José Luis Solano Rodríguez
Bajaba el Niño, bajaba, por la Corredera engalanada a hombros de niños de primera comunión sobre unas angarillas sencillas de madera que algunos padres procuraban estabilizar, abriendo el camino a la imagen de la Virgen de la Luz. Era el primer jueves pascual, 13 de abril, al anochecer.
Había abandonado las andas de su madre, el
estar a sus pies, con un paso impulsado en el temor y congojo de unos rapaces cariacontecidos. Renacía en la
autonomía que gozó siglos atrás, teniendo cofradía propia en un pueblo de gran
religiosidad; una más de las muchas advocaciones que llenaban el calendario de celebraciones
del santoral, los oficios de patronos a quien venerar y custodiar. Por designio
episcopal llegó a desaparecer, sus bienes integrados en los de su intercesora,
administrados por su mayordomo, incluso su estandarte o pendón -compartido con la de S Marcos- pasó a Ella, pudiendo
ser uno de los dos que procesionan actualmente
cuan reliquia de insignia celestial.
Una
vez más, como es costumbre en esta tierra, la falta de lluvias primaverales agostaba los campos, recortaba
las cosechas, con ello, el alimento a paisanos y ganados, motivo que
llevaba al Ayuntamiento, patrón eclesiástico, a tratar de implorar a la
patrona con una rogativa de novenario de misas en la parroquial de la villa
que, si no surtía efecto, llevaba a
traer también al Cristo de la Expiración, juntándose ambas imágenes en la
iglesia, incluso con procesión
general por las calles. Tras mandar
“recado político” al párroco y al Padre Guardián del Convento de San Francisco,
concertado con ellos dicho evento, se iba a por la imagen en procesión desde la
parroquial hasta el santuario; presidían los capitulares del Consistorio,
frailes del Convento y demás eclesiásticos locales seguidos del pueblo llano convocado
por las campanas a primeras horas de la tarde. Una vez allí, sacaban la imagen cuatro hermanos franciscanos
hasta el límite del patín, encargándose luego otras tantas personas de las ocho
nombradas por los municipes de transportarla hasta el atrio de la Asunción, siendo
nuevamente tomada por los anteriores
para introducirla en su interior. Este sencillo discurrir alguna vez se
alteró. Un miércoles 15 de abril de 1750, se produjo un hecho excepcional por llevar
el pendón del Niño al sacarla de la ermita
entre el mayordomo eclesiástico y
el criado de un noble de la localidad, el primero por ser tradición y privilegio
de la extinguida cofradía, el segundo,
por haberlo decidido el cura párroco, además de por ser astuto, hasta el
extremo de añadir a su nombre, José, el
apodo de el “zorro”. Se organizó “una
espezie de tumulto con aparato de muchas desgrazias que pudieron remediarse por
los religiosos de Nuestro Padre San Francisco y por los otorgantes” descrito en
acta municipal . Acordaron que, al estar próximo el día de S Marcos, el 23, en
que volvería a salir la enseña, lo llevaría el otro hasta que resolviera el
juzgado episcopal su porte para
posteriores celebraciones. Disputas que en la actualidad no pasan.
Excelente idea, emotiva,
el hacerlo procesionar por niños,
que espero prosiga en años venideros con más o menos independencia respecto a
su madre virginal
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