miércoles, 20 de febrero de 2019

EL TROVADOR: "LA MARAVAQUILLA Y EL ANTRUEJO ARROYANO"

Por Máximo Salomón Román
         **** El Trovador de Arroyo de la Luz ****
“La Tomasa subió a la cocina, 
Le venía un olor a quemao.
Era un gato montés que saltaba,
¡Madre mía! El conejo,  
toíto chamuscao
Ha dao un grito
Y corriendo, 
subió el Senorito.
Mire usted que demonio conejo
Le miraba mucho el entrecejo.
¡Mire usted, mire usted, mire usted,
El conejo echadito a perder!
La copla anterior, obviamente con una segunda intención, pertenece a una de las estudiantinas arroyanas que cantaba el gremio de los “corcheros”, esos- al igual que otros muchos- que durante la II República recorrían las rúas arroyanas para animar al vecindario en los tiempos de Carnaval.
Fue a principios de 1986 cuando el Ayuntamiento de Arroyo de la Luz me solicitó ser el “pregonero” del Carnaval de esa edición. Comenzaba, por entonces, un nuevo periodo de Carnaval que irrumpía con fuerza tras muchos años de escasa permisividad y, más bien, poca libertad de manisfestación en dicho ámbito. La empresa no me resultaba fácil, pero por Arroyo, lo que haga falta. Obviamente, accedí a tal petición. Ello me llevó a investigar (ya lo venía haciendo en la parcela del folklore) sobre como celebraban nuestros antepasados ese periodo de Carnestolendas. Contaba, sin lugar a dudas, con la colaboración de mis vecinos de la calle Valdetrás, esa fuente oral de sabiduría popular que tanta información me diera siempre. Allí estaba el señor Amador Pajares (q.e.p.d) quien ni corto ni perezoso comenzó a canturrearme la estudiantina que encabeza este artículo. He de señalar que es más larga y atrevida y que por respeto al lector la reflejo hasta donde creo conveniente. Otro vecino, Santo Ramos le seguía el juego cantando aquello que decía:

"Yo le pido unos filetes,
unos filetes, unos filetes
y él me ofrece chuletas,
y con la otra mano,
y con la otra mano,
me empieza a tocar las....

Esta murga, al parecer, la cantaban hombres que salían por las calles disfrazados de féminas.
También, me declamaron otras letras que hacían referencia a relaciones entre duquesas y bandoleros. De ello recuerdo algunos nombres. Así, un tal Fabián ( trabajaba en la fábrica de ladrillos, otro gremio de murgas). Evaristo “el trapero”, “tío Alfilé”, un Juraño, un Panzaburra, u Gallinita y un Malacara. Las estudiantinas, todas de invención local- generalmente- eran interpretadas en muchas ocasiones por paisanos disfrazados de gitanos, de lobos, de zorros y… ¡hasta de guardias!
Otro vecino de Valdetrás, uno de los arroyanos más inteligentes que he conocido, el señor Ángel “Cabancheja” me contaba una soleada mañana de domingo, sentados ambos frente al “Huerto Plata”, como se conformaban aquellas estudiantinas musicales en las que Samuel Carrasco y Ramiro Gutiérrez Suitino (tiene un magnífico artículo sobre el antruejo arroyano) ponían en valor su manejo del violín, a lo que un tal Teodomiro respondía haciendo lo propio con su bandurria. No faltaba la guitarra de un tal Pino. Cantaban aquello- que Ángel recordaba- que decía:
"Mi trabajo es estar sentado,
pues mi oficio es el de zapatero.
Por eso, presumo de tener
muy gordito el.... (culero)".

Existía una gran competencia entre las estudiantinas tanto en la letra como en la música. Así, otros virtuosos del violín tales como el “Alemán”(creo que su nombre era Salvador) y un tal Julián que exageraba las letras con una desmesura y atrevimiento quizá propios de la juventud de antaño. Puede que cantaran lo que pensaban sin pensar lo que cantaban.                              Los “Pescas”, aún jóvenes, no solían faltar a la cita con sus saxos, máxime en el entierro de la sardina en el que un nutrido grupo de aquellos paisanos mojaban las escobillas en un orinal que contenía el líquido amarillento con el que salpicaban al menos pensado. Solían pasar por la taberna de “Azotito”. Creo que estaba enclavada en el MAYPA, según la información que me dieron, aunque podría ser otro el lugar toda vez que mis informantes no se ponían de acuerdo. Incluso me refería alguno que allí finalizaba el atrevido pregón del entierro de la sardina con aquello de “os voy a meter el puro…(catecismo)”. Disculpen mi atrevimiento, pero esto lo he vuelto a escuchar en democracia desde el balcón de la Casa Consistorial.
Existieron lugares emblemáticos, casi siempre tabernas, en los que las murgas y estudiantinas (a estas últimas se le daba el mismo nombre que a las canciones que interpretaban) hacían la parada de rigor. Así la taberna de “las Moragas”, por encima del antiguo Bar Caracol, la de “Cacharro” en la calle del Rollo, la de “Dionisio”, la de la” Capilla o Caipa” en Ricos, “tía Pichona” y “tío Braganza”, ambos en la Plaza Nueva o el “Bodegón” en la calle Larga. El carácter burlón, grotesco y socarrón de aquellas estudiantinas estaba, en ocasiones, relacionado con oficios locales, gremiales como el de los corcheros, el de los ladrilleros, de los albañiles, etc.
Pero esa fuente inagotable de sabiduría popular que representaban los mayores del lugar me legó una información a la que respondí con asombro: ¿Sabes que es la “Maravaquilla”? Obviamente, respondí que no, al menos en lo que se refería a un encuadre en el acervo arroyano. Fue, entonces, cuando comenzaron a relatarme que siendo ellos (mis vecinos informantes) apenas unos adolescentes, esto es, en los primeros años del siglo pasado, era costumbre y tradición en la villa arroyana el hecho de confeccionar la “Maravaquilla”. Esta no era otra cosa que un par de ligeras barras a las que se acoplaban dos varones ligeros. Sobre aquellas se colocaban unas ceñideras (esas de amasar el pan en la tahona, e incluso, en el propio hogar) que se desplazaban a lo largo de las mismas. Luego, se cubría todo con una manta, perforada con un agujero para poder orientarse y una cornamenta en la parte delantera. Así, las maravaquillas (solía haber varias) la emprendían contra e respetable público, a la par que los más ligeros las sorteaban con habilidad. Los despistados y las mujeres sufrían los encontronazos típicos en semejante trance. Decía el señor Amador que muchos aprovechaban la ocasión, haciéndose los despistados, para achucharse con alguna dama, con el pretexto de evitar a las fieras.
Fue por esa época, ejerciendo de maestro en Villar del Pedroso, con su típico Carnaval de Ánimas, su baile del “Serengue”( me lo hicieron bailar) y su broma de las “esparigüelas”  cuando escuché hablar de la Maravaquilla, sobre todo, a raíz de un libro que había publicado don Valeriano Gutiérrez Macías (muy enraizado con nuestro pueblo) y que lleva por título ”Por la geografía cacereña”. El mismo hace referencia a las fiestas populares de la Alta Extremadura como la de Villar del Pedroso. Sin lugar a dudas, vivió la maravaquilla en Arroyo o, bien, la recogió de informante muchos años antes que yo. Sea como fuere, ¡bendita coincidencia!
Llegó la Guerra Civil y, tras ella, la Dictadura que acabaría prohibiendo cualquier manifestación carnavalesca y, sobre todo, las máscaras (salvo excepciones arraigadas como Montánchez o Ciudad Rodrigo). Este tiempo se redujo al ámbito puramente folklórico, apuntalado en gran medida por la Sección Femenina. Es sabido que se iniciaba con san Antón, se prolongaba hasta las Candelas, pasando por los Mártires (san Sebastián), con el gremio de los “olleros o alfareros”, para concluir el martes previo a la ceniza, con especial importancia del “Domingo Gordo”. La sociedad arroyana se limitaba a lucir sus mantones y refajos, pañuelos de mil colores, acompañado todo por los típicos aderezos (pendientes, rosicleres y veneras). Siempre, las mejores galas a juego con la inigualable belleza de las arroyanas. Se entonaban los típicos romances en cada esquina, en cada calle. Hasta esa canción (para mí un tanto machista) que dice “Ya vienen los Carnavales, la venta de las mujeres” …Por las noches se sucedían los bailes en salones como el “Bonito” o el de “Solís” para la gente humilde, y en los que solían tocar los hermanos “Pesca”, acompañados de Teodoro (ex municipal). La gente más pudiente asistía al Casino (Círculo e recreo) donde actuaban orquesta como “Sol” o “Mambo”. Otros preferían acabar con una película (el cine Solano funcionó siempre el lunes y martes de Carnaval).
Ya, a mediados de los sesenta comienza la “Dictablanda” y la gente empieza a ser un poco más descarada al llegar estas fiestas. Yo diría que, incluso, “chungona”. Viene ello a colación toda vez que se fue haciendo tradicional, para aquellas personas que gustaban de la chacina y no tenían la asepsia suficiente tras paladear los manjares del cerdo, el recibir la correspondiente crítica en formato musical con aquello que decía: “Has comido chori y no te has limpiado, y por eso llevas los labios pintados. Otra vez que comas ten mucho cuidado, mira que ese chori es muy delicado”.
En algunas calles, como Valdetrás, era costumbre confeccionar “rabos” con un trozo de tela o de cinta de raso asida a una alfiler o imperdible. Así, mientras una persona entretenía a la víctima de turno, otra le colocaba con gran arte y disimulo el citado rabo en la espalda. Una especialista en este cometido era la señora Felicitas Martínez (madre de Faustino Caña), quien con una discreción infinita colgaba la cinta a la vez que entonaba: “Ese/esa que va ahí que se lo quite y se lo ponga en las narices…” Generalmente, los afectados solían encajar la situación con humor.
La permisividad sobre el Carnaval se fue haciendo patente. Es así que, a mediados de los sesenta se monta (casi improvisada) una típica boda de los años cuarenta (no folklórica) en la que la citada Felicitas es el novio, mi madre, con su vestido blanco (alguien se lo presto y lució por primera vez) es la novia. Actúan como padrinos la señora Anselma (madre de Clemente Pichón) y María “la cagueta”. Con una capa, a modo de cura, actúa la señora María “la Pantanera”( abuela de los Pulido). La comitiva recorre un considerable número de calles, siempre con el recelo de ser denunciada. La sorpresa es que hasta el cura (don Ciriaco), que se encuentra la boda cara a cara, no puede reprimir las carcajadas ante tan singular y sorpresivo acontecimiento. Fotos hay de citado evento.
No seria hasta bien entrada la Democracia, cuando el antruejo arroyano gozaría de una década de esplendor y apogeo. Es un 18 de febrero de 1986(Domingo Gordo) cuando tengo el honor de pregonar el Carnaval en el Salón de Actos del Ayuntamiento. Esa tarde tiene lugar un desfile (creo que el primero en muchos tiempo) desde el Santo a la Plaza. La participación de grupos es escasa; pero en ella es el Harriero quien pone una nota de simpatía al desfilar todos vestidos de dormilones. No faltó ni la cama. Ese año se celebraría el baile de Carnaval en un local de la calle Ricos (hoy supermercado Serrano), con concurso de disfraces en el que destacó Antonio Leal(Cambri) con un magnífico dragón que echaba fuego por la boca. En esta edición culminaron los carnavales con el “Entierro de la sardina”, con participación de varios grupos entre los que recuerdo al AMPA del Colegio Público.
Al año siguiente, el Harriero desfiló con el tema “los gitanos”, los de la Senara con el tema “Juan Valdés y el café” …, y la participación creció. Los bailes se celebrarían, a partir de entonces en la Caseta Municipal sita en la Plaza. Se sucedieron los concursos de disfraces en los que una vez más el Cambri y José María Talavera (el largo) dieron el golpe con el “decapitado”. En siguientes ediciones aparecieron “Mundo Cíngaro”, las “Espigadoras” e incluso “Mexicanos”. La pandilla de Marisa, Pepe Terrón, Casasola…causarían sensación con su vestimenta y aire sudamericano, cubano, puertorriqueño…. Y fueron sucediéndose una edición tras otra en las que no faltaban los entierros de la sardina como colofón al antruejo.
Por parte de los más pequeños se cooperaba a fin de dar más vistosidad al Carnaval. Con bailes en la plaza, en la Caseta, con bodas típicas (“Ya se ha casado la Lidia con el hijo del Ordiales..”) y bautizos arroyanos a la antigua usanza. Es digno de destacar la complicidad de las madres arroyanas a la hora de elaborar dulces, preparar trajes y cooperar en la puesta en escena de citados eventos.
Un recorrido de casi un siglo por nuestro acervo costumbrista que es interesante que conozcan las futuras generaciones. Una vez más, Arroyo de la Luz, orgullosos de lo que somos.










sábado, 2 de febrero de 2019

25. EL CRONISTA: "El PASO DEL TIEMPO EN EL CALLEJERO ARROYANO"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Puentes del Pontones. 1900

El pasado 12 de enero tuvo lugar uno de esos acontecimientos culturales que hacen grande a los pueblos que los organizan. Un año más, y ya van ocho, la Asociación Paisajes y Fiestas celebraba su onomástica y regalaba, como todos los años anteriores, un magnífico obsequio a sus miles de seguidores. El acto contó con la presencia de nuestras máximas autoridades y aunque, obviamente, no todos sus amigos pudieron estar allí presentes, sí que pudo contabilizarse un número muy considerable de personas, ya que la cifra superó la de las cuatrocientas almas, una suma que difícilmente se logra para cualquier evento que se celebra en Arroyo de la Luz.
El regalo que APyF nos ha donado en el presente ejercicio ha sido un vídeo, “Arroyo, el paso del tiempo” (https://youtu.be/N9W-5PDZ91M), un trabajo ideado y dirigido por el presidente de la Asociación, Daniel Álvarez Salceda, y que ha sido magníficamente ensamblado por la periodista Loli Higuero Padilla. El trabajo recorre, en poco más de una hora de duración, las instantáneas fotográficas que nos ha dejado el devenir de los tiempos en nuestra localidad y su correlación con la actualidad. Fotografías, unas y otras que nos hicieron suspirar en varias ocasiones y que no dejaban de ser un claro ejemplo de ¡cómo hemos cambiado!
El trabajo, aunque podríamos señalar que ha sido partícipe todo el pueblo, todos sus habitantes, y al margen de los dos ya citados, ha tenido grandes colaboradores que han dejado lo mejor que llevaban dentro cada uno de ellos. Martín Panadero Rubio con sus fotografías del ayer arroyano más nostálgico; las imágenes aéreas actuales, magníficas y a cuál mejor, de Manolo Montero Carrero; el comentario y análisis demográfico de lo más certero de Vicente Ramos Díaz; las bellísimas poesías de dos arroyanos de postín, Emilio Higuera y Eladio Sanjuán; o el recorrido casi visual de cada una de las calles y que nos iba describiendo Máximo Salomón gracias a su prodigiosa memoria.
De la misma forma, el que suscribe estas líneas ha colaborado en la parte que tenía más relación con lo puramente histórico. Con aquellos nombres que han ido conformando ese mosaico de calles que han jalonado la historia de nuestro pueblo hasta la actualidad. Nombres que en ocasiones son conocidos los motivos por los que así se rotulan, pero que en otros casos muchos sus habitantes ya no recuerdan los porqués de esa nomenclatura. Y es que para los nombres de las calles, como se señala en el vídeo, en ningún momento, ni anteriormente, ni por supuesto en la actualidad, sus calificativos han sido neutrales, ni muchísimo menos. En todas las etapas históricas, y especialmente en los últimos 120 años, las distintas corporaciones locales que se han ido sucediendo al frente del Ayuntamiento arroyano han querido dejar en el nomenclátor de la villa su impronta más particular y, por supuesto, personal. En muchas ocasiones con la aquiescencia entusiasta de sus gobernados, pero en otros casos sin el más mínimo consenso con la ciudadanía a la que representan.
Por eso, en este paso del tiempo del callejero local podríamos destacar tres modelos o ejemplos de calles y todas perfectamente visibles en el regalo que nos ha donado APyF. En primer lugar, las que nunca han variado su denominación, y que se llaman así prácticamente desde siempre, aquellas que nadie ha querido modificarlas, lo que podríamos definirlas como “calles históricas”. En segundo lugar, aquellas otras que se han visto envueltas en la vorágine de las luchas partidistas en diversos momentos de nuestra historia del siglo XX y que han visto variar, algunas incluso varias veces, el nombre de esa calle o plaza, no obstante, y en no pocos casos, ya que la ciudadanía es muy sabia, se le continúa identificando con su nombre primitivo; es decir el histórico. En tercer lugar, y por último, estarían las “nuevas calles”, aquella cuya denominación nace al albur y al deseo de la corporación de turno y que presentan nombres de los más variados.
La Gasolinera. Año 1970
   

Charca Quebrada
Entre las “calles históricas” en Arroyo tenemos un buen puñado de ellas. Calles que todo arroyano lleva en su seno y de las que debemos sentirnos muy orgullosos porque conforman lo más genuino de nuestro pasado en común. Entre otras destacaríamos Charca, San Marcos, Matamoros, Quinea, Hilacha, Camberos, Barrial de Santa Ana, Castima, Oscura, Cuesta, Escobar, Concejo, Castillo, Convento, Gallegos, Castillejos, Cruces, Tenerías, San Francisco, Olleros, San Blas, Valencia, Soledad, Regajal, San Antón, Parra, Carretera de Aliseda y Escuelas Graduadas (desde 1929). Aunque en el vídeo se ofrecen pequeñas pinceladas de los motivos por los que se denominan así estas arterias, probablemente, y aún con alguna discrepancia que no merma el valor de este estudio, la mejor explicación de estos calificativos lo encontramos en un opúsculo que el año 2002, editado por el Ayuntamiento arroyano, y que elaboró el poeta Juan Ramos Aparicio. Efectivamente, su “Descripción histórico sentimental de las calles y plazas de Arroyo de la Luz”, a pesar del tiempo transcurrido, continúa hoy día como un retrato extraordinario de nuestro pueblo desde este punto de vista.
La Soledad. Año 1959
La Soledad. Iglesia de San Anton. Año 1965

Convento

La Calle San Anton. Año 1960



La Calle San Blas. Año 1952.
Ctra Aliseda. Años 70
Resulta una realidad, y además la historia lo demuestra una y otra vez, que la transformación del nomenclátor callejero es una prioridad para cualquier régimen político recién establecido. Todos ellos, sin ninguna excepción, han querido establecer una conciencia histórica y de identidad común de acuerdo a sus exclusivos postulados políticos. Por eso, y como no podía ser de otra forma, varios han sido los instantes en la historia de nuestra localidad en los que los cambios del callejero tuvieron un especial interés para sus gobernantes. Tres fueron los momentos álgidos, aunque no exclusivos, en los que los cambios en el repertorio callejero de la población fue algo habitual y constante: los años de la Segunda República (1931-1936); los cuarenta años de dictadura franquista después de la victoria por las armas (1936-1975); y los años de la Transición a la democracia (1977-1984), etapas claves para observar modificaciones que se produjeron una y otra vez de un mismo espacio público.
Evidentemente, este segundo modelo de calles es la que presenta mayor interés histórico por esos vaivenes tan habituales en el callejero español. En Arroyo participan de este modelo la actual Plaza de San Sebastián que durante la Segunda República se denominó Plaza Aída Lafuente (militante republicana que había fallecido en 1934); la calle Juan Carlos I, denominada así desde 1983 (alcaldía de Felicísimo Bello) y que antes se designó Comandante Sánchez Herrero (militar rebelde en 1936) y anteriormente calle Rollo (nombre histórico), que es como aún hoy se le denomina en muchos casos. La calle Carretera (Alcántara), durante el franquismo fue Capitán Luna (otro militar falangista y ligado a la Guerra Civil), aunque casi nadie lo recuerda. La calle Albuera tiene una particularidad, este nombre que es histórico, durante el franquismo estuvo dividida en Albuera 1ª y Albuera 2ª. La segunda durante la dictadura se denominó en honor a otro militar rebelde calle Ruiz de Alda. Desde la alcaldía de Felicísimo Bello en 1984 unificada en una sola calle y con su nombre histórico. Algo similar ocurrió con la calle Camberos y la calle Castima. Durante el franquismo estuvieron divididas en dos tramos, las segundas llamadas calle 1º de Abril, y calle 18 de Julio, respectivamente, y unificadas en un único espacio durante la misma alcaldía y el mismo año.
Calles del 40. Actas de Pleno
La calle Corredera, la más emblemática de la población, actualmente dividida en tres tramos, y, por consiguiente, con una triple denominación, y no siempre las mismas. El primer espacio, partiendo desde San Sebastián se denomina Juan Muñoz Chaves en honor al político de la Restauración; el segundo tramo ha cambiado varias veces de nombre, Cuatro Esquinas, González Peña (durante la II República), General Franco (durante la dictadura) y actualmente, desde la alcaldía de Felicísimo Bello, calle Virgen de la Luz. El último tramo, desde marzo de 1936, de esta simbólica calle se llama Luis Chaves, y en honor de un médico de ideología republicana, mayordomo de la Virgen de la Luz y que había fallecido unos años atrás.
Placa calle General Franco
La calle Franco también se modificó durante la alcaldía de Felicísimo Bello. Con este calificativo se cometió un error grave al creerse que estaba relacionado con el dictador cuando no era así. Desde entonces el nuevo nombre que adquirió fue el de Derechos Humanos. En 1984 también apareció la calle Gabriel y Galán (insigne poeta tan ligado a Extremadura), y cuyo origen venía de la histórica Castima 2ª. La Plaza de la Libertad, es otro de los espacios que mayores transformaciones ha experimentado. Tiene un nombre primitivo e histórico, por el que casi todo el mundo lo conoce, Plazuela del Altozano; no obstante, también fue Plaza de Francisco Largo Caballero (Presidente del Gobierno), durante la II República, General Mola (militar rebelde), durante toda la dictadura y la Transición, y desde la alcaldía de Felicísimo Bello, Plaza de la Libertad. Las otras dos plazas del pueblo también vieron variar su nombre, la Plaza Nueva, que aún se le denomina así en no pocas ocasiones, tomó el apelativo de nuestro pintor más insigne, Divino Morales, y la actual Plaza de España que no siempre tuvo este apelativo porque antes fue bautizada como Plaza de la República (hasta 1937).
Plaza del General Mola

Vaquillas en la Plaza 
La Plaza Nueva. Año 1970

La histórica calle Valdetrás, todavía así nombrada en muchos instantes, tomó el nombre desde mediados del siglo XX de un practicante de la localidad, Santos Salomón. La histórica Santa Ana 1ª también ha tenido varias denominaciones, durante el franquismo fue General Moscardó, aunque nadie la conocía así, y a instancia de Juan Ramos Aparicio durante la alcaldía de Manuel Floriano en 1979, y hasta la actualidad, se denomina Hermanos Caba. La Plaza de las Postas, todavía habitual entre las personas mayores, tomó el nombre, también a instancia del poeta arroyano Juan Ramos, del que fuera su preceptor y maestro de tantos y tantos arroyanos, calle Florencio García Rubio. La histórica calle Hornillos durante la alcaldía de Julián Olgado en 1972 dejó paso a la escritora y mística calle Santa Teresa de Jesús.

calvo-sotelo
La actual calle San Gregorio es otro de los espacios con un número importante de transformaciones. Siempre en nuestra población fue calle Larga, denominación histórica hasta que en julio de 1937 pasó a denominarse calle Calvo Sotelo. Con este apelativo estuvo hasta la alcaldía de Felicísimo Bello que en 1983 la bautizó con el apelativo del patrón de la localidad. Algo similar ocurrió con la actual Plaza de la Constitución que ya tenía este nombre durante la II República pero que antes fue conocida como Plaza Mayor o Plaza del Ayuntamiento. Desde 1937 y hasta 1983 tomó el nombre de Plaza de José Antonio Primo de Rivera. Otro espacio con doble transformación ha sido la histórica calle Del Moral que desde 1940 tomó el nombre de Gabino Gracia (secretario del Ayuntamiento que se posicionó a favor de los rebeldes en 1936) y que aún permanece.
Plaza José Antonio. Final década de los 40.
La histórica calle Palacio, donde se deposita la soberanía popular, se denomina desde 1920 Germán Petit, y todo ello en honor a un antiguo y perenne alcalde de la localidad que manipulaba sistemáticamente las elecciones para seguir en el poder. De la misma forma, la histórica calle Carniceros, aún muchos arroyanos la conocen con esa definición, tomó el nombre de otro de los maestros arroyanos que dejó gran impronta en la población, Rafael Chaparro, y antes de ser trasladado por orden del alcalde anteriormente señalado debido a sus discrepancias políticas.
C Rafael Chaparro. Año 1958
En el año 1930, y a petición de otro de los maestros de la localidad que mejor huella dejaron, Florencio García Rubio, se bautizaron nuevos tramos que aún permanecen. La calle Carlos Barriga, como homenaje al “sacerdote sabio” o “sacerdote ciego”, arroyano de nacimiento aunque su principal labor social la realizara en Brozas. Anteriormente este espacio se conoció como Monte Arruit. También surgió la calle Dueñas que anteriormente era una parte de la calle Soledad y la calle Joaquín Costa en homenaje al genial intelectual del regeneracionismo y de origen aragonés.  
Entre 1983 y 1984 otras seis calles vieron modificar sus nombres que estuvieron en vigor durante toda la dictadura y, por consiguiente, ligados a la misma. El artífice del cambio fue nuevamente Felicísimo Bello y afectó a las calles, Doctor Fleming, Los Rosales, Virgen de Guadalupe, Félix Rodríguez de la Fuente, Hernán Cortés y Colón. Durante el franquismo fueron, Onésimo Redondo, Alférez Canal Rosado, Capitán Cortés, Alférez Poblador Guillén, Hermanos Miralles y García Morato, respectivamente.
Actas de Pleno. Año 1983
Como hemos visto fue el alcalde Felicísimo Bello Merino el principal artífice que desmontó nominalmente el franquismo del callejero arroyano. No obstante, durante estos mismos años no fue esta su única labor en cuanto a las calles en la localidad, porque quizás lo más significativo, desde mi punto de vista, fue dotar nominalmente y definitivamente a unos espacios que durante la dictadura ni siquiera tuvieron nombres concretos. Específicamente fueron los llamados “Barrio de las Cruces”, que algunas de las ubicaciones llevaban exclusivamente una letra; y “Barrio del Convento”, unas calles que despectivamente se denominaban exclusivamente con números.
De esta forma, la calle Letra A pasó a llamarse San Pedro de Alcántara; la Letra B tomó el nombre de calle Cáceres, la Letra C se denominó Miguel Hernández y la Letra D se comenzó a identificar como Antonio Machado. Por otro lado, la llamada Convento 1ª pasó a identificarse como Miguel de Cervantes, aunque a punto estuvo de llamarse calle John Lennon. Convento 2ª tomó el nombre del inmortal Pablo Neruda; Convento 3ª se identificó como calle Democracia y Convento 4ª se bautizó definitivamente como calle Las Huertas. De esta misma fecha es la calle Salvador Allende que tomó el nombre de la antigua Travesía de Castañeda, ya que la propia calle Castañeda sigue con esta denominación desde 1940 (anteriormente era Travesía Carretera de Aliseda). Y de este año es también la calle Quebrada (anteriormente fue 2ª Transversal Izquierda de Carretera de Aliseda).
Por último se encontrarían las calles con nuevas denominaciones. Casi todas están relacionadas con la alcaldía de Santos Jorna Escobero, y bautizadas a lo largo de sus 12 años de mandato (2003-2015). Aquí encontramos denominaciones tan sugestivas como la Plaza de Dulce Chacón, en honor a una magnífica escritora extremeña, u otras ubicadas en las urbanizaciones de los pozos (calle Parrao, La Jara, Núñez o Chabucón). También las de la Urbanización La Pedrera donde aparecen la calle Pablo Iglesias, de la República, Gabriel García Márquez, José Saramago, Rafael Alberti, Medardo Cervera o Juan Luis Cordero. Estos dos últimos después de sacarlos a la luz y darle visibilidad el que suscribe estas líneas. De la misma forma, también son significativas, y de esta última etapa, la calle Rigoberta Menchú, la de José Fragoso Lucas, en honor al maestro, profesor de Enseñanza Secundaria y alma primitiva del vóley local, o las calles en honor a las poblaciones con mayor número de emigrantes arroyanos, calle Leganés, Deusto, Parla, Getafe, Móstoles o Langreo, entre otras.
Ni qué decir tiene, que son muchos los espacios que aún podrían nominarse en virtud de algún cambio que pudiera producirse en alguna parte del callejero citado, o al albur de las nuevas arterias que se siguen creando en el extrarradio de la localidad (y atendiendo a requerimientos populares masivos). Por eso, para concluir, y teniendo en cuenta que nuestro nomenclátor callejero, como hemos podido comprobar en esta relación casi nominal, tiene mucho que mejorar en cuanto a la “invisibilidad” del elemento femenino en nuestro espacio público (véase el artículo que en su momento dedicó este mismo blog: http://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com/2018/01/el-cronista-invisibilidad-de-la-mujer.html), volvemos a reiterar nuevamente, y poner encima de una mesa algunos nombres que pudieran ser objeto de estudio, e incorporación futura para que esa calle Igualdad tuviese un sentido más exacto: Leocadia Marín, Blanca de Herrera, Ana de Herrera, Jacoba Franco, Ruth Matilda Anderson, Juana Sánchez Barrero, Antonia Femia Cordovilla, Ángela Capdevielle, Madalena Orozco o Polonia Mateos Pérez. Y sin olvidar un nombre que debería estar en todos los callejeros de España, Clara Campoamor.
El Pontones,la Cruz de los Caidos y la Fabrica de harina. Año 1963

Escuela de Florencio García Rubio y Cándido Franco Galván 1927
Cruce de la Mady

Colegio Ntra.Sra. de los Dolores. Plaza de San Sebastian. Año 1956 (actual Iglesia de San Sebastián)

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