Por Francisco Javier García Carrero
Que
el retablo de Luis de Morales, “El Divino”, y la iglesia que lo alberga, Santa
María de la Asunción, constituyen nuestros bienes culturales más preciados, es
algo que ningún arroyano puede poner en duda. Sin lugar a equivocarnos estamos
ante las dos “joyas de la corona”, iglesia mayor de la villa y retablo
renacentista que debemos, por consiguiente, proteger, mimar y difundir una y
otra vez como nuestros principales embajadores ante el mundo.
Como
muchos conocerán, el pasado día 2 de octubre, se inauguró en el Museo de Bellas
Artes de Badajoz (MUBA), pinacoteca dependiente de la Diputación Provincial,
una magnífica exposición pictórica sobre el Divino Morales. Todos los trabajos
expuestos, y que han sido traídos desde diversos puntos de la geografía
española, nos muestran el intenso misticismo que este artista extremeño siempre
infundió a todas sus obras. La muestra estará abierta al público hasta el día
14 de noviembre y ya ha sido visitada por numeroso público amante del arte, y
por varias decenas de escolares de diversos centros docentes, tanto de Primaria
como de Secundaria y Bachillerato.
No
hace falta asegurar que toda la obra allí presente se encuentra en perfecto
estado de conservación y donde la paleta del artista se aprecia con la frescura
de un cuadro recién pintado, a pesar que se trata de obras que están fechadas
en el ya lejano siglo XVI. La misma belleza que se expone en el MUBA presentan
las distintas tablas que alberga nuestra joya parroquial de la Asunción. No
obstante, esta plenitud y magnificencia del colorido no ha sido siempre así, ya
que en muchos casos, bien por descuidos, por negligencia, por simple
desconocimiento de lo que había que hacer, o bien por utilizar prácticas
ancestrales de comportamiento en el interior de los templos, y muy próximas a
la pura superstición, los cuadros de Morales en nuestra localidad sufrieron
muchos años de descuido y de una apreciación no acorde al valor real de nuestra
joya más preciada. De ahí que en diversos momentos de nuestra historia el
retablo y sus cuadros hayan tenido que ser objeto de una intensa restauración,
un renuevo para que logrará alcanzar la “lozanía” primitiva surgida de los
pinceles del “Divino”.
Plano iglesia parroquial |
De
esta forma, una vez concluido el templo de la Asunción en el siglo XVI en el
espacio que anteriormente era el centro de la villa, una edificación que se
había iniciado en la centuria anterior, con una nave única muy “atrevida” y de
25 metros de larga, y una vez incorporada una segunda torre a la iglesia, la
actual de campanas que sustituía a la anterior y que conocemos como la del
reloj, nuestros antepasados arroyanos quisieron embellecer su magna obra con un
magnífico retablo que embelleciera su extenso ábside. Desde el primer instante,
tuvieron muy claro que no se trataba de “colocar” un retablo cualquiera, ni en
su arquitectura dorada ni, por supuesto, en el conjunto pictórico que se acoplaría
a la finalización del trabajo de Alonso Hipólito, que fue en última instancia
el artista ensamblador y entallador contratado para ese menester, un maestro
que nos legó un retablo típicamente plateresco y que presenta importantes
coincidencias con el de Santa María en la capital provincial.
Y
para la pintura fue contratado por 400 ducados, una suma no excesiva para la
época, a uno de los artistas más prestigiosos del reino en el siglo XVI, Luis
de Morales. La datación del mismo se sitúa entre 1560 y 1563, fechas que
coinciden con una de las décadas de mayor trabajo que tuvo el “maestro” y el
“taller” de colaboradores que siempre le acompañó. Efectivamente en aquella
década de los sesenta del siglo XVI, Morales también trabajó en el retablo de
la parroquia de Alconchel (Badajoz), en Santo Domingo de Évora (Portugal), en
una capilla de la parroquia de Higuera la Real (Badajoz), en la iglesia de San
Martín de Plasencia (Cáceres), además de trabajar en encargos particulares como
el del obispo Juan de Ribera.
Ermita de San Blas |
Luis
Morales estuvo con sus discípulos y oficiales trabajando en el retablo de
Arroyo de la Luz durante tres intensos años. Por contrato firmado la obra se
tuvo que realizar y concluir en la villa, de ahí que la parroquia le adjudicara
la ermita de San Bartolomé y San Blas como su taller de trabajo. Esa exigencia
también llevó a Morales a residir de manera habitual en la localidad, en una
vivienda alquilada, al menos durante todo el año 1562, por una cantidad que
pagaba la parroquia y que no era el taller de la ermita anteriormente citada, a
pesar de las afirmaciones realizadas en este sentido en alguna que otra
ocasión. El acta de terminación total de la obra se firmó el 29 de mayo de 1563
por el escribano público de la localidad Diego Sánchez de Loriana (“A honor y reverencia de la Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres personas y un solo Dios verdadero”),
un documento excepcional y del que ya hablamos y presentamos en su momento.
Acta de entrega del retablo |
Concluido
el trabajo, muy pronto comenzaron los problemas en el interior del templo,
inconvenientes que afectaban tanto a la arquitectura del edificio como al
propio retablo con sus tablas, sin olvidarnos de la insalubridad para los
propios fieles que acudían a la iglesia. Uno de los principales problemas que
existían fue la ancestral costumbre de enterrar en el interior parroquial a los
difuntos de la localidad. Un inconveniente del que los arroyanos de los
primeros siglos modernos (XVI-XVII), nunca fueron conscientes. Tuvo que ser el
espíritu ilustrado de finales del XVIII cuando constató que la putrefacción de
los cadáveres en unas tumbas mal selladas, con grietas habituales, y en un
ambiente tan cerrado provocaba unas sales alcalinas muy volátiles que alteraban
el aire y que provocaban graves enfermedades a las personas. Una insalubridad
de los templos tanto para objetos como para fieles que se agravaba durante los
periodos estivales. A lo anterior se unía la ingente cantidad de cera que se
quemaba, que además de dar luminosidad se utilizaba para tratar de mitigar el
hedor que envolvía todo el templo; de la misma forma, la escasa ventilación que
tenía la iglesia, la humedad interior casi permanente y el hacinamiento de
devotos que siempre existía en cualquier oficio litúrgico hacía del interior de
la iglesia un espacio olfativo poco propicio para el mantenimiento adecuado y
conveniente de una joya artística como era nuestro retablo.
Retablo (parroquiaarroyo.org) |
Ya
en el año 1732 hubo necesidad de acometer un nuevo dorado para toda la arquitectura
retablística, un trabajo ejecutado por el dorador Francisco González Centeno y
que “destrozó la magnífica policromía” que tenía el original. Aunque el
problema de los enterramientos en el templo se solucionó desde las primeras
décadas del siglo XIX, ya que se buscaron nuevos espacios de inhumación, la
degradación de las pinturas y el ennegrecimiento de las mismas siguió siendo
una constante. Sabemos, por ejemplo, que un visitador de las Comisiones de
Monumentos de Cáceres, el señor Berjano, quedó escandalizado en el mes de
febrero de 1900 cuando comprobó el “deterioro de los cuadros del Divino
Morales”, informándose además por algunos feligreses que en ocasiones “hasta
apagan las velas aplastando el pábilo sobre ellos”. Ante semejante estupidez la
Comisión puso la información en conocimiento de su “Ilustrísima” y poco después
los monaguillos comenzaron a utilizar los “apagavelas” correspondientes para
tal menester.
De
cualquier forma, será el siglo XX la centuria clave para entender la belleza
con la que nos ha llegado nuestra joya. Diversas restauraciones tuvieron lugar
en 1923 cuando un nuevo dorado volvió a reanimar el apagado que comenzaba a
presentar la arquitectura. En 1950 hubo necesidad de realizar un tratamiento
urgente “in situ” sobre algunas de las tablas de pintura. El trabajo le fue
encomendado a un técnico de la Junta de Conservación de Obras de Arte y estuvo
centrada en los cuadros que se encontraron más deteriorados en aquel instante,
especialmente los situados en el segundo cuerpo; es decir, “Anunciación”,
“Adoración de los pastores”, Adoración de los Reyes” y “Presentación en el
templo” y los que se ubicaban en la parte inferior, “Descenso al limbo”, “Resurrección”,
“Ascensión” y “Pentecostés”.
Retablo desmontado antes de la restauración (parroquiaarroyo.org) |
En
febrero de 1967 se cerró la iglesia al culto ante el peligro de derrumbe real
del edificio (véase “El faro de Arroyo”
de Máximo Salomón en este mismo blog: http://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com/2018/10/el-trovador-el-faro-de-arroyo.html). Fue un arquitecto prestigioso en
aquellos años, Fernando Hurtado Collar, el que aconsejó al párroco de la
iglesia, Ciriaco Fuentes Baquero, probablemente el párroco que más ha luchado
por la conservación y difusión de nuestro legado, para que se acometiera una
rehabilitación en profundidad del templo, un trabajo que fue sufragado en parte
por las aportaciones económicas de los vecinos de Arroyo.
Tablas de Morales para restaurar (Biblioteca de Extremadura) |
Aprovechando
esta circunstancia, y una vez que los oficios litúrgicos se trasladaron hasta
el espacio que hoy alberga la Oficina de Turismo, se decidió iniciar lo que
podríamos calificar como la “gran restauración del retablo de Morales”.
Efectivamente, a mediados de los sesenta del siglo pasado las veinte tablas del
Divino presentaban señales alarmantes de gran deterioro que obligaron a un
tratamiento urgente y a fondo de conservación, un trabajo que en primer lugar
se debería acometer, como así fue, con una labor previa del soporte
arquitectónico. De esta forma, sobre el retablo se hizo necesario un
levantamiento de todos los barnices que se aplicaron en las restauraciones
anteriores de 1732 y de 1923, reparaciones que habían dado un tono amarillento
muy fuerte a la arquitectura, y que se achacó “sin duda a la mala calidad de
los materiales empleados”.
Otra imagen del retablo desmontado (parroquiaarroyo.org) |
El
estado de conservación en el que se encontraba el retablo era pésimo y cuya
causa se achacó a las columnas desviadas de una parte de su arquitectura cuando
se desprendió la porción izquierda de la pared a la que estaba adosada. También
se certificó como causa importante en las deficiencias observadas, el cambio
brusco de temperatura, la humedad, que favorecía la aparición de los parásitos
de la madera, el polvo acumulado en la superficie pictórica, el humo de las
velas, los barnices oxidados, y en “general la acción del tiempo”. Todo ello
provocó que tanto tablas como esculturas y arquitectura no luciese con el
esplendor que una joya semejante debiera presentar.
Fue,
por consiguiente, un reto importante para el Instituto de Conservación de Obras
de Arte y que se acometió con gran éxito en su conjunto. En primer lugar se
produjo una desinsectación de la madera, un tratamiento de los soportes para
lograr cerrar las grietas producidas en las uniones con las tablas, y el
fortalecimiento de las fibras que se encontraban muy debilitadas por los
parásitos.
En
cuanto a las capas de color de las 20 tablas, en muchos casos a punto de
desprenderse de los mismos, fueron fijadas con una cola acética y con el apoyo
de rayos infrarrojos y ultravioletas que ayudaron a penetrar en las capas
profundas de la tabla pictórica. De la misma forma, se encontraron abundantes
“repintes” antiguos, y posteriores a la mano del “maestro”, probablemente de
1723 que fueron todos levantados. También se modificaron algunas “limpiezas
defectuosas” que habían marcado una serie de “barridos” de colores,
especialmente en los rojos, verdes y azules que se habían ennegrecido pero que,
sobre todo, habían alterado la coloración original de la obra. De ahí que la
tonalidad original se tuviera que realizar a la “acuarela” y posteriormente
fijadas con veladuras de barniz.
Logrado todos los objetivos propuestos el
siguiente paso fue ensamblar las tablas en sus respectivos huecos, trabajo que
se realizó con enorme éxito, luciendo, ahora sí, de manera semejante a como lo
hiciera en 1563. Todo lo anterior, unido a la completa rehabilitación del
templo, hizo que el Estado, siendo ministro de Cultura Iñigo Cavero y alcalde
de la localidad José María González Bravo, no tardara en catalogar a nuestra
iglesia como Monumento Histórico Artístico Nacional (Real Decreto de 20 de
agosto de 1981, BOE de 22 de octubre). Un honor, y un orgullo para todos los
que amamos y sentimos Arroyo y su patrimonio.
SI QUIERES VER UNA IMAGEN ÚNICA, INÉDITA Y ACTUAL DEL RETABLO, PINCHA EN ESTE ENLACE
Retablo Luis de Morales octubre 2018
Alcalde: José María González Bravo
ResponderEliminarEfectivamente, Carnalvalpozon 2019 hay un error con los apellidos del alcalde que debe ser González Bravo y no Bravo González. Mis disculpas.
ResponderEliminarFrancisco Javier García Carrero.
Magnífico y necesario trabajo, Francisco Javier, ha sido una gozada y un privilegio poder leer tu artículo y todos los que escribes.Y éste del Retablo es muy interesante y valioso por lo que significan las dos joyas más representativas del arte universal del siglo de oro en Arroyo.
ResponderEliminarGracias Javi, por tu inmenso trabajo.
Un fuerte abrazo desde Madrid.
Muchas gracias, querido poeta!!!!!Mucha amabilidad en tus palabras. Esperemos seguir con fuerza para continuar con eso que tú señalas como "inmenso trabajo".
EliminarFuerte abrazo.
Francisco Javier García Carrero
Magnífico Javier. Es el mejor documento sobre nuestro retablo, que he leído hasta el momento
ResponderEliminarMuchas gracias José Manuel. Fuerte abrazo.
Eliminar