jueves, 2 de septiembre de 2021

DE LOS NOMBRES DE ARROYO II: DE LA PEÑA DE LA CRUZ AL GUADALTO

 José Luis Solano Rodríguez

     De los atribuidos al municipio, a la población, mencionados en el anterior capítulo paso a hablar de los que tratan sobre sus dehesas, ríos, calles, plazas … que han ido variando en el trascurso de los años según cambios políticos o culturales, incluido el uso y costumbre, alteraciones que no han afectado a todos los lugares pero sí a algunos; sin embargo, en la memoria colectiva y en la tradición han perseverado varios al margen de la denominación oficial que se ha tratado de imponer.

   


   Empecemos por las dehesas, plural, sí, que fueron varias con esa denominación, reducidas a una en el dicho oficial y popular, la de la Luz, sobre todo desde el s. XVI, que, por lo que consta en los documentos, se conocía previamente como “de la Matanza”, mencionada con una profundidad que preludia que debió ser grande ese hecho ocurrido en el s. XIII o, quizás, anormal y a destacar para las personas de la época, ahora reducido a la designación de un pozo al oeste de ella, cerca del cual se centraría el hecho bélico que la leyenda nos ha trasmitido y que las excavaciones arqueológicas no han dicho nada, puede que porque no se han realizado. Siguiendo en la zona, al suroeste llegamos a la zona agrícola más rica del término municipal, “Campo Primero” y “Campo Segundo”, un territorio sumamente dividido y parcelado por la transmisión parental y la venta, pudiendo, con el paso del tiempo, dado el abandono que va habiendo sobre la dedicación agraria, volver a concentrarse en manos de pocos poseedores o quizá de uno sólo, como antes lo fue, del Concejo de Arroyo, pero, siguiendo con su denominación, la actual es un recorte de la que existió hace varios siglos, incluso podemos hablar de una derivación de la primigenia conocida, Dehesa de “Valdesagual” –Valle de “Sagual” o “Acagual” en portugués, que no hay que olvidar que Arroyo perteneció a Portugal en el s XIV, y su raíz prerromance, “agual”, relativo a “agua”-, luego mencionada como calificativo de los Campos dichos –“Campo Primero y Segundo de Valdesagual”-, perdiéndose con el paso del tiempo la coletilla, reduciéndose sólo a ellos –Primero y Segundo- en exclusividad, explotación agropecuaria sobre la que, en torno al siglo XVIII, se efectuó, al decir de la época, un “rompimiento” por el que de pasto y bellota, para arbitrios municipales en ocasiones, por arrendamiento, su dedicación se orientó al uso agrícola privado dada la demanda de tierras por el aumento de la población y la buena calidad del terreno para ello, comenzando el principio de la disgregación territorial que conocemos. Al este de ellos, próximos a la “Grajuela Mayor”, un campo de algunas pizarras salientes se le da en la actualidad el nombre de “Piedra Hincada” - ¿un antiguo menhir, o piedra alargada escasamente trabajado, de época megalítica, con cuatro o cinco mil años?-, aunque documentos históricos lo sitúan por la Magdalena, pudiendo ser el recientemente aparecido junto a la antigua caseta de pescadores que su dueño ha puesto en pie.

     Siguiendo en las dehesas, nos vamos a la zona este, al “Corral Nuevo”, antes dehesa de tal nombre, quizás para distinguirla del otro Corral, previo, puede que el “viejo” o del “Concejo” de cuando, al principio de concedérsele a Arroyo la autonomía respecto a Cáceres, su término no llegaba más allá de donde caían las aguas de los tejados de las casas , los cuales constituyeron en los inicios del repartimiento territorial, tras la conquista cristiana, los ejidos, inmediatos a él, donde el común de vecinos llevaba su ganado y que, ante el aumento de la población y de la cabaña ganadera, hubo que dedicar otro espacio, el “Nuevo”, por ampliación de su territorio, proveedor de recursos económicos al Ayuntamiento, por sus “propios” y “arbitrios”, con el que abonaba salarios a sus cargos públicos y oficios del Concejo, a costa del arrendamiento de pasto y bellota, espacio que fue municipal hasta mediados del s XIX en que, por la desamortización de Madoz, pasó a ser propiedad de varias familias: Petit, mayoritariamente, y los Bravo. De aquí, nos vamos al norte inmediato, a la zona que se dice “Valcajadillo” o “Barcajadillo”, que fue dehesa para lo mismo que las otras, abarcando desde Zafrilla-Campo Frío-Corral Nuevo hasta la entrada de la Charca Grande su extensión, y que hoy se dice ese área como una zona al estar parcelada en manos privadas. Siguiendo la carretera –“carrera” que se decía antiguamente- de Alcántara llegaríamos al Saguarzal –nombre emparentado con el analizado “Sagual”- a su derecha, también dehesa pública de antiguo que pasaría a manos privadas en el s XIX, tras “romperse” en el XVIII, siguiendo los patrones liberales de propiedad privada, manteniendo su nombre desde antiguo. Dehesas que, salvo la Luz y por poco, ya que se intentó privatizar en el s. XIX, pasaron del Concejo a manos privadas.

     En las viñas, la raíz musulmana se hace notar, habida cuenta de su dominio en la zona durante más de quinientos años, restos arqueológicos –cañerías cerámicas, ladrillos…- así lo constatan, pero también denominaciones comunes a su cultura: “La Paloma”, “Valdeflores”…

     Siguiendo en las afueras de la población, hablaré de sus aguas. Las charcas, grande o chica, las denominaban “Laguna Mayor” y “Menor”; la “Quebrada”, que se mantiene tal cual, el “Pontones” ha ido variando llevado por las aguas, desde “Carla” que se le atribuye en época prerromana hasta el actual, pasando, quizás, por “Arroyo del Fresno” o, al menos, como tal en su cabecera, denominación que también se menciona atribuida al regato que llega a la “Dua”. Aguas abajo, en el puente de Valencia, se junta al Casillas, pero dicho río no tuvo siempre ese nombre atribuyéndosele uno de origen árabe “Guadalto” –del árabe “río alto”, en contraposición al que estaba más abajo y vierte su caudal: el Salor-, mencionado como tal en la zona limítrofe con el “Aguijón” o “Ahijón” -de “Olleco”, luego de “Cabeza la Gorda” o de la “Casa la Gorda”-, y “en el molino sobre la piedra”, …

Río Casillas, antes Guadalto, en el primer molino al oeste de la “Puente Nueva”

    Llegamos al casco urbano, a sus calles, cuyos nombres permanecen o han sido alterados, a veces escasamente, permaneciendo en la mente de los arroyanos que transmiten el testimonio. La “Corredera”, también llamada de antiguo “Carrera”, que debe su denominación, según muchos, por ser el lugar donde se corren los caballos, por donde vino el aviso de la victoria sobre los musulmanes en el “pozo de las matanzas”, también puede que por ser la Carrera, el camino, hacia Alcántara, derivando, subdividiéndose actualmente en tres: Juan Muñoz Chaves, Virgen de la Luz y Luis Chaves. Paralelo a ella, la de “Val de atrás” o “Valdetrás”, una calle que fue industrial, de hornos y almazara, hoy “Santos Salomón”, por delante del “Huerto Plata”, quizás porque fue de Plata, administrador del Conde de Benavente, ennoblecido, con casa y escudo en la calle del Moral. Paralela, al este, la plazuela del “Altozano”, tal vez por ser zona alta, hoy plaza de la “Libertad” que cambió la paloma libre y natural alusiva a ella por la pajarita encorsetada y rígida de la papiroflexia, trastocando su sentido. 


     Continua a la “Corredera”, prolongándola, nos encontramos la “Larga”, más por extensión de la anterior o por ser la mayor de las inmediatas en el casco primigenio de Arroyo que por longitud, teniendo varios nombres en el s XX: Pablo Iglesias, Calvo Sotelo y, de los políticos, al patrón local S. Gregorio, que ostenta a día de hoy, aunque la mayoría de gente la conoce por el inicial. Próximas a ella, en la colación o barrio de S. Bartolomé permanecen las de “Castillejos”, “Del Moral”, quizás porque hubo un árbol tal, hoy recuperada y eliminada la dedicatoria al secretario municipal de la década de los treinta del siglo pasado, Gabino Gracia, que, en su prudencia, recomendó a Medardo Cervera, aspirante a alcalde en 1936, que no se metiera en asuntos políticos, lo que, para su desgracia, no hizo; “Gallegos” –o portugueses, por los repobladores medievales-, “Cuesta”, “Concejo” –inmediata al antiguo Corral de tal nombre-, “Hornillos” –de pan o de zumaque, que hubo-, pasando a ser de Sta. Teresa en los años setenta anteriores. Pasada la plaza de la Parroquial o de la Asunción, ahora de la Constitución, llegamos a la calle “Carniceros” por ser lugar de ellos, aunque la mayoría se establecían, por ordenanza municipal del Conde de Benavente, en la plaza inmediata, antiguo zoco en época musulmana, cerca del Ayuntamiento para que sus oficiales controlaran los pesos, medidas y calidades; su primera transversal, a la izquierda, la “Oscura” donde dice la canción estaban “los gatos negros” y “la tía María vendiendo sebo”, provocando en los niños el temor de ese espacio angosto, sólo con sol en su cenit. Hacia el este llegamos a la plaza “Nueva”, hoy del Divino Morales, contrapuesta a la otra, derivada de la ampliación del urbanismo, que cerraba con portones el acceso a la villa desde el exterior y acogía espectáculos taurinos con carros en celebraciones. Más allá de ella, el arrabal en principio, que luego se urbanizaría siendo parte del conjunto urbano, dejando atrás la calleja de “Papa lobo” o de los “lobos”, actual Castañeda, camino del Pontones, a las Tenerías que dieron nombre a la vigente, lugar del establecimiento industrial de ellas, próximas al río por su elevada demanda de agua para el oficio y por evitar los malos olores de las pieles. Siguiendo por el lateral del pueblo llegamos al NE a la calle del “Rollo”, hoy Juan Carlos I, calle abierta al rollo jurisdiccional ubicado en la carretera a Alcántara sin, en principio, la fila de casas próximas al emblema de la potestad señorial; al noroeste, la “Albuguera”, que sólo ha cambiado hacia “Albuera” -contracción de Albufera-, por su abertura, a día de hoy, como la anterior, rota por una fila de casas y tinados, a la Charca Grande, léxico romanizado de origen árabe, que la impronta de ese pueblo dejó.

     Estos conocemos a día de hoy, esperando que algunos que aparecen escritos se pueda aclarar su ubicación exacta dado que el paso del tiempo ha borrado su localización en el decir, sólo nuevos documentos darán razón de su ser, porque, encuestada gente de más de ochenta años, nadie sabe de esas denominaciones y ubicaciones, tales como: “Peña de la Cruz” en los límites del término fijados en el s. XII, aunque Daniel C. la sitúa en el camino de las ánimas que se abre hacia “Campo Primero” y “Segundo” desde el que va hacia la Luz; “Val de Azores” –quizá un lugar donde los musulmanes practicaban ese tipo de caza, particular de ellos o referente a “Azor” como muralla-, la “Llastra”, los “Luciellos” –posiblemente una zona de tumbas por el origen de ese nombre-, “Peña Gorda”, “Cabeza Escobosa”, “Camino de los Apeos”, el “Zalezo”, “Casar de la Pelota”, …. Invito a las personas que conozca alguno lo aclare y contribuya a esclarecer la historia y la cultura arroyana, que hasta Quintín lo ha hecho con los cambios habidos en el santoral local, como que la “Virgen de los Dolores”, de la cofradía de la Veracruz, fue, en principio, de las “Angustias” o que la “Verónica” es una adaptación de “Santa Rosa”, imagen proveniente de la Capilla de los Marín en el Convento a la que éstos tenían gran devoción.

52. EL CRONISTA: "MUERTE, GLORIA Y OLVIDO. EL EMPRESARIO RAFAEL ROS TEJEDOR"

Por Francisco Javier García Carrero 
 Cronista Oficial de Arroyo de la Luz 

Un difunto no se marcha definitivamente hasta cuando el olvido lo sepulta de manera irreversible. Y eso es lo que ha ocurrido ya hace muchos años con el empresario “arroyano”, tan conocido en vida como hoy completamente olvidado, totalmente “sepultado” por tanto, y donde la memoria de la población ya no llega. Siempre hemos escuchado y leído que mientras alguien te recuerde nunca habrás muerto del todo. No es el caso de Rafael Ros Tejedor, un empresario que, aunque no había nacido en nuestra localidad, llegó a tener una gran ascendencia en la villa durante todos los años en los que residió, trabajó y murió en lo que entonces era Arroyo del Puerco.

Con seguridad no nos equivocamos si afirmamos que probablemente sea el “forastero” que más arroyanos congregó el día de su funeral y en su entierro, y con gran diferencia sobre el segundo. Todo un gentío de más de mil personas estuvo presente en unas exequias que llegaron hasta la prensa regional por la “teatralidad” con la que se desarrollaron las mismas, y donde la “gloria” a Rafael Ros parecía que le iba a acompañar para toda la “eternidad”.

A pesar de esas cifras elevadas de acompañantes, y del impacto que aquella muerte causó entre los vecinos de la localidad, hoy día me salta la duda que sean muchos, o alguno incluso, los que logren ubicar cronológicamente al personaje en su contexto vital o sepa describir algo de su existencia en la villa.

Rafael Ros Tejedor pertenece a esa larga estirpe de empresarios que llegaron desde Cataluña, que arribaron a la población en la segunda mitad del siglo XIX, y que estuvieron relacionados con la fabricación corchera, una industria arroyana que llegó a tener gran importancia a nivel regional. Poniendo incluso a Arroyo en el escaparate nacional e internacional.

Los orígenes de la fabricación y manipulación del corcho en nuestra región se encuentran en Jerez de los Caballeros y Alburquerque, y en principios relacionados con el empresario e industrial inglés Thomas Reynolds Hunter. Muy pronto, desde 1845 esta modalidad industrial se extendió por otras localidades de la región como fueron San Vicente de Alcántara, Cañaveral, Barcarrota, Fregenal de la Sierra, Cáceres y Arroyo del Puerco en los que algunos apellidos catalanes tuvieron un gran predicamento. Tan es así que Arroyo se convirtió en las dos últimas décadas del siglo XIX y los dos primeros tercios del siglo XX en todo un “emporio” de la industria corcho-taponera en las que nombres como Tato Hernández, Fernando Marín, Martínez, Tauler y Macías, Maldonado, Suitino, José Hernández, Gubert y Ros Tejedor fueron todo un ejemplo del buen hacer industrial en la localidad de Arroyo del Puerco.

Fabrica de corcho de los Tato.
Década de los 50 siglo XX (Archivo Martín Panadero)

El catalán Rafael Ros Tejedor había sido alcalde de la localidad de Palamós (Gerona) en 1885. Poco después con su familia decidió abandonar Cataluña y montar en Arroyo una fábrica de corcho que comenzó a reportarle grandes beneficios económicos. En 1892 siendo Manuel Collado Jabato el alcalde, Ros Tejedor, fue elegido por elección popular concejal de nuestro consistorio. En el Ayuntamiento, y ligado a los postulados de la Unión Republicana, partido político del que formaba parte, mostró sus pretensiones para el pueblo en la que destacó, además de ofrecer mucho trabajo a la población con un sueldo decente para la época, su amor por la enseñanza para los niños más necesitados y por abastecer de agua potable a la localidad.

Sus pretensiones por la mejora en la calidad de vida de los arroyanos no pudieron completarse en su totalidad, ya que pocos años después de arribar a nuestro pueblo se produjo su defunción. Concretamente el 14 de noviembre de 1895 Ros Tejedor falleció en Arroyo del Puerco cuando contaba 69 años de edad, ya que había nacido en el ya lejano 1826. Su muerte causó un gran impacto en toda la sociedad arroyana y especialmente entre sus trabajadores. Conocida su muerte una comisión de los mismos se acercó hasta Cáceres para comprar entre todos sus empleados una gran corona de flores que depositaron sobre el féretro del finado.

Proyecto cementerio 1888

Ros Tejedor. Prensa extremeña. 1895

Un día después, 15 de noviembre, y a las dos y media de la tarde tuvieron lugar las exequias fúnebres. Para el traslado del cadáver hasta el cementerio arroyano, un recinto que llevaba solo seis años en funcionamiento, se dispuso en primer lugar dos extensas filas de arroyanos que se colocaron a lo largo de toda la calle Corredera. Es decir, más de un centenar de sus trabajadores, en un acto muy teatral, iluminaron con antorchas encendidas todo el recorrido del cadáver hasta su última morada. A continuación, y sobre una diligencia iba el féretro con los restos mortales de Rafel Ros, una caja mortuoria sobre el que se dispusieron tres grandes coronas con tres inscripciones diferentes. La primera que más sobresalía era la de su mujer, “A mi amante esposo” rezaba la misma; la segunda había sido donada por sus hijos, “A nuestro queridísimo padre”, se podía leer; y una tercera donada por sus empleados y que llevaba la inscripción de “La industria taponera dedica este recuerdo a Don Rafael Ros”.

Trabajadores fábrica de corcho (Archivo Martín Panadero)

Del féretro salían por ambas partes una serie de cintas mortuorias que eran sostenidas por Germán Petit Ulloa, antiguo y futuro alcalde de la población y en ese año diputado en la Diputación Provincial de Cáceres; Manuel Collado Jabato, alcalde de Arroyo del Puerco en ese instante; Fernando Martínez Camargo, futuro alcalde arroyano entre 1899 y 1902; Ruperto Hernández García, otro alcalde, en este caso el antecesor a Manuel Collado; y Cipriano Rodríguez, este último en representación del partido republicano de Navas del Madroño y amigo del finado.

Además de ellos, se presentaron varias comisiones del partido republicano a nivel provincial y regional entre los que destacaron Vicente González Pozo, Aquilino Jiménez Orozco y Eduardo González Nieves, entre otros nombres. Junto a ellos, también llegaron hasta Arroyo representantes de la industria corchera a nivel regional y nacional y otros acompañantes en representación del comercio, la cultura y las artes. Todos ellos, que superaban ampliamente el número de mil personas, todos ellos ansiosos por ofrecer el último adiós al hombre al que debían “el sostenimiento de más de cien familias arroyanas y fabricante modelo”, se diría con gran pesar.

Rafael Ros Tejedor dejó tres hijos varones, Baldomero, Rafael y Francisco y cuatro hijas, Visitación, Aurora, Laura y Julia. Su empresa taponera siguió su curso durante algunos años más y especialmente ligada a su hijo mayor Baldomero que ya no despertó el mismo grado de adhesión que el que tenía su padre. También continuó con la actividad corchera su otro hijo Rafael que fue nombrado ese mismo año vicepresidente de Unión Republicana y que vivió en la Plaza Nueva. No obstante, este último es conocido especialmente por su ligazón a la masonería.

Corcho de los catalanes. 1974

De hecho, fue el secretario de la logia masónica arroyana Estrella Flamígera y posteriormente fundador del triángulo masónico arroyano Caridad nº 48, masonería que tuvo un gran enfrentamiento dialéctico en la prensa regional con el cura párroco de la población Antonio Etreros López, y con denuncias judiciales incluidas, aunque todo eso, y como decimos en tantas ocasiones en anteriores artículos, es ya otra e interesante historia.