Por Francisco Javier García Carrero
Finalizando
la dictadura de Primo de Rivera, concretamente en el año 1929 y después de una
campaña larga en el tiempo, se decidió someter a plebiscito popular masculino
la posibilidad de cambiar el nombre de la villa, un tema del que ya hemos
tratado en varias ocasiones, y particularmente en uno de los artículos que
tiene nuestro libro Del Puerco a de la
Luz (Editorial Luz y Progreso, 2017). Entre las propuestas que se barajaron
se vetó completamente la posibilidad que la villa se pudiera denominar Arroyo
de Cáceres. Esa opción quedó desechada desde el primer momento que alguien la
propuso. Arroyo podría ser del Fresno, de la Luz o del Puerco, pero nunca de
Cáceres.
Y
es que ya eran demasiados años de encontronazos entre las dos poblaciones. Disputas,
recelos y envidias que se remontaban al mismo inicio del asentamiento cristiano
de ambas localidades, allá por el siglo XIII y XIV. Efectivamente, y por poner
únicamente un par de ejemplos, destacaremos la larga querella de los dos
concejos sobre el uso y disfrute de las dehesas de Zafra y Zafrilla, un pleito
que fue largo y doloroso en el tiempo. Ambas poblaciones reivindicaron la
posesión de dichas dehesas y de todas sus rentas y disfrute, una discusión
jurídica que acabó mal para los lugareños arroyanos. Más suerte tuvimos, en
cambio, sobre la finca la Matanza y la de Araya, discusión donde la justicia
del siglo XV nos dio la razón e incluso obligó al concejo de Cáceres a pagar
las costas de aquel pleito.
En
fin, toda una disparidad de pareceres y recelos incluidos que siempre
estuvieron muy presentes ya que ambas poblaciones se disputaron, incluso, la
preeminencia demográfica. Aunque es cierto que Cáceres siempre tuvo bastantes
más habitantes que Arroyo a lo largo de toda la Edad Moderna, no lo es menos
que nunca en una cantidad avasalladora sobre nuestra villa. Por ejemplo, a
principios del siglo XIX y antes que Cáceres se convirtiera en capital
provincial la diferencia poblacional era de unos escasos 2.000 habitantes, una
cifra que decía mucho de la importancia demográfica que Arroyo siempre tuvo, y
todo ello a pesar que nuestro nacimiento fue como una aldea más de la villa de
Cáceres.
Llegados
al siglo XX y al margen de esa rotunda negativa de nuestras autoridades a que
Arroyo del Puerco se pudiera calificar como Arroyo de Cáceres, a mediados de
siglo pasado y en relación con las ferias y fiestas que ambas localidades
realizaban ocurrió un hecho que, aunque no deja de ser una anécdota sin
demasiada importancia, dice bastante de cómo la “rivalidad” aún estaba muy
presente entre algunos arroyanos y algunos cacereños.
En
el año 1948, todavía momentos de luto, penurias, sufrimientos y especialmente
hambre, y siendo alcalde de la villa Eufrasio Tato Sanguino, Arroyo con más de
10.500 habitantes, se dispuso a organizar las que iban a ser la 130 edición de
las ferias y fiestas de septiembre de Arroyo de la Luz (por cierto, este año se
cumplen 202 años del inicio de esta celebración e imagino que debido a la
pandemia será un año con escasa festividad o quizás con ninguna).
En
1948 la corporación municipal, y a pesar de los problemas señalados
anteriormente, se empeñó en organizar unas fiestas con la mayor solemnidad
posible en la que la feria de ganado fue uno de los buques insignias de aquel
evento. Además del rodeo de ganado que se celebró en la explanada donde hoy se
sitúa el instituto Luis de Morales, se programaron varios festejos taurinos en los
que Carnicerito de Talavera fue su figura más sobresaliente y dado el éxito que
este matador había obtenido en la villa en los años anteriores. De la misma
forma, no faltaron las películas del Cine Solano, las cucañas, las carreras de
burros y, especialmente, los gigantes y cabezudos que hicieron las delicias de
los más pequeños. Todo ello, con unos “bares
estupendamente surtidos con servicio al estilo yanquée”, que jocosamente
señaló el programa festivo.
El
escaparate para anunciar estas ferias y fiestas fue, un año más y desde 1944,
la magnífica Revista de Ferias y Fiestas
de Arroyo de la Luz, una publicación anual que fundada y dirigida por Juan Luis
Cordero Gómez recogía no solo el programa de las fiestas de septiembre sino que
albergaba un buen número de artículos de lo más granado de la intelectualidad
extremeña de aquel momento. Allí escribieron, además de su director, Fernando
Bravo y Bravo, Juan Milán Cebrián, Miguel Borrachero, José Canal, Ramiro
Gutiérrez Suitino, Juan Ramos Aparicio, Miguel Muñoz de San Pedro y Jesús
Delgado Valhondo, entre otros muchos.
Los
mismos autores también comenzaron a escribir en la Revista Alcántara que se fundó un año después que la nuestra; es
decir en 1945 y que, a diferencia de la local que desgraciadamente desapareció,
la de la Diputación Provincial de Cáceres hoy día sigue en el mercado y, por
cierto, magníficamente dirigida por el historiador Fernando Ayala Vicente. De
esta forma, la Revista Alcántara
todavía sigue ofreciéndose como un excelente escaparate de arte, tradiciones,
literatura e historia para todos los extremeños.
La revista arroyana de 1948 llevaba en su portada un dibujo a color con un cielo azulado, también se distingue la dehesa de la Luz en la que bailan dos parejas de arroyanos con la ermita de la Virgen de la Luz al fondo, y en un primer plano dos guapas arroyanas vestidas con el traje típico de la localidad. Fue en esta publicación, por consiguiente, donde se recogieron las actividades organizadas por la corporación de Eufrasio Tato que tuvieron un seguimiento muy notable y al que acudió un número muy importante de ganaderos no solo de la provincia de Cáceres sino también de la de Badajoz e incluso de otras provincias limítrofes como eran las andaluzas o de lo que entonces era Castilla la Vieja.
Ferias de septiembre. Arroyo de la Luz 1948 |
Concluida nuestra feria de septiembre de 1948 con gran éxito, especialmente en lo referido a las numerosas transacciones de ganado que se realizaron, el Ayuntamiento de Cáceres, al frente del cual se encontraba en aquel instante el brocense falangista Francisco Elviro Meseguer (1948-1955), decidió crear una segunda feria en la capital provincial para los últimos días de septiembre y el primero de octubre. Fue anunciada a bombo y platillo en el mes de mayo de 1949, imprimiéndose miles de octavillas en las que se señalaba, además, que no se cobrarían impuestos municipales a todos los ganaderos que acudieran a la feria con sus ganados.
Meseguer en la portada de su libro |
Esta
última particularidad, en años venideros, podría perjudicar a la feria arroyana,
y mucho, ya que la nuestra apenas se celebraba quince días antes que la que
tendría lugar en la capital provincial. Nueva feria cacereña que podría
entenderse, por consiguiente, como un escaparate más atractivo para los
ganaderos que arribaran a la misma. No obstante, lo más curioso de la
iniciativa del alcalde Elviro fue cuando dio a conocer el cartel de lo que
sería la Feria de San Miguel de 1949, la primera de la historia de Cáceres.
Elviro Meseguer no optó por inspirarse “vagamente” en el cartel que había
anunciado un año antes las ferias arroyanas, de ninguna manera, lo que hizo fue
plagiarlo en su totalidad. Vamos, lo que los historiadores decimos cuando
alguien copia en su integridad un texto, lo “fusiló” completamente. El cartel
de las ferias de septiembre de Arroyo de 1948 y el de Cáceres de 1949 son
completamente idénticos.
Ferias de septiembre. Cáceres 1949 |
Por
otro lado, el programa de la feria cacereña también recordaba los eventos
arroyanos. Tuvo como epicentro a la Plaza Mayor de Cáceres, entonces denominada
Plaza del General Mola, también tuvieron toros, aunque allí a Carnicerito de
Talavera lo cambiaron por el más conocido Miguel Báez “Litri”. De la misma
forma, difundieron su diana floreada, las cucañas, el cine, las verbenas y, por
supuesto, los gigantes y cabezudos que recorrieron la ciudad acompañados del
tamborilero. En definitiva una feria que fue muy bien recibida por los
cacereños, conocida como la Feria Chica o la Feria de Elviro y que estuvo
presente en su calendario de manera ininterrumpida hasta el año 1986, aunque
también es cierto que nunca tuvo la popularidad y aceptación que la del mes de
mayo (Feria de San Fernando).
Con
la Feria de San Miguel cacereña ya establecida en el calendario oficial de
eventos provinciales, los arroyanos de entonces no se quedaron de manos
cruzadas. A principios de 1949 fue nombrado nuevo alcalde de Arroyo de la Luz
Manuel Montero Rodríguez en sustitución de Eufrasio Tato. Rápidamente el nuevo
regidor pensó lo mismo que había hecho el alcalde Elviro, establecer una
segunda feria en Arroyo, que en este caso quedaría ubicada en el mes de marzo.
Anuncio de Manuel Montero de la feria de marzo de 1950 (septiembre de 1949) |
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