lunes, 2 de septiembre de 2019

31. EL CRONISTA: "El Hospital de la Piedad. Patrimonio perdido y olvidado"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz

Resulta descorazonador comprobar que son muchos los edificios artísticos que un día Arroyo tuvo y que hoy han desaparecido, o están en un estado penoso de conservación. No obstante, mucho más lamentable es percatarse que no solo se ha perdido el bien cultural sino que son muchos los arroyanos que ni siquiera conocen que un día existió ese edificio o ese monumento en su pueblo. Se han olvidado completamente de ellos; es decir, como si nunca hubiesen estado presentes y en plena simbiosis con nuestros antepasados.
Estado actual placa ermita de San Blas
Los problemas de deterioro, abandono u olvido ocurren, por ejemplo, con nuestras ermitas. Con excepción de las personas entradas en años, o aquellas que tienen gran interés porque este pasado histórico nunca se olvide, pocos serán los jóvenes que te podrían acercar a la ermita de Santa Ana, aquella que albergó para su reposo eterno a los párvulos que fallecían en la villa, o bien a la de San Bartolomé y San Blas (quizás sea el momento de poner al día la deteriorada placa que indica que allí se pintó el retablo cumbre del Renacimiento extremeño), y no digamos si llegan unos forasteros y le piden a uno de esos jóvenes que les acerque hasta la ermita de La Magdalena, estoy seguro que no sabrían ni indicarle de manera aproximada por dónde tienen que ir. 
Asociación Photones, el cronista y los restos de La Magdalena.
Y es que más que nunca resulta pertinente señalar que debemos hacer mucha pedagogía de lo que actualmente somos y de nuestras potencialidades futuras, y eso lo estamos haciendo muy bien, pero nunca debemos dejarnos atrás lo que hemos sido porque, por cierto, hemos sido mucho más de lo que ahora somos. Por consiguiente, debemos poner siempre todo ese pasado en valor, estar muy orgullosos de él y difundirlo una y otra vez, sin cansancio ni desfallecimiento. Resulta más que evidente, que por este cronista ello nunca va a quedar.
Espacio donde su ubicaba el Hospital de la Piedad
Y es, después de este preámbulo, cuando viene a colación uno de los edificios históricos de Arroyo desaparecido, pero lo que es más triste, completamente olvidado. Porque, efectivamente, en nuestro Arroyo del Puerco existió un hospital que estuvo en funcionamiento, con todas las deficiencias que se quiera, durante varios de los siglos modernos. Un hospital que tenía por nombre de la Piedad o de la Encarnación. Fue fundado en los últimos años del siglo XV y justo estaba ubicado al lado de lo que entonces eran las Casas Capitulares; es decir, el Ayuntamiento, “frente a una de las puertas de la iglesia parroquial, la del Sol”, dirá exactamente que se encontraba nuestro hospital la documentación histórica.
Recién edificado nuestro castillo de los Herrera, y coincidente con el señorío en la villa de Bernardino Fernández de Velasco y su esposa Blanca, una vecina de la población, Isabel “La Holgada”, y según recoge el Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, decidió fundar el Hospital de la Caridad o de la Encarnación. El edificio que albergó el hospital, y que hoy está totalmente integrado en nuestro actual Ayuntamiento, era una edificación de un solo piso. Sobre la puerta principal de acceso existía una escultura de bulto redondo que representaba a la Virgen de la Piedad. Después de la entrada nos encontrábamos con un pasillo y una serie de habitaciones a ambos lados.
En la parte izquierda, donde hoy trabajan los administrativos del consistorio, estaban las habitaciones para atender a los “pobres forasteros y mendicantes” y en otra había tres camas para curar a vecinos catalogados como “pobres de solemnidad”. Una de ellas permanecía habitualmente cerrada porque se destinaba para clérigos y sacerdotes enfermos y otra más, que es la que tenía una chimenea, se utilizaba de cocina. Las habitaciones de la derecha del pasillo eran los aposentos del hospitalero y de las caballerizas, y desde aquí se pasaba hasta un pequeño corral. El hospital también tenía en esa parte derecha una pequeña capilla cubierta con una bóveda de crucería que dejó de funcionar como iglesia después de algo más de un siglo de existencia; es decir durante el primer tercio del siglo XVII.
La capilla dejó de estar operativa para poder integrarse en las Casas Capitulares, y así poder agrandarse ya que siempre, y hasta la remodelación definitiva del año 1868, fue un espacio que dejaba mucho que desear y no acorde con la importancia demográfica que la villa tenía. Así, por ejemplo, con esta tristeza se describía nuestro Ayuntamiento, todavía en 1790: “una casa que sirve para las juntas, tiene una sala, un zaguán y otro doble, es la más incómoda e indecente para este ministerio, de forma que se exige que se provea de remedio, pues no la hay más indecente en esta tierra”.
A lo largo de su historia, el hospital pasó por dos periodos en los que dejó de ofrecer la labor asistencial de pobres enfermos. La primera durante la Guerra de Restauración portuguesa (1640-1668), y la otra durante la Guerra de Sucesión a la corona española (1701-1713). En ambos casos el hospital fue utilizado como cuartel de tropas de caballería, presencia de soldados que trataron de proteger a la población de las correrías portuguesas, y que se produjeron en varios momentos, incursiones que provocaron desmanes en la localidad, aunque hoy día sabemos que esos supuestos soldados protectores en muchos casos más que ayudarnos fueron un incordio absoluto para el concejo y sus habitantes.
A principios del siglo XVIII el hospital arroyano se encontraba en estado calamitoso, por lo que una vez desocupado de las tropas de caballería, el concejo, la parroquia de la Asunción y el obispado de Coria, que también tenía jurisdicción sobre el mismo, realizaron diversas reparaciones y mejoras para que de nuevo pudiese utilizarse como auténtico hospital. Fue entonces cuando se decidió abrir algunas ventanas tanto al exterior como al corral interior, ya que resultaba más que evidente que el edificio estaba muy mal iluminado y, sobre todo, pésimamente ventilado.
El contenido en muebles que tenía el Hospital de la Caridad no difería al de otros hospitales extremeños de los siglos modernos; es decir, “4 o 5 armaduras de camas, colchones, sábanas, almohadones, mantas, una mesa con bancos, un arca para ropa, varios calderos, sartenes, y par de candiles, y algunas cosas más”. Era, por consiguiente, una dotación bastante deficiente y pobre, y es que en ocasiones el Ayuntamiento desviaba los pagos que tenía que hacer al hospital a otros menesteres. Por ejemplo, a principios del siglo XVIII, el visitador del obispo se quejó y ordenó al consistorio a que pagara al hospital los 1.300 reales que se les debía por “haber utilizado parte de sus rentas en pagar a pregoneros, maestros y barberos y otros gastos que en nada tienen que ver con el hospital”. Además señaló que con ese dinero se mejorara la dotación del centro con un baño para realizar sangrías, orinales, vendas, una jeringa de metal y ropa para los enfermos.
A lo largo de este siglo XVIII el hospital también comenzó a recoger enfermos forasteros, puesto que los de la localidad comienzan a ser atendidos en sus domicilios, para lo cual se destina parte de las rentas que obtenía el hospital para este menester. No debemos olvidarnos que los médicos arroyanos de finales de este siglo estaban bastante bien pagados por el consistorio en comparación con sus colegas de otras poblaciones mayores. Por ejemplo, los médicos de Arroyo disfrutaban de un salario de 7.000 reales, además de casa y dos cerdos, una cantidad bastante más elevada que los médicos de Cáceres que disponían de un salario de únicamente 4.400 reales.
El hospital también contó con un presupuesto propio porque desde su fundación a finales del XV tenía entre sus propiedades varias rentas sobre casas, algunas desde el siglo XVI, también obtenía dinero de arriendo de viñas, tierras de sembradura y dos hornos de cocer pan. El funcionamiento del hospital fue languideciendo completamente en los primeros años del siglo XIX y con el inicio de la contemporaneidad. Tan es así que en el año 1834, un año después del fallecimiento del último monarca absoluto, Fernando VII, el Hospital de la Caridad de Arroyo del Puerco estaba ya sin uso alguno y diez años después se encontraba en “estado ruinoso”. Los enfermos preferían acudir al Hospital General Civil de Cáceres que se había fundado en esta población el 1 de junio de 1833. Un centro hospitalario que dependiente en principio del ayuntamiento cacereño, dos años después pasó a ser de utilidad provincial y estar bajo el patrocinio de la Diputación, reunificándose en un único establecimiento los distintos y en general mal dotados y poco eficaces hospitales de Cáceres y su entorno como fueron el de Montánchez, el del Casar de Cáceres, Almoharín y el nuestro de Arroyo del Puerco.

Hospital de la Montaña en 1910 (Archivo de la Diputación Provincial)
        En este nuevo centro cacereño no solo se atendía a enfermos sin recursos de toda la provincia, sino también se estableció allí una casa cuna y la casa de niños expósitos de toda la margen izquierda del río Tajo. Un hospital, este sí, ya muy conocido por todos y al que muchos hemos acudido en alguna que otra ocasión, bien como enfermos, o bien para visitar a algún familiar, el Hospital Civil Provincial de la Milagrosa Virgen María de la Montaña, que era el nombre oficial que este establecimiento tuvo.

Hospital de Cáceres en 1910 (Archivo de la Diputación)
En estas circunstancias, y dada la necesidad imperiosa que existía de ampliar y mejorar nuestras casas consistoriales, el edificio del Hospital de la Caridad sirvió para la ampliación definitiva de nuestro Ayuntamiento, al que se incorporaría en su totalidad. Una edificación que se comenzó a construir durante la alcaldía de José Marín de Sobremonte en 1863 y que concluyó en septiembre de 1868, hace ahora 151 años.