miércoles, 2 de septiembre de 2020

40. EL CRONISTA: "EL CARTEL DE LA FERIA DE ARROYO Y EL PLAGIO DE LA CAPITAL"

 Por Francisco Javier García Carrero

           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz

Finalizando la dictadura de Primo de Rivera, concretamente en el año 1929 y después de una campaña larga en el tiempo, se decidió someter a plebiscito popular masculino la posibilidad de cambiar el nombre de la villa, un tema del que ya hemos tratado en varias ocasiones, y particularmente en uno de los artículos que tiene nuestro libro Del Puerco a de la Luz (Editorial Luz y Progreso, 2017). Entre las propuestas que se barajaron se vetó completamente la posibilidad que la villa se pudiera denominar Arroyo de Cáceres. Esa opción quedó desechada desde el primer momento que alguien la propuso. Arroyo podría ser del Fresno, de la Luz o del Puerco, pero nunca de Cáceres.

Y es que ya eran demasiados años de encontronazos entre las dos poblaciones. Disputas, recelos y envidias que se remontaban al mismo inicio del asentamiento cristiano de ambas localidades, allá por el siglo XIII y XIV. Efectivamente, y por poner únicamente un par de ejemplos, destacaremos la larga querella de los dos concejos sobre el uso y disfrute de las dehesas de Zafra y Zafrilla, un pleito que fue largo y doloroso en el tiempo. Ambas poblaciones reivindicaron la posesión de dichas dehesas y de todas sus rentas y disfrute, una discusión jurídica que acabó mal para los lugareños arroyanos. Más suerte tuvimos, en cambio, sobre la finca la Matanza y la de Araya, discusión donde la justicia del siglo XV nos dio la razón e incluso obligó al concejo de Cáceres a pagar las costas de aquel pleito.

En fin, toda una disparidad de pareceres y recelos incluidos que siempre estuvieron muy presentes ya que ambas poblaciones se disputaron, incluso, la preeminencia demográfica. Aunque es cierto que Cáceres siempre tuvo bastantes más habitantes que Arroyo a lo largo de toda la Edad Moderna, no lo es menos que nunca en una cantidad avasalladora sobre nuestra villa. Por ejemplo, a principios del siglo XIX y antes que Cáceres se convirtiera en capital provincial la diferencia poblacional era de unos escasos 2.000 habitantes, una cifra que decía mucho de la importancia demográfica que Arroyo siempre tuvo, y todo ello a pesar que nuestro nacimiento fue como una aldea más de la villa de Cáceres.

Llegados al siglo XX y al margen de esa rotunda negativa de nuestras autoridades a que Arroyo del Puerco se pudiera calificar como Arroyo de Cáceres, a mediados de siglo pasado y en relación con las ferias y fiestas que ambas localidades realizaban ocurrió un hecho que, aunque no deja de ser una anécdota sin demasiada importancia, dice bastante de cómo la “rivalidad” aún estaba muy presente entre algunos arroyanos y algunos cacereños.

En el año 1948, todavía momentos de luto, penurias, sufrimientos y especialmente hambre, y siendo alcalde de la villa Eufrasio Tato Sanguino, Arroyo con más de 10.500 habitantes, se dispuso a organizar las que iban a ser la 130 edición de las ferias y fiestas de septiembre de Arroyo de la Luz (por cierto, este año se cumplen 202 años del inicio de esta celebración e imagino que debido a la pandemia será un año con escasa festividad o quizás con ninguna).

En 1948 la corporación municipal, y a pesar de los problemas señalados anteriormente, se empeñó en organizar unas fiestas con la mayor solemnidad posible en la que la feria de ganado fue uno de los buques insignias de aquel evento. Además del rodeo de ganado que se celebró en la explanada donde hoy se sitúa el instituto Luis de Morales, se programaron varios festejos taurinos en los que Carnicerito de Talavera fue su figura más sobresaliente y dado el éxito que este matador había obtenido en la villa en los años anteriores. De la misma forma, no faltaron las películas del Cine Solano, las cucañas, las carreras de burros y, especialmente, los gigantes y cabezudos que hicieron las delicias de los más pequeños. Todo ello, con unos “bares estupendamente surtidos con servicio al estilo yanquée”, que jocosamente señaló el programa festivo.

El escaparate para anunciar estas ferias y fiestas fue, un año más y desde 1944, la magnífica Revista de Ferias y Fiestas de Arroyo de la Luz, una publicación anual que fundada y dirigida por Juan Luis Cordero Gómez recogía no solo el programa de las fiestas de septiembre sino que albergaba un buen número de artículos de lo más granado de la intelectualidad extremeña de aquel momento. Allí escribieron, además de su director, Fernando Bravo y Bravo, Juan Milán Cebrián, Miguel Borrachero, José Canal, Ramiro Gutiérrez Suitino, Juan Ramos Aparicio, Miguel Muñoz de San Pedro y Jesús Delgado Valhondo, entre otros muchos.

Los mismos autores también comenzaron a escribir en la Revista Alcántara que se fundó un año después que la nuestra; es decir en 1945 y que, a diferencia de la local que desgraciadamente desapareció, la de la Diputación Provincial de Cáceres hoy día sigue en el mercado y, por cierto, magníficamente dirigida por el historiador Fernando Ayala Vicente. De esta forma, la Revista Alcántara todavía sigue ofreciéndose como un excelente escaparate de arte, tradiciones, literatura e historia para todos los extremeños.

La revista arroyana de 1948 llevaba en su portada un dibujo a color con un cielo azulado, también se distingue la dehesa de la Luz en la que bailan dos parejas de arroyanos con la ermita de la Virgen de la Luz al fondo, y en un primer plano dos guapas arroyanas vestidas con el traje típico de la localidad. Fue en esta publicación, por consiguiente, donde se recogieron las actividades organizadas por la corporación de Eufrasio Tato que tuvieron un seguimiento muy notable y al que acudió un número muy importante de ganaderos no solo de la provincia de Cáceres sino también de la de Badajoz e incluso de otras provincias limítrofes como eran las andaluzas o de lo que entonces era Castilla la Vieja.  

Ferias de septiembre. Arroyo de la Luz 1948

Concluida nuestra feria de septiembre de 1948 con gran éxito, especialmente en lo referido a las numerosas transacciones de ganado que se realizaron, el Ayuntamiento de Cáceres, al frente del cual se encontraba en aquel instante el brocense falangista Francisco Elviro Meseguer (1948-1955), decidió crear una segunda feria en la capital provincial para los últimos días de septiembre y el primero de octubre. Fue anunciada a bombo y platillo en el mes de mayo de 1949, imprimiéndose miles de octavillas en las que se señalaba, además, que no se cobrarían impuestos municipales a todos  los ganaderos que acudieran a la feria con sus ganados.

Meseguer en la portada de su libro

Esta última particularidad, en años venideros, podría perjudicar a la feria arroyana, y mucho, ya que la nuestra apenas se celebraba quince días antes que la que tendría lugar en la capital provincial. Nueva feria cacereña que podría entenderse, por consiguiente, como un escaparate más atractivo para los ganaderos que arribaran a la misma. No obstante, lo más curioso de la iniciativa del alcalde Elviro fue cuando dio a conocer el cartel de lo que sería la Feria de San Miguel de 1949, la primera de la historia de Cáceres. Elviro Meseguer no optó por inspirarse “vagamente” en el cartel que había anunciado un año antes las ferias arroyanas, de ninguna manera, lo que hizo fue plagiarlo en su totalidad. Vamos, lo que los historiadores decimos cuando alguien copia en su integridad un texto, lo “fusiló” completamente. El cartel de las ferias de septiembre de Arroyo de 1948 y el de Cáceres de 1949 son completamente idénticos.

Ferias de septiembre. Cáceres 1949

Por otro lado, el programa de la feria cacereña también recordaba los eventos arroyanos. Tuvo como epicentro a la Plaza Mayor de Cáceres, entonces denominada Plaza del General Mola, también tuvieron toros, aunque allí a Carnicerito de Talavera lo cambiaron por el más conocido Miguel Báez “Litri”. De la misma forma, difundieron su diana floreada, las cucañas, el cine, las verbenas y, por supuesto, los gigantes y cabezudos que recorrieron la ciudad acompañados del tamborilero. En definitiva una feria que fue muy bien recibida por los cacereños, conocida como la Feria Chica o la Feria de Elviro y que estuvo presente en su calendario de manera ininterrumpida hasta el año 1986, aunque también es cierto que nunca tuvo la popularidad y aceptación que la del mes de mayo (Feria de San Fernando).

Con la Feria de San Miguel cacereña ya establecida en el calendario oficial de eventos provinciales, los arroyanos de entonces no se quedaron de manos cruzadas. A principios de 1949 fue nombrado nuevo alcalde de Arroyo de la Luz Manuel Montero Rodríguez en sustitución de Eufrasio Tato. Rápidamente el nuevo regidor pensó lo mismo que había hecho el alcalde Elviro, establecer una segunda feria en Arroyo, que en este caso quedaría ubicada en el mes de marzo.


       En septiembre de 1949, el alcalde Montero solicitó al gobernador civil la pertinente autorización, aduciendo “abolengo ganadero” en nuestra villa, con una solicitud bien argumentada y que le fue aceptada de inmediato. De esta forma, fue en marzo de 1950 la primera vez que los arroyanos disfrutaron de una feria en la que se “darían facilidades de alojamiento a los feriantes que concurran y los ganados no tendrán gravamen alguno en el ferial durante los días que permanezcan en el mismo”. Vamos, que tampoco se les cobraría impuesto alguno a los ganaderos que llegaran hasta Arroyo; es decir, la misma estrategia utlizada que en la nueva feria de Cáceres. Un contrataque en toda regla, otro más de los muchos que han jalonado nuestra historia en común con la capital. Un acierto de Manuel Montero que no quedó en el olvido para sus enemigos cuando se presentó la ocasión, aunque esto es ya otra distinta e interesante historia. En otra ocasión. 
Anuncio de Manuel Montero de la feria de marzo de 1950 (septiembre de 1949)