Por Francisco Javier García Carrero
Cronista Oficial de Arroyo de la Luz
Verano de 1985 |
En mayo de 1983 se inició en Arroyo la segunda legislatura
de la democracia. De nuevo, como en 1979, el PSOE local había vencido en las
elecciones locales y aquel año con una mayoría mucho más holgada que en la
anterior ocasión. Un nuevo alcalde venía a sustituir a José María González
Bravo. Un nuevo regidor que iniciaba con esa legislatura su particular ligazón
con la alcaldía arroyana, y que le reportó 12 años de mandato consecutivos como
máxima autoridad de la localidad, aunque eso sí, no siempre al frente del PSOE.
El nuevo alcalde era Felicísimo Bello Merino, otra de las
memorias vivas de nuestra historia de la Transición e inicio de la democracia
en la población. De Felicísimo espero que muy pronto pueda escribir un artículo
que reconozca su fecundo y buen trabajo que hizo por Arroyo de la Luz. Son
muchos los aspectos en los que podría incidir sobre su quehacer al frente del
Ayuntamiento, especialmente en el ámbito de la cultura, una de sus máximas
preocupaciones, aunque este breve artículo lo quiero dedicar en exclusividad a
las “Fiestas de Verano”, unos espectáculos que él inició en esta primera
legislatura, y que luego han continuado todos sus sucesores de una forma u
otra.
Desde hacía ya varios años, el pueblo todos los meses de
julio y agosto recibía a cientos de veraneantes. La inmensa mayoría de ellos hijos
y nietos de la localidad, adultos, jóvenes y niños que inundaban la población
con ganas de disfrutar y, sobre todo, con ganas de demostrar a los locales que
volvían mucho mejor de lo que se habían marchado quince o veinte años atrás. De
esta forma, comercios y bares se llenaban a diario, tanto al medio día como por
la noche, y donde las grandes compras y las raciones con vino casero formaban
parte de lo cotidiano de todos los establecimientos, además del bullicio
constante por todos los rincones de la población.
Fue así como desde la alcaldía, y desde su concejalía de
cultura, se pensó, dado que la mayor parte de los que regresaban no podían
disfrutar de las ferias y fiestas de septiembre, en organizar un adelanto de
las mismas durante el mes de agosto, momento en el que el pueblo estaba
abarrotado de personas. Fueron las “Fiestas Populares”, “Fiestas de Agosto”,
“Fiestas del Emigrante” o “Fiestas de Verano”, nombre por el que serán
conocidas y disfrutadas por todos los arroyanos como si las de septiembre se
trataran.
Las primeras que presentaron una organización muy trabajada
y que dieron un resultado espectacular fueron las de 1985, aprovechando además
que aquel era el Año Internacional de la Juventud, hace ya, por consiguiente,
35 años. No sé cuántas personas las podrán recordar, pero aquellas “Fiestas
Populares Verano-85” fueron sencillamente espléndidas. Una semana completa del
5 al 11 de agosto en la que no faltó de nada. Desde una magnífica obra teatral,
que a algunos, como fue mi caso, nos quedó impactada, porque hasta entonces
nunca habíamos oído hablar de aquellos asesinatos y violaciones, hasta
distintas y diversas actuaciones musicales para todos los gustos y
sensibilidades (flamenco, rock, música protesta de cantautor (entonces muy de
moda en el panorama nacional), verbena
popular y folklore). Unos actos que dieron comienzo a las 22.30 h.
Efectivamente, el día 5 de agosto tuvimos el aperitivo
inicial con la representación teatral de “El crimen de Don Benito”. Un suceso
que había ocurrido en esa población extremeña en el año 1902 y que se convirtió
en uno de los crímenes más atroces de la crónica negra española. Por allí
desfilaron una joven muy guapa, su madre y un cacique de pueblo artífice de las
desgracias de todos, y donde la violación y los asesinatos de las protagonistas
dejó con un poso de tristeza a todos los que vimos aquella representación, y
algunos con ganas de saber mucho más. Tres años más tarde, en 1988 la película
Jarrapellejos, siguiendo un guion de Felipe Trigo, aunque con diversas
modificaciones sobre los hechos verídicos, volvió a recuperar para la pantalla
grande aquel espeluznante suceso.
El martes día 6 fue la noche de los amantes del flamenco.
Música que siempre en Arroyo ha gozado de un número muy elevado de seguidores.
El alcalde no trajo a un cantaor cualquiera, nada menos que se decantó por
Fosforito, un cordobés de Puente Genil muy consagrado en el panorama nacional
del flamenco y que entonces contaba con 53 años de edad. Cuando llegó a Arroyo,
Fosforito ya había logrado varios premios como ganador de distintos eventos, el
I Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba, el Premio Nacional de Cante, el
Premio Mercedes la Serneta y aquel mismo año de 1985 había logrado el
prestigioso II Compás de Cante.
El miércoles fue otro día grandioso, en este caso la noche
se llenó de “canción protesta”, una modalidad musical que había proliferado por
toda la geografía española coincidiendo con la muerte del dictador. Felicísimo
nos regaló la actuación de Luis Pastor, en este caso un cantautor de la tierra
ya que había nacido en Berzocana (Cáceres), aunque la mayor parte de su
trayectoria musical era madrileña, de Vallecas. Cuando estuvo en Arroyo tenía
33 años, y ya era un cantante consagrado, sobre todo desde que RTVE le había
contratado para sus “Coplas de ciego”. Aquella noche su actuación se centró en
algunos de sus éxitos entre los que destacó una versión muy original del Niño
Yuntero del poeta Miguel Hernández.
El jueves la actuación corrió a cargo de un grupo folklórico
extremeño. Tampoco fue un grupo cualquiera porque el contratado fue “Tierra de
Barros”, una agrupación que se había fundado en el ya lejano 1968 como grupo de
coros y danzas de la Sección Femenina de Almendralejo. Por entonces era uno de
los grupos más consolidados en la región en este tipo de música y fundador,
además, de la Federación Extremeña de Folklore”.
El viernes fue el día de los más jóvenes, aquella noche fue
la del “rock”, la noche de aquellos que tocaban una guitarra invisible entre
sus manos emulando a sus ídolos más conocidos. El invitado en Arroyo fue el
grupo gaditano Tiburón, aunque se anunció como sevillano. Tiburón era un grupo
de rock fundado tres años antes, en 1982 y que hacía una música que ellos
mismos bautizaron como “rock de pueblo”, mismo nombre de su primer LP. Una
música que nos recordaba de manera evidente a Rosendo y la banda que era el referente
entonces de todos aquellos grupos, “Leño”.
El sábado por la noche fue la apoteosis total, aquella
jornada se había quedado para la verbena popular, un evento a cargo de una
orquesta que hizo las delicias de jóvenes y mayores hasta altas horas de la
madrugada. Esa noche se bailó de todo, pasodobles, rumbas y música de gran
alegría como “El baile de los pajaritos”, una canción que no faltaba en todos
los saraos desde el año 1981 en que se dio a conocer. Con la música del
acordeón toda la plaza siguió el ritmo a la vez y con las manos levantadas. De
la misma forma, también sonó, la canción que aquel año se convirtió en canción
del verano, “El africano” de Georgie Dann.
El broche final de aquellas fiestas de agosto de 1985 quiso
el alcalde reservarlo para uno de nuestros mejores embajadores ante el mundo,
el grupo folklórico “El Harriero”. Una agrupación que no había alcanzado
entonces los éxitos de estos últimos años, aunque demostrando ya entonces que
al grupo le esperaba un futuro muy prometedor. La agrupación se había fundado
hacía relativamente poco tiempo, concretamente en diciembre de 1983. Fueron
veintiuno los asociados que iniciaron aquella maravillosa aventura conversando
en lo que entonces aún era el Hogar Juvenil de la O.J.E. Veintiún valientes que
después de algunas deliberaciones sobre qué nombre poner al grupo, se
decidieron, como bien me recuerda una de las socias fundadoras María de los
Ángeles Carrero Sánchez, por el de “Harriero”, aunque aspirando la H, a la
manera extremeña.
El grupo constituyó su Junta Directiva en una Asamblea
Extraordinaria un 15 de diciembre de 1983 a las 20.30 horas. Un acta que
firmaron todos y que concluyó a las 22 horas. Por más de las 2/3 partes de los
21 asistentes, eligieron a María del Carmen Ramos Solano como su presidenta;
Florencia Carrero Sanguino como vicepresidenta; Ángel Delgado Morán como
secretario; José Antonio Gómez Tapia como Tesorero; y a María Ángeles Carrero
Sánchez, primera vocal; María Luz Jesús Delgado, segunda vocal; Jesús Delgado
Morán, tercer vocal y Teresa Collado Ramos como su cuarta vocal.
Y después de “aquellas fiestas de agosto” de 1985 llegarían
las de años venideros, y a cuál mejor. Ya todos, jóvenes y mayores, deseábamos
que llegaran las “fiestas del emigrante”, ya que gracias a esta iniciativa nos
encontramos con un evento lúdico extra de verano, y que comenzó a rivalizar con
las que siempre fueron nuestras ferias y fiestas más celebradas, las de
septiembre.
Buen artículo, Javier, deseandito estaréis de que lleguen otra vez ocasiones que celebrar. Ánimo y un abrazo a todos los arroyanos!
ResponderEliminarMuchas gracias Felipe!!!!!! Eso esperamos todos, que se venza a este maldito virus y regrese la normalidad para todos. Y muchas gracias por ese abrazo para todos mis paisanos. Otro fuerte para ti.
EliminarHola Javi, yo también vi aquella noche El Crimen de Don Benito, y me gustó muchísimo, aparte de mi ignorancia sobre aquel hecho. Gracias por seguir recordándonos años pasados. Un abrazo.
ResponderEliminarAunque no sé quién eres, así estábamos todos. Nadie nos había contado nunca lo del Crimen de Don Benito. Pero todavía recuerdo como desde el mismo día después ya estaba buscando información sobre aquel suceso. Si hubiésemos tenido Internet todo hubiese quedado claro al día siguiente, pero me costó completar la información sobre aquel suceso. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
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