lunes, 2 de mayo de 2022

60. EL CRONISTA: "EN DEFENSA DE LAS TRADICIONES ARROYANAS: LA PRIMERA ROMERÍA"

 Por Francisco Javier García Carrero
 Cronista Oficial de Arroyo de la Luz 

El pasado lunes 18 de abril se produjo un terrible accidente en nuestro día más grande. Y todo ello, a pesar del magnífico dispositivo preventivo que desde hace ya algunos años se organiza desde el Ayuntamiento de la localidad, en este caso con el alcalde Carlos Caro a la cabeza. Hoy día, teniendo en cuenta la cantidad de medios de comunicación públicos y privados que cubren la fiesta declarada de interés turístico regional, además de los dispositivos personales de los miles de personas que abarrotan nuestra Corredera, era imposible que el accidente pasase desapercibido (mi sincero deseo de una pronta recuperación para todos los implicados).

Esa misma jornada las imágenes en vídeo se difundieron por toda la geografía nacional. A partir de ahí, y como es habitual en nuestro país, surgieron los opinadores que saben de todo, aunque muchos de ellos no tengan ni diez minutos de Graduado Escolar, comenzando a manifestar peregrinas ideas para tratar de evitar futuros sucesos. Algunas de ellas eran completamente absurdas, dado que lo que esto afirmaban jamás han pisado ninguna de nuestras calles, y que de llevarse a efecto lo único que provocarían serían muchos más accidentes.

También los hubo que de un plumazo lo único que se les ocurrió fue que nos prohibieran nuestro Día de la Luz, así sin más, como si los siglos de historia de esta celebración pudieran hacerlo desaparecer de la noche a la mañana. De esa forma, señalaban que ya jamás se produciría un atropello de nadie por un caballo a galope tendido (prohibir, prohibir y prohibir). Nada nuevo ni ninguna sorpresa, en España es muy habitual hablar de política a bombo y platillo “sentando cátedra” (hoy en redes sociales) como si se tuviera un doctorado en Ciencias Políticas, opinar de Economía como si hubiesen estudiado en la Facultad de Ciencias Económicas 5 años, o de fútbol como si se poseyesen todos los carnets para poder dirigir hasta nuestra selección española. Pues con este tema pasó desgraciadamente lo mismo.

Como el que escribe estas líneas, únicamente opina en público de lo poco que sabe, mi intención con este artículo será reivindicar efusivamente nuestras tradiciones y trasladaros el origen de nuestra Romería del Día de la Luz ya que, en primer lugar, la publicación de este artículo casi coincide con la romería de este año, en segundo, muy pronto tendremos que celebrar el primer centenario de la misma y, por último, que esta festividad está en íntima relación o más bien surge como derivación  del Día de la Luz; es decir, del día de los caballos y carrozas.

Ya hemos señalado en nuestro artículo “Días de la Luz de antaño”, y publicado en el libro De aquí a la eternidad. Estudios de historia arroyana 2, (Editorial Luz y Progreso, 2020), que hasta 1930 nuestros paisanos únicamente celebraban la fiesta de lo que se llamaba la Romería del Día de la Luz, un evento que siempre coincidía con el Lunes de Pascua Florida. Casi desde el mismo instante que los arroyanos se asentaron en la población a finales del siglo XIII principios del siglo XIV, nuestros antepasados marchaban en procesión durante esa jornada para honrar a su Virgen de la Lucena. Allí acudían todos a pie donde se escuchaba la misa, casi siempre al aire libre ya que la ermita era imposible que albergara a tantos fieles, se procesionaba su imagen y posteriormente se regresaba al pueblo para continuar los festejos que eran culinarios y en familia.

Ermita de la Virgen de la Luz

Es decir, se trataba de una fiesta totalmente religiosa. Con el paso de los años, a esa procesión también se podía acudir a caballo o en carros. La celebración litúrgica seguía siendo igual, pero la vuelta a la localidad ya no era lo mismo. Al regresar los caballistas bajaban desde el Santo hasta la Asunción al principio con un trotar pausado y ostentoso y con el tiempo a galope tendido. De tal forma, que como diría Juan Luis Cordero, “desde el Santo hasta la plaza hormiguean las aceras y en ventanas y balcones gentes curiosas se aprietan por presenciar el desfile y comentar peripecias; que ya regresan al pueblo los que al santuario fueran”. Tanta expectación generaba esta llegada que en no pocas ocasiones los romeros no terminaban los oficios litúrgicos en la dehesa y volvían con prontitud hasta el pueblo porque las “carreras” ya no se las quería perder nadie. No fueron una ni dos veces las que desde principios del siglo XX el sacerdote oficiante se quedaba casi solo concluyendo la misa porque la inmensa mayoría de los romeros había decidido regresar al pueblo de manera precipitada.

En esta tesitura lo que era una fiesta exclusiva para la Virgen se estaba convirtiendo de facto en la fiesta de las carreras de caballos. Será el mayordomo Lorenzo Martínez Marín, farmacéutico de profesión, esposo de Magdalena Orozco Ojalvo, y que estuvo en el cargo entre 1927 y hasta su fallecimiento en 1931 el que observó con total clarividencia esta nueva situación. Lorenzo Martínez fue el que decidió, con el párroco titular Bruno Jenaro Congregado Peguero, y el alcalde del momento, Eugenio Bonilla Pozo, que había que institucionalizar un día de acompañamiento completo, desde la mañana hasta la tarde-noche, con nuestra Virgen de la Luz en su santuario. Fue así como nació lo que hoy día conocemos como nuestra Romería de la Virgen de la Luz, un evento que ya siempre sería en fecha distinta a lo que siempre será el Día de la Luz.

Lorenzo Martínez Marín,
mayordomo de la Virgen de la Luz (La Luz de Arroyo)

De esta forma, el 4 de mayo de 1930, tuvo lugar la primera Romería de nuestra Patrona tal y como la entendemos todos. Pronto celebraremos, por consiguiente, el primer siglo de existencia. El planteamiento no era muy distinto a como se celebraba la festividad clásica y que es como se sigue realizando en la actualidad. Desde muy temprano comenzó la animación en el pueblo y el desfile de arroyanos hasta la ermita, la mayoría a pie, otros en “borricos o caballos, y los que pueden en carros o automóviles”. Todos ellos iban gozosos caminando hacia el santuario para honrar a su “adorada Virgen buena, protectora siempre del pueblo arroyano”.

El día resultó magnífico, la luz azul del cielo primaveral se mezclaba con un verde inmaculado de una dehesa profundamente florida aquel año. La ermita estaba muy bella porque no hacía tanto que los mayordomos habían realizado y embellecido tanto el presbítero del edificio religioso como la nave principal. Los antiguos y antiestéticos asientos de piedra se habían sustituido por un “primoroso zócalo de azulejos de dos metros de altura”. Por otra parte, el resto de los muros habían sido pintados en su totalidad. El conjunto a decir de los participantes resultaba de un efecto “agradable, bello y deslumbrador en grado sumo”. La Virgen también lucía de manera espléndida con el manto bordado en oro que había estrenado por primera vez el año anterior de 1929.

Virgen de la Luz en 1929
con su nuevo manto bordado en oro.

Los actos religiosos fueron la misa solemne con pregón del párroco de la iglesia de La Asunción, el único titular en esa fecha, celebraciones que tuvieron lugar una por la mañana y otra por la tarde. También se ofició la novena con rosario y la correspondiente procesión. Durante esta última, los monaguillos subidos a la terraza de la ermita no dejaron de tocar una “bulliciosa campana”. Todos estos actos estuvieron muy concurridos y, además, fue “enorme y muy copiosa las limosnas que la Virgen recibió” en aquella jornada.

Por todos los alrededores de la ermita la animación y el bullicio popular fue general. Después de una comida “opípara y abundante”, en el suelo de la dehesa y buscando la sombra de los encinares, donde no faltó el frite, la chanfaina, el chorizo y la patatera arroyana, junto con el “mejor caldo del mundo”. La juventud se divirtió hasta bien entrada la tarde con los típicos corros locales que hicieron las delicias de algunos de los invitados que hasta allí habían llegado y que nunca habían oído ni visto la plasticidad de aquellos bailes populares.

La caída de la tarde fue el pistoletazo de salida del regreso a la población, ya sin las prisas de lo que sucedía el Día de la Luz. Hasta el pueblo y sus hogares fueron llegando los arroyanos que ya soñaban con la doble celebración del año 1931. Un anhelo que no fue muy distinto del que actualmente tenemos con las festividades del 2023 y que esperemos pasen desapercibidas para esos opinadores que tanto saben de todo. Sería una magnifica señal.