Por Francisco Javier García Carrero
Cronista Oficial de Arroyo de
Desde
que iniciamos la aventura de trasladar a la población un artículo mensual, ya
llevamos más de 100 trabajos. Los que siguen el blog conocen que la temática a
lo largo de todo este tiempo ha sido muy variada. No obstante, cuando realizo
algún texto que recoge la intrahistoria familiar de algún arroyano que yo
entiendo como característico e importante en el pasado más o menos cercano,
surgen lectores que me indican que su familiar también debería ser objeto de ese “estudio”. Algunos de ellos me dicen que
su padre, abuelo, hizo esto o lo otro, que trabajó aquí o allí o que favoreció
la existencia de algunos de sus paisanos.
Todo
loable y todo entendible. Como han sido varios los amigos que me han trasladado
que su padre o abuelo había trabajado para el ayuntamiento, aunque no sabían
exactamente en qué ni casi cuándo, he querido que el presente mes hacer un
repaso, obviamente más breve que los puramente personales, de todos aquellos
empleados del consistorio arroyano que trabajaron para el mismo en un año muy
concreto, entre 1940 y 1941. Por consiguiente, aparecerán en este artículo un
buen número de nombres que estoy seguro que muchos lectores identificarán como
sus parientes. Y he elegido estas fechas por ser unos años lo suficientemente
importante en la población. Sería algo así como recordar a los “empleados
para después de una guerra”., y casi parafraseando a Martín Patino cuando
rodó aquella magnífica película que mi padre, Agustín García Berenguer,
visionó en múltiples ocasiones y que siempre lo hizo con lágrimas en los ojos
(magnífica, por otro lado, y casi de visionado obligatorio para entender
aquellos terribles años).
La
guerra civil había concluido oficialmente el primero de abril de 1939. La Nueva
España nacía y con ella toda una nueva estructura de poder que se iniciaba en
los consistorios municipales y que ascendía por los órganos provinciales y
antes de llegar a la cúspide en Madrid. Como era lógico no todos los empleados,
funcionarios, trabajadores eran nuevos. Muchos de ellos ya venían ejerciendo
esos cargos con anterioridad, pero todos ellos, tuvieron que pasar por el
filtro de la “depuración” para saber fehacientemente que ninguno “añoraba” el
pasado anterior más cercano y que sus postulados políticos no eran contrarios,
por consiguiente, a lo que la Nueva España demandaba de todos ellos.Empleados del ayuntamiento.
Secretario, alguaciles y voz pública
Francisco Gonzalez Toril, alcalde en 1940. |
El resto de la plantilla que trabajaba para el consistorio municipal lo encabezaba el secretario de primera categoría del ayuntamiento, el cacereño Juan Luis Cordero Gómez, aquel año era todavía interino en el puesto y tenía un sueldo de 7.000 pesetas anuales. Era el que más cobraba, con diferencia, de todos los trabajadores del consistorio. Los administrativos eran varios, todos propietarios, un oficial primero llamado Teodoro Casquero Cid, con un sueldo de 3.750 pesetas; un oficial segundo, Arturo Cebrián Salas, que tenía una remuneración anual de 3.299 pesetas; y tres oficiales de tercera, Santiago Barriga Gallego, que percibía un sueldo de 2.500 pesetas; y Lorenzo Jorna Castaño y Juan Marín Marín que tenían una remuneración anual algo menor, 2.400 pesetas.
Vicente Criado Valcárcel. Médico y futuro cronista de la villa. |
El
farmacéutico-inspector era una persona muy conocida, Nicolás Sánchez Asensio,
ya que unos años antes había sido el alcalde de la localidad, aunque no solo
era conocido por esto. Como funcionario propietario que era tenía un sueldo algo
inferior a los médicos, 2.750 pesetas, que también completaba con la venta de
medicamentos de manera privada. El segundo farmacéutico, Francisco Rosado
Ojalvo, también propietario, tenía el mismo sueldo del consistorio que el
anterior. Por otra parte, José Criado Valcárcel era el veterinario
primero, titular de la plaza y tenía una remuneración de 4.000 pesetas anuales.
El veterinario de segunda e interino se llamaba Olegario Notario Notario
y recibía la cantidad de 3.500 pesetas anuales. Ambos completaban sus sueldos
también con prácticas privadas.Algunos de los funcionarios ayuntamiento. Diciembre de 1940
Dos
eran los practicantes en la localidad, ambos con la categoría de propietarios y
los dos con la misma remuneración municipal, 1.050 pesetas anuales. Una cifra
que se incrementaba, al igual que con los médicos con las llamadas “igualas”.
Sus nombres eran Santos Salomón Rodríguez, que tiene una calle en el
pueblo en su honor, y el otro se llamaba Jesús Carrasco Toresano. La
matrona o profesora de partos en la población aquel año se llamaba Leoncia
Santamaría Cilleros. A la anterior, Polonia Mateos Pérez, que había
ejercido muchos años en la villa, y que había ayudado a traer a muchos
arroyanos a este mundo, la habían fusilado de manera inmisericorde, y, a pesar
de esa injusticia, no tiene calle ni reconocimiento alguno. La matrona titular
Leoncia recibía la misma cantidad que los practicantes y, como ellos, también obtenía
un plus por las consultas o actuaciones privadas.
El
inspector de la policía municipal, y con carácter de propietario, se llamaba Vicente
Simón de Sande, recibía la cantidad de 3.300 pesetas. En el colectivo del
magisterio el consistorio estaba ocupado con dos personas, un maestro municipal
para niños, Manuel Andrada Ojalvo, y una maestra de niñas, Carmen
Guillén Chaves. El primero con un sueldo de 3.000 pesetas anuales y la maestra,
como era mujer, 2.500 pesetas. El ayuntamiento también tenía un agente en la
capital que se encargaba de la resolución de los problemas burocráticos
menores, se llamaba J. Carlos García Casillas, era interino. No era,
obviamente, su único empleo y obtenía del consistorio 400 pesetas cada año. También
tenía el municipio en nómina, incluso como propietario, un encargado de los
relojes municipales que se llamaba Jorge Capdevielle, y que tenía un
sueldo anual de 600 pesetas.
Dos
eran los alguaciles de la villa, ambos propietarios y ambos con el mismo sueldo
de 2.200 pesetas anuales. Se llamaban José Gilete Gilete y Silvestre
Pascasio Plaza. Los conocidos como “serenos”, es decir, los policías
municipales que dependían orgánicamente del inspector Simón de Sande eran diez
hombres y todos ellos tenían la misma remuneración anual, 2.100 pesetas. Sus
nombres eran Pedro Fondón Tejado, Mariano Cacho Espadero, Bibiano Delgado Ramos,
Eduardo Cordero Solana, Eugenio García Campos, Sixto Barrera Delgado, Abundio
Pajares Sanguino, Juan Villalba Pajares, Fabio Aparicio Bejarano y Felipe
Moreno Diacosta. Todos ellos eran los encargados de mantener el orden
público en la población y hacer cumplir las estrictas normas emanadas desde el
consistorio, desde el decoro en los bailes y hasta el control del orden en la
fila del cine Solano cuando se esperaba un “lleno”, por ejemplo.
El
vigilante de arbitrios se llamaba Marcelo Salomón Macías, este
subalterno con categoría de propietario obtenía un sueldo anual de 2.190
pesetas. Tres eran los barrenderos municipales, Loreto Pajares Casares,
Julián Leal Pajares y Teodoro Amaya Palacios. Los tres recibían la misma
cantidad anual, 1.300 pesetas. El voz pública o pregonero se llamaba Juan
Muñoz Parra y tenía un sueldo de 1.200 pesetas. El guarda de la dehesa
boyal era Blas Santano Ortigón y recibía anualmente 1.000 pesetas. El
encargado del cementerio, y enterrador municipal era aquel año Manuel Durán
Teomiro que tenía un sueldo de 1.250 pesetas y, por último, había una
encargada de la limpieza del edificio municipal, aunque también era requerida
en otros inmuebles, que se llamaba Emiliana Pasán Román, y que cobraba
913 pesetas anuales.
Como
resumen final, deberíamos comentar que todos y cada uno de estos sueldos
estaban muy por encima de lo que cobraban los arroyanos de entonces, y que no
trabajaban para ningún organismo oficial. El sueldo habitual que se obtenía
durante aquellos terribles años, no olvidemos que estamos en los llamados años
del hambre, era el de una peseta diaria; o lo que era lo mismo, unas 360
pesetas anuales. Algunos empleos podrían alcanzar algo más, pero siempre las
cifras eran bastante inferiores a las que aquí hemos detallado para estos
trabajadores del consistorio arroyano.
Francisco
Javier García Carrero
Cronista
Oficial de la villa de Arroyo de la Luz.
Que pena pero deseando conocer el nuevo proyecto
ResponderEliminarJavi, yo soy un muchacho de la posguerra de los años del hambre, se pasaron muchas calamidades en el pueblo, recuerdo no se si era los sábados o los domingos las colas que se hacían en algunas puertas de los ricos esperando la perra gorda o chica que esa señora repartía a los pobres, así como la cantidad de hombres que se amontonaban en los soportales muy de mañana esperando que algún hacendado viniera y lo contratara ese día. Al ver la cara de las personas de las fotos que has puesto, he recordado a casi todos, Don Vicente que vivía en las cuatro esquinas, El farmacéutico Rosado un hombre muy campechano y mucho humor, el pregonero, los municipales, Don Santo Salomón que se desplazaba por el pueblo con el carro de caballo igual que Don Vicente y Don Francisco, recuerdo a Don Guillermo Mena que fue mi maestro y a todos los muchachos de la escuela y del barrio jugando a la dola o al marro, no teníamos móviles ni televisión pero éramos felices. Gracias Javi por recordarnos nuestra infancia.
ResponderEliminarGracias por tan interesante aportación. Efectivamente, así era la vida en el pueblo durante aquellos años de hambre y miseria para la mayoría de los arroyanos.
ResponderEliminarUn abrazo. Francisco Javier García Carrero.