar otras 26 familias que quedaron “reducidas a la clase de pobres y 81
orfandades pobres”, diría el escrito oficial del Ayuntamiento enviado al
Gobierno Civil con la finalidad de solicitar una ayuda económica urgente.
Muy
pronto llegaron las auxilios económicos, el Gobierno de Isabel II envió 88.000
reales para repartir entre las 51 localidades afectadas de la provincia, la
Diputación Provincial envió 2.500 reales más, y la Junta Provincial de
Beneficencia otros 1.500, en estos dos últimos casos cifras en exclusiva para
nuestra localidad.
![]() |
Vacuna contra el cólera (Biblioteca Nacional) |
Para concluir, señalaremos que la epidemia de cólera sirvió para que la clase médica recibiera el empuje definitivo para lograr un espacio social preeminente como hasta ese momento nunca había tenido. La importancia que se otorgó a los médicos a partir de esta enfermedad se evidencia en dos decisiones perfectamente constatables, por una lado se produjo la inhabilitación de los médicos que no hubieran prestado auxilio conveniente a los enfermos y, por otro, al establecimiento de recompensas tanto económicas como de prestigio social dentro de la comunidad rural, ocupando un espacio que hasta entonces habían tenido los párrocos en exclusividad. El prestigio del maestro, por otro lado, todavía tardó en llegar, aunque eso es ya otra historia.
FALLECIMIENTOS TOTALES EN ARROYO. TIEMPOS DE CÓLERA
1853
|
1854
|
1855
|
|
ENERO
|
6
|
2
|
3
|
FEBRERO
|
4
|
4
|
4
|
MARZO
|
8
|
4
|
4
|
ABRIL
|
4
|
4
|
8
|
MAYO
|
7
|
4
|
3
|
JUNIO
|
10
|
3
|
5
|
JULIO
|
8
|
7
|
7
|
AGOSTO
|
6
|
3
|
13
|
SEPTIEMBRE
|
5
|
6
|
116
|
OCTUBRE
|
3
|
18
|
24
|
NOVIEMBRE
|
8
|
24
|
5
|
DICIEMBRE
|
5
|
6
|
10
|
TOTAL
|
74
|
85
|
202
|
Fuente: Archivo Diocesano de Cáceres. Libro de Difuntos.
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