sábado, 6 de mayo de 2023

EL NIÑO JESÚS

 José Luis Solano Rodríguez                 

    


      Bajaba el Niño, bajaba, por la Corredera engalanada a  hombros de niños de primera comunión sobre unas angarillas sencillas de madera que algunos   padres   procuraban estabilizar, abriendo el camino a la imagen de  la Virgen de la Luz. Era el primer jueves pascual, 13 de abril, al anochecer.  

     Había abandonado las andas de su madre, el estar a sus pies, con un paso impulsado en el temor y congojo de unos  rapaces cariacontecidos. Renacía en la autonomía que gozó siglos atrás, teniendo   cofradía propia en un pueblo de gran religiosidad; una más de las muchas advocaciones que llenaban el calendario de celebraciones del santoral, los oficios de patronos a quien venerar y custodiar. Por designio episcopal llegó a desaparecer, sus bienes integrados en los de su intercesora, administrados por su mayordomo, incluso su estandarte o pendón -compartido  con la de S Marcos- pasó a Ella, pudiendo ser  uno de los dos que procesionan actualmente cuan reliquia de insignia celestial.

     Una vez más, como es costumbre en esta tierra, la falta de lluvias  primaverales agostaba los campos, recortaba las cosechas, con ello,   el alimento a paisanos y ganados, motivo que llevaba al Ayuntamiento, patrón  eclesiástico, a tratar de implorar a la patrona con una rogativa de novenario de misas en la parroquial de la villa que, si no surtía efecto,  llevaba a traer también al Cristo de la Expiración, juntándose ambas imágenes en la iglesia, incluso con  procesión general  por las calles. Tras mandar “recado político” al párroco y al Padre Guardián del Convento de San Francisco, concertado con ellos dicho evento, se iba a por la imagen en procesión desde la parroquial hasta el santuario; presidían los capitulares del Consistorio, frailes del Convento y demás eclesiásticos locales seguidos del pueblo llano convocado por las campanas a primeras horas de la tarde. Una vez allí,  sacaban la imagen cuatro hermanos franciscanos hasta el límite del patín, encargándose luego otras tantas personas de las ocho nombradas por los municipes de transportarla hasta el atrio de la Asunción, siendo nuevamente tomada por los anteriores  para introducirla en su interior. Este sencillo discurrir alguna vez se alteró. Un miércoles 15 de abril de 1750, se produjo un hecho excepcional   por llevar el pendón del Niño al sacarla de la ermita  entre el mayordomo eclesiástico  y el criado de un noble de la localidad, el primero por ser tradición y privilegio de la extinguida cofradía,  el segundo, por haberlo decidido el cura párroco, además de por ser astuto, hasta el extremo de añadir a su nombre, José,  el apodo de el “zorro”. Se organizó  “una espezie de tumulto con aparato de muchas desgrazias que pudieron remediarse por los religiosos de Nuestro Padre San Francisco y por los otorgantes” descrito en acta municipal . Acordaron que, al estar próximo el día de S Marcos, el 23, en que volvería a salir la enseña, lo llevaría el otro hasta que resolviera el juzgado episcopal  su porte para posteriores celebraciones. Disputas que en la actualidad no pasan.

    Excelente idea,  emotiva,   el hacerlo procesionar por niños, que espero prosiga en años venideros con más o menos independencia respecto a su madre virginal


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