Por Francisco Javier García Carrero
Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Una
de funciones de un cronista oficial es la de recuperar a aquellos paisanos, o
allegados a nuestra localidad, que se distinguieron en su momento y que por
diversos motivos se encuentran injustamente olvidados. Ya lo hicimos hace unos
meses con el imaginero Jorquera y seguiremos en próximas entregas recuperando
otros nombres. En esta ocasión quisiera poner en valor a un político
completamente desdeñado por los arroyanos, Julio Petit Ulloa, probablemente
eclipsado por uno de sus hermanos, Germán, al que, en cambio, sí se le recuerda
en nuestra población, sí se le valora y sí se le homenajea perennemente sin
merecimiento alguno, al menos para el que suscribe estas líneas.
Varios
han sido los arroyanos que a lo largo de la historia, pasada y más cercana, han
alcanzado diversos puestos de relevancia política a nivel local, provincial e
incluso regional. Distintos son los nombres que podríamos señalar como alcaldes,
diputados en la Diputación Provincial, diputados en la Asamblea de Extremadura
o consejeros en el Gobierno regional. Ninguno de ellos, sin embargo, y que yo
recuerde, ha logrado llegar al Congreso de los Diputados, pero sobre todo
ninguno, con excepción de Julio Petit Ulloa, ha vivido en primera persona y
como sujeto activo un acontecimiento histórico de excepcional relevancia como
fue el cambio de modelo de Estado en febrero de 1873; es decir, el paso de la
monarquía democrática de Amadeo I de Saboya a la Primera República española.
Julio
Petit Ulloa fue el hijo mayor de una de las familias aristocráticas más
importantes de la provincia cacereña a lo largo del siglo XIX y principios del
siglo XX. Su padre fue Germán Petit Dumeny, un comisionista de lanas parisino
nacido en 1803 y que llegó a Cáceres en el año 1832. Dos años después de
arribar a la capital provincial, concretamente el 4 de septiembre de 1834 y en
la iglesia de las Arguijuelas, contrajo matrimonio con la joven Petra Ulloa
Queipo de Llano, natural de Medina del Campo e hija de los condes de Adanero y
marqueses de Castro Serna.
Muy
pronto comenzó el matrimonio a mantener relaciones económicas con nuestro
pueblo y muy pronto comenzaron a incrementar el que ya era un vasto patrimonio
familiar. En 1836, por ejemplo, compraron un lavadero de lanas con dos charcas,
dos molinos y una fábrica de harinas. Unos años más tarde, entre 1859 y 1860 adquirieron
al Estado varias dehesas del término municipal arroyano y que hasta entonces
habían sido antiguos bienes concejiles de la villa.
El
matrimonio tuvo seis hijos, Julio, Germán, Guillermo, Luisa, Francisca y
Asunción. Todos ellos solteros con excepción de la última, Asunción que se
había casado en el año 1860 con Alejandro Millán y Sociats, un ingeniero de
Caminos y originario de Barcelona.
De
todos los hermanos el que mayor relevancia política adquirió fue Julio Petit,
aunque el más conocido en la localidad, como hemos señalado anteriormente, es
Germán gracias a los años en los que estuvo como alcalde perpetuo de la villa
dada su habilidad en el manejo de la farsa electoral tan típica de la
Restauración, y que en alguna otra ocasión ya hemos comentado.
Julio
Petit Ulloa desde el punto de vista ideológico se movía en la órbita de los
partidos identificados con el liberalismo democrático y contrario, por
consiguiente, a la monarquía que representaba la reina Isabel II. De hecho, fue
uno de los políticos que en la población se sumó en septiembre de 1868 a la
insurrección que estaban protagonizando diversos militares progresistas por
todo el país (Topete, Prim y Serrano) que no solo eran contrarios al Gobierno
sino también a la propia reina. Tan es así que una vez triunfante la revolución
conocida como La Gloriosa, y conformado el Gobierno Provisional, se produjo el
nombramiento de Julio Petit como alcalde de la población en octubre de 1868 y
en sustitución de José María de Sobremonte, un regidor que había estado en el
cargo desde 1863 y que no volverá al puesto hasta concluida la “resaca”
revolucionaria del llamado Sexenio Democrático en el año 1875.
El
paso de Julio Petit por la alcaldía de Arroyo del Puerco le sirvió como
trampolín para alcanzar una meta mucho más alta dada la oratoria fácil en sus
proclamas, su manera llana de hacer política y siempre al amparo y bajo
protección del Partido Radical de Ruíz Zorrilla, una agrupación que fue clave
durante el periodo del Gobierno Provisional y especialmente en el reinado de
Amadeo I de Saboya.
Julio
Petit estuvo al frente de la alcaldía de Arroyo del Puerco hasta febrero de
1871 en que fue sustituido por Pedro Bravo Javato, y poco después de
proclamarse por las Cortes españolas a Amadeo I de Saboya como nuevo rey de
España. De su estancia como alcalde tenemos varios momentos importantes. Uno de
ellos cuando acudió a Madrid, capital del reino, en junio de 1869 como representante
de la villa por los festejos organizados con motivo de la promulgación de la
nueva Constitución. También fue muy efectiva la manera con la que el alcalde
concluyó uno de los muchos motines de subsistencia que se vivieron en el siglo
XIX. De esta forma, en el invierno de 1868 decidió poner de su bolsillo el
dinero que hacía falta para combatir el hambre de los campesinos arroyanos y
además pagar todos los atrasos que se debían a los empleados del consistorio ya
que llevaban varios meses sin cobrar sus nóminas.
El
abandono en la presidencia del Ayuntamiento en 1871 le llevó hasta la
Diputación de Cáceres. Muy pronto fue nombrado Secretario Primero de esta corporación
en la que comenzó a tener gran protagonismo institucional. Su salto a la
política nacional le llegó en el verano de 1872 cuando se convocaron las
terceras y últimas elecciones generales del reinado de Amadeo I de Saboya.
De
esta forma, Julio Petit, se convirtió en uno de los 391 diputados elegidos para
el Congreso en aquellas elecciones que fueron ganadas por el Partido Radical de
Ruiz Zorrilla al que pertenecía y que volvió a formar nuevo Gobierno. A gran
distancia de los Radicales estaban los Republicanos de Pi y Margall, los
Constitucionalistas de Sagasta y los Alfonsinos
(monárquicos) de Cánovas del Castillo.
Después
de la victoria electoral Petit fue proclamado Diputado electo por la
circunscripción cacereña el día 20 de septiembre de 1872. Una legislatura muy
corta, aunque ninguno de los elegidos en ese momento lo pronosticaban. A pesar
del poco tiempo que estuvo en la Carrera de San Jerónimo se interesó, logrando
adscribirse a la comisión oficial, por las propuestas de líneas ferroviarias de
la región extremeña como fueron la de Madrid hasta la Estación
Arroyo-Malpartida y la que debía discurrir entre Mérida y Sevilla. También
participó en la comisión que estaba estudiando las mejoras de pago a través de
las estaciones telegráficas y, sobre todo, fue uno de los diputados elegidos por
sorteo el 21 de enero de 1873 para asistir al Palacio Real con motivo del
“alumbramiento de S.M. la Reina de España”.
Efectivamente,
el día 29 de enero la reina María Victoria Dal Pozzo, probablemente la mejor
reina de la historia de España, y que paradójicamente nadie conoce, dio a luz
su tercer hijo, el Infante Luis Amadeo de Saboya que fue bautizado pocos días
después en la Capilla Real de Madrid. No obstante, a estas alturas el rey
Amadeo ya había decidido dejar la jefatura del Estado. De esta forma, el 11 de
febrero de 1873 el monarca presentó su escrito de abdicación al Congreso de los
diputados a los que “devolvía la corona que me ofreció el voto nacional
haciendo de ello renuncia por mí, por mis hijos y sucesores”.
Ante
la tesitura de tener que buscar un nuevo rey por las distintas cancillerías
europeas, el Congreso y el Senado en reunión conjunta como Asamblea Nacional
decidieron por mayoría de sus miembros proclamar la Primera República española.
Julio Petit Ulloa fue uno de los 257 diputados o senadores que optaron por
apoyarla frente a 32 que no eran partidarios. Fue, por consiguiente, uno de los
representantes de la Soberanía Nacional que se adhirió al discurso de Emilio
Castelar cuando señaló que “la Monarquía
ha muerto por una descomposición interior, sin que nadie, absolutamente nadie,
haya contribuido a ello más que la providencia de Dios. Señores, con Fernando
VII murió la Monarquía tradicional, con la fuga de Isabel II la Monarquía
parlamentaria, con la renuncia de Don Amadeo de Saboya la Monarquía democrática.
Nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma”.
