viernes, 2 de octubre de 2020

41. EL CRONISTA: "MANUEL MONTERO. UN ALCALDE CESADO FULMINANTEMENTE"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz 

Manuel Montero Rodríguez

El día 30 de septiembre de 1953 el alcalde de la localidad, Manuel Montero Rodríguez, recibió en su despacho del Ayuntamiento y llegado desde el Gobierno Civil de la provincia un telegrama que le dejó poco margen de dudas. El mismo venía rubricado por el gobernador civil, un doctor en Derecho y fiscal de profesión originario de Pamplona, Antonio Rueda Sánchez-Malo, quien llevaba al frente del puesto más importante de la provincia de Cáceres desde el año 1946. Con un tono imperativo el documento señalaba lo siguiente, “Preséntese en mi despacho oficial el día tres del mes de octubre a las doce horas de su mañana. Punto”.
Orden de presentación ante el gobernador

Y es que desde el día 10 de septiembre de ese año, y desde hora muy temprana, concretamente desde el momento en que se encontró en su mesa de despacho el ejemplar del periódico Hoy de aquella jornada, el gobernador civil Antonio Rueda había montado en cólera. Efectivamente, aquel día un titular de prensa había provocado un malestar de tal intensidad en todo el Gobierno Civil que su titular ya no se detuvo hasta que el protagonista esencial de aquella verídica historia que se contaba sobre nuestro pueblo, nuestro alcalde Manuel Montero, fuese cesado de manera fulminante. Una destitución que se produjo el mismo día en que fue llamado en tono tan exigente a la sede del Gobierno provincial de Cáceres.

Titular del Periódico Hoy (septiembre de 1953)

A pesar de lo que hoy todavía siguen pensando muchas personas en el pueblo, que creen que aquella fulminante destitución se produjo exclusivamente por la petición que hacía nuestro alcalde de un mejor reparto del terrazgo entre nuestros convecinos (expropiación de la finca de Araya), la verdad de la historia fue otra muy distinta. Lo que cayó como una auténtica bomba en el Gobierno Civil fueron el resto de titulares que en esa página aparecieron, además de las fotografías impactantes que acompañaban las distintas piezas del reportaje periodístico. Aquellas palabras instigadas y pronunciadas por el alcalde Montero, y aquellas instantáneas se entendieron todas ellas como un ataque directo a uno de los pilares del sistema franquista, que no era otro que el de la mera y constante propaganda del Régimen, concretamente en este caso aquella frase que afirmaba con rotundidad, y desde el primer momento de la rebelión militar de 1936, que en España no existiría nunca “ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan”.

Ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan

Como había sucedido en años precedentes, unos días antes de la gran feria de septiembre de 1953, el Ayuntamiento quiso publicitar en el diario Hoy y para toda la región extremeña, lo que iba a ser la edición número 135 de nuestras renombradas fiestas anuales. Aquel año, y a diferencia de eventos pasados, en los que intervinieron con distintos escritos, generalmente laudatorios hacia la población, algunos de nuestros más reconocidos escritores y pensadores, léase Suitino, Pedro Caba, Juan Ramos o Criado Valcárcel, nuestro máximo regidor optó por un reportaje sobre nuestro pueblo eminentemente reivindicativo y en absoluto complaciente con la realidad por la que estaban pasando nuestros paisanos.

Para ello contó en primer lugar con el notario de la villa, Antonio Varona, y especialmente con la colaboración del periodista del rotativo Narciso Puig Mejías. Fue así como aquel día 10 de septiembre de 1953 toda Extremadura desayunó con unas noticias de gran impacto mediático, completamente impropias de la prensa del Movimiento. El diario regional Hoy afirmaba sin ambages, a toda plana, con letra llamativa, y por boca del máximo regidor arroyano, y que ocupaba a su vez la Secretaría Local del Movimiento, que en Arroyo se pasaba hambre y que además existía una promiscuidad de edades y sexos debido a la escasez de viviendas. Y si todo ello resultaba escaso, el periódico afirmaba que más de 700 obreros arroyanos estaban en el paro más absoluto, todos ellos retratados en medio de la plaza del Ayuntamiento esperando a que algún potentado de la localidad quisiera contratarlos.

Plaza del pueblo. Obreros parados

Habían pasado más de 14 años del final de la Guerra Civil y más de 18 desde que el Jefe del Estado había anunciado pomposamente aquello de “ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan”. Era evidente que en una de las poblaciones más importantes de la provincia de Cáceres, aquella frase rimbombante había quedado en agua de borrajas, y muy lejos de conseguir su objetivo. Y todo ello no era afirmado por ningún opositor a la dictadura, sino por la máxima autoridad local. Era simplemente una mentira más de aquella dictadura. Ni qué decir tiene, que esas afirmaciones eran mucho más de lo que el Régimen podía soportar de uno de sus subordinados. Rápidamente la maquinaria administrativa del franquismo se puso en marcha. Había que quitar de en medio a la “oveja descarriada”.

El día 15 de septiembre, el gobernador que había montado en cólera desde el primer instante que tuvo conocimiento de aquellos titulares, se puso en contacto con el ministro de la Gobernación el canario Blas Pérez González al que solicitó autorización para un cese fulminante de Montero ya que calificó su reportaje como “alarmante y que ha producido un deplorable efecto en todos los medios oficiales de la provincia”. De la misma forma, describió la actitud de nuestro alcalde como “improcedente e indisciplinada”. Por todo ello, solicitaba su cese inmediato requiriéndole que quería nombrar al primer teniente de alcalde como “Presidente Accidental y hasta que se nombre al que ha de sustituirle”.

La solicitud de destitución envida por el Gobierno Civil fue confirmada por el ministro de la Gobernación el 3 de octubre de 1953, “usando la facultad que me confiere el párrafo tercero del artículo 62 de la Ley de Régimen Local”. Junto a ello se informó que se nombraba como alcalde sustituto y con carácter de interino a José Collado Mogollón, un regidor que estuvo al frente del Ayuntamiento hasta julio de 1954, instante en que fue escogido definitivamente alcalde electo a Vicente Berrocal Espada quien superó en la terna a Francisco García Carrasco y Nicolás Sánchez Asensio, los otros dos postulados en aquel momento.

De cualquier forma, la separación de la alcaldía a Manuel Montero no fue bien recibida por una gran parte de la población arroyana. En este sentido es ilustrativo afirmar que el notario Antonio Varona, comenzó a recoger firmas por toda la localidad con la finalidad de hacérselas llegar el Jefe del Estado. Cuando llevaba recopiladas un millar aproximadamente, y había que tener valor para estampar tu nombre en una petición semejante en el año 1953, las firmas le fueron incautadas por el brigada de la Guardia Civil Jesús Jorge Vicente. Por ello, el pliego peticionario a Franco nunca pudo completarse ni, por supuesto, llegó a su destinatario final. El Gobierno Civil de Cáceres lo incautó, fue archivado y jamás se le dio trámite administrativo alguno.

A pesar de todo, Varona siguió sin rendirse un año después seguía afirmando que “lo sustancial de arroyo es el agudo problema social, su paro, su falta de tierras reconocido por todos, que todo el pueblo lo hablaba en voz baja, quedamente, casi de oído a oído”. Resultó evidente que gritarlo, como había hecho Manuel Montero resultaba incómodo, aunque por mucho que se escondiera, este problema estaba clavado en la vida de un pueblo. Y muy pronto, así se demostró, la no resolución de estas contrariedades (el hambre, fundamentalmente) nos abocó a una emigración masiva sin parangón en nuestra historia local. Aunque esto ya es otra e interesante historia.