miércoles, 2 de octubre de 2019

32. EL CRONISTA: "BAR PACO (Una institución señera de nuestra juventud)"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Clientela en el Bar Paco

A lo largo de treinta años, entre 1970-2000, existió en Arroyo de la Luz un establecimiento que fue mítico en la población. Fue un bar muy singular, con una gran aceptación por parte de un colectivo social tremendamente variado y que aunque no se encontraba en el centro de la localidad, que era donde se ubicaban los establecimientos con más “categoría” de la villa, el Bar Paco no necesitó nunca de ese espacio central para que el local estuviese abarrotado de una clientela muy heterogénea y muy fiel la mayor parte de las horas en las que permanecía abierto, que eran muchas.
Efectivamente y con seguridad, el Bar Paco, aunque la inmensa mayoría de la población lo conoció como Bar “Guarrero”, tenía la clientela más variada de Arroyo de la Luz. Allí acudían los grupos sociales más “desfavorecidos”, pero también recibía, y casi diariamente, a las personas con más “pedigrí” que existían en la localidad, desde el secretario del Ayuntamiento, hasta la mayor parte de los distintos curas párrocos de la villa, o la totalidad de los alcaldes que se han ido sucediendo en los años en los que el “Guarrero” estuvo en funcionamiento.
Fiesta en el Bar Paco
 La historia del Bar Paco, Francisco Valiente Caro (Montánchez, 23 de febrero de 1936), tiene unos orígenes que se corresponden con la que fuera tasca de Juan Villar, su suegro, que fue el fundador de la taberna de Juan el Guarrero, en la década de los cincuenta del siglo pasado, una taberna al que acudían los ferroviarios de la Estación Arroyo-Malpartida para tomar su “botellina” y para discutir entre ellos de las distintas faenas que veían de las corridas de toros que retransmitía la televisión, un aparato que entonces era un lujo para la mayor parte de las casas particulares.
Pilar
Paco
Francisco Valiente, desde muy joven, y después de estar trabajando varios años en una fábrica de hilados en Mérida, arribó a Cáceres donde comenzó a trabajar con Valentín Pinilla. Siendo joven conoció a la arroyana Pilar Villar Aparicio, hija de Juan “El Guarrero”, con la que contrajo matrimonio después de un feliz noviazgo. Coincidiendo con la jubilación de su suegro en 1970 fue cuando decidió abrir el establecimiento con su propio nombre y con su propio estilo, aunque sin olvidar los orígenes del que era su padre político.
Juan el Guarrero en el Bar. El inicio
      Los inicios fueron duros porque, por ejemplo, el bar no tenía ni frigorífico para poder enfriar las bebidas. Para poder lograrlo Paco tenía una caja de madera forrada en cinc, que aún conserva, a la que se añadía un bloque de hielo que picaba y que compraba en la fábrica de Pablo Pérez. También disponía de tres garrafas que tenía forradas de “márraga”, que empapadas en agua las dejaba al “sereno” en el corral para que mantuviera fría esa bebida. Luego en 1973 compró una buena cámara frigorífica a José Bañegil, un electrodoméstico con el que siguió trabajando hasta el final de la historia de este bar.    

Familia al completo
El éxito del establecimiento lo podemos achacar a varias cuestiones entre las que destacaba, en primer lugar, la gran amabilidad, cercanía y familiaridad que tanto su dueño como sus dos hijos, Francisco y Juan Manuel, que eran los que generalmente estaban detrás de la barra, mostraban siempre con toda su clientela. No obstante, para los de mi generación, cuando éramos jóvenes entre los 18 y los 25 años aproximadamente, que rara era la noche que salíamos de fiesta y que no acabáramos en el Bar Paco como colofón final de la parranda, acudíamos también por algo muy evidente, pero no menos importante, en el “Guarrero” las cervezas eran mucho más baratas que en el resto de los establecimientos del pueblo. Y eso, para los que estábamos generalmente “tiesos”, tenía un valor muy considerable.
Penetrar en el Bar Paco resultaba siempre una experiencia agradable, generalmente te cruzabas con las mismas personas de siempre. Clientes que ya estaban allí, e invariablemente ocupando el mismo rincón, mesa o lugar del establecimiento, como si nunca se hubiesen marchado a sus respectivas casas. A veces, el cliente había pasado tantas horas en el bar que llegaba la hora del cierre y allí seguía porque no podía dar un paso, tal y como nos recuerda con una enorme sonrisa el que fuera su dueño. De hecho, fueron muchas las veces que Paco tuvo que trasladar como podía, en un “carrucho”, nos contó, a algunos de estos asiduos que ya habían perdido el control, “aquí te lo dejo”, señalaba al familiar, mujer o hijas, que franqueaba la puerta con cara de espanto, dado el aspecto lastimoso que llevaba el sujeto tumbado en el carro.
En otras ocasiones, en cambio, cuando ese cliente fijo entraba en el local y observaba que su puesto estaba ocupado por otro lugareño no asiduo en el establecimiento, su cara siempre se tornaba en un gran enfado, desagrado que detectaba el dueño sin ningún género de dudas, “tenías que estar aquí un poco antes, esto es lo que tienen los retrasos”, pensaba Paco, y con acierto.
Otra particularidad que siempre mostró al Bar Paco durante todos estos años es que acudían pocas mujeres, sobre todo cuando no era verano, pero lo que sí generalmente se percibía era el bullicio tan español, y que habitualmente soportan todos estos establecimientos populares. Un ruido que se tornaba en silencio inmediato cuando cruzaba la puerta del bar una pareja de la Guardia Civil con el capote tan característico de aquellos años a tomar un café, una bebida que allí se “tiraba” muy poco, como recuerdan perfectamente tanto el dueño como sus hijos. Con la presencia de los guardias el local parecía que había quedado semivacío. Era entonces cuando únicamente podía escucharse la televisión que estaba casi siempre puesta. Cuando se marchaba la Benemérita para continuar con su ronda, la subida del volumen de las conversaciones volvía a ser la tónica general en el local y de nuevo la televisión pasaba a un segundo plano.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, es fácil describir al Bar Paco como un establecimiento muy “familiar”. Tan es así, que cuando llegaba la tarde, y comenzaban las horas de las “partidas”, el dueño o sus hijos aprovechaban para dejar la barra sola e irse a comer con la total tranquilidad de que allí no faltaría nada. Los propios parroquianos vigilaban el local. Y eso que muchos no pagaban en el acto, porque no podían, y Paco tenía que anotar su débito en una libreta, llegando en ocasiones hasta contabilizar 7.000 mil pesetas de deuda. Otras veces, incluso el dueño les llegó a prestar dinero, “les entregaba la vuelta de mil pesetas, como si me hubiesen entregado ese billete, y a los pocos días se presentaban con el dinero adeudado”, nos recuerda.
Y es que Paco, rememora con nostalgia, y con total nitidez a pesar de sus 83 años ya cumplidos, que allí no hubo nunca un percance desagradable, y sí en cambio “muchas anécdotas graciosas y con final feliz”, como por ejemplo el olvido de una gran cantidad de dinero que un feriante dejó abandonado en el cuarto de baño, y que poco después recuperó con una cara completamente desencajada pensando que ya nunca más vería las ganancias de aquella feria que se instalaba en la Plaza de España. También nos habla con nostalgia de la cantidad de amistades que gracias al bar llegó a tener, y con tristeza nos señala que “muchos de ellos ya han fallecido”, como fue el caso de Juan Pedro León, el “Topo”, al que también conocían en el bar como el “Charlatán de la Taberna”, quizás hablara tanto por los 15 años seguidos en los que, enterrado en vida, no pudo hablar casi con nadie.
Francisco Valiente en la actualidad
La pistolina o cacipla
Pero si existe un producto por el que fue muy conocido en Arroyo el Bar Paco, luego puesto de moda en otros establecimientos de la localidad al que acudían personas mayores como sucedió con el Hogar del Pensionista, donde hoy se ubica la Oficina de Turismo, era por la famosa “pistolina” o “botellina”, también conocida como “cacipla”, el producto estrella y más barato del establecimiento. Efectivamente, la  “pistolina” era la típica botella de Pepsi-Cola o Coca-Cola llena de vino, que equivalía a unos 3 vasos. Un vino que les llegaba desde Valdefuentes a granel y que se envasaba en las distintas garrafas que Paco disponía después de la típica “chupada” con la correspondiente goma.
En conclusión, un establecimiento mítico de la localidad y con el que estuvo perfectamente incardinado durante sus treinta años de existencia. Llegó, por ejemplo, a promocionar como “mecenas” un magnífico equipo de futbol-sala, “Bar Paco”, pagándoles a los jóvenes participantes toda la equipación necesaria para que pudieran participar en las ligas que año a año se celebraban con enorme éxito en la población en la cancha del Pozo del Hambre. Un equipo que obtuvo grandes resultados durante los años que vistieron aquella camiseta roja.
Equipo de fútbol sala
En el año 2000 el Bar Paco echó el cierre, pudieron continuar con el oficio cualquiera de sus dos hijos, y el éxito hubiese estado asegurado, pero ninguno de sus vástagos optó por este trabajo al que catalogan como muy duro y, sobre todo, “muy sacrificado para mujer e hijos e incluso para toda la familia que tienes cerca”, dirán al unísono tanto Juan Manuel como Francisco. Y nos ponen un ejemplo para que veamos el sacrificio que es tener un establecimiento de esta índole, “hasta que el bar no se cerró, no conseguimos cenar junta toda la familia”. Y es que habían echado en falta esas actividades que todo niño está encantado de compartir con sus padres, “yo siempre tenía que ir con mis tíos, a la feria, por ejemplo, porque mi padre esos días era cuando tenía más faena”, nos señala su hijo con gran nostalgia.
Cuadro del Bar Paco
En la actualidad, del bar ya no queda casi nada, una parte de los azulejos que adornaban aquel espacio, y poco más, como el cuadro de aquella semifinal de la copa de Europa que el Real Madrid jugó en mayo 1968 y que tantas veces observé en aquel recinto. Pero sobre todo lo que perdura en nuestro amigo Paco son los muchos recuerdos que atesora de toda su variopinta clientela, especialmente cuando lanza con gran maestría, por cierto, la bola de la petanca, el deporte que desde hace 5 años ocupa buena parte de su tiempo como jubilado feliz, y que esperemos que sean muchos más.      
Paco y Pilar en la petanca
Estado actual donde se ubicaba el Bar Paco