Por Francisco Javier García Carrero
Cronista Oficial de Arroyo de
Con
el cuarto análisis de la serie de trabajos del profesor Antonio Pérez Toranzo y
la asociación Photones, iniciamos la iconografía de la Pasión de Cristo. Un
ciclo de diversas obras que culminan con el enterramiento de nuestro Señor.
Efectivamente, desde finales de la Edad Media, en la historia del arte
cristiano, el ciclo de la Pasión se convirtió en el tema principal de todos los
artistas, ya fuese en pintura o escultura y transformándose, además, en los
episodios más reconocidos por los fieles y de más fácil interpretación.
La
Santa Cena fue la última comida de Jesús con sus apóstoles. Tuvo lugar en el
cenáculo, un espacio arquitectónico donde sucedieron otros momentos bíblicos de
gran trascendencia para los cristianos. Entre ellos, el lavado de los pies a
sus discípulos, la aparición de Cristo después de la resurrección, o la bajada
del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
La obra original elegida por Antonio es un cuadro de técnica mixta sobre tabla de 120 x 93,5 cm, fechado entre 1560 y 1570 y que puede admirarse en el Castello Ursino en Catania (Italia). Cuando el Divino optó por reflejar este episodio de los Evangelios, ya conocía, al menos, dos de las mejores referencias que sobre este tema se habían trabajado hasta ese momento. La más reconocida en la actualidad, la Ultima Cena de Leonardo Da Vinci, una pintura al fresco realizada a finales del siglo XV; y el trabajo al óleo de Juan de Juanes que está fechado a mediados del XVI, hacia 1555.
@Castello Ursino en Catania (Italia) |
De
cada uno de ellos Luis de Morales tomará diversas referencias que inspirarían
su cuadro. De da Vinci tomará el momento elegido, el más dramático de todo lo
que sucedió aquella noche de Pascua; y de Juan de Juanes la disposición casi
circular de la obra presentada. Efectivamente, en primer lugar, el Divino optó
por el momento de la noche en que Jesucristo anunciaba a sus seguidores que uno
de ellos le iba a traicionar. Así fue, cuando en un ambiente de tensión y
tristeza, mientras cenaban, Jesús les comunicaría con gran pesar que “de cierto
os digo que uno de vosotros que come conmigo, me va a entregar”. De ahí la
consternación en los distintos personajes, las distintas reacciones, todas
ellas con gestualidad individualizada, ya que unos se asombran, otros alzan la
mano y otros se levantan de su asiento no entendiendo lo que les dice su
Maestro.
A
continuación, y, en segundo lugar, Morales nos traslada, como hizo Juan de
Juanes con algunos de los discípulos en su obra, un arriesgada y valiente
composición para colocar de espaldas a tres de los diez personajes que aparecen
en su trabajo. Uno de ellos, además, al que se refiere Jesús como el que va a
traicionarle, por lo que no deja de ser el más importante, Judas Iscariote, al
que sitúa, al igual que hace Juan de Juanes en el ángulo inferior derecha y un
tanto alejado del resto de los discípulos que se sabían inocentes de la
acusación.
Desgraciadamente,
la composición del Divino nos ha llegado incompleta ya que faltan los
laterales, donde estarían pintados dos apóstoles más. Una triste realidad ya
que esta Última Cena es la única versión que conocemos de Morales. Obviamente
el personaje central del cuadro no es otro que Jesucristo (Juan Carlos
Denche), que ocupa la posición privilegiada en la obra. Por otro lado, con
la sola excepción del apóstol Juan (Juan Cid), durmiendo sobre el
costado de Jesús, los restantes comensales se miran y dialogan entre sí
queriendo conocer el nombre del traidor, con excepción del verdaderamente
culpable, Judas Iscariote que mira al Maestro y sabiéndose descubierto (Santos
Jorna).@Antonio Jesús Pérez Toranzo
El
resto de los personajes que aparecen en la obra del profesor Toranzo son en la
parte superior, y de izquierda a derecha, Leandro Parra, Matías
Carrasco, los ya mencionados Juan Cid y Juan Carlos Denche, Miguel
Ángel Serrano, Juan Manuel Valiente y Julio Delgado. Los tres
apóstoles de la parte inferior serían, también de izquierda a derecha, el
malogrado Manuel Rodríguez (D.E.P), José Luis Salcedo y el ya
referido y casi irreconocible Santos Jorna. En todos ellos, destaca el
lenguaje expresivo de sus manos, cuyos gestos, aunque diferenciados, provoca
que sea la seña unificadora de todo el conjunto, tal y como sucede en la
pintura de Leonardo.
En
resumen, estamos ante una obra con gran cantidad de personajes, y eso que
faltan dos, y con gran conjunto de accesorios para “attrezzo” que provocaron en
Antonio un trabajo laborioso de muchas horas de edición y un sinfín de retoques
a las distintas fotografías realizadas individualmente, y todo ello para que la
obra resultante se adecuara a la escena que el Divino nos quiso plasmar.
Aquí tenéis una pequeña muestra de fotos de @APyF con el Making of (cómo se hizo):
SAN PANCRACIO |
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