lunes, 22 de julio de 2024

ARROYO SIN CINE

  José Luis Solano Rodríguez  

       No se alarmen los lectores. Estamos en verano y el local para exhibición cinematográfica permanece yermo  de películas, salvo unos pocos días del Festival de Cine de Terror trasladado a él desde el peligroso, arquitectónicamente hablando, Castillo de los Herrera, aunque “acondicionado”  en la temática por el vacío dejado de su cuidada y colorida jardinera que tuvo bajo la pantalla, la desaparición  de la palmera de la casa lindera, veleta-termómetro meteorológico natural –el movimiento e intensidad de sus ramas podía llevar a trasladar la función a la sala  invernal-, las butacas plásticas sueltas, ilegales, que pueden provocar en algún alboroto  caídas, tropiezo de los asistentes, accidentes …. La narración que sigue sucedió hace años, unos noventa, en plena Guerra Civil.

     Desde 1921 el Salón Solano –hoy Corral de Comedias- era utilizado en invierno, la “verbena” en verano,  para diversos usos socio-culturales (cine, teatro, bailes, bodas, mítines políticos….) siendo la proyección de películas los domingos, además de extras en carnavales, ferias, alguna festividad, a lo que se daba más uso junto con el baile, compaginándose en el mismo día. El 18 de julio de 1936, sábado, se produce el golpe de Estado de algunos militares para derribar al gobierno republicano del Frente Popular; en Arroyo, el comandante del puesto de la guardia civil, Antúnez, toma el mando sobre el gobierno democrático municipal  presidido por Medardo Cervera, parece, según testimonio de funcionarios locales de esa época  (Casquero…),  que eludiendo la invitación del alcalde  a subir al Salón de Plenos Municipal, con sus cortinas encubridoras de “regalos” no deseados,  instándolo a bajar a la plaza  y ofrecerles, una vez allí, por diálogo,   las órdenes a sus números de “rodilla en tierra” y “apunten”, tras lo que sucumbió la legalidad vigente en Arroyo.      


 Al día siguiente,  domingo,   estaba preparada para su proyección la película “Paloma de mis amores”, comedia con flamenco,  interpretada por el Niño de Marchena; se les manda suspender la función. Tras ese día, la programación  continúa en los siguientes: “El hijo del carnaval”, “Amor en maniobras”. Los cortes del suministro de ellas por los movimientos bélicos y el estado político-militar de Madrid, sede de las distribuidoras de los films (Atlantic, Cifesa, Hispano Fox, U Films, …) para la zona Centro de España, empiezan a notarse. A veces llegan películas si hay comunicación telegráfica, telefónica o postal, si los trenes pueden discurrir hasta la estación de Arroyo-Malpartida, que la “diligencia” o el burro del abuelo Luis estaban prestos para el último tramo a Arroyo. En septiembre se dio sólo un día en la feria -“Misterios de París”-  y tres domingos más; en octubre nada, en noviembre tres, una en diciembre y, a partir de ahí,  se suspendieron las proyecciones por falta de abastecimiento hasta finales de octubre de 1937 con la llegada de “La señorita de Trevélez”, suspendida el año anterior. En noviembre se completó la programación y en diciembre  sólo tres de cinco. Estas empezaban ya a tomar otro rumbo en sus guiones, resaltaban lo “español”, el costumbrismo y el folklorismo: “Un amor en España”, “La verbena de la Paloma”… Con abril del año siguiente se reanudaron, tras haberse colado en el Salón una compañía de teatro itinerante –“Artistas Asociados”- “cómicos de la legua”, que se decía;  representaron “Una semana de felicidad” y “Doña Francisquita”,  volviendo en  septiembre y octubre con ocho actuaciones ante la carencia de películas durante el verano, con sólo cinco títulos, y la aceptación del público, deseoso de entretenimiento para evasión de los problemas circundantes.

          No habiendo cine, el baile aminoraba los deseos expansivos del público, el superar frustraciones,  amarguras de noticias de la contienda, de familiares reclutados, cautivos o  desaparecidos;  se celebraba  con una orquesta elemental,   con las “señoritingas” bailando en el escenario y las “campuzas” sobre el suelo del patio de sillas de enea retiradas para  la ocasión.

          El ambigú complacía al público en los distintos usos del local, con el vino y el aguardiente como bebidas más demandadas, las cervezas en minoría por el gusto y el elevado coste, con precios del almacén de Salado, en origen, de 10 pts la arroba del vino, 16 la de aguardiente y, nada menos que, 24 la caja de cervezas; a “perra chica” (0,05 pts) se vendía el chato del  primero y a “perra gorda” (0,10 pts) el segundo  -lo que costaría        pocos años después la cotización mensual de la recién creada Seguridad Social-,  contaba Germán, que empezó a servirlos con diez años.

Vasitos de aguardiente del ambigú            

          Con la llegada del otoño del 38, la estabilidad del centro peninsular, controlado por los sublevados, hizo proliferar la misión de las “casas de películas” y nuevas producciones nacionales ocupan las carteleras de los cines, ya considerados industria cultural de masas. Se contrata la comedia “El agua en el suelo” , la primera película sonora española. A partir de 1939, la supremacía de la autoridad militar, tras haber sido cautivo y desarmado una gran parte del “ejército rojo”, hace que se vuelva a la regularidad  anterior al conflicto, con  filmes de nuevo corte, de exaltación de los valores de los vencedores,  “patrios” y “nacionales”, de una moral apoyada en el nacional-catolicismo, con censura de ello:  “Morena clara”, “Suspiros de España”, “El barbero de Sevilla”, “Canción de cuna”,  “Víspera de combate”, “España heroica”, “Suena el clarín”, “Gracia y  Justicia”…., muchas como propaganda del nuevo régimen, porque, al fin y al cabo,  como diría Fernán Gómez en las “Bicicletas son para el verano”: “Ha ganado la Victoria”.