lunes, 17 de diciembre de 2018

EL TROVADOR: "CINCUENTA AÑOS NO SON NADA"

Por Máximo Salomón Román

           El Trovador de Arroyo de la Luz

“Hace falta que algo cambie para que todo siga igual”. Esta es la paradoja que exponía Tomaso de Lampedusa (1896-1957) en su novela “El gatopardo”. Traigo dicha cita a colación con la intención de contradecirla, hoy más que nunca, cuando se cumplen las “Bodas de oro” de nuestro instituto. Y es que fue preciso que algo cambiara para que ya nada fuera igual. A Arroyo de la Luz se le concedía un instituto. Ello marcaría un antes y un después en la sociedad arroyana y, me atrevería a decir, que en la de los pueblos vecinos.

…Y aconteció que, llegado el mes de octubre de 1968, ese año grabado en la historia estudiantil por el famoso “mayo francés”, se inauguró el instituto, que fue, en realidad, un anexo más, esto es, una prolongación a 20 kilómetros de distancia del Instituto el Brocense de Cáceres, ya que comenzaba a funcionar como Sección Delegada. Atrás quedaba en el tiempo aquella tarde soleada del mes de febrero del año 1966 en la que todos los escolares, adultos y fuerzas vivas del momento nos dimos cita en las inmediaciones del Río Pontones para ser testigos de la colocación de la primera piedra. Ahí quedan para el recuerdo las imágenes en blanco y negro que lo acreditan.
 Se abrieron las puertas del flamante edificio que comenzó a funcionar, creo, con cuatro primeros cursos, tres de chicos y uno de chicas. La separación por sexos era una de las consecuencias, aún vigentes, del llamado “nacional catolicismo”. Las niñas ocupaban la zona más próxima al río y los varones las aulas opuestas. También, cursaban segundo de bachillerato otro grupo de alumnos (creo que por el número de matrícula funcionaron de forma mixta) que habían preparado su primer curso, con notable éxito, con nuestro entrañable don Juan Ramos. Aunque deseo reflejar bastantes nombres de alumnos y de profesores, no pretendo que al lector le resulte tediosa la lectura sino, más bien, enriquecedora. Posteriormente, es de justicia que aparezcan los profesores, toda vez que fueron actores de nuestra educación. No deseo repetirme en lo ya expuesto en otro artículo sobre nuestro instituto (ver “Del Brocense al Luis de Morales) aunque, inevitablemente, haré alusión a algún punto.
 Ese curso 1968-1969 contó con alumnos y alumnas, ya en segundo, tales como Emilio Durán(q.e.p.d), Luisa Parra, José Luis Solano, Víctora Higuero, José Luis Lozano, Julio(rubio), Francisco Giraldo, Pepi Carrero(q.e.p.d.),Marcelo Domínguez, Francisco Lozano, Mariluz Bernal….También, de los pueblos vecinos se incorporaba alumnado, tales como Godoy o Cabezalí que procedían de Aliseda, o Nacha y Diego Millán que lo hacían de Malpartida. La estación de ferrocarril de Arroyo- Malpartida aportaría en estos años un notable número de alumnos.
En cuanto a los alumnos que se iniciaban en el primer curso los había de diferentes edades, desde los diez a los trece años. Nombres como Jesús García, Félix Bernal (q.e.p.d.), Julio Castaño, Germán Moreno, Lorenzo Morato, José Chaves, Fernando Cáscales, Domingo Ramos, Lorenzo Pérez, Julio Salomón, Patricio Morejón, Felipe Holgado Morejón, Ángel Delgado, Juan Lucio Ramos, Luis Santano, Jesús Iglesias, Olegario, Daniel González… o féminas como Martina Carrero, Ángela Panadero, Benita Manchado, Ángela Pallero, Julia Pascasio, Martina Salgado, Maricarmen Rodríguez. Además de todos estos arroyanos, un número considerable de foráneos venía a engrosar las exitosas listas que todo lo novedoso conlleva. Así, de Navas del Madroño llegaron Joaquín, Bruno, Antonio Flores y Paco Macías; de Aliseda, Paco Bejarano, Pepe, Jesús Madera; de la Estación, Teresa Canelo, Fco. Javier Manzano, Eugenio Jiménez Talavera, Juan Carlos Maya Montero, Emilio Morato Naharro, o Manuel Martín Montero, entre otros.
Puesto que el instituto era una Sección Delegada, a todos los efectos el Director era el de Brocense. Para nuestro centro se nombraba un Jefe de Estudios adjunto. Así, la primera designación recayó en Angelines Fuertes, especialista en ciencias químicas. Impartiría Ciencias de la Naturaleza, al igual que Mercedes. El idioma que se ofrecía, entonces, era el Francés. Maria de la Luz López, hija de un maestro de muchos de nosotros era la encargada de impartir la lengua de Víctor Hugo. María Jesús, Antonio Muñoz (profesor de matemáticas) y Abelardo Ibáñez ( sensacional impartiendo dibujo) quien te hacía dibujar desde tu propia mano hasta cualquier objeto que encontrara, ya fuera una guitarra o un alacrán en alcohol. Enrique García Carrasco era el profesor de Geografía e Historia. La asignatura de Valores, entonces Formación del Espíritu Nacional era competencia de una de las mejores personas que he conocido:  Luis Martínez Sierra. La Educación Física (vulgarmente la llamábamos “gimnasia”) corría a cargo de don Joaquín Plata a quien veíamos llegar cada tarde a las cuatro y media con su seiscientos. Y la Religión, era cosa de don José Cordovés (con “V”), el cura de san Antón. Fue el, el verdadero artífice y alma de nuestro instituto al que defendió tanto a la hora de su construcción como en momentos difíciles, circunstancias que relato en otro artículo. No en vano, escribió al propio Muñoz Grande para ello, tal y como en cierta ocasión me relató Tirso, otro profesor de nuestra época.
En el curso siguiente llegó la desbandada, esto es, el abandono por parte de muchos alumnos, consecuencia de la criba del momento y la posterior selección de aquellos que realmente estaban en disposición de estudiar. Alumnos de la segunda promoción son Guillermo Collado, Juan José Higuero, Emeterio Molano, Domingo Lumbreras, Pepe Terrón, Hortensia Braganza, Isabel Collado, Toñi Olgado, Cipri Terrón, Maribel Plata, Vicenta (Membrío)Inés Mendo, María del Carmen Bañegil…, además de foráneos de los pueblos vecinos, tales como María Isabel Plata de la Estación, Picado y Felipe de Aliseda o Pedro Manuel Castela, de Malpartida.
Y llegamos los de la “tercera promoción”. Comenzábamos un nivel (1º) que se cursaría por última vez. Era el ejercicio 1970-1971, precisamente el último curso que se estudiaba el famoso PREU(preuniversitario), ya que al año siguiente sería sustituido por el COU. Conforme avanzábamos cada año, ese curso iba desapareciendo, así en cuatro años, el Bachillerato Elemental pasaba a ser historia. Habría incorporaciones desde la antigua Primaria a 3º de Bachiller Elemental, a fin de reengancharse a estudios superiores. Era don Antonio Muñoz el Delegado-Jefe de Estudios a partir de ese curso e impartía Matemáticas a las chicas. Los varones recibíamos esa materia por parte de Miguel, un mallorquín penene, Abelardo seguía con su magistral clase de dibujo (incluso de manualidades), Remedio impartía Lengua, Concha Matas, Francés…el resto del profesorado no había variado. Chicas como Pupe Rodríguez, Mamen Plata, Obdulia, Rosa, Loli Olgado, Josefina Gutiérrez, Luisa Aparicio, Choni Marín, Isabel Márquez , Fermina Tejero ( de Membrío) Delia y Esther Martín Cabezalí ( de Aliseda), entre otras, a buen seguro que los recuerdan. Entre los chicos, mi entrañable amigo José Collado(Risi, q.e.p.d.), Santos Salomón, José L. Bermejo, Lucio Fondón, Felix J. Lucas, Eulalio Molano, Gervasio, José L. Cabeza, Pablo Terrón, Lázaro Santano, Manuel Ruano, Jesús María Ferrero,Luis Parra…., de Arroyo, Juan Manuel Galán de Navas, Juan Carlos y Luis Manuel de Aliseda, Vicente Gómez y Migui de la Estación, Felipe, Juan Carpa y Paco González de Malpartida, veníamos a completar la lista de alumnos, siempre separados por sexos.
Aquellos alumnos que suspendían tres asignaturas sufrían las consecuencias de tener que retornar a la escuela para acabar la Primaria, toda vez que el curso se iba eliminando.
El año de segundo seguía don Antonio Muñoz de Delegado-Jefe de Estudios (nosotros le teníamos como el Director) y se incorporó profesorado nuevo. Así, Marcelino en Matemáticas, Maribel (Bele) en Lengua, Manuel Navareño en E. Física o Félix Candela en Ciencias Naturales. Este último profesor nos llevaba al castillo y nos mostraba los huesos del cuerpo humano a partir de algún esqueleto yacente en aquellos nichos que estaban abiertos, tal y como relato en el otro artículo ya mencionado.
Pero a aquellos alumnos que se habían incorporado directamente al segundo curso en el momento de la inauguración se les planteaba un problema. La Sección Delegada arroyana se había programado para estudiar Bachiller Elemental por cuanto ellos habían finalizado en la misma y suponía marcharse a Cáceres para realizar el Bachiller Superior. Pero ahí estaba don José, el cura y profesor de Religión que, una vez más y no sería la última, movía ficha ante las autoridades. Y en Arroyo, que ya se perseguía independizar el instituto, se permitió cursar el Bachiller Superior. Así, la primera promoción de cuarto, tras realizar la reválida (primeramente sería obligatoria y luego, voluntaria) accedió a quinto de bachiller. El instituto crecía por arriba, pero se iban eliminando cursos por abajo. Los que promocionamos a 3º vimos como desaparecía 2º (consecuencia de la Ley de E.G.B. de Villar Palasí). En este curso sería don Enrique García Carrasco el Delegado-Jefe de Estudios. Se incorpora nuevo profesorado. Así, César para Lengua y Literatura, Tirso Moreno para Física y Química, Miguel Delgado en Matemáticas, José Fragoso en Educación Física o Manuel Iglesias Oreiro( el gallego que decía “ la sopa coce”), para Francés. Dos anécdotas de esta época fueron, de un lado, el nerviosismo que manifestaba los alumnos con los exámenes de Física y Química de Tirso (algunos como Jesús Mª Ferrero se cruzaban los dedos, rezando); la otra está relacionada con el fatídico accidente de Aliseda por san Juan. César González, el profesor de Literatura se enteró de la noticia y mal informado de alguno de las víctimas, alumnos del instituto, marchó a Aliseda. La sorpresa fue que alguien, al que se incluía entre los fallecidos, se lo encontró caminando por la calle. Se bajó del coche y le dio un fuerte abrazo. Así me lo relataron.
Y promocionamos a cuarto curso el año que en Arroyo se cursaba por primera vez COU. Se incorporaban nuevos profesores; así, Javier, un mallorquín que impartía Latín o Maribel con su Historia y Griego. Durante este curso y el siguiente (últimos en la dependencia del Brocense) se haría cargo de la Delegación-Jefatura de Estudios César González. Seguíamos separados los chicos de las chicas, al menos en nuestra promoción, aunque, también sería el último año. Nuevos alumnos se incorporaban. Así, Cándido Moriche, Fernando Clemente, Vicente Tato…Era el curso en el que se comenzaba a tener algún éxito deportivo, como en el caso de Luis Marchena que obtendría una medalla en el Campeonato de Campo a través celebrado en Casar de Cáceres; también, en voleibol; y algún premio de redacción del concurso que promocionaba la firma Coca-Cola. Las fiestas en el gimnasio y las exhibiciones con aviones que nos hacía Javier Collado (el amigo de Pérez Reverte), todo ello con motivo de la festividad de Santo Tomás de Aquino, quedaron siempre grabados en nuestra historia personal.
Un año después, el Bachiller Elemental era historia. Mi promoción accedía al Bachiller Superior y en Arroyo se luchaba por tener un instituto independiente de la capital, algo ansiado desde tiempo. Aún seguiríamos dependiendo de Cáceres un curso más. Poco varió el profesorado pero se incorporaron algunos alumnos tales como Vicenta Anduro (Membrío), Juana Mª(Aliseda), Mª del Carmen Manzano (Malpartida)el Capi Leonardo (Navas), Paco Acedo y José María (Brozas), Ángel Luis Millán . La ratio del instituto había descendido tanto que se plantearon convertirlo en escuela. Ahí estuvieron el presidente de la Asociación de Padres, don Santos Salomón y , de nuevo, don José Cordovés para dar el do de pecho ante las altas instancias. La implantación del BUP ayudaría a mantener el Centro.
Y llegó sexto curso. Y se consiguió el objetivo. Así, el primer día de nuestra feria, el 12 de septiembre de 1975, la Sección Delegada gozaba de autonomía propia y se convertía en el Instituto. Y, por primera vez, se nombraba un Director que, como anécdota, tardó unos cuantos días en llegar. La nominación recayó en Juan Castell Quiles. Asumía la Jefatura Tirso y la Secretaría César. Castell impartía Literatura en sexto curso y Lengua en Cou. ´Manuel iglesias, el de Francés que impartía, además, Filosofía y de forma magistral. Incluso te prestaba libros para que te engancharas (Luis Santano puede dar buena fe de ello)
De otro lado, en este curso se implantó el BUP que daba continuidad a la ley de EGB. Por cierto, la tercera planta del edificio albergaba, de forma provisional, el ciclo superior de la EGB (6º,7º y 8º) toda vez que estaba en construcción el Centro del Cerro de los Ángeles. Algún profesor nuevo se incorporó. Recuerdo a Mariano y a José A. Clemente. Ese año celebrábamos por primera vez el Día del Árbol, el 21 de marzo. Visitamos la dehesa arroyana y el entorno de la ermita. También, comenzamos con las ligas de Fútbol-Sala que arbitraba Mariano. Y había que poner nombre al Instituto. El de la Patrona ya estaba en Primaria. Castell propuso el de Fray Luis de Granada como alternativa al de Divino Morales, la otra opción. Y ,puesto que enfrente existía un hostal con ese nombre y una plaza, también lo ostentaba, se eligió el nombre de pila del pintor pacense: “Luis de Morales”. Hermosas eran las canciones con las que nos deleitaba Hortensia (Holeta) en los días previos a la Navidad con su guitarra, o la imitación que el liseño Picado hacía del cineasta Alfonso Sánchez. Los chicos del BUP montaban su particular teatrillo (Maxi Pelín, Lucio Carbonilla, Javier Lozano…). Aquel año, muchos nos presentábamos a la reválida de sexto, aunque ya no era obligatoria.
En el ejercicio siguiente desaparecía sexto y se implantaba un segundo año el BUP. Seguía Castell de Director y los de mi promoción alcanzábamos el COU del plan de Bachillerato. Se incorporaba algún profesor nuevo, como en el caso de Maribel (Bele, q.e.p.d.) que retornaba después de cinco años para darnos Francés. Algunos alumnos repetirían algunas asignaturas al curso siguiente, ya que el BUP se alargaba un año con respecto al Bachiller Superior y aún no eran engullidos. Era el último curso de orientación del antiguo plan de estudios.
No quisiera obviar a dos personas que siempre estarán presente en la mente de los que pasamos por el Luis de Morales. De una parte, Eloísa Moreno, del sector de la limpieza Esta mujer mandaba más con el palo de su escoba que todo el profesorado junto. Nos tenía siempre en vilo, incluso más que cualquiera de los bedeles que se sucedieron en esos años. En segundo lugar, la referencia es José Antonio Calderón, administrativo y enorme, tanto en lo físico como en el corazón. Muchas eran las ocasiones en las que nos preguntábamos como una persona tan grande podía caber en aquel seiscientos.
Fueron pasando los años, las décadas, el tiempo…Y a Castell le sucedieron directores y directoras como Jacinto Pérez, Antonio Muñoz o Belén Martín. Otros fueron, Sofía Santos Mayordomo, Eduardo, Jesús Galavís, Amparo Vega, Paula Cancho o Juan A. Cáceres. Cerraría el siglo XX, Elías Sánchez. Entrado el siglo XXI sería Joaquín Paredes el encargado de dirigir durante una década, aproximadamente, a nuestro centro, para dar paso a Enrique Pérez.
Muchos fueron, y son, los profesores que en estos cincuenta años impartieron enseñanza en el instituto arroyano. A los ya mencionados podríamos añadir una lista casi interminable. En nombre de todos y cada uno de ellos quisiera recordar a algunos que conocí personalmente, o bien, por referencia de mis alumnos particulares. Tal es el caso de Paco (químico), Pepi Canal, Fernando Claros, Serafín, Felipe, Eusquiza, Javier Muriel, Concha (Física y Química) o el incombustible y buenazo de Antonio Muriel (Geología). Con la ESO, compañeros de profesión y magníficos profesionales como Pilar Castanedo, Pepe Fragoso o Justo Cardador.
En los años ochenta y noventa, tanto a nivel particular como en el colegio público, tuve la oportunidad de dar clases a muchos de los alumnos que, más tarde, formarían parte de los discentes de nuestro instituto. Y disfruté enseñando matemáticas, física o química a excepcionales arroyanos y, tal vez, a la mejor promoción de toda mi carrera profesional. Nombres como Rafael Leal, Carolina Sanguino, Javier Santano, Enrique Robledo, Justo Padilla, Victoria Clemente, María José Collado, Sergio Durán, Julio de Sande o Daniel Álvarez,  son algunos de los muchísimos alumnos que pasaron por mí y que , a buen seguro, dejaron muy alto el Luis de Morales.
Y los tiempos cambiaron. Y con ellos, los proyectos, los planes de estudios (¡hasta el color de la fachada del centro que pasó de rojo a blanco!); se amplió el instituto con la incorporación de los terrenos del antiguo cuartel de la Guardia Civil y se hicieron usuales las excursiones al extranjero en la época de Semana Santa y las cantinas de san Pedrino que sufragaban, en gran medida, los gastos de aquellas. Nuestro instituto dio profesionales excelentes desde médicos, enfermeras y enfermeros, maestros, arquitectos, ingenieros, escritores, cronistas, historiadores, militares, músicos, …e incluso, curas. Hoy Arroyo de la Luz puede estar orgulloso de su otra “joya de la corona”, esto es, de su Instituto. Cinco décadas para la oportunidad de un pueblo de crecer en conocimientos, de moldear el alma y el corazón de tantos talentos y de recordar, particularmente, a ese profesor que –por encima de todos- no cejó en su empeño, sobre todo en los momentos más complejos, de que Arroyo contara con un instituto: don José, “el cura de san Antón”. A él, a todos los profesores y a todos los que un día estudiamos en nuestro instituto va dedicado este recuerdo, aunque queda mucho por dar. ¡Felicidades!
(Para más información en mi artículo “Del Brocense al Luis de Morales”















domingo, 2 de diciembre de 2018

23. EL CRONISTA: "ARROYO: UN PUEBLO DE GOLOSOS"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz


Cuando Pascual Madoz Ibáñez, un ministro navarro de Hacienda liberal-progresista, y artífice de la famosa desamortización que lleva su nombre, describió las particularidades económicas de Arroyo del Puerco a mediados del siglo XIX, un estudio que transcribió en su monumental “Diccionario estadístico e histórico de España y sus posesiones de ultramar”, no atisbó en ningún instante fábrica alguna que elaborara chocolate en nuestra localidad. De cualquier forma, y a diferencia de la actualidad, disponíamos por entonces de un buen número de fábricas (unas 60 de alfarería de loza basta, varias de telares de lienzos y paños, otra de jabón blando, 2 de aceite, 17 fábricas de harina e incluso un lavadero de lanas, el de San Miguel), pero ninguna todavía se dedicaba en esa fecha a la obtención de un producto que tendrá un enorme éxito entre nuestros antepasados desde los últimos años del siglo XIX y hasta la actualidad: el chocolate.
No hace tantas semanas la profesora Asociada del Departamento de Humanidades de la Universidad Cardenal Herrera, Ana Vega Pérez de Arlucea, nos contaba en la sección de cultura y sociedad del Diario Hoy, una historia muy curiosa e interesante, la de Matías López, un español de familia humilde que gracias al negocio del chocolate logró amasar una gran fortuna y que llegó, además, a ser nombrado senador vitalicio del reino de España por el monarca Alfonso XII, aunque ella en su artículo periodístico por error creyó que había sido Alfonso XIII y así lo señaló. En Arroyo, sin llegar a tener nunca un empresario que llegara a ese estatus social, también hemos tenido a lo largo de los últimos 130 años diversas empresas e importantes fábricas que se dedicaron con enorme éxito, algunas de ellas, a la elaboración de este manjar, y es que resulta más que evidente que Arroyo, ya fuese del Puerco o de la Luz, siempre ha sido un pueblo muy goloso (me incluyo, y mucho).
Bien es cierto que, aunque fuimos los españoles, una gran parte de ellos extremeños, los primeros europeos que pudimos degustar en las “Indias” aquel maravilloso producto, no lo es menos que tardamos muchos años en difundirlo en nuestro continente para que el chocolate se identificara plenamente con nuestro país. Tuvieron que ser ingleses y holandeses los que nos abrieran los ojos en los primeros años del siglo XIX para que este producto, unas décadas más tarde, fuese una realidad en la mayor parte de las regiones españolas.
chocolate en las Candelas
El chocolate durante todo el siglo XIX y los primeros años del XX siempre fue considerado como bebida y ha permanecido con ese concepto, aunque ya no exclusivamente, hasta la actualidad. Por eso, desde el primer instante en que en nuestra localidad aparecieron las primeras fábricas, todas ellas tuvieron una gran popularidad y aceptación, al igual que sucedía en el resto de España y tanto, o más, como el té significaba para los ingleses. El café, en cambio, ha sido una costumbre culinaria mucho más tardía, ya en pleno siglo XX, fundamentalmente después de la Guerra Civil.

Chocolates Cirilo
Que el nuevo producto que comenzaba a consumirse de manera asidua en España podría convertirse en un negocio floreciente fue vislumbrado por nuestros antepasados desde los últimos años del siglo XIX y primera década del XX. Dos serán las fábricas que muy pronto comenzaron a elaborar durante aquellos años este exquisito producto en nuestra población. Por una parte, el que se difundía como “El mejor chocolate que se conoce”, el de Cirilo H. Herrera, que en su propaganda nos apremiaba a que lo pidiéramos en todas partes gracias a su excelente gusto y sabor. Por otro lado, además del anterior, y fundada unos años más tarde que la de Cirilo, se encontraba la “Fábrica de Chocolates de Lorenzo Tomé”, que indicaba en su reclamo más llamativo para toda la provincia de Cáceres que su producto era elaborado “a brazo”; o lo que era lo mismo, de forma tradicional y molido por consiguiente a mano. Y es que cuando durante estos años se difundía que el chocolate era “elaborado a brazo” estábamos ante una indicación o símbolo de calidad culinaria.

Chocolates Tomé
Chocolates Los Cinco Duros
En los primeros años del siglo XX, la empresa de Cirilo, imaginamos que por jubilación o defunción del empresario, comienza a estar regentada por su hija, nueva fábrica de chocolate que bautiza como la de “Los Cinco Duros”. Un chocolate que también se señalaba como “elaborado a brazo” por Pablo Jiménez Gallego. No fueron muchos años los que esta fábrica estuvo en activo porque en 1909 ya tenemos detectada una nueva firma comercial en la localidad, una empresa que llegó de alguna forma para sustituirla, la Fábrica de Chocolates de Braulio Arroyo Magdaleno. Nueva compañía que se publicitaba en la prensa regional como la sucesora del magnífico chocolate que anteriormente había puesto en el mercado Cirilo Herrera. Esta fábrica estaba ubicada en la calle Larga nº 3; es decir, donde hoy residen María del Carmen, Ángel Luis e Isabel Bañegil Vaquero. Dentro de su producción este empresario, Braulio Arroyo Magdaleno, patentó una marca muy concreta en su producto, la de los “Cinco Duros”, mismo nombre que le había puesto a la empresa la hija de Cirilo, un lema que difundió entre los extremeños en general y arroyanos en particular con cierto éxito, asegurándoles, además, que si querían almorzar bien pidiesen siempre esa marca concreta de sus chocolates.
Braulio chocolates
Calle Larga 3
(Fábrica de Chocolate de Braulio)

Braulio. Almorzar bien.
A partir de la segunda década del siglo XX a las anteriores empresas les sustituirán dos firmas comerciales que tuvieron un gran éxito con todos sus productos. Efectivamente, a lo largo de la década de los veinte y de los treinta del siglo pasado, hasta finalizada la guerra civil, serán Rogelio Grados y Pedro Caballero Guzmán los que llevaron la elaboración del chocolate arroyano a cotas mucho más elevadas, y eso que ninguno de los dos tuvo a este producto como su única fuente de trabajo. Ambos, además de poseer una fábrica donde elaboraban un magnífico chocolate, reconocido mucho más allá de las estrictas fronteras locales, también disponían de otros negocios. Concretamente, Rogelio Grados, que fue uno de los primeros empresarios en poseer teléfono particular, se dedicaba a la compra-venta de cereales y Pedro Caballero Guzmán también regentaba una tienda donde vendía tejidos, paquetería y coloniales.
   Chocolates Virgen de la Luz
       (Pedro Caballero Guzmán)
Chocolates R. Grados. Arroyo

 Durante varios años estos dos empresarios mantuvieron una sana y constante disputa por elaborar el mejor chocolate de Arroyo, los dos utilizaron presentaciones cada vez más llamativas y atrayentes para el público. Ambos emplearon para sus mejores productos un formato semejante con diseños de cartelería troquelada muy sugestiva para los posibles compradores. Rogelio Grados daba a conocer su mercancía con su propio nombre (con marca registrada), pero Pedro Caballero Guzmán bautizó a sus excelentes elaboraciones con el calificativo de Chocolates La Virgen de la Luz. Este segundo empresario tenía su fábrica en calle Ronda nº 46 y el despacho con la oficina se encontraba en la calle Albuera 2ª en el número 2. Ambos utilizaron materias primas de gran calidad, Rogelio, por ejemplo, compraba a un importador de Santander el cacao “Caracas Irapa”, un producto que llegaba desde la zona cacaotera del estado de Sucre (Venezuela) y que retiraba en la estación Arroyo-Malpartida. Este cacao le permitía afirmar que los chocolates de Rogelio Grados “son muy ricos y por su pureza y buen gusto son los más solicitados en toda Extremadura”, y no le faltaba razón.
Rogelio Grados. Marca Registrada
Finalizada la guerra civil, nuevas empresas vinieron a tomar el testigo de las anteriores, y mucho más porque la de Pedro Caballero Guzmán tuvo graves problemas con las nuevas autoridades del país ya que su administrativo y mano derecha del empresario, Celestino López Sánchez, que aunque no era arroyano de nacimiento, es uno de los muchos paisanos que también conocieron las cárceles franquistas, aunque esto, obviamente, es una historia completamente diferente y alejada del artículo que estamos presentando.
La Competidora.
Fábrica de Chocolates
De esta forma, muy pronto aparecerá una nueva empresa chocolatera en la población, la “Fábrica de Chocolates de la viuda de Sixto Muro”, una empresa que se encontraba situada desde los primeros años cuarenta del siglo XX en la calle San Antón nº 25, y cuando Arroyo ya era de la Luz. A esta empresa le sustituirá la de Juan Muro Tejado que fue el sucesor de la anterior propietaria, y que bautizó a su nueva y gran fábrica como “La Competidora”, una firma chocolatera de gran éxito en Arroyo en la que desde la década de los sesenta el representante encargado de las ventas fue otro de los empresarios de gran éxito en la localidad, José Bañegil.
Isabel Macía

Luego llegarían las pequeñas empresas locales, aquellas que comenzaron a renovar y ampliar los productos a la venta. Aunque la base de muchos de sus apetitosas presentaciones llevaba el chocolate como elemento base, todo se diversificó mucho más. Son los comercios-pastelerías de los de mi generación y posteriores. Empresas que vendían generalmente al por menor y que elaboraban en la trastienda de ese mismo espacio físico. Son los años de la Dulcería, Bombonería y Repostería de Isabel Macía, que se publicitaba como “única en su clase” y ubicada en la calle Luis Chaves nº 27 (sublimes sus mangas gitanas). También estaba en la plaza del pueblo el establecimiento de la señora Mercedes y sus hermanas, Pastelería San José quienes elaboraban unas “bambas” inigualables; o la Pastelería Rafael, recientemente cerrada por jubilación y que se encontraba en la calle Virgen de la Luz.
Fueron los años en los que los niños y adolescentes salían a las calles de la localidad para jugar con sus amigos después de las clases de la tarde, porque entonces teníamos clases después de la comida, la época de merienda nacional después de las privaciones de décadas anteriores. En pantalones cortos salíamos con un balón debajo del brazo y en la otra un bocadillo de pan al que se acompañaba un trozo de chocolate, en muchas ocasiones de Nogueroles, una marca que se vendía como el “mejor de los mejores”, chocolate de ámbito nacional pero que también tuvo sucursal y gran aceptación entre nuestros convecinos.
Nogueroles
En definitiva, las fábricas y tiendas de chocolate, un modelo de empresas que siempre gozaron de gran vitalidad en Arroyo del Puerco-de la Luz. Negocios que en la actualidad también logran saciar ese “alma golosa” que el arroyano siempre tuvo, tal y como hemos visto a lo largo de este artículo. Empresas como la Pastelería-Dulcería Santa Ana en el número 16 de la misma calle; o la Dulcería Artesana Pastelería Beatriz, en la calle Castañeda nº 10; El Horno de Isabel, en la calle Valencia nº 34; el Horno de Dulces Artesanos de Marisa en la calle Barrial de Santa Ana; la Panadería Arroyana en San Pedro de Alcántara o el negocio de Dulce Tentación en la misma calle que la anterior. Todas ellas, aunque te vendan muchas otras delicias con distintos ingredientes, el chocolate nunca faltará en sus muchas exquisiteces.
Chocolates. Diario hoy. Octubre 2018
 Nota final: Ignoro si será el Karma, pero el pasado 24 de noviembre, cuando ya tenía concluido este artículo, en el partido de vóley de las “princesas arroyanas”, magnífico encuentro como siempre, el que suscribe estas líneas fue agraciado en el sorteo que realizan en cada partido con una magnífica tarta de Dulce Tentación, una delicia que llevaba chocolate, por supuesto y que ya ha pasado a mejor vida, afirmo. 
Tarta de Dulce Tentación

sábado, 17 de noviembre de 2018

EL TROVADOR: "DALE NIÑA AL PANDERO"

Por Máximo Salomón Román

           El Trovador de Arroyo de la Luz
Asociación de Folklore "el Pandero"
Oficio noble y bizarro, entre todos, el primero

Porque en la industria del barro

Dios fue el primer alfarero

Y el hombre, el primer cacharro.



      Estos populares versos, patrimonio de nuestro pueblo, ponen de manifiesto una actividad, tal vez la más identitaria de Arroyo de la Luz. El arrabal de los Mártires, que en otros tiempos contara con decenas de alfares, fue la zona en la que -desde tiempo inmemorial-quedó patente el buen hacer de los olleros, con sus pucheros, barriles, cántaros, ollas, tinajas…Pero como acontece en otras muchas profesiones a las que la música va intrínsecamente ligada, (cantos de fragua, cantos de trilla, etc.) aquí también se hizo corresponder el trabajo del alfar con esas canciones que denotan, indudablemente, devoción religiosa a los Mártires, especialmente a san Sebastián: “san Sebastián valeroso, vecino del arrabal…”No está demostrado que la melodía sea , al cien por cien, originaria de esta villa toda vez que existe el culto al mártir en otras poblaciones. Pero lo indiscutible es que la letra es local. Así, desde hace siglos cada veinte de enero tiene lugar la fiesta- que fuera de los olleros- en honor al Santo. Pero no deseo obviar una efeméride que se sucedía año tras año, tres días antes, esto es, la fiesta de san Antón (san Antonio). Esta fecha es la primera que enraíza las tradiciones con el folklore: “san Antonio bendito tiene un guarrito que ni come ni bebe y está gordito”. No posee nuestro pueblo canciones significativas del santo, si bien a principios de los sesenta se trajo el baile el cordón, originario de Brozas. Pero no cuajó y poco después dejó de bailarse.

     Tras san Antón y san Sebastián, efemérides de partida del Carnaval, llegaban las Candelas. Aún recuerdo, siendo un niño, a un nutrido grupo de arroyanas bailando en la plaza aquellos corros locales combinados con algún que otro romance. Un espectador de honor, don Ciriaco-párroco de la Asunción y muy amante de nuestro folklore- se encargaba de animar el ambiente en la homilía, recordando el magnífico acervo musical arroyano. También, en los días de carnaval surgían de manera espontánea, en cualquier esquina, aquellos típicos corros entonando nuestros romances y, sobre todo, las coplas del “Baile Pandero” en una de las tres modalidades, en este caso “A la rama”. Son tantas las estrofas (don Juan Ramos me refería que superaban las trescientas) que no es posible retenerlas en la memoria. De otra parte, las estudiantinas del antruejo, muy populares entre los corcheros, ponían un aire “picantón” a esas fechas. No olvidemos parte del cancionero cuando se decía aquello de “ese que va ahí que se lo quite y se lo ponga en las narices”, acorde a la fechoría de colgar algún “rabo” a la espalda de algún despistado; o cuando se cantaba “has comido chori y no te has limpiado y por eso llevas los labios pintados…Las canciones de quintos (merecen un monográfico aparte) son otra riqueza de nuestro bagaje musical.

      Una vez finalizada la Semana Santa se volvían a entonar las “coplas del Pandero” (en este caso las de la “tonadilla llana”) con estrofas como: “la tonadilla llana ya la sabemos; para el domingo de Pascua la cantaremos”. Llegado mayo se hacían en los zaguanes o en las puertas de las casas las típicas “Cruces” que se decoraban con pañuelos, cruces, cornucopias,  fotos, etc. y alguna que otra muñeca que a la postre era regalo para alguien. Acompañadas de sonajas y panderetas se entonaban canciones y coplas del Pandero en su tercera modalidad( tonadilla de san Juan), al igual que en la festividad de este santo, muy arraigada por cierto en el siglo XVII .Algunas de ella pedían cuenta tras algún incumplimiento “ para la cruz de mayo me la ofreciste, una muñeca rubia y no me la diste”, o bien, ponían de manifiesto la devoción al santo: “ a san Juan he querido y a san Juan quiero…”En verano, como es obvio, se daba la mayor parte de las bodas. En referencia a la dote se cantaba “una cuchara jerreña me dio mi suegra…”Y llegada la última parte del año se escuchaba aquello que decía “las morcillas patateras se despidieron diciendo, habas tendréis que comer…”La Navidad arroyana contaba con sus particulares villancicos tales como “Venid pastorcillos” que en su vertiente más atrevida contaba con estrofas tales como “la zambomba tiene pujos y el que la toca cagueta, si no nos da el aguinaldo…”

     Una vez realizado este recorrido diacrónico y a la vez sentimental por nuestro vasto tesoro folklórico es de justicia hablar de hechos, acontecimientos y personas que, de una u otra forma, tienen relación con nuestro pasado más reciente en cuanto a música y tradiciones se refiere.
Fueron nuestras abuelas y nuestras madres quienes  con sus cantos y nanas se convertían en fieles transmisoras de un rico patrimonio. También, al calor del fuego en las noches de invierno contaban historias, leyendas, recitaban poesías e incluso referían algún que otro romance tabú en aquellos tiempos. Canciones, muchas veces de origen pagano, misterioso, telúrico y-sobre todo-ancestral. En otras ocasiones, al fresco de las noches de verano me contaban y cantaban esos viejos romances que, sin lugar a dudas, me hicieron reflexionar, años más tarde, sobre el ramillete de canciones y danzas con el que cuenta Arroyo, incomparable por su riqueza musical y por sus romances de cordel. Ello me llevó a investigar (con quince-dieciséis años) nuestro folklore, a recoger canciones y poesías en directo. Conté para ello con vecinas de la calle Valdetrás, en especial Felicita Espadero y Cipriana Palacín. Su entusiasmo era evidente mientras que yo anotaba cada estrofa. Romances de Bernal francés, don Pedro, una pulida hortelana…, acabaron siéndome familiares. También Domi Parra, Víctor Reveriego y don Juan Ramos que me recordaba alguna estrofa que tanto gustaba a su amigo Pedro Caba:” ¿Dónde estará mi amante que no ha venido, ni a la voz, ni al reclamo, ni al retumbío? A todo ello añadí un minucioso trabajo de investigación y encontré un buen número de personas interesadas en nuestras tradiciones.
     Fue Kurt Schindler quien en el verano de 1932 estuvo en nuestro pueblo interesado por nuestros romances y recogiendo gran cantidad de información al respecto que más tarde publicaría en su cancionero “Música y poesía popular de España y Portugal”
Es en el año 1952 cuando, de la mano de nuestro paisano José Canal Rosado (un amante de nuestro legado histórico y musical) visita muestro pueblo  Alan Lomax recogiendo más de una veintena de canciones y romances locales que se publicarán medio siglo después en su “The Spanish Recordings.”
     En los años sesenta aparece doña Ángela Capdevielle, vecina de Casar de Cáceres, quien consagra su vida prácticamente a recoger por toda la provincia cacereña esas danzas y canciones nacidas del alma de cada pueblo. Llega a ser directora de la Sección Femenina y profesora de Magisterio. Arroyo cuenta por entonces con un paisano suyo, Guillermo Mena, quien ejerce el Magisterio en nuestro pueblo. Guillermo, otro amante de las tradiciones musicales, facilitará a su paisana todo el trabajo que conlleva la recopilación de nuestro abanico etnomusical contactando con informantes como Purificación Pacheco, Petra Carpintero, Dominica de Cordero,…Y ese amplio ramillete de canciones pasa a formar parte del Cancionero de Cáceres y su provincia que publicará la Excma. Diputación Provincial en el año 1969.
     En el año 1983 ve la luz el Cancionero Arroyano de manos de Francisca García Redondo, a la que un entusiasmado Juan Ramos hace su magnífico prólogo y facilitando un entorno de trabajo digno de mencionar. Cuenta Paquita con la inestimable complicidad de arroyanas como Puri Pacheco, Ricarda Morán, Libertad Talavera o Juanita Sánchez, entre otras. Casi setenta piezas entre canciones, rogativas o romances que avalan el valiosísimo proyecto realizado por esta soriana de nacimiento y extremeña de adopción. Merecido premio el de la institución “El Brocense” (1986) al citado trabajo.
Pero si el trabajo e investigación es , indiscutiblemente, digno de mención, no lo es menos el llevado a cabo en todos y cada uno de los momentos de nuestra existencia por los protagonistas del propio folklore, esto es, los arroyanos y arroyanas que han llevado por pueblos y ciudades, por caminos y coladas, incluso allende nuestras fronteras, el alma de un pueblo, esa herencia musical transmitida de padres a hijos y de generación en generación, cual portamos por toda la geografía esos pucheros y barriles nacidos de la mano de cualquier alfarero.
     Es José Canal Rosado quien canta de viva voz los romances arroyanos a Alan Lomax. Ramiro Gutiérrez Suitino ahonda en las raíces del Baile Pandero para compararlo con el balanceo de palmeras y Tomás Martín Gil, vecino de Coria implementa una magistral descripción sobre nuestro baile más singular, con estudios sobre el mismo. Es el “guili-guili” (otros investigadores lo denominan alilí) un remate moruno semejante a los del Magreb africano? Al menos, es particular en nuestra geografía.
     Aunque algunos que hoy peinamos cana no habíamos nacido aún, es notorio, que ya en el siglo XX nuestras abuelas representaban y cantaban, en diferentes momentos, esos viejos romances, como el caso del “Pájaro bobo” (luego derivó en el pájaro pinto” para evitar confusiones con una versión de la capital) con el  que, cada domingo en el atrio de la Iglesia, se mofaban de los aquellos mozos que estribados en la pared tardaban en acercarse a ellas. Viene a colación la referencia que me dieron de una representación local de romance “la boda de Inesilla” en la que la protagonista fue Guillerma Rodríguez, esposa de Segundo Sánchez Garrido.  
      Es evidente que moros y judíos convivieron en Sefarad (España) y que esos romances locales -de transmisión oral -son herencia de ambos, al igual que el pandero, en otros tiempos cuadrado (derivado del adufe árabe) y, tal vez, algún rabel pastoril.
      En los años sesenta parece revivir el folklore. Los que contábamos entonces con nueve o diez años nos vemos sorprendidos por la iniciativa que se da en las antiguas Escuelas  Graduadas por formar un grupo de coros y danzas. Recuerdo a doña Valentina, una de las maestras más destacadas de aquella época, enseñándonos la “Jota del Carretín” en la galería de las niñas (estábamos separados por sexo). Estaban conmigo Sixto Montero (q.e.p.d.) y Porfirio Martínez Moreno. Cantaba un compañero de clase, Recaredo. Aquello no obtuvo sus frutos y decidieron que únicamente las niñas bailaran nuestras jotas. A los chicos se nos ofreció la posibilidad de aprender guitarra, laúd y bandurria de manos de un profesor de la Estación de Ferrocarril de Arroyo-Malpartida, Manuel Calatrava (trabajaba en los talleres de Renfe según me recordó otro estacionero, Manolo Martín Montero).Las chicas formaron un estupendo grupo que actuó en la capital. Marisa Holgado, Teodora, Visi Serrano, Trini, Carmen Salomón…y un largo etcétera de féminas lucieron sus mejores galas con esos mantones y refajos que solían bordarse en Arroyo. Manos como las de la señora Constantina en la plaza del Divino Morales, o una tía-abuela mía, Primitiva Blasco plasmaron su buen hacer los citados mantones y sayas, únicos en la zona.
      Un seis de mayo de 1973 (día de la Romería) suena por primera vez una jota arroyana, la de “la Encina”, en la radio. Es interpretada en directo por el grupo de Coros y Danzas de Tornavacas e incluido, posteriormente, en su disco “Tornavacas canta”.
Llegan los ochenta y con ellos la inquietud por el folklore vuelve a quedar patente. Así en el año 1983 se crea el grupo “Harriero” integrado por arroyanos como Francisco Giraldo, Félix J. Lucas, Jesús María Ferrero, Ángel y Chuli Delgado, Juan José Casares Pepe Gómez Tapia, Felisa Clemente, Mª del Carmen Higuero, Choni Ferrero, Choni Rodríguez…y un largo etcétera de gente comprometida con nuestras tradiciones. Logran un premio de investigación sobre el “Baile Pandero” y, finalmente, se convierten en Grupo Municipal. Su evolución nacional e internacional queda patente y es reconocida por todos. Algo de culpa tiene don José Luis Rojo (q.e.p.d.) que les abrió el camino hacia el sur (Matalascañas) donde el grupo cosechó uno de sus mayores éxitos. 
     En el verano de 1985 y bajo la tutela de un investigador y amante de nuestros romances, José Manuel Fraile Gil, y la colaboración de Francisca García Redondo, se graba un repertorio de 25 canciones y romances tradicionales. Se realiza en los meses de julio y agosto en la Discoteca “el Palacio”. Allí ponen su voz y su ritmo al pandero nuestras paisanitas cantando en verso llano, como diría el poeta Juan Luis Cordero. Domi Parra, Aurita Reyes, Ricarda Morán, Juanita Sánchez,  Agripina Barrera, Maribel, Eleuteria Díaz, Marti Bravo, Libertad Talavera, Purificación Pacheco… hasta una veintena de voces femeninas. Esas mismas voces que nos ponían los pelos de punta cuando desde el coro de la iglesia cantaban las rogativas y los piropos a nuestra Virgen de la Luz. Una voz masculina, la del señor Teodoro Carrero cerraba el doble LP que editaría Tecnosaga.
     Don Florencio García Carrasco, inspector de Educación e hijo del insigne maestro Florencio García Rubio sorprendió al pueblo de Arroyo, en su particular pregón a la Virgen de la Luz, al referirlo cantado y con música del baile pandero.
     En 1996 se crea la Asociación de folklore “El Pandero” con antiguos componentes del Harriero y otros miembros que nos incorporamos poco a poco con el fin de ser embajadores y llevar a todos los rincones posibles nuestro acervo musical. Aveiro, Barcelona, Mora de Toledo…son algunos de los muchos destinos en los que han sonado nuestras jotas (Carretín, Descoloridita…) y romances. La devoción hacia nuestra Madre de la Luz nos ha animado a elaborar letras que hoy son parte de ese citado acervo.
     También, en cada boda, en cada certamen solidario o en cada evento que guste de nuestras costumbres, ponemos a disposición lo que sabemos hacer: cantar y bailar. La parte triste la representa el fallecimiento de dos componentes del grupo, Antonio Corchero (especial con su bandurria) y Fernando Tato, el alma de este grupo y creador de esta iniciativa junto a Rubén Quintero.
      Es de justicia reseñar a aquellas personas que, de una u otra forma, han dejado su impronta y su sello en nuestro bagaje musical. Así, el Himno a nuestra Patrona compuesto por nuestro gran poeta  don Juan Ramos y musicado por don Daniel Bravo, los Piropos a la Madre, obra de Puri Pacheco y música de Francisco García, la jota de los Harrieros, magnífica pieza que para el grupo municipal compuso nuestro otro gran poeta Eladio Sanjuán, o las coplas del Pandero a la Virgen que nos regaló el entrañable amigo Víctor Reveriego(“ Virgen de la Luz, madre, sabes que quiero, cantarte y bendecirte con el Pandero”). 
     Grupos como “el Caldero”, “Acetre” o “Mansaborá”, también se interesaron por nuestros romances.
       Recientemente, con colaboración de los dos grupos locales se ha grabado un programa para Canal Extremadura donde se pone de manifiesto, una vez más, nuestra rica herencia musical.
    Mucho se podría profundizar en cada uno de los temas expuestos desde una dimensión antropológica hasta otra propia de la musicología, mas la intención fue elaborar un repaso pormenorizado de nuestro acervo musical. Ello es parte de lo que somos y “lo que te rondaré”.
www.arroyodelaluz.es



















viernes, 2 de noviembre de 2018

22. EL CRONISTA: "EL RETABLO DE MORALES Y SU RESTAURACIÓN"

Por Francisco Javier García Carrero
           Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Que el retablo de Luis de Morales, “El Divino”, y la iglesia que lo alberga, Santa María de la Asunción, constituyen nuestros bienes culturales más preciados, es algo que ningún arroyano puede poner en duda. Sin lugar a equivocarnos estamos ante las dos “joyas de la corona”, iglesia mayor de la villa y retablo renacentista que debemos, por consiguiente, proteger, mimar y difundir una y otra vez como nuestros principales embajadores ante el mundo.

Como muchos conocerán, el pasado día 2 de octubre, se inauguró en el Museo de Bellas Artes de Badajoz (MUBA), pinacoteca dependiente de la Diputación Provincial, una magnífica exposición pictórica sobre el Divino Morales. Todos los trabajos expuestos, y que han sido traídos desde diversos puntos de la geografía española, nos muestran el intenso misticismo que este artista extremeño siempre infundió a todas sus obras. La muestra estará abierta al público hasta el día 14 de noviembre y ya ha sido visitada por numeroso público amante del arte, y por varias decenas de escolares de diversos centros docentes, tanto de Primaria como de Secundaria y Bachillerato.

No hace falta asegurar que toda la obra allí presente se encuentra en perfecto estado de conservación y donde la paleta del artista se aprecia con la frescura de un cuadro recién pintado, a pesar que se trata de obras que están fechadas en el ya lejano siglo XVI. La misma belleza que se expone en el MUBA presentan las distintas tablas que alberga nuestra joya parroquial de la Asunción. No obstante, esta plenitud y magnificencia del colorido no ha sido siempre así, ya que en muchos casos, bien por descuidos, por negligencia, por simple desconocimiento de lo que había que hacer, o bien por utilizar prácticas ancestrales de comportamiento en el interior de los templos, y muy próximas a la pura superstición, los cuadros de Morales en nuestra localidad sufrieron muchos años de descuido y de una apreciación no acorde al valor real de nuestra joya más preciada. De ahí que en diversos momentos de nuestra historia el retablo y sus cuadros hayan tenido que ser objeto de una intensa restauración, un renuevo para que logrará alcanzar la “lozanía” primitiva surgida de los pinceles del “Divino”.
Plano iglesia parroquial

De esta forma, una vez concluido el templo de la Asunción en el siglo XVI en el espacio que anteriormente era el centro de la villa, una edificación que se había iniciado en la centuria anterior, con una nave única muy “atrevida” y de 25 metros de larga, y una vez incorporada una segunda torre a la iglesia, la actual de campanas que sustituía a la anterior y que conocemos como la del reloj, nuestros antepasados arroyanos quisieron embellecer su magna obra con un magnífico retablo que embelleciera su extenso ábside. Desde el primer instante, tuvieron muy claro que no se trataba de “colocar” un retablo cualquiera, ni en su arquitectura dorada ni, por supuesto, en el conjunto pictórico que se acoplaría a la finalización del trabajo de Alonso Hipólito, que fue en última instancia el artista ensamblador y entallador contratado para ese menester, un maestro que nos legó un retablo típicamente plateresco y que presenta importantes coincidencias con el de Santa María en la capital provincial.
Y para la pintura fue contratado por 400 ducados, una suma no excesiva para la época, a uno de los artistas más prestigiosos del reino en el siglo XVI, Luis de Morales. La datación del mismo se sitúa entre 1560 y 1563, fechas que coinciden con una de las décadas de mayor trabajo que tuvo el “maestro” y el “taller” de colaboradores que siempre le acompañó. Efectivamente en aquella década de los sesenta del siglo XVI, Morales también trabajó en el retablo de la parroquia de Alconchel (Badajoz), en Santo Domingo de Évora (Portugal), en una capilla de la parroquia de Higuera la Real (Badajoz), en la iglesia de San Martín de Plasencia (Cáceres), además de trabajar en encargos particulares como el del obispo Juan de Ribera.
Ermita de San Blas
Luis Morales estuvo con sus discípulos y oficiales trabajando en el retablo de Arroyo de la Luz durante tres intensos años. Por contrato firmado la obra se tuvo que realizar y concluir en la villa, de ahí que la parroquia le adjudicara la ermita de San Bartolomé y San Blas como su taller de trabajo. Esa exigencia también llevó a Morales a residir de manera habitual en la localidad, en una vivienda alquilada, al menos durante todo el año 1562, por una cantidad que pagaba la parroquia y que no era el taller de la ermita anteriormente citada, a pesar de las afirmaciones realizadas en este sentido en alguna que otra ocasión. El acta de terminación total de la obra se firmó el 29 de mayo de 1563 por el escribano público de la localidad Diego Sánchez de Loriana (“A honor y reverencia de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres personas y un solo Dios verdadero”), un documento excepcional y del que ya hablamos y presentamos en su momento.
Acta de entrega del retablo

Concluido el trabajo, muy pronto comenzaron los problemas en el interior del templo, inconvenientes que afectaban tanto a la arquitectura del edificio como al propio retablo con sus tablas, sin olvidarnos de la insalubridad para los propios fieles que acudían a la iglesia. Uno de los principales problemas que existían fue la ancestral costumbre de enterrar en el interior parroquial a los difuntos de la localidad. Un inconveniente del que los arroyanos de los primeros siglos modernos (XVI-XVII), nunca fueron conscientes. Tuvo que ser el espíritu ilustrado de finales del XVIII cuando constató que la putrefacción de los cadáveres en unas tumbas mal selladas, con grietas habituales, y en un ambiente tan cerrado provocaba unas sales alcalinas muy volátiles que alteraban el aire y que provocaban graves enfermedades a las personas. Una insalubridad de los templos tanto para objetos como para fieles que se agravaba durante los periodos estivales. A lo anterior se unía la ingente cantidad de cera que se quemaba, que además de dar luminosidad se utilizaba para tratar de mitigar el hedor que envolvía todo el templo; de la misma forma, la escasa ventilación que tenía la iglesia, la humedad interior casi permanente y el hacinamiento de devotos que siempre existía en cualquier oficio litúrgico hacía del interior de la iglesia un espacio olfativo poco propicio para el mantenimiento adecuado y conveniente de una joya artística como era nuestro retablo.
Retablo (parroquiaarroyo.org)
Ya en el año 1732 hubo necesidad de acometer un nuevo dorado para toda la arquitectura retablística, un trabajo ejecutado por el dorador Francisco González Centeno y que “destrozó la magnífica policromía” que tenía el original. Aunque el problema de los enterramientos en el templo se solucionó desde las primeras décadas del siglo XIX, ya que se buscaron nuevos espacios de inhumación, la degradación de las pinturas y el ennegrecimiento de las mismas siguió siendo una constante. Sabemos, por ejemplo, que un visitador de las Comisiones de Monumentos de Cáceres, el señor Berjano, quedó escandalizado en el mes de febrero de 1900 cuando comprobó el “deterioro de los cuadros del Divino Morales”, informándose además por algunos feligreses que en ocasiones “hasta apagan las velas aplastando el pábilo sobre ellos”. Ante semejante estupidez la Comisión puso la información en conocimiento de su “Ilustrísima” y poco después los monaguillos comenzaron a utilizar los “apagavelas” correspondientes para tal menester.
De cualquier forma, será el siglo XX la centuria clave para entender la belleza con la que nos ha llegado nuestra joya. Diversas restauraciones tuvieron lugar en 1923 cuando un nuevo dorado volvió a reanimar el apagado que comenzaba a presentar la arquitectura. En 1950 hubo necesidad de realizar un tratamiento urgente “in situ” sobre algunas de las tablas de pintura. El trabajo le fue encomendado a un técnico de la Junta de Conservación de Obras de Arte y estuvo centrada en los cuadros que se encontraron más deteriorados en aquel instante, especialmente los situados en el segundo cuerpo; es decir, “Anunciación”, “Adoración de los pastores”, Adoración de los Reyes” y “Presentación en el templo” y los que se ubicaban en la parte inferior, “Descenso al limbo”, “Resurrección”, “Ascensión” y “Pentecostés”.  
Retablo desmontado antes de la restauración (parroquiaarroyo.org)
En febrero de 1967 se cerró la iglesia al culto ante el peligro de derrumbe real del edificio (véase “El faro de Arroyo” de Máximo Salomón en este mismo blog: http://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com/2018/10/el-trovador-el-faro-de-arroyo.html).  Fue un arquitecto prestigioso en aquellos años, Fernando Hurtado Collar, el que aconsejó al párroco de la iglesia, Ciriaco Fuentes Baquero, probablemente el párroco que más ha luchado por la conservación y difusión de nuestro legado, para que se acometiera una rehabilitación en profundidad del templo, un trabajo que fue sufragado en parte por las aportaciones económicas de los vecinos de Arroyo.
Tablas de Morales para restaurar (Biblioteca de Extremadura)
Aprovechando esta circunstancia, y una vez que los oficios litúrgicos se trasladaron hasta el espacio que hoy alberga la Oficina de Turismo, se decidió iniciar lo que podríamos calificar como la “gran restauración del retablo de Morales”. Efectivamente, a mediados de los sesenta del siglo pasado las veinte tablas del Divino presentaban señales alarmantes de gran deterioro que obligaron a un tratamiento urgente y a fondo de conservación, un trabajo que en primer lugar se debería acometer, como así fue, con una labor previa del soporte arquitectónico. De esta forma, sobre el retablo se hizo necesario un levantamiento de todos los barnices que se aplicaron en las restauraciones anteriores de 1732 y de 1923, reparaciones que habían dado un tono amarillento muy fuerte a la arquitectura, y que se achacó “sin duda a la mala calidad de los materiales empleados”.
Otra imagen del retablo desmontado (parroquiaarroyo.org)
        El estado de conservación en el que se encontraba el retablo era pésimo y cuya causa se achacó a las columnas desviadas de una parte de su arquitectura cuando se desprendió la porción izquierda de la pared a la que estaba adosada. También se certificó como causa importante en las deficiencias observadas, el cambio brusco de temperatura, la humedad, que favorecía la aparición de los parásitos de la madera, el polvo acumulado en la superficie pictórica, el humo de las velas, los barnices oxidados, y en “general la acción del tiempo”. Todo ello provocó que tanto tablas como esculturas y arquitectura no luciese con el esplendor que una joya semejante debiera presentar.
Fue, por consiguiente, un reto importante para el Instituto de Conservación de Obras de Arte y que se acometió con gran éxito en su conjunto. En primer lugar se produjo una desinsectación de la madera, un tratamiento de los soportes para lograr cerrar las grietas producidas en las uniones con las tablas, y el fortalecimiento de las fibras que se encontraban muy debilitadas por los parásitos.
En cuanto a las capas de color de las 20 tablas, en muchos casos a punto de desprenderse de los mismos, fueron fijadas con una cola acética y con el apoyo de rayos infrarrojos y ultravioletas que ayudaron a penetrar en las capas profundas de la tabla pictórica. De la misma forma, se encontraron abundantes “repintes” antiguos, y posteriores a la mano del “maestro”, probablemente de 1723 que fueron todos levantados. También se modificaron algunas “limpiezas defectuosas” que habían marcado una serie de “barridos” de colores, especialmente en los rojos, verdes y azules que se habían ennegrecido pero que, sobre todo, habían alterado la coloración original de la obra. De ahí que la tonalidad original se tuviera que realizar a la “acuarela” y posteriormente fijadas con veladuras de barniz.
           Logrado todos los objetivos propuestos el siguiente paso fue ensamblar las tablas en sus respectivos huecos, trabajo que se realizó con enorme éxito, luciendo, ahora sí, de manera semejante a como lo hiciera en 1563. Todo lo anterior, unido a la completa rehabilitación del templo, hizo que el Estado, siendo ministro de Cultura Iñigo Cavero y alcalde de la localidad José María González Bravo, no tardara en catalogar a nuestra iglesia como Monumento Histórico Artístico Nacional (Real Decreto de 20 de agosto de 1981, BOE de 22 de octubre). Un honor, y un orgullo para todos los que amamos y sentimos Arroyo y su patrimonio.

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Retablo Luis de Morales octubre 2018