Por Máximo Salomón Román
El Trovador de Arroyo de la Luz
“En esta escuela moldeó corazones y talló inteligencias, Florencio García Rubio, honra y orgullo del magisterio español, al que Arroyo de la Luz y sus discípulos dedican este recuerdo como símbolo de perpetua gratitud por su gran labor educadora. 15-mayo-1949” .Así reza la citada dedicatoria que el pueblo de Arroyo consagró a uno de sus más insignes maestros, y en el lugar donde ejerciera por varios años. También se conoce como la escuela de don Guillermo Mena (otro pedagogo, casareño y enamorado del romancero arroyano). Fue este edificio sede provisional de la Iglesia de la Asunción en los años de la Restauración de nuestra catedral arroyana. Posteriormente, Club de la Tercera Edad y, actualmente, Oficina de Turismo. Es, por tanto, un lugar bien aprovechado y nuestro punto de partida en este recorrido por la Plaza de Constitución.
Hablar de la plaza, la que fuera el centro neurálgico del pueblo, es hacer un viaje al pasado para reencontrarnos con lo que fuimos y lo que somos, pero con orgullo (y puede que nostalgia) y humildad. Es por ello que os emplazo a buscar la empatía suficiente y la posibilidad de rejuvenecer, mientras hacéis lectura, de estos recuerdos que han formado y siguen siendo parte de nuestra vida. Va por vosotros.
….Arriba, en la esquina derecha de la calle larga vivían “las de Tomé”. Habían alquilado un par de habitaciones a Enrique Márquez, hermano de Luciano, Leonardo… (tenían una tienda en la Corredera, cerca del Casino) para su negocio..Una parte del edificio pertenece a la calle de don Gabino Gracia. Al final de la misma nos encontramos una casa-palacio con blasón. Justo a su derecha hubo en los años setenta un bar (de la señora Pura, la rubia), y en la planta alta,un salón para bodas (aquellos típicos refrigerios de dulces, gaseosa y aceitunas). `¡Cuántos matrimonios arroyanos celebraron allí su convite! . Más arriba, el Complejo “El Palacio” (1979) que merece un monográfico; y “las Brujas”, que primeramente regentaron Ildefonso Rodríguez Doncel (cariñosamente, “el chombo”,) y su cuñado Eloy Javato. Posteriormente, Bocadulde (“el Boqui”), con un ambiente tan estupendo, sobre todo, en las tardes de los domingos que para revivirlos es preciso “ochentarse”, esto es,
recordar como sonaban Abba o Queen. Triana o los Chichos. Finalmente, el local sería adquirido por el Palacio.
Regresando a nuestra entrañable plaza, teníamos en la otra esquina con la Calle Larga la mercería del señor Santos Domínguez, en donde se podía encontrar lo más variado en botones, cintas, hilos…Pared con pared, el bar de Carrasco. Este edificio, propiedad de la familia de la mujer de Sebastián Higuero (Chanino) sería regentado, con anterioridad, por la propia familia. El señor José Carrasco tuvo en los sesenta y parte de los setenta el negocio y era famoso por sus “chorizos de venado”. Posteriormente se denominó “Cocoloco” y L´atrio. Vecino del bar Carrasco, un edificio en el que vivieron, sucesivamente, un par de familias de zapateros (de los Higuera, y de Jacinto el “Caminero”). Los más mayores a buen seguro que los recuerdan. Hoy forma parte del Colegio de las Monjas.
Y como de todo hubo en nuestra plaza, un comercio (el de Anita Cáceres) cerraba esa acera hasta la esquina con la calle del Palacio. Posteriormente, lo transformó en una sala de Juegos Recreativos .Ángel Cordero y Miguel Carrasco (el Galgo) seguro que recuerdan las partidas de futbolín que echábamos en el local. Y muchos de la época no habrán olvidado las bebidas con polvos colorantes y las aceitunas que nos ponía (supercontadas) En la parte superior del edificio vivían: Maria Luisa y Juan “el perdi”, por un lado; y Fernando Aparicio Crespo, uno de nuestros curas arroyanos que ha ejercido su pastoral, principalmente, en Alemania. Colindante con el edificio está el palacio de los Condes de Benavente (ya en la calle Germán Petit), que fuera sede del Juzgado de Paz y, desde mediados de los sesenta, Colegio de Ntra. Sra. de los Dolores (tras su traslado desde san Sebastián). Al otro lado de la esquina, el Ayuntamiento. Recuerdo que en los años sesenta la fachada era roja con imitación a ladrillos. Fue en los tiempos de mi entrañable compañero Manolo Floriano (q. e.p.d.) cuando se da el actual color .Es bueno recordar que la distribución de la Casa Consistorial ha variado en sus interior. Así, la orientación del Salón de Plenos era en sentido opuesto, es decir, la Corporación se sentaba al este (hoy, obviamente es al oeste). Además, la Alcaldía estaba justo arriba, junto con la Secretaría. Conocí a tres alcaldes hasta la Democracia: Vicente Berrocal, Julián Olgado (17 años) y el ya nombrado Manolo Floriano que lo fue de 1974 a 1979. En el actual despacho de la alcaldía se encontraba la sede de la Policía Local. Muchos se acordarán de los municipales de entonces: Juan Villalba, Felipe “el peloto”, Eduardo Cordero, Eugenio Plata. Abundio Pajares, Fabio. Posteriormente se fueron renovando. Así el señor Francisco Navarro (Peseta) que había estado en la División Azul, pasó a formar parte del grupo; también lo hicieron Ernesto Rodríguez (el peñón), Fausto, Teodoro y el señor Alfredo, un gallego que había sido Guardia Civil en Malpartida. Más tarde, en tiempos de Floriano, formarían parte del grupo los paisanos Marcelo y Cloti. Es lícito reseñar, además, el nombre de algunos empleados municipales. Así, Germán Solano, Luis, Ángel Tato, don Pío (tío de Santos,(uno de los practicantes), Alejandro, Felipe y, en especial, el señor Pepe Gutiérrez (el pregonero y hombre comodín para lo que fuere menester). Era don Fidel el secretario por esa época. Cargos y funcionarios desde entonces hasta hoy son bien conocidos por todos. Acera por debajo del Ayuntamiento cuenta la Plaza con un edificio que albergó en su momento el “Cine Solís” (películas de cine muda me comentaba mi tía Primi). Vivió en los años cincuenta y parte de los sesenta un médico del Casar, don Francisco y, más tarde, fue el primer centro de exposición de Muebles Niso hasta su ubicación actual. Hoy es oficina de Liberbank( Caja de Extremadura):.Y la casa de más abajo ( hoy de la firma Robledo) fue una pastelería, en los tiempos de la señora Mercedes y hermanas, tienda en dónde hacerse una foto (Mercedes era una estupenda fotógrafa),e incluso una peluquería ya a finales de los ochenta (David). El último edificio hasta la esquina con calle Ricos, esto es, la” Papelería Carmen” era sede de dos negocios. Por una parte, la barbería de Rufino Serrano, y por la otra, la pescadería que su mujer, Lucrecia, tenía en la zona que hoy es escaparate. No obstante, tenía un cercano competidor en la pescadería de los Serrano (la gente decía de los Irene) que entonces funcionaba en la calle Carnicero. ¿Recuerdan al señor mayor de los Irene con su cesta llena de sardinas, recorriendo las calles del pueblo al dicho “las llevo vivitas”? Claro está, que había más competencia por las “ruas” arroyanas tales como la de Eutiquio con su carromato (aunque este se dedicó más a la fruta).Ya, en la esquina, dónde hoy existe una pastelería, funcionó un pub, el de Vicente Bonilla (el clavel). Lo regentaron varias personas. Recuerdo a Tomás, a Juan el "liseño" y al propio Vicente. En cierta ocasión tuvo un nombre muy progre:”No te tumbes”
Cruzando la calle Carniceros (Rafael Chaparro), en la otra esquina, estaba la casa (propiedad del Ayuntamiento, domicilio de la familia del señor Pepe Gutiérrez (el pregonero). Recordarán que la habitación más próxima a la esquina de la plaza funcionó como cárcel, (o prisión, según prefieran).Ante las demandas de un wáter público se puso en marcha, con fachada a la plaza y colindante con la cárcel un urinario que jamás funcionó lo bien que es de desear. Y al lado, defendía su negocio el señor Román Tejado, una carnicería que los días de mercado sacaba a la calle, con su mesa carnicera (se suele llamar “tajo”) para preparar a las amas de casa todo lo necesario para un buen cocido. Tanto los urinarios como la carnicería sobresalían del resto de las casas por lo que hubieron de sufrir el correspondiente retranqueo con la construcción de la Casa de Cultura.
¿Recuerdan a doña Isabel? ¿Y a doña Nico? Eran dos maestras que desempeñaban su profesión en el edificio de los “Párvulos”. La primera era de Malpartida de Cáceres, La otra, la segunda esposa de Don Justiniano (que fuera director, por oposición, del Colegio Público de Arroyo).También, nuestro entrañable paisano, don Juan Ramos estuvo, al menos un curso, en la planta alta del edificio. Era entonces “Juez de Paz”. Puedo afirmarlo toda vez que fueron varias las ocasiones en las que me llamó para sustituirle (un cuarto curso) cuando yo era maestro en prácticas. Y lo hacía con sumo gusto. La planta alta albergó en los ochenta más de una exposición. Recuerdo una “extraordinaria”, de pintura y cuyo autor era Yayo Suárez. En la planta baja hubo en su momento un bar (de Jacinto el “quesero”) y fue sede de varios actos. De ellos uno especial, el primer mitin que dio el PSOE en Arroyo en la elecciones del 79 ¿Recuerdan a Pablo Castellano?.
De lindero con el edificio mencionado existió una librería (de Casto Marín) que gestionaron, su esposa Máxima Morán, y una hermana de ésta, Eloísa (conocidas como las corchetas) y, a continuación, la farmacia de don Nicolás Sánchez Asensio, natural de Hervás. En ella trabajó, durante mucho tiempo, como mancebo-empleado nuestro paisano Flore Durán.
Pero todo cambia con el inexorable paso del tiempo. La plaza no iba a ser menos. Es por ello que el ayuntamiento adquiere en los ochenta la casa de la librería y junto con el edificio de “Párvulos” y la casa-vivienda del pregonero (ya jubilado) presenta a Diputación un espacio para la creación de la actual “Casa de Cultura. ¿Era pequeño el sitio? ¿Se podía haber buscado otro solar? Seguro que sí. Pero a don Manuel Veiga, Presidente de la Diputación en ese tiempo, se le metió en la cabeza que debía construirse allí. Y así se hizo. Si no lo sabían, ya quedan informados. Se inauguró la misma a finales de los ochenta (Rodríguez Ibarra) y contó con dos grandes personas en sus inicios: de una parte Benedicto Rodríguez( animador cultural), que sin apenas presupuesto se movía lo indecible por buscar actividades (así hicimos a través de la Asociación Cultural “La Senara” el Primer Certamen de Teatro), y de la otra, el señor Emilio (“enrea”), encargado de todo, a quien el Colegio Público agradeció en su momento su colaboración más altruista por todo cuanto nos ayudó.
Seguía a la farmacia la casa de la familia de Nano Lucas (descendientes de “los mochos”, con perdón) y, al final de la acera, el Banco Hispano Americano (hoy Santander). Era el director mi tocayo Máximo Clemente y, además, trabajaban en la sede bancaria, entre otros, Casto, Pozo, Germán Ferrero o Samuel Serrano. A pocos metros, ya en la calle santa Ana (posteriormente de los Hermanos Caba), Evaristo “el Caracol” te ofrecía- en su taberna- el mejor de los vinos, excelentes morcillas, jeta o las riquísimas tencas arroyanas. Una aclaración: frente al Bar Caracol existió la ermita de santa Ana que daba nombre al barrial; y tenía aquella un precioso arco(de medio punto o similar) que fue adquirido en el año 1969 por el propietario del palacio que hoy es sede del Parador de Cáceres. Allí lo pueden contemplar. Creo que pagó por el mismo veinticinco mil pesetas.
En la otra esquina de la plaza con la mencionada calle, la familia Ferrero tenía una tienda de telas que luego derivó en juguetería para adaptarse a los tiempos (principalmente Valentín). Y entrando en los soportales, el Bar Moyano que, posteriormente, arrendó Faustino Lozano. Años más tarde serian los "muchachos de Faustino” los transformadores del bar en un pub que gozó durante mucho tiempo de una excelente clientela. En la planta superior, el conocido Salón de Baile y de Bodas del Moyano (Lázaro Galán).Por encima del Moyano recuerdo que vivió don Ángel Salomón (tenía de conductor a Flores Martínez, el “peloto”).En la planta alta vivió Charo, una maestra de Garrovillas que estaba en párvulos.
El tercer edificio de los soportales era “Casa Bañegil”, bar, centro de negocios y alma de la plaza. En un principio tenía la barra entrando a izquierda (forrada de trozos de baldosines de colores, algo muy usual por entonces) y por encima una escultura de medio cuerpo del señor José Bañegil, el patriarca de la familia. Luego cambiaría su ubicación a la parte derecha. Buen ambiente y buen talante de una buenísima persona como era Manolín Bañegil; y una estupenda cocina dirigida por Carmen, su esposa. ¡Qué tiempos, aquellos! A buen seguro que recuerdan el nombre de varios camareros. Fueron bastantes.
La última casa de los soportales era vivienda habitual de Matías Parra, terrateniente y estupendo jinete (montaba fabulosamente a caballo). Y de vecino, el señor Fernando Tato (de la fábrica de corcho). Allí, viviría más tarde mi compañero de magisterio y alcalde, Manolo Floriano, tras contraer matrimonio con Irene Tato. Ya, finalizando la acera norte tenemos la casa de Juan el Molinero, con una puerta a la corredera y la otra a la plaza. Fue una tienda textil durante varios años y, más tarde, sede bancaria, floristería….
Cruzando la Corredera hacia la margen oeste hoy encontramos una sucursal bancaria, en lo que fue el comercio de Dimas Refolio (un tío estupendo) con su chacina y sus ultramarinos que te ofrecía Elisa, su mujer. En la planta alta, una Gestoría en lo que fue el Salón de Baile de “el Bonito”, además de Salón de Bodas.(Ver artículo del guateque). A lado la casa de don Florencio Bernal y Lola Javato, con su balcón de cristales de principios del siglo XX. Fue don “Flores” (así se conocía a nuestro paisano) un digno médico en la época de los Enríques (don Enrique Rubio y don Enríque Enrique) y de los Practicantes (ambos de Arroyo), don Santos Salomón (Santito) y don Pablo Terrón (Pablito). Este último vivía en la Corredera Alta y tenía la consulta particular al lado de la Pastelería Rafael. ¿Le recuerdan? Yo, con entrañable cariño y agradecimiento. Don Flore fue mayordomo de la Virgen en los años cincuenta. Y muy hospitalario toda vez que, cada Semana Santa, ofrecía el balcón de su casa para que el cura, don Ciriaco, diera el sermón de Jueves Santo (también lo daba el día de la Romería desde el balcón de la casa del ermitaño). Lo del sermón se fue perdiendo (no sé si por normativa del Concilio Vaticano II, o porque el cura se cansó), pero el hermoso balcón resiste el paso de los años. Cerca de don Flores, en la calle Hornillos (posteriormente , santa Teresa) funcionaron el Bar Terrón ( Pelele), la Cueva (One) y el Anlu. En la esquina de la plaza (Casa del Enterrador) se podían adquirir tabaco y amabilidad a la vez; Luis Martínez y Carmela gestionaban el estanco. A lado el bar de Isaías Salomón y la señora Cándida ofrecía, lo mismo un buen vino, que la posibilidad de alojarse el tiempo deseado.
Pero nuestra plaza fue algo más. Fue lugar de juegos, de amores y desamores, de feria, de mercadillo, de negocios. Recordarán que la sacristía de la iglesia tenía una ventana con su reja (hoy está en la puerta de acceso al Sagrario), en la fachada del reloj. También le es familiar el recuerdo de que existió una fuente con cuatro caños, adosada al atrio y justo delante de la citada ventana (donde la cabina telefónica). Allí llegaban, con el cántaro a la cabeza, sobre una rodilla de trapo (ruilla), nuestras madres para acarrear el agua necesaria (aunque sin depurar) para el hogar. ¡Hasta las cocineras de las Escuelas Graduadas (como la señora Pilar) ejercían esa actividad!, en aras de ofrecernos el líquido elemento en el Comedor que funcionaba en la galería de las Escuelas Nuevas. La parte de atrás de la fuente era un buen lugar para la intimidad (sin pasarse, por supuesto); o para al escondite, o la “dola”. Y es que el atrio era una parte de nuestro recorrido (“la madre de los peligros”, “los bolindres”…). Y nos sabíamos el nombre de todos los postes, aunque el más famoso era el “Poste Felipe, en la esquina del atrio (entre la puerta del norte y la principal de la Asunción). Los saltábamos, nos hacíamos más de una brecha (“pitera”) y volvíamos al otro día. No pasaba nada.
Probablemente recuerden aquellas mujercitas que ,muertas de frío ,se sentaban bajo los soportales para ofrecernos pipas, regaliz, pica pica..(la señora Martina, por ejemplo). Y Diego, que llevaba un carro y se colocaba , también, bajo los soportales, entre Bañegil y el Moyano. Y los futbolines del señor Antonio, unas veces en el atrio y otras en la propia plaza. Las planchadoras de Benito Palomo, los caballitos, las voladoras de Andrés, las tómbolas, el Photocall de entonces, con el típico caballo, (bien te hacía la foto la señora Mercedes, o bien, Bermejo el de las Casas Nuevas) . Por cierto, a principios de los sesenta la firma Pablo Pérez (se dedicaba a los helados) brindó a todos los niños arroyanos probar un “polo gigante” que colocó durante la Feria de Septiembre en la plaza, a la altura del Banco Hispano. Nuestros padres nos elevaban para que diéramos más de un chupetón al enorme bloque de hielo. La plaza ha sido lugar para celebrar “vaquillas” (alguna entraba en el bar Bañegil), emplazamiento de verbenas (orquestas como Cámara), de folklore, de mítines, de” fiesta de la tenca”, de fiesta de “carnaval”, de Coronación de nuestra Virgen. Pero ha sido, por antonomasia, el “centro neurálgico” de Arroyo. Y sea cual fuere el futuro que nos aguarda, “siempre será la Plaza, siempre, nuestra Plaza”.
(Dedicado a Vicente Ramos Díaz)
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