domingo, 2 de agosto de 2020

39. EL CRONISTA: "LA ERMITA DE LA SOLEDAD. UNA JOYA DE LA ARQUITECTURA POPULAR Y UN ARQUITECTO DESCONOCIDO"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz

       
       Muchos son ya los arroyanos que conocen los nombres de distintos intelectuales que arribaron durante las primeras décadas del siglo XX a lo que entonces se conocía como Arroyo del Puerco. Todos ellos son especialmente visibles desde que llevamos publicando esta serie de artículos en el blog de Paisajes y Fiestas, anteriormente en el periódico local Hoy Arroyo, o bien gracias al visionado de un documental en el que tuve el honor de colaborar en su momento, (desde aquí vuelvo a recomendar, aunque diversas declaraciones expresadas por alguno de los entrevistados deja mucho que desear, el magnífico trabajo El correr del Arroyo del director Jerónimo García Castela (https://www.youtube.com/watch?v=oSvbjqm-z3k), un documental que nos demuestra que por nuestra localidad, históricamente una de las principales poblaciones de la provincia de Cáceres y de toda Extremadura, han desfilado los mejores musicólogos tanto españoles como extranjeros.

Lo mismo sucede con esas fotógrafas de renombre internacional que pasaron por la villa por esas mismas fechas. Todas ellas quisieron “empaparse” de nuestras tradiciones, beber en lo más profundo de nuestra idiosincrasia y así poder darlas a conocer en diversas publicaciones que lograron dar la vuelta al mundo. Recuérdese, por ejemplo, ya que las hemos mostrado en varios de nuestros artículos y libros (Del Puerco a de la Luz), las majestuosas fotografías de aquellas “arroyanas en traje de gala”, o los magníficos “pucheros y cacharros” arroyanos y, por supuesto, los “hornos de cocer vasijas” que gracias a Ruth Matilda Anderson, y sus dos viajes a nuestra población durante las décadas de los veinte y de los cuarenta del siglo pasado, aquellas instantáneas llegaron hasta la Gran Manzana de Nueva York, fotografías que en el día de hoy todavía pueden admirarse en el museo de la Hispanic Society de la ciudad norteamericana.

Todos aquellos intelectuales, musicólogos y fotógrafas buscaron siempre encontrar la esencia del "alma" de los arroyanos de entonces, y bien que supieron encontrarla y difundirla una y otra vez en diversas grabaciones o bien en libros de tirada internacional. Por todo ello nuestra misión hoy día es volver a recordar aquellas estampas, muchas veces casi olvidadas, pero que ilustran a la perfección el pasado glorioso de un pueblo como es el arroyano.

No obstante, lo que ya muchas menos personas conocerán, si es que lo conoce alguno, es que al margen de fotógrafos y musicólogos de prestigio internacional por Arroyo también pasaron arquitectos de renombrada reputación a nivel nacional. Unos jóvenes recién titulados en su profesión en las facultades en la universidad madrileña que estaban ansiosos por recuperar, buscar y estudiar en profundidad aquellas joyas de la arquitectura popular de nuestra población. Edificaciones escasamente conocidas a nivel estatal e, incluso hoy día casi olvidadas por la mayor parte del vecindario arroyano. Nos estamos refiriendo a la pequeña ermita de La Soledad, levantada en lo que entonces era el extrarradio de Arroyo del Puerco en el ya lejano siglo XVII y en la que desgraciadamente también dejaron su negativa huella los franceses en el año de 1809 cuando destrozaron la primitiva Virgen de la Soledad. Una actitud que como ya sabemos se repitió con las imágenes de la Virgen de la Luz y del Cristo de la Expiración, desmanes a los que se sumó el incendio que provocaron en aquella ermita.

Vista general del emplazamiento en 1928

Fue, por consiguiente, en este contexto de interés general por Arroyo cuando en el año 1927 llegó a nuestra localidad el arquitecto Francisco Solana especialmente para estudiar la ermita de La Soledad, una “pequeña obra maestra de la arquitectura”, como él mismo la definió nada más toparse con ella. Solana realizó un magnífico análisis para una revista mensual, un estudio que publicó un año más tarde. Concretamente la revista en la que apareció su estudio se llamaba Arquitectura, y se inscribía en el Órgano Oficial de la Sociedad Central de Arquitectos en Madrid.

Se trataba de una publicación de tirada nacional que ya llevaba 10 años de existencia en el mercado. Francisco Solana hizo su aportación en el número 113, y su reportaje ocupaba varias páginas (275-281). En el mismo detallaba minuciosamente lo que representaba esta pequeña ermita para la población y para la región extremeña. El reportaje cuenta con numerosas fotografías que Francisco Solana realizó in situ, unas fotografías que hemos recuperado y que hemos querido difundir a través de este blog. Solana dejó constancia, además, de distintos planos y alzados que hoy día harán las delicias tanto de arquitectos como de los aparejadores locales.

Otros detalles acotados de la ermita de la Soledad
Croquis acotado de Ermita y púlpito

Alzado de la ermita

Por ello, referir y recuperar a Francisco Solana San Martín, un arquitecto del Instituto Nacional de Previsión y muy ligado a Extremadura durante la década de los veinte y treinta del siglo XX, es de absoluta justicia. Porque decir Solana San Martín es poco más que nombrar a un auténtico desconocido de un pasado, el nuestro, relativamente reciente y prácticamente olvidado, uno más de los muchos profesionales que estamos sacando a la luz, y que gracias a estos artículos pretendemos que queden definitivamente ligados y en perfecta simbiosis con nuestra historia en común como pueblo. Resulta más que evidente que el próximo cronista de la villa lo tendrá todo muchísimo más fácil.

Francisco Solana llegó a Arroyo del Puerco en el año 1927, su idea era la de estudiar lo que era la más pequeña de nuestras ocho ermitas locales, la de La Soledad, una construcción que, como la mayor parte de estas edificaciones de nuestra raigambre cristiana, se encontraba en el extrarradio de la población, concretamente “a cuatrocientos pasos” del centro de la localidad y muy próxima a la de San Antonio Abad, aunque esta última que estaba fechada en el siglo XV no fue objeto de una atención particular por parte del arquitecto madrileño, al menos en esta primera toma de contacto con Arroyo del Puerco.

Un costado de la ermita

Lo primero que observó Francisco Solana en nuestra ermita fue la originalidad de la obra, un edificio muy humilde, de pequeñas dimensiones y “sin estilo arquitectónico donde clasificarla”. Para Solana el valor de la misma lo encontraba en el delicado sentido con que se han manejado todos los materiales constructivos y “la limpia emoción que produce ajena a todo efecto pintoresco”, señalaría en la redacción de su escrito. Impresiona la cubierta, las cruces del Calvario o la espadaña a la que fotografió desde varios ángulos.

Otro costado de la ermita
Espadaña de la ermita

Esta preocupación por las formas geométricas que detectó el arquitecto, tan “puras y desnudas de ornamento” ofrece muchas veces a la arquitectura popular extremeña un aspecto al que catalogaba como sorprendentemente "ultramoderno”. Quedó impresionado también con la planta de la edificación a la que definió como una gran iglesia aunque “reducida la escala”. Ya que observaba que no faltaba de nada, tenía planta de crucero, ábside semicircular en la cabecera, pórtico en la entrada y, además, vivienda de la ermitaña y todo ello, se asombraba con la cifra en solo “treinta y cinco metros cuadrados”. A pesar del escaso tamaño dirá Solana que “¡con qué delicadeza, con qué noble sencillez está todo dispuesto y medido!”.

Interior de la capilla de la Soledad
Habitación de la ermitaña
Bóveda de la ermita

  El púlpito exento también fue objeto de un estudio detallado hasta el milímetro, un púlpito que relacionó con otro que había visto en la ermita de la Virgen de la Montaña en Cáceres, quizás “copia de los púlpitos de las Misiones americanas desde donde los Padres tenían que dirigirse a la multitud” ya que, como sucedía con esta edificación arroyana, ningún templo podía ser bastante grande para acoger a todos sus fieles.

Púlpito de la Soledad

Dejó testimonio Francisco Solana que había medido y acotado toda la obra y sus anexos incluso con “excesivo respeto, un poco supersticioso”, señaló que temió verdaderamente que cualquier pequeño error en las medidas y cálculos pudiera alterar lo que él entendía como el mayor encanto que tenía la ermita de La Soledad de Arroyo del Puerco.

Se marchó Francisco Solana San Martín del pueblo con la intención de retomar para un nuevo viaje el estudio de alguna otra de nuestras joyas arquitectónicas locales olvidadas, aunque no dejó escrito el nombre de ninguna en particular, y difundirla por todo el país. No obstante, aquella posibilidad nunca llegó a producirse, su vida, por desgracia, no llegó a tener un recorrido muy amplio en el tiempo. El inicio de la guerra civil en 1936, como a tantos y tantos jóvenes españoles, truncó una carrera profesional muy prometedora, aunque este final de su corta vida sería otro artículo completamente distinto. Para otro momento y mejor ocasión.


Ermita de la Soledad en 1928


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