lunes, 17 de diciembre de 2018

EL TROVADOR: "CINCUENTA AÑOS NO SON NADA"

Por Máximo Salomón Román

           El Trovador de Arroyo de la Luz

“Hace falta que algo cambie para que todo siga igual”. Esta es la paradoja que exponía Tomaso de Lampedusa (1896-1957) en su novela “El gatopardo”. Traigo dicha cita a colación con la intención de contradecirla, hoy más que nunca, cuando se cumplen las “Bodas de oro” de nuestro instituto. Y es que fue preciso que algo cambiara para que ya nada fuera igual. A Arroyo de la Luz se le concedía un instituto. Ello marcaría un antes y un después en la sociedad arroyana y, me atrevería a decir, que en la de los pueblos vecinos.

…Y aconteció que, llegado el mes de octubre de 1968, ese año grabado en la historia estudiantil por el famoso “mayo francés”, se inauguró el instituto, que fue, en realidad, un anexo más, esto es, una prolongación a 20 kilómetros de distancia del Instituto el Brocense de Cáceres, ya que comenzaba a funcionar como Sección Delegada. Atrás quedaba en el tiempo aquella tarde soleada del mes de febrero del año 1966 en la que todos los escolares, adultos y fuerzas vivas del momento nos dimos cita en las inmediaciones del Río Pontones para ser testigos de la colocación de la primera piedra. Ahí quedan para el recuerdo las imágenes en blanco y negro que lo acreditan.
 Se abrieron las puertas del flamante edificio que comenzó a funcionar, creo, con cuatro primeros cursos, tres de chicos y uno de chicas. La separación por sexos era una de las consecuencias, aún vigentes, del llamado “nacional catolicismo”. Las niñas ocupaban la zona más próxima al río y los varones las aulas opuestas. También, cursaban segundo de bachillerato otro grupo de alumnos (creo que por el número de matrícula funcionaron de forma mixta) que habían preparado su primer curso, con notable éxito, con nuestro entrañable don Juan Ramos. Aunque deseo reflejar bastantes nombres de alumnos y de profesores, no pretendo que al lector le resulte tediosa la lectura sino, más bien, enriquecedora. Posteriormente, es de justicia que aparezcan los profesores, toda vez que fueron actores de nuestra educación. No deseo repetirme en lo ya expuesto en otro artículo sobre nuestro instituto (ver “Del Brocense al Luis de Morales) aunque, inevitablemente, haré alusión a algún punto.
 Ese curso 1968-1969 contó con alumnos y alumnas, ya en segundo, tales como Emilio Durán(q.e.p.d), Luisa Parra, José Luis Solano, Víctora Higuero, José Luis Lozano, Julio(rubio), Francisco Giraldo, Pepi Carrero(q.e.p.d.),Marcelo Domínguez, Francisco Lozano, Mariluz Bernal….También, de los pueblos vecinos se incorporaba alumnado, tales como Godoy o Cabezalí que procedían de Aliseda, o Nacha y Diego Millán que lo hacían de Malpartida. La estación de ferrocarril de Arroyo- Malpartida aportaría en estos años un notable número de alumnos.
En cuanto a los alumnos que se iniciaban en el primer curso los había de diferentes edades, desde los diez a los trece años. Nombres como Jesús García, Félix Bernal (q.e.p.d.), Julio Castaño, Germán Moreno, Lorenzo Morato, José Chaves, Fernando Cáscales, Domingo Ramos, Lorenzo Pérez, Julio Salomón, Patricio Morejón, Felipe Holgado Morejón, Ángel Delgado, Juan Lucio Ramos, Luis Santano, Jesús Iglesias, Olegario, Daniel González… o féminas como Martina Carrero, Ángela Panadero, Benita Manchado, Ángela Pallero, Julia Pascasio, Martina Salgado, Maricarmen Rodríguez. Además de todos estos arroyanos, un número considerable de foráneos venía a engrosar las exitosas listas que todo lo novedoso conlleva. Así, de Navas del Madroño llegaron Joaquín, Bruno, Antonio Flores y Paco Macías; de Aliseda, Paco Bejarano, Pepe, Jesús Madera; de la Estación, Teresa Canelo, Fco. Javier Manzano, Eugenio Jiménez Talavera, Juan Carlos Maya Montero, Emilio Morato Naharro, o Manuel Martín Montero, entre otros.
Puesto que el instituto era una Sección Delegada, a todos los efectos el Director era el de Brocense. Para nuestro centro se nombraba un Jefe de Estudios adjunto. Así, la primera designación recayó en Angelines Fuertes, especialista en ciencias químicas. Impartiría Ciencias de la Naturaleza, al igual que Mercedes. El idioma que se ofrecía, entonces, era el Francés. Maria de la Luz López, hija de un maestro de muchos de nosotros era la encargada de impartir la lengua de Víctor Hugo. María Jesús, Antonio Muñoz (profesor de matemáticas) y Abelardo Ibáñez ( sensacional impartiendo dibujo) quien te hacía dibujar desde tu propia mano hasta cualquier objeto que encontrara, ya fuera una guitarra o un alacrán en alcohol. Enrique García Carrasco era el profesor de Geografía e Historia. La asignatura de Valores, entonces Formación del Espíritu Nacional era competencia de una de las mejores personas que he conocido:  Luis Martínez Sierra. La Educación Física (vulgarmente la llamábamos “gimnasia”) corría a cargo de don Joaquín Plata a quien veíamos llegar cada tarde a las cuatro y media con su seiscientos. Y la Religión, era cosa de don José Cordovés (con “V”), el cura de san Antón. Fue el, el verdadero artífice y alma de nuestro instituto al que defendió tanto a la hora de su construcción como en momentos difíciles, circunstancias que relato en otro artículo. No en vano, escribió al propio Muñoz Grande para ello, tal y como en cierta ocasión me relató Tirso, otro profesor de nuestra época.
En el curso siguiente llegó la desbandada, esto es, el abandono por parte de muchos alumnos, consecuencia de la criba del momento y la posterior selección de aquellos que realmente estaban en disposición de estudiar. Alumnos de la segunda promoción son Guillermo Collado, Juan José Higuero, Emeterio Molano, Domingo Lumbreras, Pepe Terrón, Hortensia Braganza, Isabel Collado, Toñi Olgado, Cipri Terrón, Maribel Plata, Vicenta (Membrío)Inés Mendo, María del Carmen Bañegil…, además de foráneos de los pueblos vecinos, tales como María Isabel Plata de la Estación, Picado y Felipe de Aliseda o Pedro Manuel Castela, de Malpartida.
Y llegamos los de la “tercera promoción”. Comenzábamos un nivel (1º) que se cursaría por última vez. Era el ejercicio 1970-1971, precisamente el último curso que se estudiaba el famoso PREU(preuniversitario), ya que al año siguiente sería sustituido por el COU. Conforme avanzábamos cada año, ese curso iba desapareciendo, así en cuatro años, el Bachillerato Elemental pasaba a ser historia. Habría incorporaciones desde la antigua Primaria a 3º de Bachiller Elemental, a fin de reengancharse a estudios superiores. Era don Antonio Muñoz el Delegado-Jefe de Estudios a partir de ese curso e impartía Matemáticas a las chicas. Los varones recibíamos esa materia por parte de Miguel, un mallorquín penene, Abelardo seguía con su magistral clase de dibujo (incluso de manualidades), Remedio impartía Lengua, Concha Matas, Francés…el resto del profesorado no había variado. Chicas como Pupe Rodríguez, Mamen Plata, Obdulia, Rosa, Loli Olgado, Josefina Gutiérrez, Luisa Aparicio, Choni Marín, Isabel Márquez , Fermina Tejero ( de Membrío) Delia y Esther Martín Cabezalí ( de Aliseda), entre otras, a buen seguro que los recuerdan. Entre los chicos, mi entrañable amigo José Collado(Risi, q.e.p.d.), Santos Salomón, José L. Bermejo, Lucio Fondón, Felix J. Lucas, Eulalio Molano, Gervasio, José L. Cabeza, Pablo Terrón, Lázaro Santano, Manuel Ruano, Jesús María Ferrero,Luis Parra…., de Arroyo, Juan Manuel Galán de Navas, Juan Carlos y Luis Manuel de Aliseda, Vicente Gómez y Migui de la Estación, Felipe, Juan Carpa y Paco González de Malpartida, veníamos a completar la lista de alumnos, siempre separados por sexos.
Aquellos alumnos que suspendían tres asignaturas sufrían las consecuencias de tener que retornar a la escuela para acabar la Primaria, toda vez que el curso se iba eliminando.
El año de segundo seguía don Antonio Muñoz de Delegado-Jefe de Estudios (nosotros le teníamos como el Director) y se incorporó profesorado nuevo. Así, Marcelino en Matemáticas, Maribel (Bele) en Lengua, Manuel Navareño en E. Física o Félix Candela en Ciencias Naturales. Este último profesor nos llevaba al castillo y nos mostraba los huesos del cuerpo humano a partir de algún esqueleto yacente en aquellos nichos que estaban abiertos, tal y como relato en el otro artículo ya mencionado.
Pero a aquellos alumnos que se habían incorporado directamente al segundo curso en el momento de la inauguración se les planteaba un problema. La Sección Delegada arroyana se había programado para estudiar Bachiller Elemental por cuanto ellos habían finalizado en la misma y suponía marcharse a Cáceres para realizar el Bachiller Superior. Pero ahí estaba don José, el cura y profesor de Religión que, una vez más y no sería la última, movía ficha ante las autoridades. Y en Arroyo, que ya se perseguía independizar el instituto, se permitió cursar el Bachiller Superior. Así, la primera promoción de cuarto, tras realizar la reválida (primeramente sería obligatoria y luego, voluntaria) accedió a quinto de bachiller. El instituto crecía por arriba, pero se iban eliminando cursos por abajo. Los que promocionamos a 3º vimos como desaparecía 2º (consecuencia de la Ley de E.G.B. de Villar Palasí). En este curso sería don Enrique García Carrasco el Delegado-Jefe de Estudios. Se incorpora nuevo profesorado. Así, César para Lengua y Literatura, Tirso Moreno para Física y Química, Miguel Delgado en Matemáticas, José Fragoso en Educación Física o Manuel Iglesias Oreiro( el gallego que decía “ la sopa coce”), para Francés. Dos anécdotas de esta época fueron, de un lado, el nerviosismo que manifestaba los alumnos con los exámenes de Física y Química de Tirso (algunos como Jesús Mª Ferrero se cruzaban los dedos, rezando); la otra está relacionada con el fatídico accidente de Aliseda por san Juan. César González, el profesor de Literatura se enteró de la noticia y mal informado de alguno de las víctimas, alumnos del instituto, marchó a Aliseda. La sorpresa fue que alguien, al que se incluía entre los fallecidos, se lo encontró caminando por la calle. Se bajó del coche y le dio un fuerte abrazo. Así me lo relataron.
Y promocionamos a cuarto curso el año que en Arroyo se cursaba por primera vez COU. Se incorporaban nuevos profesores; así, Javier, un mallorquín que impartía Latín o Maribel con su Historia y Griego. Durante este curso y el siguiente (últimos en la dependencia del Brocense) se haría cargo de la Delegación-Jefatura de Estudios César González. Seguíamos separados los chicos de las chicas, al menos en nuestra promoción, aunque, también sería el último año. Nuevos alumnos se incorporaban. Así, Cándido Moriche, Fernando Clemente, Vicente Tato…Era el curso en el que se comenzaba a tener algún éxito deportivo, como en el caso de Luis Marchena que obtendría una medalla en el Campeonato de Campo a través celebrado en Casar de Cáceres; también, en voleibol; y algún premio de redacción del concurso que promocionaba la firma Coca-Cola. Las fiestas en el gimnasio y las exhibiciones con aviones que nos hacía Javier Collado (el amigo de Pérez Reverte), todo ello con motivo de la festividad de Santo Tomás de Aquino, quedaron siempre grabados en nuestra historia personal.
Un año después, el Bachiller Elemental era historia. Mi promoción accedía al Bachiller Superior y en Arroyo se luchaba por tener un instituto independiente de la capital, algo ansiado desde tiempo. Aún seguiríamos dependiendo de Cáceres un curso más. Poco varió el profesorado pero se incorporaron algunos alumnos tales como Vicenta Anduro (Membrío), Juana Mª(Aliseda), Mª del Carmen Manzano (Malpartida)el Capi Leonardo (Navas), Paco Acedo y José María (Brozas), Ángel Luis Millán . La ratio del instituto había descendido tanto que se plantearon convertirlo en escuela. Ahí estuvieron el presidente de la Asociación de Padres, don Santos Salomón y , de nuevo, don José Cordovés para dar el do de pecho ante las altas instancias. La implantación del BUP ayudaría a mantener el Centro.
Y llegó sexto curso. Y se consiguió el objetivo. Así, el primer día de nuestra feria, el 12 de septiembre de 1975, la Sección Delegada gozaba de autonomía propia y se convertía en el Instituto. Y, por primera vez, se nombraba un Director que, como anécdota, tardó unos cuantos días en llegar. La nominación recayó en Juan Castell Quiles. Asumía la Jefatura Tirso y la Secretaría César. Castell impartía Literatura en sexto curso y Lengua en Cou. ´Manuel iglesias, el de Francés que impartía, además, Filosofía y de forma magistral. Incluso te prestaba libros para que te engancharas (Luis Santano puede dar buena fe de ello)
De otro lado, en este curso se implantó el BUP que daba continuidad a la ley de EGB. Por cierto, la tercera planta del edificio albergaba, de forma provisional, el ciclo superior de la EGB (6º,7º y 8º) toda vez que estaba en construcción el Centro del Cerro de los Ángeles. Algún profesor nuevo se incorporó. Recuerdo a Mariano y a José A. Clemente. Ese año celebrábamos por primera vez el Día del Árbol, el 21 de marzo. Visitamos la dehesa arroyana y el entorno de la ermita. También, comenzamos con las ligas de Fútbol-Sala que arbitraba Mariano. Y había que poner nombre al Instituto. El de la Patrona ya estaba en Primaria. Castell propuso el de Fray Luis de Granada como alternativa al de Divino Morales, la otra opción. Y ,puesto que enfrente existía un hostal con ese nombre y una plaza, también lo ostentaba, se eligió el nombre de pila del pintor pacense: “Luis de Morales”. Hermosas eran las canciones con las que nos deleitaba Hortensia (Holeta) en los días previos a la Navidad con su guitarra, o la imitación que el liseño Picado hacía del cineasta Alfonso Sánchez. Los chicos del BUP montaban su particular teatrillo (Maxi Pelín, Lucio Carbonilla, Javier Lozano…). Aquel año, muchos nos presentábamos a la reválida de sexto, aunque ya no era obligatoria.
En el ejercicio siguiente desaparecía sexto y se implantaba un segundo año el BUP. Seguía Castell de Director y los de mi promoción alcanzábamos el COU del plan de Bachillerato. Se incorporaba algún profesor nuevo, como en el caso de Maribel (Bele, q.e.p.d.) que retornaba después de cinco años para darnos Francés. Algunos alumnos repetirían algunas asignaturas al curso siguiente, ya que el BUP se alargaba un año con respecto al Bachiller Superior y aún no eran engullidos. Era el último curso de orientación del antiguo plan de estudios.
No quisiera obviar a dos personas que siempre estarán presente en la mente de los que pasamos por el Luis de Morales. De una parte, Eloísa Moreno, del sector de la limpieza Esta mujer mandaba más con el palo de su escoba que todo el profesorado junto. Nos tenía siempre en vilo, incluso más que cualquiera de los bedeles que se sucedieron en esos años. En segundo lugar, la referencia es José Antonio Calderón, administrativo y enorme, tanto en lo físico como en el corazón. Muchas eran las ocasiones en las que nos preguntábamos como una persona tan grande podía caber en aquel seiscientos.
Fueron pasando los años, las décadas, el tiempo…Y a Castell le sucedieron directores y directoras como Jacinto Pérez, Antonio Muñoz o Belén Martín. Otros fueron, Sofía Santos Mayordomo, Eduardo, Jesús Galavís, Amparo Vega, Paula Cancho o Juan A. Cáceres. Cerraría el siglo XX, Elías Sánchez. Entrado el siglo XXI sería Joaquín Paredes el encargado de dirigir durante una década, aproximadamente, a nuestro centro, para dar paso a Enrique Pérez.
Muchos fueron, y son, los profesores que en estos cincuenta años impartieron enseñanza en el instituto arroyano. A los ya mencionados podríamos añadir una lista casi interminable. En nombre de todos y cada uno de ellos quisiera recordar a algunos que conocí personalmente, o bien, por referencia de mis alumnos particulares. Tal es el caso de Paco (químico), Pepi Canal, Fernando Claros, Serafín, Felipe, Eusquiza, Javier Muriel, Concha (Física y Química) o el incombustible y buenazo de Antonio Muriel (Geología). Con la ESO, compañeros de profesión y magníficos profesionales como Pilar Castanedo, Pepe Fragoso o Justo Cardador.
En los años ochenta y noventa, tanto a nivel particular como en el colegio público, tuve la oportunidad de dar clases a muchos de los alumnos que, más tarde, formarían parte de los discentes de nuestro instituto. Y disfruté enseñando matemáticas, física o química a excepcionales arroyanos y, tal vez, a la mejor promoción de toda mi carrera profesional. Nombres como Rafael Leal, Carolina Sanguino, Javier Santano, Enrique Robledo, Justo Padilla, Victoria Clemente, María José Collado, Sergio Durán, Julio de Sande o Daniel Álvarez,  son algunos de los muchísimos alumnos que pasaron por mí y que , a buen seguro, dejaron muy alto el Luis de Morales.
Y los tiempos cambiaron. Y con ellos, los proyectos, los planes de estudios (¡hasta el color de la fachada del centro que pasó de rojo a blanco!); se amplió el instituto con la incorporación de los terrenos del antiguo cuartel de la Guardia Civil y se hicieron usuales las excursiones al extranjero en la época de Semana Santa y las cantinas de san Pedrino que sufragaban, en gran medida, los gastos de aquellas. Nuestro instituto dio profesionales excelentes desde médicos, enfermeras y enfermeros, maestros, arquitectos, ingenieros, escritores, cronistas, historiadores, militares, músicos, …e incluso, curas. Hoy Arroyo de la Luz puede estar orgulloso de su otra “joya de la corona”, esto es, de su Instituto. Cinco décadas para la oportunidad de un pueblo de crecer en conocimientos, de moldear el alma y el corazón de tantos talentos y de recordar, particularmente, a ese profesor que –por encima de todos- no cejó en su empeño, sobre todo en los momentos más complejos, de que Arroyo contara con un instituto: don José, “el cura de san Antón”. A él, a todos los profesores y a todos los que un día estudiamos en nuestro instituto va dedicado este recuerdo, aunque queda mucho por dar. ¡Felicidades!
(Para más información en mi artículo “Del Brocense al Luis de Morales”















domingo, 2 de diciembre de 2018

23. EL CRONISTA: "ARROYO: UN PUEBLO DE GOLOSOS"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz


Cuando Pascual Madoz Ibáñez, un ministro navarro de Hacienda liberal-progresista, y artífice de la famosa desamortización que lleva su nombre, describió las particularidades económicas de Arroyo del Puerco a mediados del siglo XIX, un estudio que transcribió en su monumental “Diccionario estadístico e histórico de España y sus posesiones de ultramar”, no atisbó en ningún instante fábrica alguna que elaborara chocolate en nuestra localidad. De cualquier forma, y a diferencia de la actualidad, disponíamos por entonces de un buen número de fábricas (unas 60 de alfarería de loza basta, varias de telares de lienzos y paños, otra de jabón blando, 2 de aceite, 17 fábricas de harina e incluso un lavadero de lanas, el de San Miguel), pero ninguna todavía se dedicaba en esa fecha a la obtención de un producto que tendrá un enorme éxito entre nuestros antepasados desde los últimos años del siglo XIX y hasta la actualidad: el chocolate.
No hace tantas semanas la profesora Asociada del Departamento de Humanidades de la Universidad Cardenal Herrera, Ana Vega Pérez de Arlucea, nos contaba en la sección de cultura y sociedad del Diario Hoy, una historia muy curiosa e interesante, la de Matías López, un español de familia humilde que gracias al negocio del chocolate logró amasar una gran fortuna y que llegó, además, a ser nombrado senador vitalicio del reino de España por el monarca Alfonso XII, aunque ella en su artículo periodístico por error creyó que había sido Alfonso XIII y así lo señaló. En Arroyo, sin llegar a tener nunca un empresario que llegara a ese estatus social, también hemos tenido a lo largo de los últimos 130 años diversas empresas e importantes fábricas que se dedicaron con enorme éxito, algunas de ellas, a la elaboración de este manjar, y es que resulta más que evidente que Arroyo, ya fuese del Puerco o de la Luz, siempre ha sido un pueblo muy goloso (me incluyo, y mucho).
Bien es cierto que, aunque fuimos los españoles, una gran parte de ellos extremeños, los primeros europeos que pudimos degustar en las “Indias” aquel maravilloso producto, no lo es menos que tardamos muchos años en difundirlo en nuestro continente para que el chocolate se identificara plenamente con nuestro país. Tuvieron que ser ingleses y holandeses los que nos abrieran los ojos en los primeros años del siglo XIX para que este producto, unas décadas más tarde, fuese una realidad en la mayor parte de las regiones españolas.
chocolate en las Candelas
El chocolate durante todo el siglo XIX y los primeros años del XX siempre fue considerado como bebida y ha permanecido con ese concepto, aunque ya no exclusivamente, hasta la actualidad. Por eso, desde el primer instante en que en nuestra localidad aparecieron las primeras fábricas, todas ellas tuvieron una gran popularidad y aceptación, al igual que sucedía en el resto de España y tanto, o más, como el té significaba para los ingleses. El café, en cambio, ha sido una costumbre culinaria mucho más tardía, ya en pleno siglo XX, fundamentalmente después de la Guerra Civil.

Chocolates Cirilo
Que el nuevo producto que comenzaba a consumirse de manera asidua en España podría convertirse en un negocio floreciente fue vislumbrado por nuestros antepasados desde los últimos años del siglo XIX y primera década del XX. Dos serán las fábricas que muy pronto comenzaron a elaborar durante aquellos años este exquisito producto en nuestra población. Por una parte, el que se difundía como “El mejor chocolate que se conoce”, el de Cirilo H. Herrera, que en su propaganda nos apremiaba a que lo pidiéramos en todas partes gracias a su excelente gusto y sabor. Por otro lado, además del anterior, y fundada unos años más tarde que la de Cirilo, se encontraba la “Fábrica de Chocolates de Lorenzo Tomé”, que indicaba en su reclamo más llamativo para toda la provincia de Cáceres que su producto era elaborado “a brazo”; o lo que era lo mismo, de forma tradicional y molido por consiguiente a mano. Y es que cuando durante estos años se difundía que el chocolate era “elaborado a brazo” estábamos ante una indicación o símbolo de calidad culinaria.

Chocolates Tomé
Chocolates Los Cinco Duros
En los primeros años del siglo XX, la empresa de Cirilo, imaginamos que por jubilación o defunción del empresario, comienza a estar regentada por su hija, nueva fábrica de chocolate que bautiza como la de “Los Cinco Duros”. Un chocolate que también se señalaba como “elaborado a brazo” por Pablo Jiménez Gallego. No fueron muchos años los que esta fábrica estuvo en activo porque en 1909 ya tenemos detectada una nueva firma comercial en la localidad, una empresa que llegó de alguna forma para sustituirla, la Fábrica de Chocolates de Braulio Arroyo Magdaleno. Nueva compañía que se publicitaba en la prensa regional como la sucesora del magnífico chocolate que anteriormente había puesto en el mercado Cirilo Herrera. Esta fábrica estaba ubicada en la calle Larga nº 3; es decir, donde hoy residen María del Carmen, Ángel Luis e Isabel Bañegil Vaquero. Dentro de su producción este empresario, Braulio Arroyo Magdaleno, patentó una marca muy concreta en su producto, la de los “Cinco Duros”, mismo nombre que le había puesto a la empresa la hija de Cirilo, un lema que difundió entre los extremeños en general y arroyanos en particular con cierto éxito, asegurándoles, además, que si querían almorzar bien pidiesen siempre esa marca concreta de sus chocolates.
Braulio chocolates
Calle Larga 3
(Fábrica de Chocolate de Braulio)

Braulio. Almorzar bien.
A partir de la segunda década del siglo XX a las anteriores empresas les sustituirán dos firmas comerciales que tuvieron un gran éxito con todos sus productos. Efectivamente, a lo largo de la década de los veinte y de los treinta del siglo pasado, hasta finalizada la guerra civil, serán Rogelio Grados y Pedro Caballero Guzmán los que llevaron la elaboración del chocolate arroyano a cotas mucho más elevadas, y eso que ninguno de los dos tuvo a este producto como su única fuente de trabajo. Ambos, además de poseer una fábrica donde elaboraban un magnífico chocolate, reconocido mucho más allá de las estrictas fronteras locales, también disponían de otros negocios. Concretamente, Rogelio Grados, que fue uno de los primeros empresarios en poseer teléfono particular, se dedicaba a la compra-venta de cereales y Pedro Caballero Guzmán también regentaba una tienda donde vendía tejidos, paquetería y coloniales.
   Chocolates Virgen de la Luz
       (Pedro Caballero Guzmán)
Chocolates R. Grados. Arroyo

 Durante varios años estos dos empresarios mantuvieron una sana y constante disputa por elaborar el mejor chocolate de Arroyo, los dos utilizaron presentaciones cada vez más llamativas y atrayentes para el público. Ambos emplearon para sus mejores productos un formato semejante con diseños de cartelería troquelada muy sugestiva para los posibles compradores. Rogelio Grados daba a conocer su mercancía con su propio nombre (con marca registrada), pero Pedro Caballero Guzmán bautizó a sus excelentes elaboraciones con el calificativo de Chocolates La Virgen de la Luz. Este segundo empresario tenía su fábrica en calle Ronda nº 46 y el despacho con la oficina se encontraba en la calle Albuera 2ª en el número 2. Ambos utilizaron materias primas de gran calidad, Rogelio, por ejemplo, compraba a un importador de Santander el cacao “Caracas Irapa”, un producto que llegaba desde la zona cacaotera del estado de Sucre (Venezuela) y que retiraba en la estación Arroyo-Malpartida. Este cacao le permitía afirmar que los chocolates de Rogelio Grados “son muy ricos y por su pureza y buen gusto son los más solicitados en toda Extremadura”, y no le faltaba razón.
Rogelio Grados. Marca Registrada
Finalizada la guerra civil, nuevas empresas vinieron a tomar el testigo de las anteriores, y mucho más porque la de Pedro Caballero Guzmán tuvo graves problemas con las nuevas autoridades del país ya que su administrativo y mano derecha del empresario, Celestino López Sánchez, que aunque no era arroyano de nacimiento, es uno de los muchos paisanos que también conocieron las cárceles franquistas, aunque esto, obviamente, es una historia completamente diferente y alejada del artículo que estamos presentando.
La Competidora.
Fábrica de Chocolates
De esta forma, muy pronto aparecerá una nueva empresa chocolatera en la población, la “Fábrica de Chocolates de la viuda de Sixto Muro”, una empresa que se encontraba situada desde los primeros años cuarenta del siglo XX en la calle San Antón nº 25, y cuando Arroyo ya era de la Luz. A esta empresa le sustituirá la de Juan Muro Tejado que fue el sucesor de la anterior propietaria, y que bautizó a su nueva y gran fábrica como “La Competidora”, una firma chocolatera de gran éxito en Arroyo en la que desde la década de los sesenta el representante encargado de las ventas fue otro de los empresarios de gran éxito en la localidad, José Bañegil.
Isabel Macía

Luego llegarían las pequeñas empresas locales, aquellas que comenzaron a renovar y ampliar los productos a la venta. Aunque la base de muchos de sus apetitosas presentaciones llevaba el chocolate como elemento base, todo se diversificó mucho más. Son los comercios-pastelerías de los de mi generación y posteriores. Empresas que vendían generalmente al por menor y que elaboraban en la trastienda de ese mismo espacio físico. Son los años de la Dulcería, Bombonería y Repostería de Isabel Macía, que se publicitaba como “única en su clase” y ubicada en la calle Luis Chaves nº 27 (sublimes sus mangas gitanas). También estaba en la plaza del pueblo el establecimiento de la señora Mercedes y sus hermanas, Pastelería San José quienes elaboraban unas “bambas” inigualables; o la Pastelería Rafael, recientemente cerrada por jubilación y que se encontraba en la calle Virgen de la Luz.
Fueron los años en los que los niños y adolescentes salían a las calles de la localidad para jugar con sus amigos después de las clases de la tarde, porque entonces teníamos clases después de la comida, la época de merienda nacional después de las privaciones de décadas anteriores. En pantalones cortos salíamos con un balón debajo del brazo y en la otra un bocadillo de pan al que se acompañaba un trozo de chocolate, en muchas ocasiones de Nogueroles, una marca que se vendía como el “mejor de los mejores”, chocolate de ámbito nacional pero que también tuvo sucursal y gran aceptación entre nuestros convecinos.
Nogueroles
En definitiva, las fábricas y tiendas de chocolate, un modelo de empresas que siempre gozaron de gran vitalidad en Arroyo del Puerco-de la Luz. Negocios que en la actualidad también logran saciar ese “alma golosa” que el arroyano siempre tuvo, tal y como hemos visto a lo largo de este artículo. Empresas como la Pastelería-Dulcería Santa Ana en el número 16 de la misma calle; o la Dulcería Artesana Pastelería Beatriz, en la calle Castañeda nº 10; El Horno de Isabel, en la calle Valencia nº 34; el Horno de Dulces Artesanos de Marisa en la calle Barrial de Santa Ana; la Panadería Arroyana en San Pedro de Alcántara o el negocio de Dulce Tentación en la misma calle que la anterior. Todas ellas, aunque te vendan muchas otras delicias con distintos ingredientes, el chocolate nunca faltará en sus muchas exquisiteces.
Chocolates. Diario hoy. Octubre 2018
 Nota final: Ignoro si será el Karma, pero el pasado 24 de noviembre, cuando ya tenía concluido este artículo, en el partido de vóley de las “princesas arroyanas”, magnífico encuentro como siempre, el que suscribe estas líneas fue agraciado en el sorteo que realizan en cada partido con una magnífica tarta de Dulce Tentación, una delicia que llevaba chocolate, por supuesto y que ya ha pasado a mejor vida, afirmo. 
Tarta de Dulce Tentación