José Luis Solano Rodríguez
Y sin haber escuchado
nada hasta leer esta noticia, sin haber visto carteles electorales en las
plazas y colegios del pueblo a una
semana de ellas. Estén tranquilos que no tendrán que ir a formar parte de
ninguna mesa electoral y aguantar en ella catorce horas, ni tendrán que pensar
a quien votar tras recibir propuestas y programas electorales, tampoco
los políticos ver sus proyectos aún pendientes de llevar a cabo, su cargo acortarse o con incierto futuro
inmediato. ¡Que no!, que Sánchez no ha tomado ninguna medida electoral al
respecto que nos descoloque. Hay que
transportarse cuatrocientos años atrás.
“Elecciones del año de
------------------------------------ MDC.. años /
mill y seiscientos
En la villa del arroyo el puerco sábado
primero dia del mes / de enero de mill
e seiscientos años sus mercedes be…”
El sábado 1 de enero,
como el próximo día de Año Nuevo, “según
uso y costumbre”, se celebraron elecciones municipales en Arroyo el Puerco
igual que todos los primeros de año, que entonces eran anuales y los paisanos no tenían que ir a emitir
voto, ni había mesas electorales, ni partidos políticos –tal vez partidas,
camarillas personales de intereses-. Las elecciones eran reflejo de la sociedad
del momento, dividida en tres estados: nobles o hijosdalgo –baja nobleza,
dispuestos para “luchar”, que han obtenido
ese estatus tras comprar a la Monarquía esa condición en la mayoría de casos-, clero
–que se dedica a rezar- y el estado llano o de los hombres buenos,
representando más del 95% de la localidad, la mayoría del sector agropecuario,
que trabaja y abona impuestos –por lo que son llamados pecheros-; el pueblo se
dividía en tres collaciones o barrios –S. Bartolomé, entre la plaza de la
parroquial y el castillo, residencia de curas y nobles así como de antiguos
pobladores; la Corredera, la más numerosa en población, con personas de oficios
varios e industrias y la de Santa Ana, entre su ermita (Calle Santa Ana) y la
carretera a Alcántara.
Se
elegían en esa votación las justicias y los oficiales del Concejo: un Alcalde ordinario
por los hidalgos y otro por los hombres buenos, un Regidor por los primeros y
dos por los segundos, según las zonas, y,
también por estos son elegidos un Procurador General, un Mayordomo del Concejo,
dos Alcaldes de Hermandad –uno por estado-, dos Fieles, un Alcalde y un
Mayordomo del hospital. Los Alcaldes ordinarios representaban la justicia civil
y criminal en primer grado, los regidores venían a ser parecidos a los
concejales actuales, encargados de los asuntos políticos y económicos, el
Procurador General servía para dar voz - que no voto -al pueblo en el Consistorio, el Mayordomo era el
administrador de los bienes y caudales del Ayuntamiento, los Alcaldes de
Hermandad eran una autoridad judicial que se
relacionaban con concejos de intereses comunes, los Fieles controlaban
los pesos y medidas en comercios y mercado público, incluso repesando productos
en las ventas comerciales, el Alcalde y Mayordomo del Hospital con las competencias de
ambos oficiales orientados a ese servicio municipal.
“se juntaron en las cassas de Consistorio
desta / Villa para efeto de nombrar y elegir / oficiales de concejo este año de mill
/ e seiscientos y aviendose praticado / entre sus mercedes quien pueden / ser oficiales de
concejo este dicho año an… “
El sistema de elección se
basaba en la Provisión del Conde de Benavente de 1551; los alcaldes y regidores
salientes, tras haber “praticado”, proponían, cada uno, dos nombres por oficio, levantando acta del hecho el
escribano, acto seguido se abrazaban en señal de aceptación y conformidad.
Terminada la reunión en las “casas de consistorio” se dirigían a la misa mayor
en la parroquia –a las doce- encontrándose allí el gobernador o alcalde mayor
de la villa, letrado designado por el conde-duque de Benavente, señor de
Arroyo, en su escaño junto al altar; terminado el oficio religioso se retiraba a la
sacristía donde los recibía, haciéndoles los cargos salientes “el juicio
necesario so pena de prisión”, analizando y eligiendo la primera autoridad local la propuesta de “los que más convengan
al servicio de Dios” -pudiendo alterar algún nombre-, ordenaba se hiciera
pública la resolución en la iglesia conforme estaba aprobada para no incurrir
en la condena mencionada y entregaba las varas de justicia a los alcaldes
designados.
Para ser electos, los cargos municipales
habían de reunir una serie de condiciones:
ser vecinos de la villa, además por el estado noble había que tener ejecutoria de hidalguía, el alcalde ser
mayor de veinte años, casado, independiente de sus ascendientes, … habiendo el
año de 1.600 problemas y recurso por tratar de elegir a un menor de esa edad,
que al parecer se carecía de uno que no
lo hubiera sido en los últimos tres años, según tradición; los representantes
del estado llano debían tener “buena conducta y ser sensatos”, pudiendo recaer en cualquiera de
ellos, ya fuera labriego, carnicero, platero... Este sistema, levantaba a veces
suspicacias, comentarios y recelos en muchos paisanos, que algún año expresaron
y recurrieron a la autoridad superior.
En
el actual sistema político-electoral municipal nos queda esperar año y medio –que son cada
cuatro anualidades- para ir a votar una lista cerrada propuesta por algún
partido político o agrupación electoral,
que derivará en la elección de concejales quienes, reunidos en Consistorio,
habiendo “praticado” con anterioridad a las elecciones en la sede del partido o
asociación –salvo que no haya mayoría- elegirán Alcalde –que ya no es justicia
local, aunque le den vara de ello-, el cual designará tenientes de alcalde,
junta de gobierno, concejales de área …y los empleados municipales, antiguos
oficiales, a desempeñar su puesto,
mediante oferta de empleo público, sin que haya comentarios, suspicacias ni
guante negro. Y a esperar que las elecciones sean para bien y convengan al
servicio del pueblo, Dios mediante.
Bueno, a esperar para otra ocasión el
comentario de las del 1 de enero de
1622, también sábado, que tuvieron mucho que decir.
¡Feliz año tengáis!
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