miércoles, 20 de febrero de 2019

EL TROVADOR: "LA MARAVAQUILLA Y EL ANTRUEJO ARROYANO"

Por Máximo Salomón Román
         **** El Trovador de Arroyo de la Luz ****
“La Tomasa subió a la cocina, 
Le venía un olor a quemao.
Era un gato montés que saltaba,
¡Madre mía! El conejo,  
toíto chamuscao
Ha dao un grito
Y corriendo, 
subió el Senorito.
Mire usted que demonio conejo
Le miraba mucho el entrecejo.
¡Mire usted, mire usted, mire usted,
El conejo echadito a perder!
La copla anterior, obviamente con una segunda intención, pertenece a una de las estudiantinas arroyanas que cantaba el gremio de los “corcheros”, esos- al igual que otros muchos- que durante la II República recorrían las rúas arroyanas para animar al vecindario en los tiempos de Carnaval.
Fue a principios de 1986 cuando el Ayuntamiento de Arroyo de la Luz me solicitó ser el “pregonero” del Carnaval de esa edición. Comenzaba, por entonces, un nuevo periodo de Carnaval que irrumpía con fuerza tras muchos años de escasa permisividad y, más bien, poca libertad de manisfestación en dicho ámbito. La empresa no me resultaba fácil, pero por Arroyo, lo que haga falta. Obviamente, accedí a tal petición. Ello me llevó a investigar (ya lo venía haciendo en la parcela del folklore) sobre como celebraban nuestros antepasados ese periodo de Carnestolendas. Contaba, sin lugar a dudas, con la colaboración de mis vecinos de la calle Valdetrás, esa fuente oral de sabiduría popular que tanta información me diera siempre. Allí estaba el señor Amador Pajares (q.e.p.d) quien ni corto ni perezoso comenzó a canturrearme la estudiantina que encabeza este artículo. He de señalar que es más larga y atrevida y que por respeto al lector la reflejo hasta donde creo conveniente. Otro vecino, Santo Ramos le seguía el juego cantando aquello que decía:

"Yo le pido unos filetes,
unos filetes, unos filetes
y él me ofrece chuletas,
y con la otra mano,
y con la otra mano,
me empieza a tocar las....

Esta murga, al parecer, la cantaban hombres que salían por las calles disfrazados de féminas.
También, me declamaron otras letras que hacían referencia a relaciones entre duquesas y bandoleros. De ello recuerdo algunos nombres. Así, un tal Fabián ( trabajaba en la fábrica de ladrillos, otro gremio de murgas). Evaristo “el trapero”, “tío Alfilé”, un Juraño, un Panzaburra, u Gallinita y un Malacara. Las estudiantinas, todas de invención local- generalmente- eran interpretadas en muchas ocasiones por paisanos disfrazados de gitanos, de lobos, de zorros y… ¡hasta de guardias!
Otro vecino de Valdetrás, uno de los arroyanos más inteligentes que he conocido, el señor Ángel “Cabancheja” me contaba una soleada mañana de domingo, sentados ambos frente al “Huerto Plata”, como se conformaban aquellas estudiantinas musicales en las que Samuel Carrasco y Ramiro Gutiérrez Suitino (tiene un magnífico artículo sobre el antruejo arroyano) ponían en valor su manejo del violín, a lo que un tal Teodomiro respondía haciendo lo propio con su bandurria. No faltaba la guitarra de un tal Pino. Cantaban aquello- que Ángel recordaba- que decía:
"Mi trabajo es estar sentado,
pues mi oficio es el de zapatero.
Por eso, presumo de tener
muy gordito el.... (culero)".

Existía una gran competencia entre las estudiantinas tanto en la letra como en la música. Así, otros virtuosos del violín tales como el “Alemán”(creo que su nombre era Salvador) y un tal Julián que exageraba las letras con una desmesura y atrevimiento quizá propios de la juventud de antaño. Puede que cantaran lo que pensaban sin pensar lo que cantaban.                              Los “Pescas”, aún jóvenes, no solían faltar a la cita con sus saxos, máxime en el entierro de la sardina en el que un nutrido grupo de aquellos paisanos mojaban las escobillas en un orinal que contenía el líquido amarillento con el que salpicaban al menos pensado. Solían pasar por la taberna de “Azotito”. Creo que estaba enclavada en el MAYPA, según la información que me dieron, aunque podría ser otro el lugar toda vez que mis informantes no se ponían de acuerdo. Incluso me refería alguno que allí finalizaba el atrevido pregón del entierro de la sardina con aquello de “os voy a meter el puro…(catecismo)”. Disculpen mi atrevimiento, pero esto lo he vuelto a escuchar en democracia desde el balcón de la Casa Consistorial.
Existieron lugares emblemáticos, casi siempre tabernas, en los que las murgas y estudiantinas (a estas últimas se le daba el mismo nombre que a las canciones que interpretaban) hacían la parada de rigor. Así la taberna de “las Moragas”, por encima del antiguo Bar Caracol, la de “Cacharro” en la calle del Rollo, la de “Dionisio”, la de la” Capilla o Caipa” en Ricos, “tía Pichona” y “tío Braganza”, ambos en la Plaza Nueva o el “Bodegón” en la calle Larga. El carácter burlón, grotesco y socarrón de aquellas estudiantinas estaba, en ocasiones, relacionado con oficios locales, gremiales como el de los corcheros, el de los ladrilleros, de los albañiles, etc.
Pero esa fuente inagotable de sabiduría popular que representaban los mayores del lugar me legó una información a la que respondí con asombro: ¿Sabes que es la “Maravaquilla”? Obviamente, respondí que no, al menos en lo que se refería a un encuadre en el acervo arroyano. Fue, entonces, cuando comenzaron a relatarme que siendo ellos (mis vecinos informantes) apenas unos adolescentes, esto es, en los primeros años del siglo pasado, era costumbre y tradición en la villa arroyana el hecho de confeccionar la “Maravaquilla”. Esta no era otra cosa que un par de ligeras barras a las que se acoplaban dos varones ligeros. Sobre aquellas se colocaban unas ceñideras (esas de amasar el pan en la tahona, e incluso, en el propio hogar) que se desplazaban a lo largo de las mismas. Luego, se cubría todo con una manta, perforada con un agujero para poder orientarse y una cornamenta en la parte delantera. Así, las maravaquillas (solía haber varias) la emprendían contra e respetable público, a la par que los más ligeros las sorteaban con habilidad. Los despistados y las mujeres sufrían los encontronazos típicos en semejante trance. Decía el señor Amador que muchos aprovechaban la ocasión, haciéndose los despistados, para achucharse con alguna dama, con el pretexto de evitar a las fieras.
Fue por esa época, ejerciendo de maestro en Villar del Pedroso, con su típico Carnaval de Ánimas, su baile del “Serengue”( me lo hicieron bailar) y su broma de las “esparigüelas”  cuando escuché hablar de la Maravaquilla, sobre todo, a raíz de un libro que había publicado don Valeriano Gutiérrez Macías (muy enraizado con nuestro pueblo) y que lleva por título ”Por la geografía cacereña”. El mismo hace referencia a las fiestas populares de la Alta Extremadura como la de Villar del Pedroso. Sin lugar a dudas, vivió la maravaquilla en Arroyo o, bien, la recogió de informante muchos años antes que yo. Sea como fuere, ¡bendita coincidencia!
Llegó la Guerra Civil y, tras ella, la Dictadura que acabaría prohibiendo cualquier manifestación carnavalesca y, sobre todo, las máscaras (salvo excepciones arraigadas como Montánchez o Ciudad Rodrigo). Este tiempo se redujo al ámbito puramente folklórico, apuntalado en gran medida por la Sección Femenina. Es sabido que se iniciaba con san Antón, se prolongaba hasta las Candelas, pasando por los Mártires (san Sebastián), con el gremio de los “olleros o alfareros”, para concluir el martes previo a la ceniza, con especial importancia del “Domingo Gordo”. La sociedad arroyana se limitaba a lucir sus mantones y refajos, pañuelos de mil colores, acompañado todo por los típicos aderezos (pendientes, rosicleres y veneras). Siempre, las mejores galas a juego con la inigualable belleza de las arroyanas. Se entonaban los típicos romances en cada esquina, en cada calle. Hasta esa canción (para mí un tanto machista) que dice “Ya vienen los Carnavales, la venta de las mujeres” …Por las noches se sucedían los bailes en salones como el “Bonito” o el de “Solís” para la gente humilde, y en los que solían tocar los hermanos “Pesca”, acompañados de Teodoro (ex municipal). La gente más pudiente asistía al Casino (Círculo e recreo) donde actuaban orquesta como “Sol” o “Mambo”. Otros preferían acabar con una película (el cine Solano funcionó siempre el lunes y martes de Carnaval).
Ya, a mediados de los sesenta comienza la “Dictablanda” y la gente empieza a ser un poco más descarada al llegar estas fiestas. Yo diría que, incluso, “chungona”. Viene ello a colación toda vez que se fue haciendo tradicional, para aquellas personas que gustaban de la chacina y no tenían la asepsia suficiente tras paladear los manjares del cerdo, el recibir la correspondiente crítica en formato musical con aquello que decía: “Has comido chori y no te has limpiado, y por eso llevas los labios pintados. Otra vez que comas ten mucho cuidado, mira que ese chori es muy delicado”.
En algunas calles, como Valdetrás, era costumbre confeccionar “rabos” con un trozo de tela o de cinta de raso asida a una alfiler o imperdible. Así, mientras una persona entretenía a la víctima de turno, otra le colocaba con gran arte y disimulo el citado rabo en la espalda. Una especialista en este cometido era la señora Felicitas Martínez (madre de Faustino Caña), quien con una discreción infinita colgaba la cinta a la vez que entonaba: “Ese/esa que va ahí que se lo quite y se lo ponga en las narices…” Generalmente, los afectados solían encajar la situación con humor.
La permisividad sobre el Carnaval se fue haciendo patente. Es así que, a mediados de los sesenta se monta (casi improvisada) una típica boda de los años cuarenta (no folklórica) en la que la citada Felicitas es el novio, mi madre, con su vestido blanco (alguien se lo presto y lució por primera vez) es la novia. Actúan como padrinos la señora Anselma (madre de Clemente Pichón) y María “la cagueta”. Con una capa, a modo de cura, actúa la señora María “la Pantanera”( abuela de los Pulido). La comitiva recorre un considerable número de calles, siempre con el recelo de ser denunciada. La sorpresa es que hasta el cura (don Ciriaco), que se encuentra la boda cara a cara, no puede reprimir las carcajadas ante tan singular y sorpresivo acontecimiento. Fotos hay de citado evento.
No seria hasta bien entrada la Democracia, cuando el antruejo arroyano gozaría de una década de esplendor y apogeo. Es un 18 de febrero de 1986(Domingo Gordo) cuando tengo el honor de pregonar el Carnaval en el Salón de Actos del Ayuntamiento. Esa tarde tiene lugar un desfile (creo que el primero en muchos tiempo) desde el Santo a la Plaza. La participación de grupos es escasa; pero en ella es el Harriero quien pone una nota de simpatía al desfilar todos vestidos de dormilones. No faltó ni la cama. Ese año se celebraría el baile de Carnaval en un local de la calle Ricos (hoy supermercado Serrano), con concurso de disfraces en el que destacó Antonio Leal(Cambri) con un magnífico dragón que echaba fuego por la boca. En esta edición culminaron los carnavales con el “Entierro de la sardina”, con participación de varios grupos entre los que recuerdo al AMPA del Colegio Público.
Al año siguiente, el Harriero desfiló con el tema “los gitanos”, los de la Senara con el tema “Juan Valdés y el café” …, y la participación creció. Los bailes se celebrarían, a partir de entonces en la Caseta Municipal sita en la Plaza. Se sucedieron los concursos de disfraces en los que una vez más el Cambri y José María Talavera (el largo) dieron el golpe con el “decapitado”. En siguientes ediciones aparecieron “Mundo Cíngaro”, las “Espigadoras” e incluso “Mexicanos”. La pandilla de Marisa, Pepe Terrón, Casasola…causarían sensación con su vestimenta y aire sudamericano, cubano, puertorriqueño…. Y fueron sucediéndose una edición tras otra en las que no faltaban los entierros de la sardina como colofón al antruejo.
Por parte de los más pequeños se cooperaba a fin de dar más vistosidad al Carnaval. Con bailes en la plaza, en la Caseta, con bodas típicas (“Ya se ha casado la Lidia con el hijo del Ordiales..”) y bautizos arroyanos a la antigua usanza. Es digno de destacar la complicidad de las madres arroyanas a la hora de elaborar dulces, preparar trajes y cooperar en la puesta en escena de citados eventos.
Un recorrido de casi un siglo por nuestro acervo costumbrista que es interesante que conozcan las futuras generaciones. Una vez más, Arroyo de la Luz, orgullosos de lo que somos.










2 comentarios:

  1. Muy interesante todo lo que se cuenta, yo nací en Arroyo de la Luz en el año 1955, y me interesa todo lo que publicais de mi pueblo, al cual acudo de vez en cuando para recorrer sus calles y ver lo que ha cambiado todo, gracias.

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  2. Muy interesante , tenía una vaga idea
    pero desconocia esto, pero muy bien. Me hubiese gustado cuando estuve de concejal que tú hubieses estado de Concejal de Cultura y de Ferias y fiestas, lo hubieses hecho estupendamente, y yo lo que hubiese aprendido. Maxi un Saludo...

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