martes, 2 de marzo de 2021

46. EL CRONISTA: "LLANTO POR UNA REINA (María Isabel de Braganza)"

 Por Francisco Javier García Carrero

Cronista Oficial de Arroyo de la Luz 

María Isabel de Braganza
(Museo del Prado.
Por Bernardo López,
1829)

     Los días de luto oficial, o duelo nacional, siempre han sido, y son actualmente, la manera que tenemos de lamentar alguna tragedia que se ha producido en nuestro país. Hoy día se suele declarar luto oficial por diversas causas. Por ejemplo, el último declarado en España ha sido con motivo de la pandemia del COVID 19. Diez días de luto oficial, el más largo de la historia democrática en nuestro país, en el que la bandera nacional tuvo que ondear a media asta y con un crespón negro sobre el mástil.

Históricamente estas muestras de respeto institucional se producían después del fallecimiento de un personaje público y de especial significación para el resto de la población. En todos los casos solía realizarse un gran acto de homenaje oficial que era presidido por las autoridades políticas y religiosas de la localidad, una efeméride al que se invitaba a colaborar a todo el pueblo, situación que siempre se producía de manera efectiva y participando este último de forma masiva y con gran sentido del respeto.

A lo largo de nuestra historia local tenemos varios ejemplos en los que la localidad lamentaba con gran solemnidad la pérdida de los diferentes monarcas que se habían ido sucediendo en nuestro país. De esta forma, conocemos, por ejemplo, el luto que el pueblo profesó por la muerte de Carlos II el último de los monarcas de la dinastía austriaca en el año 1700. No obstante, en el presente artículo quiero reflejar el “llanto por una reina” que Arroyo del Puerco manifestó cuando tuvo conocimiento de la muerte de la joven soberana María Isabel de Braganza en los primeros días de enero de 1819, aunque la reina había fallecido el mes de diciembre del año anterior. Y quiero hacerlo sobre ella porque su muerte fue una auténtica tragedia, o más bien una carnicería, dada las circunstancias en las que se produjo aquella muerte.

Fernando VII. Patrimonio Hispalense.
Ayuntamiento de Sevilla
María Isabel de Braganza fue reina consorte de España por matrimonio con Fernando VII que era su tío carnal. El matrimonio, que era el segundo de este monarca tan particular y tan denostado, se celebró en 1816 cuando contaba la reina únicamente 19 años ya que había nacido en Portugal en 1797. Esta soberana fue muy aficionada a la cultura y al arte, por ejemplo, hablar del Museo del Prado, la pinacoteca más importante de España y una de las más sobresalientes del mundo, es también resaltar la figura de la que fue su fundadora, la reina María Isabel de Braganza.

En 1817 y con solo 20 años Isabel dará a luz a su primera hija que murió pocos meses más tarde. Un año después estaba de nuevo la reina embarazada, y en diciembre de 1818 Isabel falleció por las complicaciones de un segundo parto de otra niña que también nació muerta. Este segundo alumbramiento fue muy difícil y laborioso. En el trascurso de ese nacimiento la reina Isabel de Braganza perdió completamente el conocimiento, tanto fue así que los médicos creyeron que ya estaba muerta. Con la finalidad al menos de poder salvar la vida del bebé le practicaron una cesárea de urgencias. A partir de ese momento, todo fue una auténtica pesadilla o una tragedia, ya que la reina se despertó, gritando a todo el mundo que no estaba muerta, que estaba viva. Los médicos trataron de arreglar la negligencia lo mejor que pudieron, pero todo fue en vano, Isabel y su hija fallecieron aquella tarde del 26 de diciembre de 1818 en el palacio real de Aranjuez (Madrid), y cuando la reina contaba solo 21 años de edad.

Dibujo de época sobre el parto que causó la muerte de la reina María Isabel.
(saenzsotogrande.blogspot)

Hasta Arroyo del Puerco llegó con varios días de retraso la noticia de la muerte de la reina Isabel. Concretamente era bien avanzado el mes de enero de 1819 y siendo alcalde de la localidad por el estado noble el que entonces era coronel Juan Manuel Marín de la Quintana, un militar que no era arroyano, ya que había nacido en las colonias hispanoamericanas, exactamente en Argentina. Juan Manuel Marín había regresado a España en el año 1810 y se había asentado en Arroyo dada la ligazón familiar que aquí tenía de ascendientes desde hacía varios siglos (algún día trasladaremos la historia de este personaje tan singular para la historia de nuestra localidad).

Palacio de Juan Manuel Marín de la Quintana

Una vez que el pueblo tuvo conocimiento del fallecimiento de la reina, aunque nunca conoció el fondo de los motivos reales ni cómo se había producido el fatal desenlace, se decidió realizar unas exequias funerarias acorde con la posición social de esta reina consorte. Convocada la corporación municipal de urgencia se decidió que fuese el día 17 de enero de 1819 cuando se celebraría el funeral oficial por la muerte de María Isabel de Braganza en la iglesia parroquial de la Asunción.

El alcalde propuso, y fue aceptado por el resto de miembros del consistorio, que desde el día anterior, 16 de febrero, el balcón del Ayuntamiento, que era bastante más modesto que el que tenemos en la actualidad, se cubriera en su totalidad con un mantón completamente enlutado y, además, a la entrada de la puerta principal del edificio se dispuso un almohadón oscuro sobre el que se colocó el cetro y la corona real como símbolo heráldico de la difunta.

Y con ello llegó el día del funeral oficial. La orden había sido la de reunir a todos los miembros que trabajaban para la corporación municipal en la puerta principal del Ayuntamiento, incluidos funcionarios y escribientes, que en compañía de la totalidad del clero regular y secular de la villa (curas, presbíteros y monjes), deberían acompañar a “todas las personas de distinción” en el funeral. A todos ellos se les obligó y exigió a acudir al acto religioso vestidos de “luto riguroso”, diría la crónica del acto.

Una vez reunidas todas las autoridades en la explanada de nuestra plaza principal, y en riguroso silencio, marcharon en dirección a la iglesia de la Asunción en la que previamente se había preparado y colocado un “túmulo fúnebre” que estaba adornado correspondientemente para la ocasión. La iglesia, como en la mayor parte de las ocasiones en las que se celebraba un acto de esta categoría, se encontraba repleta de fieles en un silencio únicamente roto por las “plañideras”.

Seguidamente se inició el acto religioso, concretamente una misa funeraria que fue oficiada por el “reverendo Padre lector de vísperas en sagrada teología fray Juan de la Haba”, un religioso descalzo del conventual de San Francisco, un edificio que pronto se desamortizó. Parece ser, según las crónicas oficiales, que el sermón del padre franciscano “conmovió al numeroso vecindario existente”, arroyanos que dieron muestras del más profundo sentimiento y “acreditando el amor y la lealtad que profesaban a sus soberanos”.

Terminado el oficio en la iglesia parroquial, ya únicamente el clero en su totalidad, junto con las personalidades más sobresalientes de la villa, llegaron de nuevo hasta las casas consistoriales, lugar donde para finalizar se cantó un último responso funerario por el alma de la infortunada y joven reina Isabel de Braganza. Terminado este postrero oficio, el acto religioso se dio por concluido. A partir de este instante, cada uno de los intervinientes comenzó a marcharse a sus respectivos lugares de residencia, palacios, conventos, casas particulares, etc. Lugares donde todos ellos iniciaron un prolongado luto oficial. La reina Isabel de Braganza está enterrada en el Monasterio de El Escorial, concretamente en el Panteón de Infantes, al no ser madre de ningún rey de España.

El rey Fernando VII muy pronto volvió a mostrar deseos de casarse ya que seguía sin heredero alguno. Volvió a contraer matrimonio, y no sería el último, por tercera vez aquel mismo año de 1819, concretamente el 20 de octubre. La elegida era tan solo una niña 15 años, la alemana María Josefa Amalia de Sajonia, una princesa educada en un conventual y con la que el rey mantuvo una “particular y movidita noche de bodas”, por decir algo que pueda ser publicado. Tercera esposa con la que tampoco logró un heredero al trono español y que falleció en 1829 con solo 25 años, aunque todo esto es ya otra e interesante historia.     


2 comentarios:

  1. F.Javier García Carrero
    Que historia más dolorosa y que gesto del pueblo arroyano.
    Muy bien Cronista oficial

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