sábado, 2 de junio de 2018

17. EL CRONISTA: "SANGRE ARROYANA EN RUSIA"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz




La España del Primer Franquismo, la España de la posguerra, era un país donde, concluida una guerra fratricida, había “estallado la paz”. Una España donde, a pesar de los continuos e insistentes eslóganes del Régimen dictatorial, ni era “Una”, ni tampoco era “Grande”, y ni por supuesto era “Libre”. Si a aquella España la tuviésemos que calificar con un término que se correspondiese con la cruda realidad por la que atravesaron la inmensa mayoría de sus habitantes sería la de “Hambrienta”. Y esta última palabra es la clave para poder entender cómo miles de jóvenes españoles, no todos, obviamente, acabaron enrolados en una unidad militar denominada División Española de Voluntarios, aunque es mucho más conocida por el nombre que el ministro secretario general de FET y de las JONS, José Luis Arrese, la bautizó, la División Azul. No obstante, las últimas investigaciones demuestran que, la División 250 de la Wehrmacht nunca fue una División Azul ni, pasado los momentos iniciales, tampoco fue una unidad de voluntarios.
El 22 de junio de 1941, y en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán con un total de 19 divisiones acorazadas, otras 14 motorizadas y 119 divisiones de infantería que sumaban casi tres millones y medio de soldados, invadió sin previo aviso la Unión Soviética, iniciando una guerra sucia contra un enemigo al que consideraba como “subhumano”. Con esa invasión, denominada por los jerarcas nazis “Operación Barbarroja”, como homenaje a Federico I y cuyo personaje está unido al nacionalismo germano más excluyente desde el siglo XIX, se abrió para los alemanes un nuevo frente bélico que, a pesar del éxito primitivo de sus primeras semanas, fue el comienzo de su derrota definitiva en aquella contienda mundial.
Rusia es culpable
El ataque alemán a la URSS condujo a la reunión urgente de un Consejo de Ministros en España presidido por Francisco Franco el día 23 de junio, tomándose la decisión de ofrecer la colaboración militar española en aquella invasión. Un día después, y al hilo de una manifestación casi espontánea, aunque fomentada por las autoridades franquistas, fue cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, “El Cuñadísimo”, desde el balcón de la Secretaría General del Movimiento en la calle de Alcalá de Madrid, y ante una masa enfervorecida de jóvenes pronunció un discurso en el que enfáticamente, y al margen de otras lindezas, incluyó su famoso “Rusia es culpable. El exterminio de Rusia es una exigencia de la historia y del porvenir de Europa”.
A partir de aquel instante se inició una recluta de hombres por toda la geografía patria de entre 20 y 28 años, un requisito que no se cumplió con muchos divisionarios; también se pidió que fueran falangistas, otra exigencia que acabó obviándose ya que muchos de los que marcharon acabaron siendo soldados de reemplazo y que, después de pasar un examen médico, recibirían algo más de 7 pesetas de sueldo diario, una cantidad nada desdeñable en aquellos años.
La maquinaria propagandística del Régimen se puso a funcionar aunque, pasada el entusiasmo inicial, las adscripciones no tuvieron los efectos que la dictadura predijo. Y es que la cruda realidad fue que lo que parecía que iba a ser una victoria aplastante de ocho o diez semanas, se convirtieron en tres largos años de sufrimiento para algunos, “nieve, cielo y frío”, era lo único que encontrábamos en Rusia, diría algún divisionario regresado. Junto al frío también halló la muerte en aquellas extensas estepas un vecino arroyano y, por último, también experimentaron once años más de infernal cautiverio en un “gulag” soviético para otros muchos, entre ellos el hermano del anterior fallecido.
De esta forma, de los más de 45.000 soldados que partieron a Rusia, 918 fueron de ascendencia cacereña. Todas las comarcas provinciales aportaron efectivos a lo largo de las distintas reclutas que se produjeron entre 1941 y 1943. La comarca Tajo-Salor fue con diferencia la que mayor número de hombres envió a Rusia, 185 efectivos; la comarca de Las Hurdes, en cambio, únicamente aportó 5 divisionarios. La mayor parte de estos hombres fueron como simples soldados, ya que únicamente se alistaron 17 oficiales, concretamente 2 capitanes, 12 tenientes y 3 alféreces. Al margen de algún falangista plenamente convencido, las motivaciones para alistarse de estos hombres estuvieron relacionados con el hambre. Decir que el hambre y la miseria les estaban matando en aquellos años no fue ninguna metáfora. Otras motivaciones para acudir a Rusia fueron estrictamente familiares, o lo que es lo mismo, tratar de salvar a un familiar que estaba encarcelado por su origen republicano, o tratar de limpiar una imagen política poco recomendable para las nuevas autoridades del país.
Once son los nombres de arroyanos que tenemos como divisionarios en aquella contienda armada. Lo curioso fue que ninguno de esos nombres coincide con el de los catorce falangistas que fundaron este partido político en la localidad unos años atrás y con González Toril a la cabeza. Evidentemente, todos ellos prefirieron disfrutar de las mieles de la victoria de la Guerra Civil en el pueblo, con sus nuevas prebendas, que tener que arriesgar su vida en aquellas lejanas tierras. Por ello, puestos a elegir escogieron que fueran otros los que salvaran a España de la “hidra soviética”. Una vez más, se cumplió aquel dicho que afirma “los ricos provocan las guerras para que se maten los pobres”, y eso fue lo que literalmente sucedió en aquella loca aventura. De cualquier forma, e independientemente de todo, los divisionarios forman parte de la historia de España, y, por ende, de la historia de nuestro pueblo. Procede, por consiguiente, sacarlos del anonimato al que por diversas causas se han visto relegados, como en su día hicimos cuando sacamos a la luz los últimos de Filipinas y Cuba.

Francisco Navarro antes de caer prisionero. 1943
De los once nombres que poseemos vamos a referir a tres, hombres que representan, paradójicamente, las distintas casuísticas que se presentaron con los divisionarios españoles en aquella conflagración mundial. El del divisionario que perdió la vida en el frente de guerra, Patrocinio Navarro Durán; el que fue repatriado en noviembre de 1943 después de la orden dada desde España para desmovilizar la División Azul, y una vez que las tropas aliadas comenzaron a superar a las fuerzas alemanas de manera evidente, Emeterio Femia Berrocal; y el que probablemente sea el más dramático de todos los casos, el que estuvo prisionero de guerra en un campo de concentración soviético, en un terrible gulag, durante 11 largos e interminables años, Francisco Navarro Durán, soldado arroyano que fue repatriado en el famoso buque Semíramis en la primavera del año 1954.

Los tres divisionarios arroyanos eran muy jóvenes. De hecho, Francisco era poco más que un adolescente ya que había nacido el 2 de mayo de 1923, por lo que no se encontraba aún ni con los años mínimos para poder enrolarse en aquella aventura cruel, por lo que tuvo que enmascarar su verdadera edad para poderse marchar. Su hermano Patrocinio, en cambio, era un poco mayor que él, había nacido el 25 de enero de 1920, cumpliendo el requisito de la edad. De hecho, la presencia de dos, tres y hasta de cuatro hermanos enrolados en la División Azul fue una circunstancia relativamente común. Por último, Emeterio Femia, que aún vive en nuestra localidad, había nacido en el año 1921, llegó a Rusia en una recluta posterior a la de los hermanos Navarro; o lo que es lo mismo, cuando el General Jefe del contingente divisionario español era ya el general Emilio Esteban Infantes, sustituto del primer jefe de aquella primitiva expedición, el general Agustín Muñoz Grandes, mando con el que estuvieron los dos primeros.
El proceso de llegada a Rusia era siempre el mismo. Conformada la recluta, y después de dos breves semanas de instrucción militar, los divisionarios arroyanos marcharon hasta el frente ruso, primero en ferrocarril, atravesando la Francia ocupada y posteriormente, una vez hecho el juramento de fidelidad a Alemania, los hermanos Navarro que estaban adscritos al Regimiento de Infantería 263 continuaron a pie. Novecientos kilómetros interminables y donde el intenso frío fue la característica más común de aquellas largas jornadas y antes de arribar al frente de combate en las proximidades de Leningrado. En cambio Femia, tuvo más suerte en su trayecto ya que conducía camiones y vehículos tipo Jeep al quedar englobado en una unidad motorizada con la que llegó hasta Riga, la actual capital de Letonia y pasando por el lago Ladoga, accidente geográfico que atravesaron con sus vehículos en el invierno de 1943 y una vez que se encontraba completamente helado. 
Emeterio Femia y otros divisionarios. 1943.
Emeterio Femia y compañeros en un descanso del trayecto. 1943.


Emeterio conduciendo. 1943.











Emeterio Femia en Riga. 1943.







Varias son las batallas en las que participaron los divisionarios, tales como Smolensko o Novgorod. No obstante, en los arrabales de Leningrado, con un intensísimo frío el día 10 de febrero de 1943 se desarrolló la batalla de Krasny Bor, la más destacada en la que participó la 250 División de Voluntarios Españoles. Aquel día, y muy de mañana, los poco más de 5.600 divisionarios españoles tuvieron que hacer frente a un fuego de artillería soviético intensísimo, y muy desigual entre ambos contendientes que provocó un número de bajas entre las fuerzas españolas como hasta entonces no se había conocido. Efectivamente, después de esta batalla, los divisionarios dejaron en el camino 1.125 muertos y algo más de 1.000 heridos, además de ser apresados otros 300 hombres adicionales, muchos de ellos de origen extremeño. Uno de aquellos presos fue Francisco Navarro Durán. Aquel día se iniciaba para el joven soldado arroyano un periodo de presidio en distintos gulags soviéticos que no concluyeron hasta 11 años más tarde.
Aunque el goteo de bajas en las filas divisionarias se produjo poco después de arribar en Rusia, lo peor estaba por llegar. El resto del año 1942 trajo noticias a España de numerosos fallecidos en aquellas lejanas tierras, reflejo evidente de la cara más negra de una aventura anticomunista que nunca se habría debido producir. Del irresponsable triunfalismo oficial del régimen franquista en los primeros días se pasó a evidenciar los riesgos que entrañaba semejante acción bélica. En ese goteo de muertos y desaparecidos debemos incluir al hermano de Francisco, Patrocinio Navarro que alistado en Batallón Ciclista nº 1 y posteriormente adscrito al regimiento de infantería 263, perdió la vida el día 22 de marzo de 1943. Patrocinio fue enterrado en una fosa común del cementerio de campaña español en Sluzk, actual Bielorrusia, contaba 23 años de edad. Como la mayor parte de los muertos de aquella campaña, todos los soldados reposan en suelo ruso o de sus antiguas repúblicas, más de 100 enterramientos, desde grandes cementerios a tumbas individuales que se encuentran esparcidas por el campo.
Que aquella aventura iba a terminar en una sonora derrota para las fuerzas alemanas comenzó a ser una realidad desde mediados del año 1943. El armisticio y la posterior capitulación italiana ante los aliados en septiembre de ese año no presagiaban un buen final para las tropas del Eje. Rápidamente Franco cambió de opinión declarando a España “neutral” en el conflicto, ordenando la repatriación del colectivo que había sido enviado a Rusia y minusvalorando siempre la participación de España en aquella confrontación que trató de olvidarse al menos oficialmente en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Fue en este nuevo contexto cuando se dio orden de repatriación de los divisionarios que comenzaron a retornar a España.
Ese fue el caso del tercero de los soldados arroyanos a los que hemos hecho referencia en este artículo. Emeterio Femia Berrocal retornó a España en noviembre de 1943 junto con otro soldado de la localidad después de pasar varios meses en Rusia. Emeterio de su largo peregrinar recuerda aún hoy y con perfecta nitidez a su jefe, el general Esteban Infantes, también como conducía los camiones y los Jeep antes de llegar hasta Riga y atravesando el lago Ladoga. Por otra parte, nos evoca el “aguinaldo” que recibieron desde España en forma de dulces, chocolates, bebidas y tabaco durante aquel invierno de 1942-1943 con colectas que trataban de enmascarar la verdadera tragedia de lo que allí estaba ocurriendo. De la misma forma, también nos recuerda la ropa de muy buena calidad que les fue enviada desde Alemania con la finalidad de soportar el intenso frío que reinaba en la Unión Soviética. Frío, siempre el frío. Efectivamente, “el frío era tan grande que cuando orinabas el chorro nunca llegaba a tocar el suelo”, o “yo he tenido que cortar el queso o la mantequilla con un serrucho”, recordaban los divisionarios en más de una ocasión.
Y la guerra mundial concluyó con la ocupación de Berlín por las tropas soviéticas el 2 de mayo de 1945, todo al contrario de lo que al principio se había previsto. La mayor parte de los divisionarios que no habían fallecido en la contienda ya estaban en España, pero un buen número de ellos, varios centenares, habían quedado como prisioneros y oficialmente como “desaparecidos en acción de guerra”. Su familia en España los daba por muertos. Ese fue el caso del joven arroyano Francisco Navarro que desde febrero de 1943, apresado después de Krasny Bor comenzó un peregrinar por distintos gulags soviéticos, campos de concentración donde la vida, cuando no se perdió, que también hubo muchos que acabaron falleciendo, fue un auténtico sufrimiento humano. El presidio fue, probablemente, el precio más destacado que tuvieron que pagar los divisionarios, aunque para nuestro paisano Navarro aquella reclusión al menos le sirvió para aprender a leer y escribir, conocimientos que no tenía en el momento de enrolarse en 1942. Por consiguiente, y aunque de las vicisitudes ocurridas en aquellas terribles prisiones de Stalin se ha escrito mucho, no todo está aún por contar.

Semiramis. 1 de abril de 1954
Después de mucho sufrimiento, y un año después del fallecimiento de Stalin, la Cruz Roja francesa inició las conversaciones con los nuevos dirigentes soviéticos para acabar con la angustia de aquellos soldados españoles que llevaban prisioneros 11 largos años. Aquellas negociaciones llegaron a buen puerto, era la primavera de 1954. Antes de embarcar para España en el buque Semíramis, los prisioneros españoles quedaron concentrados en la ciudad de Odesa, a orillas del Mar Negro. Allí los soviéticos hicieron un último intento para convencerles que lo mejor era quedarse a vivir en Rusia como hombres libres. Lo lograron con medio centenar de ellos. El resto, en cambio, decidió embarcar con destino a España, entre ellos regresaba Francisco Navarro Durán, aunque su familia en Arroyo aún no sabía nada.
El barco con los repatriados españoles con casi tres centenares de hombres, diecinueve de ellos extremeños, zarpó del puerto de Odesa el 27 de marzo de 1954. Hizo el barco una primera escala en Estambul, donde subió una pequeña delegación española compuesta por varios periodistas, un grupo de monjas y algunos médicos. La noticia comenzó a difundirse entre los medios periodísticos españoles, aunque tergiversando completamente la realidad de las gestiones para la liberación ya que se la atribuyeron al Gobierno español, cuando realmente había sido la Cruz Roja la artífice última de aquel rescate humanitario.
30 de marzo de 1954
Mientras el Semíramis se aproximaba a Barcelona, puerto donde iban a desembarcar los repatriados, los periodistas comenzaron a ofrecer alguno de los nombres de los prisioneros que regresaban. Así fue como los padres de Francisco Navarro, Claudia y Francisca, que entonces contaban ya con 70 años, supieron a través de Radio Nacional que uno de los soldados que retornaba era su hijo. El vecindario arroyano acudió al domicilio familiar en la calle Oscura, donde comenzaron a recibir las felicitaciones de sus amigos y convecinos, declarando tanto ellos como el resto de parientes que el “luto no se lo iban a quitar hasta que Francisco estuviese en el hogar”.
Navarro condecorado al bajar del buque Semíramis. Abril de 1954
Después de una semana de viaje, el 2 de abril de 1954, el Semíramis hizo entrada en el puerto marítimo de Barcelona. La apoteosis patriótica fue absoluta. Todo se llenó de banderas españolas y el griterío de las miles de personas que esperaban a los repatriados se mezcló con el lanzamiento de cohetes y con el ruido de las sirenas de los barcos. El primer destino de los que descendían, después de recibir besos, condecoraciones y abrazos de la multitud fue la basílica de la Merced para ofrecer una acción de gracias, para posteriormente trasladarse hasta el hospital del Generalísimo donde se sometieron a un examen médico y a una entrevista personal con la finalidad de detectar posibles infiltrados de ideología contraria al régimen franquista. En aquella entrevista se les pidió si habían conocido a prisioneros italianos, noruegos, suecos, húngaros, un belga muy concreto, Albert Anclaux, del cual se daban señales precisas, e incluso se les preguntó por un general del ejército de Estonia, que se presumía prisionero de los soviéticos desde 1940. 
Diecinueve de los que desembarcaron eran originarios de Extremadura, diez procedentes de Badajoz, ocho cacereños y uno con residencia en la capital pacense aunque nacido en Portugal. Esta expedición partió en dirección a la capital de España donde fueron homenajeados de nuevo el 5 de abril en el Hogar Extremeño situado en la Gran Vía de Madrid. Aquella misma noche el grupo extremeño de divisionarios se dividió definitivamente, algunos decidieron quedarse en Madrid, otros marcharon hasta Badajoz y tres de ellos, entre los que se encontraba Francisco Navarro Durán, se dirigieron hasta Cáceres.
A hombros hasta Arroyo. Abril 1954.
La llegada a Arroyo del soldado Francisco Navarro fue apoteósica, muy similar a lo que estaba sucediendo con todos los demás divisionarios en sus respectivas localidades. Era un gesto de gran envergadura por parte del Régimen y muy típico de la Guerra Fría como telón de fondo. Navarro fue traído a hombros por sus convecinos desde la estación de tren. Todo fueron aplausos, besos y abrazos a lo largo del trayecto y hasta su llegada al Ayuntamiento arroyano, donde fue recibido por el alcalde José Collado Mogollón y el resto de la corporación municipal. Se le invitó desde el balcón a decir unas palabras a los que le aclamaban pero la emoción le impidió decir dos palabras seguidas, y agradeciéndoles únicamente con un cariñoso gesto a todos los que en la plaza se habían concentrado para recibirle.

Bienvenida a Arroyo. Abril de 1954.
Llegada a Arroyo. Abril de 1954.












Francisco Navarro. Municipal
En mayo de 1954 el Ministerio del Ejército le entregó 150 pesetas para que se trasladara hasta Marbella para disfrutar de dos meses de vacaciones completamente gratuitas en el balneario Quinta del Raposo. Posteriormente la Hermandad de la División Azul estuvo pendiente de su posterior incorporación a la vida civil, se barajó la posibilidad de trabajar como ordenanza en el Instituto Nacional de Previsión en Cáceres, pero al final su destino último fue como guardia municipal en el Ayuntamiento arroyano, puesto en el que se jubiló dos años antes de su fallecimiento. Francisco Navarro Durán falleció el 2 de septiembre de 1990 cuando contaba 67 años de edad. Está enterrado en el cementerio de Arroyo de la Luz. 

Nota: Como siempre, y al margen de APyF como escaparate al mundo, quisiera agradecer la colaboración y predisposición de la familia de Emeterio Femia y, especialmente de Pakita Navarro, sin cuya ayuda este artículo hubiese tenido muchas más lagunas. También el agradecimiento se hace extensivo a Martín Panadero por las gestiones realizadas. Y aclarar, por último, que a pesar de la publicación de varios libros en las que aparecen numerosas instantáneas de divisionarios, las que aquí aportamos son completamente inéditas, y nunca antes han aparecido en ningún libro de historia.  



2 comentarios:

  1. Magnífica crónica local de la División Azul. ¡Felicidades!

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    1. Muchas gracias Juan Francisco.
      Saludos cordiales.
      Javier

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