Manuel Montero Rodríguez |
Orden de presentación ante el gobernador |
Y
es que desde el día 10 de septiembre de ese año, y desde hora muy temprana,
concretamente desde el momento en que se encontró en su mesa de despacho el
ejemplar del periódico Hoy de aquella
jornada, el gobernador civil Antonio Rueda había montado en cólera.
Efectivamente, aquel día un titular de prensa había provocado un malestar de
tal intensidad en todo el Gobierno Civil que su titular ya no se detuvo hasta
que el protagonista esencial de aquella verídica historia que se contaba sobre
nuestro pueblo, nuestro alcalde Manuel Montero, fuese cesado de manera
fulminante. Una destitución que se produjo el mismo día en que fue llamado en
tono tan exigente a la sede del Gobierno provincial de Cáceres.Titular del Periódico Hoy (septiembre de 1953)
A
pesar de lo que hoy todavía siguen pensando muchas personas en el pueblo, que
creen que aquella fulminante destitución se produjo exclusivamente por la
petición que hacía nuestro alcalde de un mejor reparto del terrazgo entre
nuestros convecinos (expropiación de la finca de Araya), la verdad de la
historia fue otra muy distinta. Lo que cayó como una auténtica bomba en el
Gobierno Civil fueron el resto de titulares que en esa página aparecieron,
además de las fotografías impactantes que acompañaban las distintas piezas del
reportaje periodístico. Aquellas palabras instigadas y pronunciadas por el
alcalde Montero, y aquellas instantáneas se entendieron todas ellas como un
ataque directo a uno de los pilares del sistema franquista, que no era otro que
el de la mera y constante propaganda del Régimen, concretamente en este caso
aquella frase que afirmaba con rotundidad, y desde el primer momento de la
rebelión militar de 1936, que en España no existiría nunca “ni un hogar sin lumbre, ni un español sin
pan”.Ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan
Como
había sucedido en años precedentes, unos días antes de la gran feria de
septiembre de 1953, el Ayuntamiento quiso publicitar en el diario Hoy y para toda la región extremeña, lo
que iba a ser la edición número 135 de nuestras renombradas fiestas anuales. Aquel
año, y a diferencia de eventos pasados, en los que intervinieron con distintos
escritos, generalmente laudatorios hacia la población, algunos de nuestros más reconocidos
escritores y pensadores, léase Suitino, Pedro Caba, Juan Ramos o Criado
Valcárcel, nuestro máximo regidor optó por un reportaje sobre nuestro pueblo
eminentemente reivindicativo y en absoluto complaciente con la realidad por la
que estaban pasando nuestros paisanos.
Para
ello contó en primer lugar con el notario de la villa, Antonio Varona, y especialmente
con la colaboración del periodista del rotativo Narciso Puig Mejías. Fue así
como aquel día 10 de septiembre de 1953 toda Extremadura desayunó con unas
noticias de gran impacto mediático, completamente impropias de la prensa del
Movimiento. El diario regional Hoy afirmaba
sin ambages, a toda plana, con letra llamativa, y por boca del máximo regidor
arroyano, y que ocupaba a su vez la Secretaría Local del Movimiento, que en
Arroyo se pasaba hambre y que además existía una promiscuidad de edades y sexos
debido a la escasez de viviendas. Y si todo ello resultaba escaso, el periódico
afirmaba que más de 700 obreros arroyanos estaban en el paro más absoluto,
todos ellos retratados en medio de la plaza del Ayuntamiento esperando a que
algún potentado de la localidad quisiera contratarlos.Plaza del pueblo. Obreros parados
Habían
pasado más de 14 años del final de la Guerra Civil y más de 18 desde que el
Jefe del Estado había anunciado pomposamente aquello de “ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan”. Era evidente que en
una de las poblaciones más importantes de la provincia de Cáceres, aquella
frase rimbombante había quedado en agua de borrajas, y muy lejos de conseguir
su objetivo. Y todo ello no era afirmado por ningún opositor a la dictadura,
sino por la máxima autoridad local. Era simplemente una mentira más de aquella
dictadura. Ni qué decir tiene, que esas afirmaciones eran mucho más de lo que
el Régimen podía soportar de uno de sus subordinados. Rápidamente la maquinaria
administrativa del franquismo se puso en marcha. Había que quitar de en medio a
la “oveja descarriada”.
El
día 15 de septiembre, el gobernador que había montado en cólera desde el primer
instante que tuvo conocimiento de aquellos titulares, se puso en contacto con
el ministro de la Gobernación el canario Blas Pérez González al que solicitó
autorización para un cese fulminante de Montero ya que calificó su reportaje
como “alarmante y que ha producido un
deplorable efecto en todos los medios oficiales de la provincia”. De la
misma forma, describió la actitud de nuestro alcalde como “improcedente e indisciplinada”. Por todo ello, solicitaba su cese
inmediato requiriéndole que quería nombrar al primer teniente de alcalde como “Presidente Accidental y hasta que se nombre
al que ha de sustituirle”.
La
solicitud de destitución envida por el Gobierno Civil fue confirmada por el
ministro de la Gobernación el 3 de octubre de 1953, “usando la facultad que me confiere el párrafo tercero del artículo 62
de la Ley de Régimen Local”. Junto a ello se informó que se nombraba como
alcalde sustituto y con carácter de interino a José Collado Mogollón, un regidor
que estuvo al frente del Ayuntamiento hasta julio de 1954, instante en que fue escogido
definitivamente alcalde electo a Vicente Berrocal Espada quien superó en la
terna a Francisco García Carrasco y Nicolás Sánchez Asensio, los otros dos
postulados en aquel momento.
De
cualquier forma, la separación de la alcaldía a Manuel Montero no fue bien
recibida por una gran parte de la población arroyana. En este sentido es
ilustrativo afirmar que el notario Antonio Varona, comenzó a recoger firmas por
toda la localidad con la finalidad de hacérselas llegar el Jefe del Estado.
Cuando llevaba recopiladas un millar aproximadamente, y había que tener valor
para estampar tu nombre en una petición semejante en el año 1953, las firmas le
fueron incautadas por el brigada de la Guardia Civil Jesús Jorge Vicente. Por
ello, el pliego peticionario a Franco nunca pudo completarse ni, por supuesto,
llegó a su destinatario final. El Gobierno Civil de Cáceres lo incautó, fue
archivado y jamás se le dio trámite administrativo alguno.
A
pesar de todo, Varona siguió sin rendirse un año después seguía afirmando que “lo sustancial de arroyo es el agudo problema
social, su paro, su falta de tierras reconocido por todos, que todo el pueblo
lo hablaba en voz baja, quedamente, casi de oído a oído”. Resultó evidente
que gritarlo, como había hecho Manuel Montero resultaba incómodo, aunque por
mucho que se escondiera, este problema estaba clavado en la vida de un pueblo.
Y muy pronto, así se demostró, la no resolución de estas contrariedades (el
hambre, fundamentalmente) nos abocó a una emigración masiva sin parangón en
nuestra historia local. Aunque esto ya es otra e interesante historia.
Muchas gracias por recordar nuestra historia.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Kala, por su lectura. La historia se debe conocer toda, aún así seguimos cometiendo muchos de los errores anteriores, imagina si no la conociésemos. Saludos cordiales.
EliminarComo siempre, un placer leer tus crónicas de Arroyo.
ResponderEliminarSimplemente fantástico r interesante tu manera de transmitir nuestra historia!! Felicidades por el artículo
ResponderEliminarMuchas gracias Marisa por tu comentario del que no me había percatado. Mil disculpas.
EliminarMi más cordial enhorabuena
ResponderEliminarEnhorabuena Javi!! Muchísimas gracias por tu articulo, se del hambre que pasaron mis abuelos me lo contaron!!
ResponderEliminarEnhorabuena Javier
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