sábado, 17 de noviembre de 2018

EL TROVADOR: "DALE NIÑA AL PANDERO"

Por Máximo Salomón Román

           El Trovador de Arroyo de la Luz
Asociación de Folklore "el Pandero"
Oficio noble y bizarro, entre todos, el primero

Porque en la industria del barro

Dios fue el primer alfarero

Y el hombre, el primer cacharro.



      Estos populares versos, patrimonio de nuestro pueblo, ponen de manifiesto una actividad, tal vez la más identitaria de Arroyo de la Luz. El arrabal de los Mártires, que en otros tiempos contara con decenas de alfares, fue la zona en la que -desde tiempo inmemorial-quedó patente el buen hacer de los olleros, con sus pucheros, barriles, cántaros, ollas, tinajas…Pero como acontece en otras muchas profesiones a las que la música va intrínsecamente ligada, (cantos de fragua, cantos de trilla, etc.) aquí también se hizo corresponder el trabajo del alfar con esas canciones que denotan, indudablemente, devoción religiosa a los Mártires, especialmente a san Sebastián: “san Sebastián valeroso, vecino del arrabal…”No está demostrado que la melodía sea , al cien por cien, originaria de esta villa toda vez que existe el culto al mártir en otras poblaciones. Pero lo indiscutible es que la letra es local. Así, desde hace siglos cada veinte de enero tiene lugar la fiesta- que fuera de los olleros- en honor al Santo. Pero no deseo obviar una efeméride que se sucedía año tras año, tres días antes, esto es, la fiesta de san Antón (san Antonio). Esta fecha es la primera que enraíza las tradiciones con el folklore: “san Antonio bendito tiene un guarrito que ni come ni bebe y está gordito”. No posee nuestro pueblo canciones significativas del santo, si bien a principios de los sesenta se trajo el baile el cordón, originario de Brozas. Pero no cuajó y poco después dejó de bailarse.

     Tras san Antón y san Sebastián, efemérides de partida del Carnaval, llegaban las Candelas. Aún recuerdo, siendo un niño, a un nutrido grupo de arroyanas bailando en la plaza aquellos corros locales combinados con algún que otro romance. Un espectador de honor, don Ciriaco-párroco de la Asunción y muy amante de nuestro folklore- se encargaba de animar el ambiente en la homilía, recordando el magnífico acervo musical arroyano. También, en los días de carnaval surgían de manera espontánea, en cualquier esquina, aquellos típicos corros entonando nuestros romances y, sobre todo, las coplas del “Baile Pandero” en una de las tres modalidades, en este caso “A la rama”. Son tantas las estrofas (don Juan Ramos me refería que superaban las trescientas) que no es posible retenerlas en la memoria. De otra parte, las estudiantinas del antruejo, muy populares entre los corcheros, ponían un aire “picantón” a esas fechas. No olvidemos parte del cancionero cuando se decía aquello de “ese que va ahí que se lo quite y se lo ponga en las narices”, acorde a la fechoría de colgar algún “rabo” a la espalda de algún despistado; o cuando se cantaba “has comido chori y no te has limpiado y por eso llevas los labios pintados…Las canciones de quintos (merecen un monográfico aparte) son otra riqueza de nuestro bagaje musical.

      Una vez finalizada la Semana Santa se volvían a entonar las “coplas del Pandero” (en este caso las de la “tonadilla llana”) con estrofas como: “la tonadilla llana ya la sabemos; para el domingo de Pascua la cantaremos”. Llegado mayo se hacían en los zaguanes o en las puertas de las casas las típicas “Cruces” que se decoraban con pañuelos, cruces, cornucopias,  fotos, etc. y alguna que otra muñeca que a la postre era regalo para alguien. Acompañadas de sonajas y panderetas se entonaban canciones y coplas del Pandero en su tercera modalidad( tonadilla de san Juan), al igual que en la festividad de este santo, muy arraigada por cierto en el siglo XVII .Algunas de ella pedían cuenta tras algún incumplimiento “ para la cruz de mayo me la ofreciste, una muñeca rubia y no me la diste”, o bien, ponían de manifiesto la devoción al santo: “ a san Juan he querido y a san Juan quiero…”En verano, como es obvio, se daba la mayor parte de las bodas. En referencia a la dote se cantaba “una cuchara jerreña me dio mi suegra…”Y llegada la última parte del año se escuchaba aquello que decía “las morcillas patateras se despidieron diciendo, habas tendréis que comer…”La Navidad arroyana contaba con sus particulares villancicos tales como “Venid pastorcillos” que en su vertiente más atrevida contaba con estrofas tales como “la zambomba tiene pujos y el que la toca cagueta, si no nos da el aguinaldo…”

     Una vez realizado este recorrido diacrónico y a la vez sentimental por nuestro vasto tesoro folklórico es de justicia hablar de hechos, acontecimientos y personas que, de una u otra forma, tienen relación con nuestro pasado más reciente en cuanto a música y tradiciones se refiere.
Fueron nuestras abuelas y nuestras madres quienes  con sus cantos y nanas se convertían en fieles transmisoras de un rico patrimonio. También, al calor del fuego en las noches de invierno contaban historias, leyendas, recitaban poesías e incluso referían algún que otro romance tabú en aquellos tiempos. Canciones, muchas veces de origen pagano, misterioso, telúrico y-sobre todo-ancestral. En otras ocasiones, al fresco de las noches de verano me contaban y cantaban esos viejos romances que, sin lugar a dudas, me hicieron reflexionar, años más tarde, sobre el ramillete de canciones y danzas con el que cuenta Arroyo, incomparable por su riqueza musical y por sus romances de cordel. Ello me llevó a investigar (con quince-dieciséis años) nuestro folklore, a recoger canciones y poesías en directo. Conté para ello con vecinas de la calle Valdetrás, en especial Felicita Espadero y Cipriana Palacín. Su entusiasmo era evidente mientras que yo anotaba cada estrofa. Romances de Bernal francés, don Pedro, una pulida hortelana…, acabaron siéndome familiares. También Domi Parra, Víctor Reveriego y don Juan Ramos que me recordaba alguna estrofa que tanto gustaba a su amigo Pedro Caba:” ¿Dónde estará mi amante que no ha venido, ni a la voz, ni al reclamo, ni al retumbío? A todo ello añadí un minucioso trabajo de investigación y encontré un buen número de personas interesadas en nuestras tradiciones.
     Fue Kurt Schindler quien en el verano de 1932 estuvo en nuestro pueblo interesado por nuestros romances y recogiendo gran cantidad de información al respecto que más tarde publicaría en su cancionero “Música y poesía popular de España y Portugal”
Es en el año 1952 cuando, de la mano de nuestro paisano José Canal Rosado (un amante de nuestro legado histórico y musical) visita muestro pueblo  Alan Lomax recogiendo más de una veintena de canciones y romances locales que se publicarán medio siglo después en su “The Spanish Recordings.”
     En los años sesenta aparece doña Ángela Capdevielle, vecina de Casar de Cáceres, quien consagra su vida prácticamente a recoger por toda la provincia cacereña esas danzas y canciones nacidas del alma de cada pueblo. Llega a ser directora de la Sección Femenina y profesora de Magisterio. Arroyo cuenta por entonces con un paisano suyo, Guillermo Mena, quien ejerce el Magisterio en nuestro pueblo. Guillermo, otro amante de las tradiciones musicales, facilitará a su paisana todo el trabajo que conlleva la recopilación de nuestro abanico etnomusical contactando con informantes como Purificación Pacheco, Petra Carpintero, Dominica de Cordero,…Y ese amplio ramillete de canciones pasa a formar parte del Cancionero de Cáceres y su provincia que publicará la Excma. Diputación Provincial en el año 1969.
     En el año 1983 ve la luz el Cancionero Arroyano de manos de Francisca García Redondo, a la que un entusiasmado Juan Ramos hace su magnífico prólogo y facilitando un entorno de trabajo digno de mencionar. Cuenta Paquita con la inestimable complicidad de arroyanas como Puri Pacheco, Ricarda Morán, Libertad Talavera o Juanita Sánchez, entre otras. Casi setenta piezas entre canciones, rogativas o romances que avalan el valiosísimo proyecto realizado por esta soriana de nacimiento y extremeña de adopción. Merecido premio el de la institución “El Brocense” (1986) al citado trabajo.
Pero si el trabajo e investigación es , indiscutiblemente, digno de mención, no lo es menos el llevado a cabo en todos y cada uno de los momentos de nuestra existencia por los protagonistas del propio folklore, esto es, los arroyanos y arroyanas que han llevado por pueblos y ciudades, por caminos y coladas, incluso allende nuestras fronteras, el alma de un pueblo, esa herencia musical transmitida de padres a hijos y de generación en generación, cual portamos por toda la geografía esos pucheros y barriles nacidos de la mano de cualquier alfarero.
     Es José Canal Rosado quien canta de viva voz los romances arroyanos a Alan Lomax. Ramiro Gutiérrez Suitino ahonda en las raíces del Baile Pandero para compararlo con el balanceo de palmeras y Tomás Martín Gil, vecino de Coria implementa una magistral descripción sobre nuestro baile más singular, con estudios sobre el mismo. Es el “guili-guili” (otros investigadores lo denominan alilí) un remate moruno semejante a los del Magreb africano? Al menos, es particular en nuestra geografía.
     Aunque algunos que hoy peinamos cana no habíamos nacido aún, es notorio, que ya en el siglo XX nuestras abuelas representaban y cantaban, en diferentes momentos, esos viejos romances, como el caso del “Pájaro bobo” (luego derivó en el pájaro pinto” para evitar confusiones con una versión de la capital) con el  que, cada domingo en el atrio de la Iglesia, se mofaban de los aquellos mozos que estribados en la pared tardaban en acercarse a ellas. Viene a colación la referencia que me dieron de una representación local de romance “la boda de Inesilla” en la que la protagonista fue Guillerma Rodríguez, esposa de Segundo Sánchez Garrido.  
      Es evidente que moros y judíos convivieron en Sefarad (España) y que esos romances locales -de transmisión oral -son herencia de ambos, al igual que el pandero, en otros tiempos cuadrado (derivado del adufe árabe) y, tal vez, algún rabel pastoril.
      En los años sesenta parece revivir el folklore. Los que contábamos entonces con nueve o diez años nos vemos sorprendidos por la iniciativa que se da en las antiguas Escuelas  Graduadas por formar un grupo de coros y danzas. Recuerdo a doña Valentina, una de las maestras más destacadas de aquella época, enseñándonos la “Jota del Carretín” en la galería de las niñas (estábamos separados por sexo). Estaban conmigo Sixto Montero (q.e.p.d.) y Porfirio Martínez Moreno. Cantaba un compañero de clase, Recaredo. Aquello no obtuvo sus frutos y decidieron que únicamente las niñas bailaran nuestras jotas. A los chicos se nos ofreció la posibilidad de aprender guitarra, laúd y bandurria de manos de un profesor de la Estación de Ferrocarril de Arroyo-Malpartida, Manuel Calatrava (trabajaba en los talleres de Renfe según me recordó otro estacionero, Manolo Martín Montero).Las chicas formaron un estupendo grupo que actuó en la capital. Marisa Holgado, Teodora, Visi Serrano, Trini, Carmen Salomón…y un largo etcétera de féminas lucieron sus mejores galas con esos mantones y refajos que solían bordarse en Arroyo. Manos como las de la señora Constantina en la plaza del Divino Morales, o una tía-abuela mía, Primitiva Blasco plasmaron su buen hacer los citados mantones y sayas, únicos en la zona.
      Un seis de mayo de 1973 (día de la Romería) suena por primera vez una jota arroyana, la de “la Encina”, en la radio. Es interpretada en directo por el grupo de Coros y Danzas de Tornavacas e incluido, posteriormente, en su disco “Tornavacas canta”.
Llegan los ochenta y con ellos la inquietud por el folklore vuelve a quedar patente. Así en el año 1983 se crea el grupo “Harriero” integrado por arroyanos como Francisco Giraldo, Félix J. Lucas, Jesús María Ferrero, Ángel y Chuli Delgado, Juan José Casares Pepe Gómez Tapia, Felisa Clemente, Mª del Carmen Higuero, Choni Ferrero, Choni Rodríguez…y un largo etcétera de gente comprometida con nuestras tradiciones. Logran un premio de investigación sobre el “Baile Pandero” y, finalmente, se convierten en Grupo Municipal. Su evolución nacional e internacional queda patente y es reconocida por todos. Algo de culpa tiene don José Luis Rojo (q.e.p.d.) que les abrió el camino hacia el sur (Matalascañas) donde el grupo cosechó uno de sus mayores éxitos. 
     En el verano de 1985 y bajo la tutela de un investigador y amante de nuestros romances, José Manuel Fraile Gil, y la colaboración de Francisca García Redondo, se graba un repertorio de 25 canciones y romances tradicionales. Se realiza en los meses de julio y agosto en la Discoteca “el Palacio”. Allí ponen su voz y su ritmo al pandero nuestras paisanitas cantando en verso llano, como diría el poeta Juan Luis Cordero. Domi Parra, Aurita Reyes, Ricarda Morán, Juanita Sánchez,  Agripina Barrera, Maribel, Eleuteria Díaz, Marti Bravo, Libertad Talavera, Purificación Pacheco… hasta una veintena de voces femeninas. Esas mismas voces que nos ponían los pelos de punta cuando desde el coro de la iglesia cantaban las rogativas y los piropos a nuestra Virgen de la Luz. Una voz masculina, la del señor Teodoro Carrero cerraba el doble LP que editaría Tecnosaga.
     Don Florencio García Carrasco, inspector de Educación e hijo del insigne maestro Florencio García Rubio sorprendió al pueblo de Arroyo, en su particular pregón a la Virgen de la Luz, al referirlo cantado y con música del baile pandero.
     En 1996 se crea la Asociación de folklore “El Pandero” con antiguos componentes del Harriero y otros miembros que nos incorporamos poco a poco con el fin de ser embajadores y llevar a todos los rincones posibles nuestro acervo musical. Aveiro, Barcelona, Mora de Toledo…son algunos de los muchos destinos en los que han sonado nuestras jotas (Carretín, Descoloridita…) y romances. La devoción hacia nuestra Madre de la Luz nos ha animado a elaborar letras que hoy son parte de ese citado acervo.
     También, en cada boda, en cada certamen solidario o en cada evento que guste de nuestras costumbres, ponemos a disposición lo que sabemos hacer: cantar y bailar. La parte triste la representa el fallecimiento de dos componentes del grupo, Antonio Corchero (especial con su bandurria) y Fernando Tato, el alma de este grupo y creador de esta iniciativa junto a Rubén Quintero.
      Es de justicia reseñar a aquellas personas que, de una u otra forma, han dejado su impronta y su sello en nuestro bagaje musical. Así, el Himno a nuestra Patrona compuesto por nuestro gran poeta  don Juan Ramos y musicado por don Daniel Bravo, los Piropos a la Madre, obra de Puri Pacheco y música de Francisco García, la jota de los Harrieros, magnífica pieza que para el grupo municipal compuso nuestro otro gran poeta Eladio Sanjuán, o las coplas del Pandero a la Virgen que nos regaló el entrañable amigo Víctor Reveriego(“ Virgen de la Luz, madre, sabes que quiero, cantarte y bendecirte con el Pandero”). 
     Grupos como “el Caldero”, “Acetre” o “Mansaborá”, también se interesaron por nuestros romances.
       Recientemente, con colaboración de los dos grupos locales se ha grabado un programa para Canal Extremadura donde se pone de manifiesto, una vez más, nuestra rica herencia musical.
    Mucho se podría profundizar en cada uno de los temas expuestos desde una dimensión antropológica hasta otra propia de la musicología, mas la intención fue elaborar un repaso pormenorizado de nuestro acervo musical. Ello es parte de lo que somos y “lo que te rondaré”.
www.arroyodelaluz.es



















viernes, 2 de noviembre de 2018

22. EL CRONISTA: "EL RETABLO DE MORALES Y SU RESTAURACIÓN"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Que el retablo de Luis de Morales, “El Divino”, y la iglesia que lo alberga, Santa María de la Asunción, constituyen nuestros bienes culturales más preciados, es algo que ningún arroyano puede poner en duda. Sin lugar a equivocarnos estamos ante las dos “joyas de la corona”, iglesia mayor de la villa y retablo renacentista que debemos, por consiguiente, proteger, mimar y difundir una y otra vez como nuestros principales embajadores ante el mundo.

Como muchos conocerán, el pasado día 2 de octubre, se inauguró en el Museo de Bellas Artes de Badajoz (MUBA), pinacoteca dependiente de la Diputación Provincial, una magnífica exposición pictórica sobre el Divino Morales. Todos los trabajos expuestos, y que han sido traídos desde diversos puntos de la geografía española, nos muestran el intenso misticismo que este artista extremeño siempre infundió a todas sus obras. La muestra estará abierta al público hasta el día 14 de noviembre y ya ha sido visitada por numeroso público amante del arte, y por varias decenas de escolares de diversos centros docentes, tanto de Primaria como de Secundaria y Bachillerato.

No hace falta asegurar que toda la obra allí presente se encuentra en perfecto estado de conservación y donde la paleta del artista se aprecia con la frescura de un cuadro recién pintado, a pesar que se trata de obras que están fechadas en el ya lejano siglo XVI. La misma belleza que se expone en el MUBA presentan las distintas tablas que alberga nuestra joya parroquial de la Asunción. No obstante, esta plenitud y magnificencia del colorido no ha sido siempre así, ya que en muchos casos, bien por descuidos, por negligencia, por simple desconocimiento de lo que había que hacer, o bien por utilizar prácticas ancestrales de comportamiento en el interior de los templos, y muy próximas a la pura superstición, los cuadros de Morales en nuestra localidad sufrieron muchos años de descuido y de una apreciación no acorde al valor real de nuestra joya más preciada. De ahí que en diversos momentos de nuestra historia el retablo y sus cuadros hayan tenido que ser objeto de una intensa restauración, un renuevo para que logrará alcanzar la “lozanía” primitiva surgida de los pinceles del “Divino”.
Plano iglesia parroquial

De esta forma, una vez concluido el templo de la Asunción en el siglo XVI en el espacio que anteriormente era el centro de la villa, una edificación que se había iniciado en la centuria anterior, con una nave única muy “atrevida” y de 25 metros de larga, y una vez incorporada una segunda torre a la iglesia, la actual de campanas que sustituía a la anterior y que conocemos como la del reloj, nuestros antepasados arroyanos quisieron embellecer su magna obra con un magnífico retablo que embelleciera su extenso ábside. Desde el primer instante, tuvieron muy claro que no se trataba de “colocar” un retablo cualquiera, ni en su arquitectura dorada ni, por supuesto, en el conjunto pictórico que se acoplaría a la finalización del trabajo de Alonso Hipólito, que fue en última instancia el artista ensamblador y entallador contratado para ese menester, un maestro que nos legó un retablo típicamente plateresco y que presenta importantes coincidencias con el de Santa María en la capital provincial.
Y para la pintura fue contratado por 400 ducados, una suma no excesiva para la época, a uno de los artistas más prestigiosos del reino en el siglo XVI, Luis de Morales. La datación del mismo se sitúa entre 1560 y 1563, fechas que coinciden con una de las décadas de mayor trabajo que tuvo el “maestro” y el “taller” de colaboradores que siempre le acompañó. Efectivamente en aquella década de los sesenta del siglo XVI, Morales también trabajó en el retablo de la parroquia de Alconchel (Badajoz), en Santo Domingo de Évora (Portugal), en una capilla de la parroquia de Higuera la Real (Badajoz), en la iglesia de San Martín de Plasencia (Cáceres), además de trabajar en encargos particulares como el del obispo Juan de Ribera.
Ermita de San Blas
Luis Morales estuvo con sus discípulos y oficiales trabajando en el retablo de Arroyo de la Luz durante tres intensos años. Por contrato firmado la obra se tuvo que realizar y concluir en la villa, de ahí que la parroquia le adjudicara la ermita de San Bartolomé y San Blas como su taller de trabajo. Esa exigencia también llevó a Morales a residir de manera habitual en la localidad, en una vivienda alquilada, al menos durante todo el año 1562, por una cantidad que pagaba la parroquia y que no era el taller de la ermita anteriormente citada, a pesar de las afirmaciones realizadas en este sentido en alguna que otra ocasión. El acta de terminación total de la obra se firmó el 29 de mayo de 1563 por el escribano público de la localidad Diego Sánchez de Loriana (“A honor y reverencia de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres personas y un solo Dios verdadero”), un documento excepcional y del que ya hablamos y presentamos en su momento.
Acta de entrega del retablo

Concluido el trabajo, muy pronto comenzaron los problemas en el interior del templo, inconvenientes que afectaban tanto a la arquitectura del edificio como al propio retablo con sus tablas, sin olvidarnos de la insalubridad para los propios fieles que acudían a la iglesia. Uno de los principales problemas que existían fue la ancestral costumbre de enterrar en el interior parroquial a los difuntos de la localidad. Un inconveniente del que los arroyanos de los primeros siglos modernos (XVI-XVII), nunca fueron conscientes. Tuvo que ser el espíritu ilustrado de finales del XVIII cuando constató que la putrefacción de los cadáveres en unas tumbas mal selladas, con grietas habituales, y en un ambiente tan cerrado provocaba unas sales alcalinas muy volátiles que alteraban el aire y que provocaban graves enfermedades a las personas. Una insalubridad de los templos tanto para objetos como para fieles que se agravaba durante los periodos estivales. A lo anterior se unía la ingente cantidad de cera que se quemaba, que además de dar luminosidad se utilizaba para tratar de mitigar el hedor que envolvía todo el templo; de la misma forma, la escasa ventilación que tenía la iglesia, la humedad interior casi permanente y el hacinamiento de devotos que siempre existía en cualquier oficio litúrgico hacía del interior de la iglesia un espacio olfativo poco propicio para el mantenimiento adecuado y conveniente de una joya artística como era nuestro retablo.
Retablo (parroquiaarroyo.org)
Ya en el año 1732 hubo necesidad de acometer un nuevo dorado para toda la arquitectura retablística, un trabajo ejecutado por el dorador Francisco González Centeno y que “destrozó la magnífica policromía” que tenía el original. Aunque el problema de los enterramientos en el templo se solucionó desde las primeras décadas del siglo XIX, ya que se buscaron nuevos espacios de inhumación, la degradación de las pinturas y el ennegrecimiento de las mismas siguió siendo una constante. Sabemos, por ejemplo, que un visitador de las Comisiones de Monumentos de Cáceres, el señor Berjano, quedó escandalizado en el mes de febrero de 1900 cuando comprobó el “deterioro de los cuadros del Divino Morales”, informándose además por algunos feligreses que en ocasiones “hasta apagan las velas aplastando el pábilo sobre ellos”. Ante semejante estupidez la Comisión puso la información en conocimiento de su “Ilustrísima” y poco después los monaguillos comenzaron a utilizar los “apagavelas” correspondientes para tal menester.
De cualquier forma, será el siglo XX la centuria clave para entender la belleza con la que nos ha llegado nuestra joya. Diversas restauraciones tuvieron lugar en 1923 cuando un nuevo dorado volvió a reanimar el apagado que comenzaba a presentar la arquitectura. En 1950 hubo necesidad de realizar un tratamiento urgente “in situ” sobre algunas de las tablas de pintura. El trabajo le fue encomendado a un técnico de la Junta de Conservación de Obras de Arte y estuvo centrada en los cuadros que se encontraron más deteriorados en aquel instante, especialmente los situados en el segundo cuerpo; es decir, “Anunciación”, “Adoración de los pastores”, Adoración de los Reyes” y “Presentación en el templo” y los que se ubicaban en la parte inferior, “Descenso al limbo”, “Resurrección”, “Ascensión” y “Pentecostés”.  
Retablo desmontado antes de la restauración (parroquiaarroyo.org)
En febrero de 1967 se cerró la iglesia al culto ante el peligro de derrumbe real del edificio (véase “El faro de Arroyo” de Máximo Salomón en este mismo blog: http://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com/2018/10/el-trovador-el-faro-de-arroyo.html).  Fue un arquitecto prestigioso en aquellos años, Fernando Hurtado Collar, el que aconsejó al párroco de la iglesia, Ciriaco Fuentes Baquero, probablemente el párroco que más ha luchado por la conservación y difusión de nuestro legado, para que se acometiera una rehabilitación en profundidad del templo, un trabajo que fue sufragado en parte por las aportaciones económicas de los vecinos de Arroyo.
Tablas de Morales para restaurar (Biblioteca de Extremadura)
Aprovechando esta circunstancia, y una vez que los oficios litúrgicos se trasladaron hasta el espacio que hoy alberga la Oficina de Turismo, se decidió iniciar lo que podríamos calificar como la “gran restauración del retablo de Morales”. Efectivamente, a mediados de los sesenta del siglo pasado las veinte tablas del Divino presentaban señales alarmantes de gran deterioro que obligaron a un tratamiento urgente y a fondo de conservación, un trabajo que en primer lugar se debería acometer, como así fue, con una labor previa del soporte arquitectónico. De esta forma, sobre el retablo se hizo necesario un levantamiento de todos los barnices que se aplicaron en las restauraciones anteriores de 1732 y de 1923, reparaciones que habían dado un tono amarillento muy fuerte a la arquitectura, y que se achacó “sin duda a la mala calidad de los materiales empleados”.
Otra imagen del retablo desmontado (parroquiaarroyo.org)
        El estado de conservación en el que se encontraba el retablo era pésimo y cuya causa se achacó a las columnas desviadas de una parte de su arquitectura cuando se desprendió la porción izquierda de la pared a la que estaba adosada. También se certificó como causa importante en las deficiencias observadas, el cambio brusco de temperatura, la humedad, que favorecía la aparición de los parásitos de la madera, el polvo acumulado en la superficie pictórica, el humo de las velas, los barnices oxidados, y en “general la acción del tiempo”. Todo ello provocó que tanto tablas como esculturas y arquitectura no luciese con el esplendor que una joya semejante debiera presentar.
Fue, por consiguiente, un reto importante para el Instituto de Conservación de Obras de Arte y que se acometió con gran éxito en su conjunto. En primer lugar se produjo una desinsectación de la madera, un tratamiento de los soportes para lograr cerrar las grietas producidas en las uniones con las tablas, y el fortalecimiento de las fibras que se encontraban muy debilitadas por los parásitos.
En cuanto a las capas de color de las 20 tablas, en muchos casos a punto de desprenderse de los mismos, fueron fijadas con una cola acética y con el apoyo de rayos infrarrojos y ultravioletas que ayudaron a penetrar en las capas profundas de la tabla pictórica. De la misma forma, se encontraron abundantes “repintes” antiguos, y posteriores a la mano del “maestro”, probablemente de 1723 que fueron todos levantados. También se modificaron algunas “limpiezas defectuosas” que habían marcado una serie de “barridos” de colores, especialmente en los rojos, verdes y azules que se habían ennegrecido pero que, sobre todo, habían alterado la coloración original de la obra. De ahí que la tonalidad original se tuviera que realizar a la “acuarela” y posteriormente fijadas con veladuras de barniz.
           Logrado todos los objetivos propuestos el siguiente paso fue ensamblar las tablas en sus respectivos huecos, trabajo que se realizó con enorme éxito, luciendo, ahora sí, de manera semejante a como lo hiciera en 1563. Todo lo anterior, unido a la completa rehabilitación del templo, hizo que el Estado, siendo ministro de Cultura Iñigo Cavero y alcalde de la localidad José María González Bravo, no tardara en catalogar a nuestra iglesia como Monumento Histórico Artístico Nacional (Real Decreto de 20 de agosto de 1981, BOE de 22 de octubre). Un honor, y un orgullo para todos los que amamos y sentimos Arroyo y su patrimonio.

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Retablo Luis de Morales octubre 2018