viernes, 2 de noviembre de 2018

22. EL CRONISTA: "EL RETABLO DE MORALES Y SU RESTAURACIÓN"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Que el retablo de Luis de Morales, “El Divino”, y la iglesia que lo alberga, Santa María de la Asunción, constituyen nuestros bienes culturales más preciados, es algo que ningún arroyano puede poner en duda. Sin lugar a equivocarnos estamos ante las dos “joyas de la corona”, iglesia mayor de la villa y retablo renacentista que debemos, por consiguiente, proteger, mimar y difundir una y otra vez como nuestros principales embajadores ante el mundo.

Como muchos conocerán, el pasado día 2 de octubre, se inauguró en el Museo de Bellas Artes de Badajoz (MUBA), pinacoteca dependiente de la Diputación Provincial, una magnífica exposición pictórica sobre el Divino Morales. Todos los trabajos expuestos, y que han sido traídos desde diversos puntos de la geografía española, nos muestran el intenso misticismo que este artista extremeño siempre infundió a todas sus obras. La muestra estará abierta al público hasta el día 14 de noviembre y ya ha sido visitada por numeroso público amante del arte, y por varias decenas de escolares de diversos centros docentes, tanto de Primaria como de Secundaria y Bachillerato.

No hace falta asegurar que toda la obra allí presente se encuentra en perfecto estado de conservación y donde la paleta del artista se aprecia con la frescura de un cuadro recién pintado, a pesar que se trata de obras que están fechadas en el ya lejano siglo XVI. La misma belleza que se expone en el MUBA presentan las distintas tablas que alberga nuestra joya parroquial de la Asunción. No obstante, esta plenitud y magnificencia del colorido no ha sido siempre así, ya que en muchos casos, bien por descuidos, por negligencia, por simple desconocimiento de lo que había que hacer, o bien por utilizar prácticas ancestrales de comportamiento en el interior de los templos, y muy próximas a la pura superstición, los cuadros de Morales en nuestra localidad sufrieron muchos años de descuido y de una apreciación no acorde al valor real de nuestra joya más preciada. De ahí que en diversos momentos de nuestra historia el retablo y sus cuadros hayan tenido que ser objeto de una intensa restauración, un renuevo para que logrará alcanzar la “lozanía” primitiva surgida de los pinceles del “Divino”.
Plano iglesia parroquial

De esta forma, una vez concluido el templo de la Asunción en el siglo XVI en el espacio que anteriormente era el centro de la villa, una edificación que se había iniciado en la centuria anterior, con una nave única muy “atrevida” y de 25 metros de larga, y una vez incorporada una segunda torre a la iglesia, la actual de campanas que sustituía a la anterior y que conocemos como la del reloj, nuestros antepasados arroyanos quisieron embellecer su magna obra con un magnífico retablo que embelleciera su extenso ábside. Desde el primer instante, tuvieron muy claro que no se trataba de “colocar” un retablo cualquiera, ni en su arquitectura dorada ni, por supuesto, en el conjunto pictórico que se acoplaría a la finalización del trabajo de Alonso Hipólito, que fue en última instancia el artista ensamblador y entallador contratado para ese menester, un maestro que nos legó un retablo típicamente plateresco y que presenta importantes coincidencias con el de Santa María en la capital provincial.
Y para la pintura fue contratado por 400 ducados, una suma no excesiva para la época, a uno de los artistas más prestigiosos del reino en el siglo XVI, Luis de Morales. La datación del mismo se sitúa entre 1560 y 1563, fechas que coinciden con una de las décadas de mayor trabajo que tuvo el “maestro” y el “taller” de colaboradores que siempre le acompañó. Efectivamente en aquella década de los sesenta del siglo XVI, Morales también trabajó en el retablo de la parroquia de Alconchel (Badajoz), en Santo Domingo de Évora (Portugal), en una capilla de la parroquia de Higuera la Real (Badajoz), en la iglesia de San Martín de Plasencia (Cáceres), además de trabajar en encargos particulares como el del obispo Juan de Ribera.
Ermita de San Blas
Luis Morales estuvo con sus discípulos y oficiales trabajando en el retablo de Arroyo de la Luz durante tres intensos años. Por contrato firmado la obra se tuvo que realizar y concluir en la villa, de ahí que la parroquia le adjudicara la ermita de San Bartolomé y San Blas como su taller de trabajo. Esa exigencia también llevó a Morales a residir de manera habitual en la localidad, en una vivienda alquilada, al menos durante todo el año 1562, por una cantidad que pagaba la parroquia y que no era el taller de la ermita anteriormente citada, a pesar de las afirmaciones realizadas en este sentido en alguna que otra ocasión. El acta de terminación total de la obra se firmó el 29 de mayo de 1563 por el escribano público de la localidad Diego Sánchez de Loriana (“A honor y reverencia de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres personas y un solo Dios verdadero”), un documento excepcional y del que ya hablamos y presentamos en su momento.
Acta de entrega del retablo

Concluido el trabajo, muy pronto comenzaron los problemas en el interior del templo, inconvenientes que afectaban tanto a la arquitectura del edificio como al propio retablo con sus tablas, sin olvidarnos de la insalubridad para los propios fieles que acudían a la iglesia. Uno de los principales problemas que existían fue la ancestral costumbre de enterrar en el interior parroquial a los difuntos de la localidad. Un inconveniente del que los arroyanos de los primeros siglos modernos (XVI-XVII), nunca fueron conscientes. Tuvo que ser el espíritu ilustrado de finales del XVIII cuando constató que la putrefacción de los cadáveres en unas tumbas mal selladas, con grietas habituales, y en un ambiente tan cerrado provocaba unas sales alcalinas muy volátiles que alteraban el aire y que provocaban graves enfermedades a las personas. Una insalubridad de los templos tanto para objetos como para fieles que se agravaba durante los periodos estivales. A lo anterior se unía la ingente cantidad de cera que se quemaba, que además de dar luminosidad se utilizaba para tratar de mitigar el hedor que envolvía todo el templo; de la misma forma, la escasa ventilación que tenía la iglesia, la humedad interior casi permanente y el hacinamiento de devotos que siempre existía en cualquier oficio litúrgico hacía del interior de la iglesia un espacio olfativo poco propicio para el mantenimiento adecuado y conveniente de una joya artística como era nuestro retablo.
Retablo (parroquiaarroyo.org)
Ya en el año 1732 hubo necesidad de acometer un nuevo dorado para toda la arquitectura retablística, un trabajo ejecutado por el dorador Francisco González Centeno y que “destrozó la magnífica policromía” que tenía el original. Aunque el problema de los enterramientos en el templo se solucionó desde las primeras décadas del siglo XIX, ya que se buscaron nuevos espacios de inhumación, la degradación de las pinturas y el ennegrecimiento de las mismas siguió siendo una constante. Sabemos, por ejemplo, que un visitador de las Comisiones de Monumentos de Cáceres, el señor Berjano, quedó escandalizado en el mes de febrero de 1900 cuando comprobó el “deterioro de los cuadros del Divino Morales”, informándose además por algunos feligreses que en ocasiones “hasta apagan las velas aplastando el pábilo sobre ellos”. Ante semejante estupidez la Comisión puso la información en conocimiento de su “Ilustrísima” y poco después los monaguillos comenzaron a utilizar los “apagavelas” correspondientes para tal menester.
De cualquier forma, será el siglo XX la centuria clave para entender la belleza con la que nos ha llegado nuestra joya. Diversas restauraciones tuvieron lugar en 1923 cuando un nuevo dorado volvió a reanimar el apagado que comenzaba a presentar la arquitectura. En 1950 hubo necesidad de realizar un tratamiento urgente “in situ” sobre algunas de las tablas de pintura. El trabajo le fue encomendado a un técnico de la Junta de Conservación de Obras de Arte y estuvo centrada en los cuadros que se encontraron más deteriorados en aquel instante, especialmente los situados en el segundo cuerpo; es decir, “Anunciación”, “Adoración de los pastores”, Adoración de los Reyes” y “Presentación en el templo” y los que se ubicaban en la parte inferior, “Descenso al limbo”, “Resurrección”, “Ascensión” y “Pentecostés”.  
Retablo desmontado antes de la restauración (parroquiaarroyo.org)
En febrero de 1967 se cerró la iglesia al culto ante el peligro de derrumbe real del edificio (véase “El faro de Arroyo” de Máximo Salomón en este mismo blog: http://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com/2018/10/el-trovador-el-faro-de-arroyo.html).  Fue un arquitecto prestigioso en aquellos años, Fernando Hurtado Collar, el que aconsejó al párroco de la iglesia, Ciriaco Fuentes Baquero, probablemente el párroco que más ha luchado por la conservación y difusión de nuestro legado, para que se acometiera una rehabilitación en profundidad del templo, un trabajo que fue sufragado en parte por las aportaciones económicas de los vecinos de Arroyo.
Tablas de Morales para restaurar (Biblioteca de Extremadura)
Aprovechando esta circunstancia, y una vez que los oficios litúrgicos se trasladaron hasta el espacio que hoy alberga la Oficina de Turismo, se decidió iniciar lo que podríamos calificar como la “gran restauración del retablo de Morales”. Efectivamente, a mediados de los sesenta del siglo pasado las veinte tablas del Divino presentaban señales alarmantes de gran deterioro que obligaron a un tratamiento urgente y a fondo de conservación, un trabajo que en primer lugar se debería acometer, como así fue, con una labor previa del soporte arquitectónico. De esta forma, sobre el retablo se hizo necesario un levantamiento de todos los barnices que se aplicaron en las restauraciones anteriores de 1732 y de 1923, reparaciones que habían dado un tono amarillento muy fuerte a la arquitectura, y que se achacó “sin duda a la mala calidad de los materiales empleados”.
Otra imagen del retablo desmontado (parroquiaarroyo.org)
        El estado de conservación en el que se encontraba el retablo era pésimo y cuya causa se achacó a las columnas desviadas de una parte de su arquitectura cuando se desprendió la porción izquierda de la pared a la que estaba adosada. También se certificó como causa importante en las deficiencias observadas, el cambio brusco de temperatura, la humedad, que favorecía la aparición de los parásitos de la madera, el polvo acumulado en la superficie pictórica, el humo de las velas, los barnices oxidados, y en “general la acción del tiempo”. Todo ello provocó que tanto tablas como esculturas y arquitectura no luciese con el esplendor que una joya semejante debiera presentar.
Fue, por consiguiente, un reto importante para el Instituto de Conservación de Obras de Arte y que se acometió con gran éxito en su conjunto. En primer lugar se produjo una desinsectación de la madera, un tratamiento de los soportes para lograr cerrar las grietas producidas en las uniones con las tablas, y el fortalecimiento de las fibras que se encontraban muy debilitadas por los parásitos.
En cuanto a las capas de color de las 20 tablas, en muchos casos a punto de desprenderse de los mismos, fueron fijadas con una cola acética y con el apoyo de rayos infrarrojos y ultravioletas que ayudaron a penetrar en las capas profundas de la tabla pictórica. De la misma forma, se encontraron abundantes “repintes” antiguos, y posteriores a la mano del “maestro”, probablemente de 1723 que fueron todos levantados. También se modificaron algunas “limpiezas defectuosas” que habían marcado una serie de “barridos” de colores, especialmente en los rojos, verdes y azules que se habían ennegrecido pero que, sobre todo, habían alterado la coloración original de la obra. De ahí que la tonalidad original se tuviera que realizar a la “acuarela” y posteriormente fijadas con veladuras de barniz.
           Logrado todos los objetivos propuestos el siguiente paso fue ensamblar las tablas en sus respectivos huecos, trabajo que se realizó con enorme éxito, luciendo, ahora sí, de manera semejante a como lo hiciera en 1563. Todo lo anterior, unido a la completa rehabilitación del templo, hizo que el Estado, siendo ministro de Cultura Iñigo Cavero y alcalde de la localidad José María González Bravo, no tardara en catalogar a nuestra iglesia como Monumento Histórico Artístico Nacional (Real Decreto de 20 de agosto de 1981, BOE de 22 de octubre). Un honor, y un orgullo para todos los que amamos y sentimos Arroyo y su patrimonio.

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Retablo Luis de Morales octubre 2018

6 comentarios:

  1. Alcalde: José María González Bravo

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  2. Efectivamente, Carnalvalpozon 2019 hay un error con los apellidos del alcalde que debe ser González Bravo y no Bravo González. Mis disculpas.
    Francisco Javier García Carrero.

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  3. Magnífico y necesario trabajo, Francisco Javier, ha sido una gozada y un privilegio poder leer tu artículo y todos los que escribes.Y éste del Retablo es muy interesante y valioso por lo que significan las dos joyas más representativas del arte universal del siglo de oro en Arroyo.
    Gracias Javi, por tu inmenso trabajo.
    Un fuerte abrazo desde Madrid.

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    1. Muchas gracias, querido poeta!!!!!Mucha amabilidad en tus palabras. Esperemos seguir con fuerza para continuar con eso que tú señalas como "inmenso trabajo".
      Fuerte abrazo.
      Francisco Javier García Carrero

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  4. Magnífico Javier. Es el mejor documento sobre nuestro retablo, que he leído hasta el momento

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