Por Máximo Salomón Román
El Trovador de Arroyo de la Luz
“Yo soy yo y mis circunstancias”, es la frase del filósofo y ensayista Ortega y Gasset que, a mi entender, resulta perfecta para subrayar, con mayúsculas, la gran suerte que hemos tenido los arroyanos y arroyanas, además de otras personas que directa o indirectamente igualmente la tuvieran, de conocer a don José Pedro Cordovés Sánchez, esto es, don José, el cura de san Antón.
He de señalar que me dejó helado la noticia de su fallecimiento toda vez que hacía no mucho tiempo que estuve hablando con él. Por ello, quiero hacer con estas breves palabras un reconocimiento de admiración y agradecimiento al párroco que me bautizo, al profesor de religión, a una gran persona.
Es en el año 1959 cuando se hace el reparto de las tres feligresías de Arroyo, tras convertirse en parroquias las ermitas de “los Mártires, el Santo o san Sebastián” de una parte y la de “san Antón” de la otra. Mal reparto en el que lo mejor se lo llevaba la Asunción. Y se cubren las parroquias, tras el traslado a san Mateos, en Cáceres de don Vicente Castro, por concurso de méritos. Aún no había tenido lugar el Concilio Vaticano II y, por tanto, las feligresías o parroquias no se designaban con el dedo del Obispo de turno. Llegan, pues, a Arroyo(mes de abril de 1959) tres nuevos sacerdotes: don Félix Sánchez (que posteriormente emigrará a Alemania y será sustituido por don Julián),a san Sebastián don José Cordovés a san Antón y don Ciriaco Fuentes a la Asunción. Más como don Ciriaco se embarcara en unas misiones por Argentina, nada más tomar posesión, es don José quien se hace cargo de mi parroquia, de la Asunción. Así los nacidos a partir de mayo del 59 somos bautizados, generalmente, por don José (como en mi caso) o por don Félix.
Don José se encuentra en san Antón con una parroquia humilde, de gente humilde y sencilla. No tardará mucho tiempo en acometer obras de restauración y levantar la actual espadaña de la fachada principal. Y agrandar la fiesta de san Antón con aquellas subastas dirigidas por Miguel Marín, Calderón o Quintín.
Pero don José es parte del futuro de muchos arroyanos. Tras la colocación de la primera piedra de nuestro instituto, en la que él impartió la bendición- algo propio de la época- llegaría la inauguración del edificio y puesta en fucionamiento en el curso 1968-1969. Y don José sería el profesor de Religión de todos los arroyanos, malpartideños, estaciones, aliseños venteros y brocenses (o broceños) que pasamos por el citado instituto. Incluso de Salorino y Membrío.
Además de las clases de Religión, don José nos participaba del discurrir de la Restauración de la Asunción, según la información que sacaba a don Ciriaco (que nos informaba en sus homilías), conocía perfectamente a las familias de alumnos, aconsejaba y ayudaba.
Es vedad que era un clásico del Concilio. Incluso cuando estuve de maestro en Arroyo me solicitaba llevarse a mis alumnos, feligreses suyos, para realizar los ejercicios espirituales en san Antón, una vez llegada la Cuaresma.
Fue, además, don José, Rector del Seminario de Coria-Cáceres, profesor del actual Obispo, Francisco Cerro y, tal vez, no llegó a se alguien más más porque estaba muy ligado a su instituto. Yo, al igual que a don Ciriaco, o don José Luis, les vi como posibles obispos
Don José estaba dotado de gran inteligencia, empatía y gracia. Pero si los arroyanos tenemos algo de verdad que agradecer eternamente es el ímpetu y el coraje que puso para que en Instituto de Arroyo no se cerrase en momento difíciles, cuando la ley de EGB. Tuvo el atrevimiento de escribir una carta de puño y letra a un alto cargo de educación, cercano al político del Régimen, Muñoz Grandes(fallecido en 1970), en complicidad con el presidente de la asociación de padres, don Santos Salomón.
Por tanto, arroyanos, arroyanas y antiguos alumnos del Luis de Morales (antes, Sección Delegada del “El Brocense”), si pudisteis estudiar en nuestro instituto, en parte se lo debéis, se lo debemos, al cura de san Antón. “Al César, lo que es del Cesar”. Descanse en paz, don José.
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