lunes, 12 de marzo de 2018

14. EL CRONISTA: "AGUSTÍN GARCÍA BERENGUER, un maestro herrador en el Museo de Badajoz"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Agustín García Berenguer, maestro herrador


Sede del Museo de la Veterinaria.

El pasado 23 de febrero y acompañado de mi esposa tuve el honor de participar, invitado por el Presidente del Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Badajoz (ICOVBA), D. José Marín Sánchez Murillo, al acto de inauguración oficial del Museo del Colegio de Veterinarios de la Provincia de Badajoz (MUVET), colección museística que se encuentra situada en la tercera planta de la sede colegial en la Avenida Santa Marina número 9 de la capital pacense.
   Además del mencionado Presidente del Colegio Oficial de Veterinarios, estuvieron presentes en el acto D. Guillermo Fernández Vara, Presidente de la Junta de Extremadura, Doña Cristina Herrera Santa-Cecilia, Delegada del Gobierno en la región, D. Francisco Javier Fragoso Martínez, Alcalde de la ciudad de Badajoz, y Don Juan José Badiola Díez, Presidente del Consejo General de Colegios Veterinarios de España, entre otras autoridades.
El programa de actos de la jornada se inició a las 17´00 h. con una conferencia inaugural a cargo de D. José Ángel Calero Carretero, profesor y arqueólogo. Seguidamente se ofrecieron unas breves palabras de cada una de las autoridades anteriormente señaladas, una visita guiada de las instalaciones del museo perfectamente explicadas por D. José Marín y por Doña Marta Vivas Martín, como responsable de comunicación, y concluyó el acto con un vino español con el que se brindó por el éxito del nuevo museo de la ciudad.
Autoridades el día de la inauguración
De esta forma, el Museo Veterinario de Badajoz abría sus puertas a la sociedad española en general y extremeña en particular. El museo cuenta con una colección de más de 500 piezas relacionadas con esta histórica profesión y que han sido donadas por distintos colectivos relacionados con esta actividad, veterinarios, herradores y familiares de estos profesionales. Ni que decir tiene que el MUVET ha sido una gran apuesta en la que se recopila y conserva en un mismo edificio la cultura de la veterinaria entre generaciones pasadas, presentes y futuras. Con una clara orientación didáctica muy interesante para alumnos de Primaria, ESO y Bachillerato, en el recorrido se descubre, por ejemplo, a los primeros sanadores de la historia en Oriente, Egipto y el Mundo Clásico. También se dan a conocer los primeros albéitares (veterinarios) con el surgimiento del pensamiento científico y las primeras Escuelas de Veterinaria entre los siglos XVIII y XIX. De la misma forma, por sus paneles también aparece la extremeña María Cerrato Rodríguez, la primera veterinaria de España, tercera de Europa y que dio la bienvenida al siglo XX.
En resumen, un apasionante viaje en la que se descubren todos los entresijos de esta profesión centenaria. No obstante, para mi familia, y espero que también para Arroyo de la Luz, lo más significativo ha sido poder colaborar con el Museo de Badajoz al que hemos donado distintas herramientas para su exposición permanente, utensilios todos que fueron propiedad de mi padre (yunques, tenazas, pujavantes, escofinas, y herraduras, entre otros instrumentos). La explicación, ya perenne en el museo de este profesional, se encuentra, además, en un panel que recuerda a los visitantes la importancia que la profesión de herrador tuvo para la veterinaria a lo largo de la historia y en el que reza lo siguiente:
Cartela Museo de la Veterinaria
“Agustín García Berenguer, Villa del Rey, Cáceres, 1929. Comenzó su carrera profesional como ayudante del veterinario de Navas del Madroño con quien aprendió a herrar. En 1947 se trasladó a Arroyo de la Luz (Cáceres) y comenzó a trabajar con los maestros herradores “Jincaclavo” y Avelino, fundando, en 1954, su propio negocio. Su destreza y visión empresarial le llevaron a fabricar herraduras a nivel industrial, y muy pronto éstas comenzaron a venderse por todo el país. Se jubiló en 1994 pero nunca abandonó su dedicación artesanal, fabricando herraduras y colocándolas en los caballos cuando se acercaba la fecha grande de su localidad adoptiva, el Día de la Luz. Agustín García Berenguer, maestro herrador, falleció en Arroyo de la Luz en octubre de 2014. La colección de herramientas y herraduras que está contemplando ha sido donada por su familia”.   


Efectivamente, el maestro Agustín García Berenguer nació en la pequeña población cacereña de Villa del Rey el 8 de marzo del año 1929. Fue el más pequeño de una humilde familia numerosa de siete hermanos. Siendo un niño, con únicamente 11 años, tuvo que abandonar la escuela ya que su padre, mi abuelo, sufrió una gravísima enfermedad que le postró en una cama de la que ya nunca volvió a salir. Desde ese mismo instante tuvo que ponerse a trabajar en lo que pudo (cuidado de cerdos y ovejas de los potentados de la comarca), y así poder ayudar en el sustento familiar, al igual que hicieron el resto de sus hermanos, aunque todos ellos eran mayores que él. Como resultaba evidente que en su pueblo de nacimiento no había prácticamente trabajo que pudiera garantizar un futuro laboral, su madre le encontró en 1942, y poco antes de fallecer su padre, un empleo como ayudante del veterinario en la localidad próxima de Navas del Madroño.      
 Con este profesional, llamado D. Pablo, estuvo trabajando en un principio exclusivamente por comida y fonda y posteriormente recibiendo un pequeño jornal que enviaba casi en su totalidad a su madre, que estando viuda se encontraba, como un sinfín de mujeres de aquellos años, en el más absoluto desamparo por parte del Estado franquista. Con este veterinario permaneció hasta octubre del año 1946, momento de su fallecimiento. Con don Pablo aprendió no solo a herrar, una práctica que entonces dominaban todos los veterinarios españoles, también se adiestró en la forja de la herradura, subido a un cajón para poder alcanzar al yunque dada su corta estatura ya que no era más que un niño. También aprendió el resto de conocimientos de esta profesión como fue castrar animales, una especialidad que mantuvo a lo largo de toda su vida y con enorme éxito.
En noviembre de 1947, una vez que había fallecido este veterinario, en un día lluvioso, y una vez  que todos sus hermanos también habían emigrado de Villa del Rey, se desplazó hasta Arroyo de la Luz. La única pertenencia que portaba en aquel instante fue una pequeña maleta de tabla con algo de ropa recién lavada que le había entregado mi abuela Eugenia. En nuestra localidad comenzó a trabajar con un nuevo maestro herrador, “Jincaclavo”, apelativo que incluso mi padre recogió unos años más tarde, y una vez que quedó desligado de este profesional. El maestro “Jincaclavo”, que era como se le conocía en Arroyo, también era hijo de un veterinario y originario de Brozas, fue probablemente el herrador mejor considerado en la localidad arroyana durante la década de los cuarenta del siglo XX. Con él mejoró la técnica del herraje y aumentó sus conocimientos en veterinaria.

Fue durante este tiempo cuando conoció a la que iba a ser su compañera de viaje durante toda su vida, la arroyana Agripina Carrero, mi madre, otra joven también de familia muy humilde que por entonces se encontraba trabajando, “sirviendo”, en el domicilio de Dominica Molano Narciso y de  Juan Luis Cordero Gómez, escritor, poeta y secretario del Ayuntamiento arroyano, familia de la que siempre he escuchado buenas palabras en mi casa. Con el maestro “Jincaclavo” estuvo trabajando mi padre hasta que falleció. La hora del servicio militar que realizó en Madrid pudo trastocar todos sus planes en la profesión de herrador porque una vez concluido el servicio a la Patria, y al igual que estaban realizando numerosos extremeños de aquellos años, marchó a Vitoria donde comenzó a trabajar en una fábrica de fundición. Este trabajo en absoluto le convenció por lo que, de acuerdo con la que ya era su esposa, deciden deshacer el camino andado y en marzo de 1953 regresan, junto con una pequeña niña rubita y de ojos azules, mi hermana Eugenia, hasta Arroyo de la Luz para iniciar una nueva vida, ya definitiva, porque nunca más ni él ni mi madre saldrían de su pueblo.
Década de los cincuenta. Con el maestro Avelino
Los inicios en esta nueva aventura fueron terribles, los tres tuvieron que arrendar una casa de la calle Castillo. Una vivienda sin luz eléctrica, sin comodidad alguna y que, además, tenían que compartir con otros moradores, entonces una práctica muy habitual en nuestra localidad. No obstante, en esta nueva etapa encontró la ayuda de un tercer maestro herrador con el que siguió formándose algo más de un año, Avelino “El Churrero” y con el que terminó por conocer todos los entresijos de este oficio. El maestro Avelino fue el último profesional para el que trabajó en Arroyo de la Luz ya que en septiembre de 1954, y en connivencia con su esposa, decidió montar su propio negocio, su propia herrería, concretamente un local que tuvo alquilado en la calle Franco, hoy Derechos Humanos.
En este taller comenzó a tener una clientela cada vez más amplia y que se incrementó notablemente cuando decidió trasladar el oficio a un nuevo recinto, mucho más cercano a la zona donde vivían piconeros y “pelucos”, colectivos que conformaban el grueso de los que pasaron por el último y el que sería definitivo taller de herraje y herraduras de Arroyo de la Luz. Efectivamente, el 15 de enero de 1956, montó su negocio, primero alquilando el local por 60 pesetas mensuales, y años más tarde comprándoselo a sus dueños, en la calle Escuelas Graduadas, un taller al que quiso con toda su alma y del que durante sus últimos años de vida prácticamente no salía.
Que la economía familiar comenzó a mejorar resultó una evidencia. En el nuevo taller contrató al señor Julián “Monso”, recientemente fallecido y al que mi padre siempre tuvo en gran estima. Con él tuvo que realizar el primer gran encargo que recibió en ese taller, la elaboración de mil chapas que le fueron encargadas desde Zarza la Mayor para el herraje de vacas, algo que era menos corriente en Arroyo de la Luz. De la misma forma, con gran esfuerzo económico, y siempre con la ayuda inestimable de mi madre, en pocos años pudieron ahorrar el dinero suficiente para poder comprar por 28.500 pesetas a Germán Solano, y el día de reyes de 1960, lo que fue la primera de sus dos viviendas en el pueblo. Primer domicilio familiar en la calle Castillejos 33 en la que, por ejemplo, nació el que suscribe estas líneas.    

  Durante una década aproximadamente tuvo que competir con otros cinco maestros herradores de la localidad. Además del maestro Avelino se encontraban también trabajando como herradores arroyanos, Eugenio “El Pardal”, Gregorio Magro, el maestro Corominas, primo hermano de mi madre, y el maestro “Natalio”. No obstante, su gran destreza demostrada a lo largo de toda su vida, y el inicio de una emigración implacable de agricultores arroyanos a otras regiones españolas y a otros países europeos, que hizo que no hubiese trabajo para todos estos profesionales, provocó también en ellos una paulatina marcha de la localidad, o bien el abandono de esta profesión por parte de todos sus competidores.
Año 1965. Eugenia y Javier con sus padres.
Agustín García, Agripina Carrero y su hijo Javier en 1966

Década de los setenta. Modernización
Tanto es así, que desde 1966 quedó como el único maestro herrador en Arroyo de la Luz. Desde ese instante, herraje y veterinaria fueron el sustento vital de Agustín García Berenguer. No obstante, a pesar de ser ya el único herrador de Arroyo de la Luz, muy pronto la clientela local resultó insuficiente para un sustento familiar digno, por lo que no tuvo más remedio que comenzar a herrar en los pueblos cercanos, primero en Aliseda localidad a la que se acercaba los sábados y los lunes, y posteriormente en Navas del Madroño a los que se desplazaba un día por semana, pequeñas localidades extremeñas que debido también a la emigración se habían quedado desamparados de estos profesionales.


En plena faena. Principio de los setenta.
De cualquier forma, su visión empresarial provocó que no se conformara con el herraje sino que a principios de la década de los setenta decidió montar un negocio que le fue enormemente fructífero desde el punto de vista económico para su familia de mujer y cuatro hijos, la fabricación de herraduras a nivel industrial con la ayuda de un horno de fuel-oil. Desde su taller y durante dos décadas, salieron toneladas de herraduras que fueron vendidas por casi todas las regiones españolas, teniendo la necesidad de contratar obreros arroyanos que le ayudaran en la tarea, empleados como Luis “El Pinto” o Juanito, entre otros muchos. Su firma empresarial a partir de entonces comenzó a ser reconocida por decenas de profesionales y los pedidos de miles de herraduras fue una cotidianidad para sus dos hijos que aún quedábamos en el domicilio, y que colaboraron en su facturación.
Jesús García aprendiendo el oficio
Mi hermano Jesús, que también le ayudaba en el herraje de caballos y mulos, trabajó muy duro cortando, según tamaño, barras de hierro para fabricar las herraduras. Yo, en cambio, fui incapaz de aprender nada que tuviese que ver con el herraje, me limitaba a “facturar” los miles de kilos de herraduras que salían del horno y que llevaba casi diariamente a la estación de RENFE en la capital cacereña, material que trasladaba en el primer coche que mi padre pudo comprar, un Renault 4. También me encargaba todos los meses del “papeleo” en relación con las facturas y las “letras de cambio” que presentaba para su cobro en el Banco Hispano Americano después de rellenarlas en una máquina de escribir Olivetti Lettera 32.
Agustín García con su primer coche


Ficha para Renfe












No obstante, a pesar que sus hijos estaban involucrados y muy cercanos en su trabajo cotidiano, mi padre jamás quiso que ninguno de sus vástagos se dedicaran a esta profesión, sino que estudiáramos en la universidad, como así sucedió con los dos que aún permanecíamos en el domicilio familiar, estudios que él nunca pudo realizar y que lamentó profundamente a lo largo de toda su vida. Aunque se jubiló únicamente “de lo oficial” en 1994, Agustín García nunca abandonó el herraje, sus prácticas veterinarias y, especialmente, su fragua de carbón en la que siguió día tras día fabricando herraduras artesanales y colocándolas en los caballos cuando se acercaba la fecha grande de su localidad adoptiva, el Día de la Luz, tal y como reza el panel del Museo de la Veterinaria de Badajoz y con el que hemos iniciado este artículo.
Fragua. Taller Escuelas Graduadas.
Agustín García Berenguer, maestro herrador, falleció en Arroyo de la luz el 15 de octubre de 2014. Legó a sus descendientes una herencia en capital y en propiedades que repartió de manera equitativa entre sus cuatro hijos. Un caudal hereditario que ni en sus mejores sueños pudo atisbar cuando con sólo 12 años, en Navas del Madroño, estaba subido a un cajón de madera, debido a que no alcanzaba, y machacando unas herraduras sobre un duro yunque. Un cajón que era entonces su única propiedad material.


 Nota: Estas líneas están tomadas de las muchas horas que conversé con mi padre, especialmente durante sus últimos años de vida. También en las reflexiones que nos dejó escritas en un “libro” que elaboró mi hermano Jesús como trabajo manual durante sus estudios de magisterio. Un ejemplar que le hizo inmensa ilusión ya que siempre supo para qué iba a servirle. Aquellas hojas que estaban en blanco muy pronto comenzaron a llenarse de vivencias personales y familiares. Fueron casi cuarenta años redactando diversas notas cronológicamente entremezcladas y que concluyeron el día 30 de septiembre de 2012, cuando contaba 83 años de edad. Un libro de su puño y letra plagado de recuerdos muy tristes que según sus propias palabras, una vez que yo lo revisara y extrajera lo que estimara conveniente, debía entregar a mi hermana Eugenia para su custodia definitiva. Deseo paterno que evidentemente cumpliré, como no puede ser de otra forma.




5 comentarios:

  1. Hoy he cumplido, con tu ayuda, querido amigo Daniel, uno de mis deseos más queridos, dar a conocer la trayectoria de mi padre y su quehacer en esta vida con la inestimable ayuda de mi madre. No podía elegir mejor momento que el que nos ha brindado el Museo de la Veterinaria de Badajoz, una institución que albergará ya siempre su memoria. ¡Qué orgullo y qué honor!!!!!!
    Francisco Javier García Carrero

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  2. Qué orgullo poder ver el nombre del abuelo en tan ilustre organismo, haciéndose hueco finalmente en la profesión que él más admiraba: veterinario. Qué orgullo saber el enorme esfuerzo con el que construyó, no solo una gran familia (en número, al menos), sino un negocio fructífero, gracias a su capacidad de ver el mundo con otros ojos. Esos mismos ojos con los que se deshacía al mirar a "Pepi", su hija. En este sentido, qué orgullo saber que Mª José; tu hermana; mi madre; estaba presente siempre en sus pensamientos y escritos. Emborronando con su nombre y en numerosas páginas de aquel cuaderno en el que describía el duro oficio y el anhelo de querer ser veterinario. Pero, sobre todo, qué orgullo por el orgullo del abuelo cuando supo que sus dos nietos consiguieron ser lo que él añoraba.
    Finalmente... qué gran y enorme orgullo hacia mi madre, "su Pepi", al verla hablar hoy de su padre con los ojos brillantes y emocionada, y obviando el olvido al que se ha visto relegada. Y qué gran y enorme orgullo por mis dos hermanos veterinarios, que recibieron los consejos y enseñanzas de su abuelo y que, a día de hoy, han hecho lo posible por mantener vivo su recuerdo no solo en la determinación en la que llevan a cabo su profesión, sino facilitando el contacto para poder llevar a cabo tan magnífica exposición.
    Susana.

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  3. Todos estamos orgullosos de tu padre, querido Francisco Javier,al igual que lo estamos de ti. Un ejemplo de lucha, trabajo y superación de un hombre bueno como fue D. Agustín García Berenguer. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias querido poeta. Eternamente agradecido. Fuerte abrazo
      Francisco Javier García Carrero

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  4. Felicidades Javier, querido amigo, por tu artículo. Te faltaba en tu haber este reconocimiento, un ejemplo más como tantos hombres de honor que vivieron en tiempos difíciles. En breve visitaré el museo donde se honra ya eternamente su memoria. Orgulloso siempre de su esposa y familia por la que entregó tantas horas de trabajo y esfuerzo. Tu pluma una vez más se supera y permite con esas lecturas que nuestros recuerdos permanezcan vivos por siempre. Un fuerte abrazo desde Guadalajara. Tu amigo de siempre.

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