Por Francisco Javier García Carrero
Cronista Oficial de Arroyo de
El pasado lunes 18 de abril se produjo un terrible accidente
en nuestro día más grande. Y todo ello, a pesar del magnífico dispositivo
preventivo que desde hace ya algunos años se organiza desde el Ayuntamiento de
la localidad, en este caso con el alcalde Carlos Caro a la cabeza. Hoy día,
teniendo en cuenta la cantidad de medios de comunicación públicos y privados
que cubren la fiesta declarada de interés turístico regional, además de los
dispositivos personales de los miles de personas que abarrotan nuestra
Corredera, era imposible que el accidente pasase desapercibido (mi sincero
deseo de una pronta recuperación para todos los implicados).
Esa misma jornada las imágenes en vídeo se difundieron por
toda la geografía nacional. A partir de ahí, y como es habitual en nuestro
país, surgieron los opinadores que saben de todo, aunque muchos de ellos no
tengan ni diez minutos de Graduado Escolar, comenzando a manifestar peregrinas
ideas para tratar de evitar futuros sucesos. Algunas de ellas eran
completamente absurdas, dado que lo que esto afirmaban jamás han pisado ninguna
de nuestras calles, y que de llevarse a efecto lo único que provocarían serían
muchos más accidentes.
También los hubo que de un plumazo lo único que se les ocurrió
fue que nos prohibieran nuestro Día de la Luz, así sin más, como si los siglos
de historia de esta celebración pudieran hacerlo desaparecer de la noche a la
mañana. De esa forma, señalaban que ya jamás se produciría un atropello de
nadie por un caballo a galope tendido (prohibir, prohibir y prohibir). Nada
nuevo ni ninguna sorpresa, en España es muy habitual hablar de política a bombo
y platillo “sentando cátedra” (hoy en redes sociales) como si se tuviera un
doctorado en Ciencias Políticas, opinar de Economía como si hubiesen estudiado
en la Facultad de Ciencias Económicas 5 años, o de fútbol como si se poseyesen
todos los carnets para poder dirigir hasta nuestra selección española. Pues con
este tema pasó desgraciadamente lo mismo.
Como el que escribe estas líneas, únicamente opina en
público de lo poco que sabe, mi intención con este artículo será reivindicar
efusivamente nuestras tradiciones y trasladaros el origen de nuestra Romería
del Día de la Luz ya que, en primer lugar, la publicación de este artículo casi
coincide con la romería de este año, en segundo, muy pronto tendremos que
celebrar el primer centenario de la misma y, por último, que esta festividad
está en íntima relación o más bien surge como derivación del Día de la Luz; es decir, del día de los
caballos y carrozas.
Ya hemos señalado en nuestro artículo “Días de la Luz de
antaño”, y publicado en el libro De aquí a la eternidad. Estudios de
historia arroyana 2, (Editorial Luz y Progreso, 2020), que hasta 1930
nuestros paisanos únicamente celebraban la fiesta de lo que se llamaba la
Romería del Día de la Luz, un evento que siempre coincidía con el Lunes de
Pascua Florida. Casi desde el mismo instante que los arroyanos se asentaron en
la población a finales del siglo XIII principios del siglo XIV, nuestros
antepasados marchaban en procesión durante esa jornada para honrar a su Virgen
de la Lucena. Allí acudían todos a pie donde se escuchaba la misa, casi siempre
al aire libre ya que la ermita era imposible que albergara a tantos fieles, se
procesionaba su imagen y posteriormente se regresaba al pueblo para continuar
los festejos que eran culinarios y en familia.Ermita de la Virgen de la Luz
Es decir, se trataba de una fiesta totalmente religiosa. Con
el paso de los años, a esa procesión también se podía acudir a caballo o en
carros. La celebración litúrgica seguía siendo igual, pero la vuelta a la
localidad ya no era lo mismo. Al regresar los caballistas bajaban desde el
Santo hasta la Asunción al principio con un trotar pausado y ostentoso y con el
tiempo a galope tendido. De tal forma, que como diría Juan Luis Cordero, “desde
el Santo hasta la plaza hormiguean las aceras y en ventanas y balcones gentes
curiosas se aprietan por presenciar el desfile y comentar peripecias; que ya
regresan al pueblo los que al santuario fueran”. Tanta expectación generaba
esta llegada que en no pocas ocasiones los romeros no terminaban los oficios
litúrgicos en la dehesa y volvían con prontitud hasta el pueblo porque las
“carreras” ya no se las quería perder nadie. No fueron una ni dos veces las que
desde principios del siglo XX el sacerdote oficiante se quedaba casi solo
concluyendo la misa porque la inmensa mayoría de los romeros había decidido
regresar al pueblo de manera precipitada.
En esta tesitura lo que era una fiesta exclusiva para la
Virgen se estaba convirtiendo de facto en la fiesta de las carreras de
caballos. Será el mayordomo Lorenzo Martínez Marín, farmacéutico de profesión,
esposo de Magdalena Orozco Ojalvo, y que estuvo en el cargo entre 1927 y hasta
su fallecimiento en 1931 el que observó con total clarividencia esta nueva
situación. Lorenzo Martínez fue el que decidió, con el párroco titular Bruno
Jenaro Congregado Peguero, y el alcalde del momento, Eugenio Bonilla Pozo, que
había que institucionalizar un día de acompañamiento completo, desde la mañana
hasta la tarde-noche, con nuestra Virgen de la Luz en su santuario. Fue así
como nació lo que hoy día conocemos como nuestra Romería de la Virgen de la
Luz, un evento que ya siempre sería en fecha distinta a lo que siempre será el
Día de la Luz.Lorenzo Martínez Marín,
mayordomo de la Virgen de la Luz (La Luz de Arroyo)
De esta forma, el 4 de mayo de 1930, tuvo lugar la primera
Romería de nuestra Patrona tal y como la entendemos todos. Pronto celebraremos,
por consiguiente, el primer siglo de existencia. El planteamiento no era muy
distinto a como se celebraba la festividad clásica y que es como se sigue
realizando en la actualidad. Desde muy temprano comenzó la animación en el
pueblo y el desfile de arroyanos hasta la ermita, la mayoría a pie, otros en
“borricos o caballos, y los que pueden en carros o automóviles”. Todos ellos
iban gozosos caminando hacia el santuario para honrar a su “adorada Virgen
buena, protectora siempre del pueblo arroyano”.
El día resultó magnífico, la luz azul del cielo primaveral
se mezclaba con un verde inmaculado de una dehesa profundamente florida aquel
año. La ermita estaba muy bella porque no hacía tanto que los mayordomos habían
realizado y embellecido tanto el presbítero del edificio religioso como la nave
principal. Los antiguos y antiestéticos asientos de piedra se habían sustituido
por un “primoroso zócalo de azulejos de dos metros de altura”. Por otra parte,
el resto de los muros habían sido pintados en su totalidad. El conjunto a decir
de los participantes resultaba de un efecto “agradable, bello y deslumbrador en
grado sumo”. La Virgen también lucía de manera espléndida con el manto bordado
en oro que había estrenado por primera vez el año anterior de 1929.Virgen de la Luz en 1929
con su nuevo manto bordado en oro.
Los actos religiosos fueron la misa solemne con pregón del
párroco de la iglesia de La Asunción, el único titular en esa fecha, celebraciones
que tuvieron lugar una por la mañana y otra por la tarde. También se ofició la
novena con rosario y la correspondiente procesión. Durante esta última, los
monaguillos subidos a la terraza de la ermita no dejaron de tocar una
“bulliciosa campana”. Todos estos actos estuvieron muy concurridos y, además,
fue “enorme y muy copiosa las limosnas que la Virgen recibió” en aquella
jornada.
Por todos los alrededores de la ermita la animación y el bullicio popular fue general. Después de una comida “opípara y abundante”, en el suelo de la dehesa y buscando la sombra de los encinares, donde no faltó el frite, la chanfaina, el chorizo y la patatera arroyana, junto con el “mejor caldo del mundo”. La juventud se divirtió hasta bien entrada la tarde con los típicos corros locales que hicieron las delicias de algunos de los invitados que hasta allí habían llegado y que nunca habían oído ni visto la plasticidad de aquellos bailes populares.
La caída de la tarde fue el pistoletazo de salida del
regreso a la población, ya sin las prisas de lo que sucedía el Día de la Luz.
Hasta el pueblo y sus hogares fueron llegando los arroyanos que ya soñaban con
la doble celebración del año 1931. Un anhelo que no fue muy distinto del que
actualmente tenemos con las festividades del 2023 y que esperemos pasen
desapercibidas para esos opinadores que tanto saben de todo. Sería una
magnifica señal.