domingo, 2 de septiembre de 2018

20. EL CRONISTA: "DE HERRERA A BENAVENTE (Señores de Arroyo del Puerco)"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz


En diciembre de 2017 en el blog de la Asociación Paisajes y Fiestas publicamos un artículo que estuvo centrado en la familia Herrera, señores feudales de Arroyo del Puerco, una publicación que aconsejo releer para poder enlazar con el artículo que presentamos este mes de septiembre de 2018. En aquella crónica hacíamos referencia, probablemente fue la parte que más me interesó de aquel estudio, a la construcción de su castillo como edificación de casa fuerte, una arquitectura que nunca fue Almohade (ni de manera aproximada). Nuestro castillo no tiene otra fecha real de edificación, como demostramos fehacientemente en aquel trabajo, que los años de mediados del siglo XV. Concretamente se construyó durante el mandato de García de Herrera, tercer señor de la villa, y de su esposa María Niño. Una cronología, por consiguiente, en la que el pueblo Almohade ya llevaba más de dos siglos fuera de la península Ibérica.

Este artículo, en cambio, lo centraremos en analizar el paso de una familia a otra como señores de Arroyo del Puerco (Herrera-Benavente). Efectivamente, ya comentamos en aquel trabajo que el epílogo del señorío de los Herrera en nuestra localidad viene dado por el matrimonio de Blanca de Herrera con Bernardino Fernández de Velasco en el año 1472. Blanca, hija de García de Herrera y de María Niño, fue una mujer débil y enfermiza que creyó que por esta causa nunca iba a poder tener descendencia, por lo que convencida de ello entregó a su esposo todo el gobierno de su herencia paterna, y que era mucha. Por supuesto, en este gran lote se incluyeron todas las propiedades y el señorío de Arroyo del Puerco.
Bernardino Fernández de Velasco, señor de Arroyo del Puerco (Geneal.net)
De esta forma, en 1484, Blanca, reservándose una pequeña renta para misas y oraciones por su alma y la de sus antepasados para cuando ella muriese, entregó para su administración su caudal hereditario a su esposo Bernardino. La donación viene argumentada en un documento clave de la historia de esta familia, y por ende, para nuestra población: “seyendo yo de algunos días más que mi marido”(siendo mayor que él); “e algunas veces no bien dispuesta de mi persona y él sanno” ( estando enferma y él sano, probablemente moriría antes que su marido); “y esperando él heredar uno de los mayores e más sanos patrimonios destos reinos e porque le ha tratado con verdadero, grande y entrañable amor, no acostumbrada en los maridos cuyas mugeres no tienen mucha salud” (y, además, porque era un señor feudal rico, que le había querido y tratado bien, no siendo muy habitual en aquella época con las personas enfermas).
No obstante, a pesar de esta donación, y cuando ya nadie lo esperaba, la enfermiza Blanca tuvo con Bernardino una hija, Ana de Velasco y Herrera, cuyo nacimiento vino a complicar el destino futuro del caudal hereditario de la familia Herrera. Paralelamente y de cualquier forma, las previsiones de Blanca sobre su futuro de escasa salud no tardaron en cumplirse. En noviembre del año 1499 Blanca Herrera falleció, dejando al todopoderoso Bernardino viudo durante tres años y con una hija, que según el testamento último de Blanca también obtendría el holgado patrimonio de su madre, situación que generó, a la postre, un conflicto hereditario entre padre e hija.
El problema se encontraba en que Bernardino no estaba dispuesto a que su hija heredase el patrimonio de los Velasco, ya que al ser mujer le imposibilitaba disponer personalmente de esta herencia; no obstante, vio con mejores ojos, al fin y al cabo también era su hija, que alcanzara parte de la herencia de los Herrera, un usufructo de los que él venía disfrutando hasta entonces, y gracias al poder entregado por Blanca años atrás, el documento del que hablamos anteriormente. Con seguridad, la lectura del testamento de Blanca de Herrera es tan interesante que quizás merezca en el futuro un artículo propio.
Fallecida su esposa, y antes de que él contrajera nuevo matrimonio, Bernardino se dispuso a encontrar entre la nobleza española el mejor “partido” que pudiese para su hija Ana y para el gobierno de las tierras que ella iba a heredar, al igual que había hecho García de Herrera años atrás cuando también buscó un novio para su hija Blanca, y encontrándolo precisamente a él. Dos fueron los pretendientes que se mostraron dispuestos a entroncar con la familia Velasco Herrera. Por un lado, se expresó solícito García de Toledo, que era nada menos que el primogénito del duque de Alba; y por otra parte también apareció un segundo aspirante, Alonso de Pimentel, que era el duque de Benavente.
Alonso Pimentel Herrera, V duque de Benavente. El Greco (Museo Bonnat)
Con ambos pretendientes encima de la mesa, Bernardino eligió al segundo; es decir, el duque de Benavente. De esta forma, y previa bula de dispensa papal otorgada por el pontífice español Alejandro VI un 13 de mayo de 1500, ya que los novios eran parientes, en enero de 1501 se firmaron las capitulaciones matrimoniales entre los dos contrayentes. Este documento, además de contener la información sobre los esponsales de boda, es sobre todo un reparto hereditario muy completo y perfectamente especificado entre padre, Bernardino de Velasco, e hija, Ana de Velasco Herrera. Por lo que respecta a nuestra localidad, el acuerdo de boda señalaba para los nuevos contrayentes la entrega de la villa de Arroyo del Puerco con su fortaleza; es decir, con su castillo o casa fuerte, además de varias dehesas y otras tierras. De la misma forma, Ana de Herrera recibió de su padre como dote para su futuro esposo la cantidad de un millón de maravedíes, una cantidad que le donó en ajuar y en plata.
El acuerdo de Bernardino con el duque de Benavente y su esposa significó en la práctica, el punto y final del otrora linaje del mariscal García González de Herrera, ya que todos aquellos dominios pasaron a dirigirse por dos personajes sin ligazón de sangre con la familia Herrera (Bernardino de Velasco que obtenía una gran parte de aquellas tierras, las situadas más al norte, y el duque de Benavente que se quedaba con las ubicadas más al sur, concretamente con la que tenía que ver con nuestra localidad). El acuerdo entre ambos nobles se selló de manera definitiva en el año 1502, específicamente cuando se celebró la boda entre Alonso de Pimentel y Ana de Velasco. Poco después, y como era obligatorio, este pacto fue aprobado y confirmado por los propios Reyes Católicos, una documentación que se encuentra en el Archivo Ducal de Frías (castillo de Montemayor en Córdoba).
Palacio del Conde-Duque de Benavente en Valladolid (pucelarte.wordpress.com)
La llegada de los Benavente a Arroyo del Puerco, como II duque de esta familia, confirmó el señorío de esta nueva nobleza en nuestra localidad. Un señorío que abarcaría toda la Edad Moderna y con la que el pueblo tuvo una estrecha ligazón hasta el inicio de la contemporaneidad ya en el siglo XIX. Alonso Pimentel y Pacheco sería, por consiguiente, el primer señor feudal de esta familia en Arroyo del Puerco, y por ende al frente de la casa Benavente hasta 1534 en que falleció. Su sucesor sería el III duque, Alonso Pimentel y Herrera de Velasco, como hijo varón del matrimonio entre Alonso y Ana, un nuevo Benavente que gobernó la localidad hasta su muerte en el año 1575. El III duque fue también amigo personal del emperador Carlos I, no en vano llegó a ser el padrino de su hijo, el futuro rey Felipe II. A su muerte le sucedió el IV duque, Luis Alonso Pimentel Herrera y Enríquez de Velasco que falleció muy pronto y sin herederos, por lo que no tuvo mayor efecto para el pueblo, y a continuación el V duque, Juan Alonso Pimentel Herrera y Enríquez de Velasco ya con mucha más trascendencia para la villa, ya que la gobernó entre 1576 y 1621, o lo que es lo mismo, los años centrales de la edificación principal de nuestro convento.        
Por último señalar que Bernardino, aunque se apartó en el control de nuestra población, siguió muy ligado a la monarquía de Isabel y Fernando. Especialmente su amistad la mantenía con el rey católico que nunca olvidó la ayuda que le prestó la familia Velasco a su causa durante la guerra civil que sostuvo contra la pretendiente Juana “La Beltraneja”. De hecho, y en atención a ello, el rey Fernando conocedor de su viudedad le entregó en matrimonio a una de sus hijas, Juana de Aragón. Bien es cierto que era una hija bastarda, pero hija al fin y al cabo del rey Fernando El Católico. Todo un honor, y la mayor aspiración de cualquier noble de la Edad Media y Moderna, poder entroncar con la familia real. De cualquier forma, Bernardino, que falleció en 1512, tampoco pudo engendrar un varón de este segundo matrimonio. Con su esposa Juana de Aragón únicamente tuvo otra hija, Juliana Ángela de Velasco. Los hijos varones del Condestable Bernardino Fernández de Velasco únicamente los logró fuera de sus dos matrimonios. De hecho, llegó a tener cuatro hijos ilegítimos con tres mujeres distintas, hijos bastardos que posteriormente fueron legitimados oficialmente por la reina Juana I de Castilla, aunque sus nombres y las mujeres con las que los tuvo conformarían otra e interesante historia. En otra ocasión. 

Escudo de los Benavente en Arroyo de la Luz